Los nidos del enojo (Parte Final) ddolmedo.



Los nidos del enojo (Parte Final)
ddolmedo.

Hacía tiempo que no me “atascaba” (escribiendo) y sólo mi amiga Nela supo acertar con el diagnóstico, claro que esto no es sorpresa, ella siempre las cacha todas. Y sí, me remorí de susto, esa es la pulenta. Junto con el envión de adrenalina y estrés, me vino un bloqueo mental, de manera tal que no me quedó más remedio que usar las piernas para echarme a andar por Santiago hasta quedar bien molida. Este es el único mecanismo que uso –y sirve- para botar cualquier clase de frustración sin dejar una cagada entremedio. Continúa siendo efectivo. Y no se trata de enterrar nada para quitarle el cuerpo, al contrario, es hacerse cargo de uno, de las decisiones que tomamos, de ”respetar” la sintomatología de nuestro cuerpo, evitar traicionarnos solo para ajustar nuestra teleserie mental. 
 
Juro que me encantaría ser indecente, ser lo suficientemente “suficiente” (Como canta Denisse) y no necesitar nada más, incluso, no necesitar ser honesta... pero no me resulta; las fibras por donde pasa mi ética personal, son idénticas en lo público como en lo privado. Y eso no va a cambiar. Y cuando me detengo a pensar en cómo lo eché a perder poniéndome del lado equivocado, me pregunto entonces también cómo es que se cambia, realmente para mejor y no sólo porque decidiste hacerle caso al terapeuta de turno.  
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Pero el enojo voló del nido. Se esfumó. Y así como se fue a instalar en ese lugar, ya se desvaneció. Y fue más rápido de lo normal porque en mucho, yo misma era responsable, como se dice en buen chileno: ¡Me lo busqué! No hay que hacer cosas buenas que parezcan malas. ¿Cierto? Y siempre cuando hay terceras personas, lo malo es evidente. Eso por lo menos para mí.  
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A veces, razono de maneras muy chistosas, como, por ejemplo: creer que, por no mirar en determinada dirección, el asunto desaparecerá; como las cuestiones que postergamos, y postergamos, y seguimos alargando por la razón que sea. No cambia en nada desviar la atención a las partes entretenidas que nos franqueamos exacerbando sólo el hedonismo. ¿A quién no le gusta lanzarse a la vida y no hacerse cargo de nada? A , pero en otro tiempo. Tiempo contra el que peleo, no para desconocerlo sino para entender que es un lugar al cual no quiero regresar.  
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Sé que tal vez, el personaje en cuestión valga bastante; la situación no.  
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Creo que la base del respeto principia en uno mismo, no para juzgar a los otros en sus decisiones, en verdad quiero dejar de juzgar a los otros. Creo que arranca en uno, para descartar de todo lo que nos hace sentir mal, no por prejuicio sino porque simplemente no se asemeja a lo que quieres para ti.  
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Me ayudó a comprenderlo el hecho de preguntarme: ¿Y si se tratase de mí? ¿Si a mí me estuviesen tratando de ese modo? ¿Cómo puedo hablar de respeto, cómo puedo dar consejos sobre honestidad si mi bolsillo interno está lleno de moral desteñida? 
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No importa cómo se comporten los otros. Lo que me interesa es aprender a respetarme a mí misma, a quererme de verdad, a usar todo lo que tenga disponible para ser la mejor persona que pueda llegar a ser, todos los días, todos los momentos, incluso en los que el brillo del oro que contemplo, enceguezca... 
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Si soy lo suficientemente valiente, podré ver esto como la prueba de fuego, comprender que el respeto es la base de casi todo, procesar que las cuestiones suceden dentro de parámetros que nosotros mismo vamos desenrollando... aprender a pedir en buena lid, a esperar los tiempos corriendo solos, evitando desperdiciar la vida en cuestiones sin sentido, reírse de las payasadas que uno hace, y procurar hacer el menos daño posible, ojalá, ninguno. De hecho, cero.  
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He pensado un montón en mi madre, en que su sabiduría no era de galleta de la suerte china, decía pocas cosas dulces, pero cada vez que recuerdo sus sentencias, más entiendo cuánta razón y peso podías encontrar en sus palabras: “Nunca te presté tanta atención, Fabiola, pero no fue de mala mamá; de todas mis hijas, eras la más astuta, la más despierta, la más contestataria y llevada a su idea... supe pronto lo fuerte que eras, lo fuerte que serías, lo fuerte que eres...”. Y sí, mi vieja tenía mucha razón, y ahora se ve todo demasiado claro. 
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Gracias por educarme como lo hiciste. 
Sólo hoy tiene significado para mi. 

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