COLUMNA: Por fin es viernes. HOY: "El nicho de la nostalgia". D.D.Olmedo.
; un buen recordatorio de lo que se puede lograr con organización presupuestaria y un sobrio estado de conciencia sensible y con contenido. En una entrevista global al equipo de la serial comentada, el técnico explicó someramente: “Cuando veo televisión, no me reconozco”. Qué mejor frase -como digo yo, a veces- de esas rastreadas para mi bronce personal. Se lee en tal conversación que, aquello no contenido en la televisión de esta década, habría motivado la propuesta del director de arte que elevó sus bonos gracias a la bien rankeada serial ochentera. Así que, supongo, la intención de este motivado director de arte fue sacar el exceso de ficción e imprimir una nostálgica realidad impregnada de coherencia, veracidad y sentido común pocas veces observado en la televisión de estos tiempos. Y lo logró. Cuando te sientas a mirar Los 80’, se produce un efecto similar al experimentado en los tiempos que Sábados Gigantes duraba la mitad de una jornada sabatina. Y era fenomenal…
¿Curioso todo esto de la moda ochentera? Para nada. En lo personal, ya en el 2006 me la pasé en un circuito de fiestas ochenteras; la oldschool o la competencia, ochentenos.cl. La dinámica casi siempre era regular y la música, un salvavidas necesario en la retina de los cultores del viejo adagio: “Todo tiempo pasado fue mejor”.
En tiendas alternativas varias, la moda sacaba dividendos alegres reeditando modelitos ya clásicos de las legendarias zapatillas North Star, ropa deportiva Adidas y los bolsitos aquellos, más tiesos que edecán de ejército en Parada Militar y que a pesar del odio parido que uno profesaba, no había más remedio que adosárselo a la espalada. Para qué hablar de las caricaturas; Marco, Candy, Mazinger Z, los pitufos, etc.… ¿Hay algo peor que llegar al final de Marco y que más encima, su Mamá fallezca? ¡Too much¡ Pero en todos esos carretes, jamás vi el brillito nublado de dicha época en las pupilas de los asistentes. Y cómo verlo; por un lado, los prisioneros cantando la voz de los ochenta y por el otro, silicona en abundancia sobre la pista de baile ad-portas del bicentenario. Demasiada incoherencia al servicio de una nostalgia manoseada. Entonces, todo lo dicho por Basáez, cobra sentido los domingos; la veracidad y la coherencia no son analgésicos que se compren en la farmacia.
Cuando veo televisión, yo tampoco me reconozco. Y con todo, entre Prison Breake y esta serial ochentena, me balanceo en un secuencia extraña que me lleva a comparar extremos opuestos… ¡Todo tiempo pasado fue mejor! Mmmmm...
En la serial transmitida por FOX, el protagonista (Michael Scofield) lucha contra “La Compañía” para salvar a su hermano de un injusta pena de muerte. Mientras vas adentrándote en los capítulos, lo que te deja boquiabierto no es la matanza de civiles inocentes a diestra y siniestra, sino la reflexión que surge al final: Todo ello, perfectamente puede acontecer. Todos los fisgoneos flash a las andanzas fantasmagóricas de gente inescrupulosa, encargada de lavar la ropa sucia de los gringos, me pone los pelos de punta.
Yo siempre creí que el sistema funcionaba y que al estudiar Derecho, concebía una posibilidad real de hacer bien las cosas, de estar del lado correcto. Pero, a poco andar, entendí que lo confrontacional más temprano que tarde me haría estirar rápidamente la pata. Mientras veo la neurósis que consume a los personajes de Prison Breake, recuerdo la mía propia tratando de entender en qué parte de la historia la justicia se deformó. Claro está y las proporciones son surreales; Dios nos pille confesados si alguna vez el Presidente de alguna nación democrática empieza a ordenar crímenes de toda naturaleza para tapar las cagadas políticas. Por suerte en Chile las abominaciones en contra de la libertad (en todos sus aspectos) son cosa del pasado. Y sin embargo, me cuestiono todo el tiempo que tuvo que transcurrir para que el sicario de la quintrala confesara el encarguito de mi peligrosa vecina de calle Seminario.
Yo tampoco me reconozco; ni en la tele, ni en las calles, ni en el sistema, ni entre medio de mis conocidos e incluso, a veces, ni cerca de mis amigos. Por eso entiendo lo que significa ese brillo nublado detectable sólo al concentrarse allá adentro, en la mirada de los ochenteros, en los recuerdos, en la fantasía de ser mejor persona con escasos recursos, con ideologías sinceras, con prestancia genuina, con sabiduría ante la rudeza del clima, con satisfacción por las dimensiones importantes, con la familia y su sobremesa, con nuestros padres asumiendo mareas, ciclones, tormentas de toda índole o naturaleza; con el dulce de membrillo a la hora de once, las empanadas y las cazuelas con baranda en día domingo, con la pilsener cristal que no fallaba… con todo lo demás que nos hizo ser parte de una infraestructura a veces precaria pero gigantesca en emociones veraces, en sentimientos potentes y en realidades concordantes. Claro que no me reconozco y con la otra, con la búsqueda de la verdad (así tradujeron en Chile Prison Breake) queda certificado. Ésta serial representa el presente y la visión de futuro si no damos pronto con la remisión; todas las injusticias y aberraciones post contemporáneas en el mismo saco. ¿Es eso posible?
Sin ir más lejos, a primera hora de hoy encendí la horrovisión. Canal 4, programa “Intrusos” (por Dios que el nombre le sienta bien) y de entre todo el cahuín farandulero de turno, alcancé a comprender que un sujeto “x”, compró una cantidad importante de votos para que don Rafael Araneda y su equipo helado, se ganaran el premio de premios, en el certamen que auspicia el diario popular. Les juro que quedé impactada por la crueldad con que se atacó a un fulano determinado, en consecuencia que, seguramente, los dardos iban hacia el fat fish… A esto me refiero si digo: ¡No me reconozco en esto! ¿Cómo es posible que en el nombre del periodismo se destroce a las personas?
Todas las veces que miraba televisión en el pasado, algo de lo visualizado en ella me hipnotizaba. Convengamos que en ese tiempo no existía Internet, no habían celulares, no nos llegaba ni el 20% de magazines que circulan hoy, comprarse un libro era un lujo… no teníamos era de la digitalización ni tampoco éramos parte de la cultura de la inmediatez… todo era parte de un proceso calmado, pensado, cocinado a fuego lento y con preponderancia en los ingredientes, en la sazón y en cada uno de los detalles previos a la degustación. No sé que ocurrió entremedio; se nos deterioró el gusto, se perjudicó el paladar… o simplemente, depusimos, renunciamos antes de emprender cualquier cosa enraizada en fortalezas y dimos preferencia a la debilidad, a la ambigüedad, al camino programado, fácil y sin riesgos. Todo lo que se consume ahora, adolece de ese brillo otorgado por la simpleza de lo básico, hoy, apostado con un diamante que se custodia bajo el alero de la nostalgia.
Por eso, no nos confundamos. Bien por Basáez, bien por todo su arte creativo que nos trae un regalo forrado en reminiscencias. Mal por los explotadores de la nostalgia, mal por su actitud grotesca de venderte un pasado a precio presente, esto es, con todas las manipulaciones de las cuales terminados asqueados, pero que se aceptan al tenor de lo que se extraña tanto.
He estado conectada con la parte nefasta del presente más de lo que quisiera y cada vez que observo la recreación de un complot sacador de roncha (trama de Prison Breake) me doy cuenta que todo tiempo pasado fue bueno, no mejor. Inhibir las posibilidades que se vienen sería lo mismo que otorgar todo el crédito a la corrupción, a la señora María del Pilar y su sicario, a los panelistas desalmados que hacen leña del árbol caído, con los mil y un derroteros que tiran abajo las aspiraciones de los demás sólo por envida o insatisfacción personal, a los conformados limitados por el miedo y la mediocridad, a las miles de personas que viven de las apariencias, incluso, a la soberbia del señor Lagos y la de Madonna de creer que pueden mirar por encima del hombro si ser cuestionados… como siempre lo he dicho, yo confío, no sé cómo y tampoco no me queda claro porqué, pero creo, progreso, salgo adelante todos los días porque cuando veo correr a Scofield, también entiendo el porqué de su predicamento y la forma que tiene para recargarse las pilas cada vez que acaba acorralado… No creo que todo se deba a la “inhibición latente” pues no hay mal que dure cien años ni tonto que lo resista, más bien creo que se debe a la misma conjugación de elementos que ha estado presente a través de toda la historia: FE y ESPERANZA; idénticas razones a las que sen aferraban Los Herrera, aún con matanzas, con represiones y con ausencia de democracia.
¿Curioso todo esto de la moda ochentera? Para nada. En lo personal, ya en el 2006 me la pasé en un circuito de fiestas ochenteras; la oldschool o la competencia, ochentenos.cl. La dinámica casi siempre era regular y la música, un salvavidas necesario en la retina de los cultores del viejo adagio: “Todo tiempo pasado fue mejor”.
En tiendas alternativas varias, la moda sacaba dividendos alegres reeditando modelitos ya clásicos de las legendarias zapatillas North Star, ropa deportiva Adidas y los bolsitos aquellos, más tiesos que edecán de ejército en Parada Militar y que a pesar del odio parido que uno profesaba, no había más remedio que adosárselo a la espalada. Para qué hablar de las caricaturas; Marco, Candy, Mazinger Z, los pitufos, etc.… ¿Hay algo peor que llegar al final de Marco y que más encima, su Mamá fallezca? ¡Too much¡ Pero en todos esos carretes, jamás vi el brillito nublado de dicha época en las pupilas de los asistentes. Y cómo verlo; por un lado, los prisioneros cantando la voz de los ochenta y por el otro, silicona en abundancia sobre la pista de baile ad-portas del bicentenario. Demasiada incoherencia al servicio de una nostalgia manoseada. Entonces, todo lo dicho por Basáez, cobra sentido los domingos; la veracidad y la coherencia no son analgésicos que se compren en la farmacia.
Cuando veo televisión, yo tampoco me reconozco. Y con todo, entre Prison Breake y esta serial ochentena, me balanceo en un secuencia extraña que me lleva a comparar extremos opuestos… ¡Todo tiempo pasado fue mejor! Mmmmm...
En la serial transmitida por FOX, el protagonista (Michael Scofield) lucha contra “La Compañía” para salvar a su hermano de un injusta pena de muerte. Mientras vas adentrándote en los capítulos, lo que te deja boquiabierto no es la matanza de civiles inocentes a diestra y siniestra, sino la reflexión que surge al final: Todo ello, perfectamente puede acontecer. Todos los fisgoneos flash a las andanzas fantasmagóricas de gente inescrupulosa, encargada de lavar la ropa sucia de los gringos, me pone los pelos de punta.
Yo siempre creí que el sistema funcionaba y que al estudiar Derecho, concebía una posibilidad real de hacer bien las cosas, de estar del lado correcto. Pero, a poco andar, entendí que lo confrontacional más temprano que tarde me haría estirar rápidamente la pata. Mientras veo la neurósis que consume a los personajes de Prison Breake, recuerdo la mía propia tratando de entender en qué parte de la historia la justicia se deformó. Claro está y las proporciones son surreales; Dios nos pille confesados si alguna vez el Presidente de alguna nación democrática empieza a ordenar crímenes de toda naturaleza para tapar las cagadas políticas. Por suerte en Chile las abominaciones en contra de la libertad (en todos sus aspectos) son cosa del pasado. Y sin embargo, me cuestiono todo el tiempo que tuvo que transcurrir para que el sicario de la quintrala confesara el encarguito de mi peligrosa vecina de calle Seminario.
Yo tampoco me reconozco; ni en la tele, ni en las calles, ni en el sistema, ni entre medio de mis conocidos e incluso, a veces, ni cerca de mis amigos. Por eso entiendo lo que significa ese brillo nublado detectable sólo al concentrarse allá adentro, en la mirada de los ochenteros, en los recuerdos, en la fantasía de ser mejor persona con escasos recursos, con ideologías sinceras, con prestancia genuina, con sabiduría ante la rudeza del clima, con satisfacción por las dimensiones importantes, con la familia y su sobremesa, con nuestros padres asumiendo mareas, ciclones, tormentas de toda índole o naturaleza; con el dulce de membrillo a la hora de once, las empanadas y las cazuelas con baranda en día domingo, con la pilsener cristal que no fallaba… con todo lo demás que nos hizo ser parte de una infraestructura a veces precaria pero gigantesca en emociones veraces, en sentimientos potentes y en realidades concordantes. Claro que no me reconozco y con la otra, con la búsqueda de la verdad (así tradujeron en Chile Prison Breake) queda certificado. Ésta serial representa el presente y la visión de futuro si no damos pronto con la remisión; todas las injusticias y aberraciones post contemporáneas en el mismo saco. ¿Es eso posible?
Sin ir más lejos, a primera hora de hoy encendí la horrovisión. Canal 4, programa “Intrusos” (por Dios que el nombre le sienta bien) y de entre todo el cahuín farandulero de turno, alcancé a comprender que un sujeto “x”, compró una cantidad importante de votos para que don Rafael Araneda y su equipo helado, se ganaran el premio de premios, en el certamen que auspicia el diario popular. Les juro que quedé impactada por la crueldad con que se atacó a un fulano determinado, en consecuencia que, seguramente, los dardos iban hacia el fat fish… A esto me refiero si digo: ¡No me reconozco en esto! ¿Cómo es posible que en el nombre del periodismo se destroce a las personas?
Todas las veces que miraba televisión en el pasado, algo de lo visualizado en ella me hipnotizaba. Convengamos que en ese tiempo no existía Internet, no habían celulares, no nos llegaba ni el 20% de magazines que circulan hoy, comprarse un libro era un lujo… no teníamos era de la digitalización ni tampoco éramos parte de la cultura de la inmediatez… todo era parte de un proceso calmado, pensado, cocinado a fuego lento y con preponderancia en los ingredientes, en la sazón y en cada uno de los detalles previos a la degustación. No sé que ocurrió entremedio; se nos deterioró el gusto, se perjudicó el paladar… o simplemente, depusimos, renunciamos antes de emprender cualquier cosa enraizada en fortalezas y dimos preferencia a la debilidad, a la ambigüedad, al camino programado, fácil y sin riesgos. Todo lo que se consume ahora, adolece de ese brillo otorgado por la simpleza de lo básico, hoy, apostado con un diamante que se custodia bajo el alero de la nostalgia.
Por eso, no nos confundamos. Bien por Basáez, bien por todo su arte creativo que nos trae un regalo forrado en reminiscencias. Mal por los explotadores de la nostalgia, mal por su actitud grotesca de venderte un pasado a precio presente, esto es, con todas las manipulaciones de las cuales terminados asqueados, pero que se aceptan al tenor de lo que se extraña tanto.
He estado conectada con la parte nefasta del presente más de lo que quisiera y cada vez que observo la recreación de un complot sacador de roncha (trama de Prison Breake) me doy cuenta que todo tiempo pasado fue bueno, no mejor. Inhibir las posibilidades que se vienen sería lo mismo que otorgar todo el crédito a la corrupción, a la señora María del Pilar y su sicario, a los panelistas desalmados que hacen leña del árbol caído, con los mil y un derroteros que tiran abajo las aspiraciones de los demás sólo por envida o insatisfacción personal, a los conformados limitados por el miedo y la mediocridad, a las miles de personas que viven de las apariencias, incluso, a la soberbia del señor Lagos y la de Madonna de creer que pueden mirar por encima del hombro si ser cuestionados… como siempre lo he dicho, yo confío, no sé cómo y tampoco no me queda claro porqué, pero creo, progreso, salgo adelante todos los días porque cuando veo correr a Scofield, también entiendo el porqué de su predicamento y la forma que tiene para recargarse las pilas cada vez que acaba acorralado… No creo que todo se deba a la “inhibición latente” pues no hay mal que dure cien años ni tonto que lo resista, más bien creo que se debe a la misma conjugación de elementos que ha estado presente a través de toda la historia: FE y ESPERANZA; idénticas razones a las que sen aferraban Los Herrera, aún con matanzas, con represiones y con ausencia de democracia.



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