COLUMNA: Por fin es viernes. HOY: Estúpido Cupido. D.D.Olmedo.


COLUMNA: Por fin es viernes. 
HOY: “Estúpido Cupido”. 
D.D. OLMEDO. 
Viernes 13, Enero de 2009. 
14:00 horas. 

Dicen que es casi imposible resistir su fuerza y que hasta el más estoico de los fulanos, puede volverse vulnerable ante sus embates. Y capaz que sea de tal modo; dependerá del ojo con que se mire. Habría que tratar el asunto según las dos caras de la moneda: AMOR Y DESAMOR.

Aún así, depuremos algo de historia…

En la mitología griega, se consideraba el dios responsable de la atracción sexual, del amor y también del sexo. Para los romanos, en cambio, se conoció como Cupido, dios responsable sólo del amor entre hombres…
Siglos antes, Platón argumentó en su famoso y célebre “Banquete” (disponible en Ediar), que habría sido concebido por los dioses Poros y Penia, divinidades de la abundancia y de la pobreza, respectivamente, durante el cumpleaños de Afrodita, lo que en suma explicaría los diferentes aspectos del amor. Sin embargo, la tradición romana postuló que Afrodita presidía el amor de los hombres por o hacia las mujeres, y que al ser Cupido su hijo predilecto, cumplía más bien la función de ayudante, trasladando el amor inmanente en ella hacia los mortales, pero respetando la hegemonía esencial de su madre, por quien se conducía la fuerza central de este sentimiento obsequiado a la humanidad.

Con todo, y en cualquiera de las fantásticas historias en que se otorgan diversas concepciones y orígenes, lo interesante es cuestionar cómo un dios pagano llega a permear los “sólidos” valores y costumbres cristiano-judeo. Cómo, entonces, el Paganismo Helénico logra potenciar la candida figura de una divinidad alada, de aspecto frágil y cándido que en caso alguno, forma parte de la tradición cristiana.

Sin duda, el 14 de Febrero se festeja una de las celebraciones más populares del calendario. Pero nada tiene que ver don Cupido en todo esto, ¿O sí? Parece existir una confusión.

El avisaje me impone a un día de “San Valentín”, fecha que ha logrado sintetizar los grandes aciertos del marketing, combinando a la perfección amor y consumo. En esta línea, entre corazones y flechazos, se intercambian tarjetas, flores, globos, bombones, joyas, lencería y hasta desayunos exóticos que cuestan un ojo de la cara, que dan pie a un esperado boom comercial arduamente construido y hoy, venerado.

Según los antecedentes, San Valentín se incorporó al santoral en el año 1969 y se festeja en casi todo el mundo. Según las investigaciones, la costumbre habría iniciado en los países de habla inglesa en el siglo XVIII y hace algunos años, a consecuencia de Internet y buenas estrategias propagandísticas, se habría introducido el concepto en países latinoamericanos. No obstante, cómo ya decía antes con respecto a Don Amor, los atributos de Valentín y el porqué de su celebración, no quedan claros. Tres teorías pulsan de manera no contradictoria y podrían ser perfectamente viables.

En orden cronológico, una de las historias narra que en el año 270 a.c. el emperador romano Claudio II prohibió, mediante un edicto, el matrimonio. Utilizó como argumento que los recién casados se negaban a ir al frente de batalla y eso perjudicaba sensiblemente al ejercito romano. Fue así como el Obispo Valentín, comulgando con las necesidades afectivas de los feligreses, comenzó a casar secretamente a los contrayentes. Sin embargo, tal insurrección fue descubierta con lo cual Claudio lo mandó a decapitar. Para guinda de la torta, se cuenta que una vez encarcelado el prelado en cuestión y aguardando la hora de su muerte, conoció a la hija ciega del carcelero (Julia), quién recuperó la vista tras conocer al Obispo rebelde. Finalmente, fue ejecutado un 14 de Febrero, prosiguiendo la leyenda tras haber plantado Julia, un almendro que floreció majestuosamente.
Esta leyenda justificaría que hoy el almendro sea considerado un símbolo de amor y de amistad.

Otros atribuirían el origen a la celebración de fiestas paganas “cristianizadas”. Entre las más atractivas que se recuerdan de esa época romana, se encuentra la “Lupercalia”, representativa de los honores rendidos a Lupercus, divinidad con figura de cabra y símbolo de la potencia sexual. La celebración involucraba depositar en una caja, determinadas prendas femeninas para que los muchachos sacaran la ropa de quién, desde ese momento y en adelante, se convertiría en su compañera de diversión durante el año. Esto habría convertido a Lupercus en Patrón de los enamorados.

Una vez que Roma se convirtió al cristianismo, los líderes de la nueva Iglesia comprendieron la dificultad para suprimir los viejos ídolos y sus respectivas celebraciones ante los nuevos conversos, optando por cambiar los nombres por otros de carácter cristiano, siendo Valentín proclamado por el Papa Gelasio, 200 años más tarde.

Por último, algunos adjudicarían el origen de esta celebración a Carlos, duque de Orleans, quien fuera capturado por los ingleses el 1415, durante la guerra contra Francia. Recluido en La Torre de Londres, se habría dedicado a escribir poesía, dotando a sus creaciones de estilo refinado y purista capaz de reflejar la tristeza de su encierro. En una de sus últimas cartas a su esposa, firmo con la leyenda “TU VALENTIN”. Esta es la tarjeta más antigua que se conoce y se conserva en el Museo Británico.

De todos estos antecedentes, la masa se representa en la idea romántica de que existiese alguna vez, un mártir capaz de asumir su sacrificio como algo asociado a la potencia de Dios y así, la concepción de que “El amor es más fuerte”. Entonces, nos gusta pensar que un ser humano, alguien de carne y huesos, dio su vida a la causa de los contrayentes en aflicción. Esta, se transforma, en la leyenda con más fuerza, con más coherencia y con más sentido práctico en los brotes comerciales del otro lado de la moneda.

Pero ha pasado bastante agua por debajo del puente desde que Claudio decidiera cortarle la cabeza al insurrecto Valentín, y lo que en un comienzo pudo ser un buen propósito, acabó transformándose en el más gigantesco de los circos romanos. Así las cosas, La Publicidad y El Marketing, desvinculan los aspectos divinos y atribuyen una incoherencia desproporcionada a la esencia última que importa en la voz “sacrificio”. ¿Qué diría Valentín, sacerdote, si su nombre estuviese involucrado en miles y miles de dólares anuales? ¿Qué sentiría si le revelaran en secreto de confesión que se ha incurrido en endeudamiento para otorgar un presente de elevado valor? ¿Qué pensaría el mártir con tanta tergiversación?

OK. No soy tonta grave. ¿A quién no le gusta recibir obsequios? ¿A quién no le gusta un entorno de corazones, simbolismos, esencias florales varias y todo tipo de mimos y extravagancias en un solo día?

En lo que no estoy de acuerdo es en nuestra falta de identidad y en la necesidad morbosa de extraer modelos donde no nos corresponde, de fiarnos de un día particular para expresar lo que debiésemos recordar todos los días del año… Grosso favor nos hizo el mítico Valentín.

Lo que parece injusto, a mi entender, es circunscribir los buenos deseos a una tarjeta particular, a una cena, a un perfume, a una forma de decir las cosas alumbrado por los tintes de una celebración, más encima, impuesta, robada, inscrita con pesos en las sienes de los poco originales.

Conozco muchísima gente que vive en una eterna poesía con todo y sus bemoles, con una carga importante de guirnaldas en el corazón para decorar los trescientos sesenta y cinco días del año sin que un mártir estandarizado por oficio comercial, resuma qué hacer para declarar nuestro amor.

Para mí, todos los días hay momentos memorables, mágicos, especiales, sobre todo cuando las situaciones se revierten, mientras los escenarios se modifican a cada instante haciendo circular variados aspectos del amor, que ayudan a alimentarlo, a acrecentarlo, a disfrutarlo con todas sus notas, recovecos e instancias singulares. La vida está llena de celebraciones y cómo me recordó Andrea en inmejorable cita posteada hace algunos días… “Uno es feliz y no lo sabe”

Pienso que para descubrir que se es feliz, debiésemos arrancar por desacreditar todos los guiones establecidos, los rótulos, las marcas, los sellos que no nos pertenecen. Para entenderlo y verlo dentro de nosotros, habría que preguntarse qué valor tiene en nuestra vida los símbolos y las tradiciones estériles, habría que fijarse en la posición que ocupa la contradicción y el poder adquisitivo, habría que entender qué valor le asignamos a los recursos y la forma en que los administramos; comprender, tal vez, cómo quieres vivir y de acuerdo a que singularidades te debes en este recorrido.

Hay muchas formas de festejar la vida, el amor, la amistad, la forma de relacionarnos, la necesidad de alimentar los afectos, las hermandades, las confianzas, los lazos, las entregas, las fidelidades, las fortalezas, las virtudes e incluso, los tropiezos que nos convierten y nos delinean en lo que hoy podemos ser con lógica consecuencia… lo impagable que es tener a alguien al lado, que te quieran, poder querer de vuelta, que se complemente la vida en tantas facetas y espacios, que se abran las puertas y el aire se filtre por todas partes. Y el proceso para entenderlo es una dimensión peculiar donde se observe lo más básico, lo esencial, lo simple que siempre ha estado en el mismo lugar… Básico es despertar y mirarse sin objetos, básico es no hablar y sentirse acompañado, básico es abstraerse sin complejizar, básico es estar y no estar al mismo tiempo, básico es abrazarse, besarse, tomarse de la mano, tocarse sin destino residual… “palparse a concho”… desearse buen día, ocuparse de los detalles, mirar de mil y una forma y también simplemente mirar… básico es estar y estar consciente, asignar importancia a la comprensión, a la tolerancia, escuchar, fascinarse a diario, observar por el ojo mágico ese gran angular que hace la vida sutil, descansada y entretenida… básico es aceptar el amor que se profesa sin decidir aún si será el último, el mejor, el perfecto, el infalible, sólo el que llena en el ahora, en el presente y que tiene tanto potencial, tanto potencial que puede cambiarte la suerte y acabar edificando una catedral.

Si tuviera una charla frontal con Eros, le diría cuan estúpido resultó ser… tanta flecha desperdiciada, tanta elaboración y parafernalia para nada, tanto conjuro sin dar en la talla. Habría bastado con soltarse, dejar que las cosas sucedieran, sin tanto artificio, sin tanto forcejeo, sin tanto preocuparse por hacer que las personas calcen y ocupen la vida de los demás. Le diría franca y abiertamente que el amor no se fuerza, simplemente sucede, acontece, nace y permanece el tiempo que debe durar. 



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