COLUMNA: Por fin es viernes. HOY: La Cultura de la Inmediatez. D.D.Olmedo.
COLUMNA: Por fin es viernes.
HOY: “La Cultura de la inmediatez”.
D.D. OLMEDO.
Viernes 6, Enero de 2009.
19:06 horas.
Hoy es el turno del Señor Medel. Mañana, quién sabe. El diario pop redactó que la pobre extinta era fans suya, más aún, sentenció: ¡Estaba loca por él! Pero cómo es posible que la irresponsabilidad lleve a estos extremos por el demencial reiting. La otra visitante que acompañaba a la fallecida el día de los sucesos, en sus propias declaraciones indicó que la occisa no conocía al dueño de casa y adicionalmente, que días antes había manifestado expresamente su deseo de quitarse la vida. Cómo es posible, entonces, semejante tergiversación de los hechos, sobre todo, porque las consecuencias pueden ser gravísimas, incluso, sepultar también la carrera de este prometedor cruzado. Pero qué más da, responderá la gallá, qué te importa si es sólo un futbolista más. Pero resulta que este deportista y su malogrado fiestón, técnica y fehacientemente alimenta el estómago de varios, y aleona también, a una masa hambrienta de carroña para devorar. ¡Qué feo todo esto! Que horrorosa imagen me queda de este Chile embrutecido en la vorágine.
He estado preguntándome cómo fue que llegamos a este punto, como fue que del deseo de revelarnos ante la opresión, fuimos a dar al extremo opuesto sumergiéndonos en el barro, exaltando las peores cuestiones del ser humano. Tal vez todo tenga que ver con el miedo, con ese sentimiento feroz que nos corroe por dentro, cuya expiación siempre depende de mirar la paja en el ojo ajeno, siempre estar sentenciando un juicio respecto del otro, de los otros, de los demás.
A veces, he llegado a creer que no hay forma de volver atrás, que el descenso en picada nunca va a detenerse y que el día del estrellamiento, sólo ese día nos daremos cuenta de todo lo que acabamos haciendo mal. Pero otras tantas, me alivio pensando que justamente hay que tocar fondo para volver a emerger, hay que hastiarse para prescindir, hay que vaciarse para volver a llenarse de algo, de un sentido, de la significación que deseamos darle a nuestra vida.
No obstante, por ahora y en el transito a aquello, vivimos encadenados, oprimidos en otras deidades, y haciendo parte de lo mismo que vapuleamos tanto, simplemente bajo otro formato, con otros envases iguales de tramposos y efectivos que impiden ver los reales contenidos. Y nos gusta; la conciencia siempre pulsa pero también nos encanta hacerle la mejor de las fintas creyendo que todo lo proveído sin reparos, pertenece justamente a lo pretendido por años.
No sé cómo llegamos a esta dinámica en que las esperas representan un problema mayúsculo; las filas en los bancos, en las Isapres, en cualquiera repartición pública, en los paraderos y colectivos, las filas interminables en los supermercados, en todas y cada una de las filas incomprensibles en que nadie se mira, pero se pitea, se silva, se masculla entre dientes… No existe paciencia, no hay consideración, no hay percepción del espacio físico del otro… simplemente se avanza a paso imprudente, a una velocidad impresionante; si no estás atenmto y presto, pierdes.
Todo lo expuesto en el enfervorizado medio público es efectista, inmediato, mediático… muchos persiguen los gloriosos 15 minutillos de fama a costa de cualquier precio… ya no sucede como antes, a partir del trabajo, de los esfuerzos, de sacrificios varios, del valorizar el crecimiento pausado, metódico, meditado hasta en el más mínimo suceso. Hasta las cuestiones más sencillas se reclaman con celeridad… “te lo pedí y no me lo entregaste, entonces ya no lo quiero”.
A veces creo que nos comportamos como una tropa de pergenios encaprichados, enrabiados y con cero tolerancia ante la frustración. Nos la pasamos demandando todo tipo de cosas sin que al menos haya un amago de intención de realizar un sacrificio a cambio. Pedimos, exigimos, amenazamos incluso para que se nos de lo que aseguramos, nos pertenece. ¿Cómo fue que llegamos hasta este punto?
Y qué decir del rencor. ¡No me diste! Entonces… atente a las consecuencias…
No sé cómo fuimos a dar a este punto en que la gratuidad no existe, en que el dar implica un debate existencial sobre el amor al prójimo con calificativo y que ya nos somos unos críos idiotas que siguen creyendo las enseñanzas de la vieja escuela sin al menos cuestionar la base de lo inculcado.
Las relegaciones a la falta de tiempo, más bien son la excusa de que ya no se desea vinculación sin que esta reporte ganancias. Y lo demás, recae en una suerte de falso buen compromiso de gentes que equivale a responder siempre: ESTOY BIEN, GRACIAS!!!!
Serenamente creo que hay tanto dolor comprimido y postergado, hay tanto resentimiento, hay tanta asfixia que impide la salida y expresión de los buenos deseos, que nos quedamos aturdidos en el portal donde todo acontece demasiado a prisa y nos exige un estado de alerta que apenas podemos concretar. Se nos coloca en un frente en donde se te exige responder: ¿De qué lado estas? ¿Estás fuera o estás dentro?
Mientras se estruja hasta la última gota de material de turno, me pregunto quien arrojó la primera piedra, quienes están a favor de lapidar al señor Medel y en caso de signarle las penas del infierno, ¿no es acaso su propio escenario? ¿Quiénes somos todos nosotros para opinar de lo que ocurre en su vida? Pero la prensa amarillista aprovecha de explotar todas y cada una de las calamidades ajenas, desarmando los componentes y otorgándoles calificativos que beneficien los bolsillos de unos cuantos. Me descompone el estomago saber que muchos contribuyen a ello. Bastaría que el entorno se excluyera, que no diese crédito a especulaciones y en su reemplazo, otorgara el beneficio de la duda…
Estamos insertos y subsumidos en un clima que siempre propone confrontarnos, que nos impone cargas emocionales a diario, controversias y conflictos que parecieran jamás acabar en buenos términos, impresiones sesgadas sobre lo que necesitan los demás y la imposición arbitraria de que gana siempre quien es más fuerte. Este es el contenido del miedo, esta es la forma de la actualidad que emerge con una fuerza descomunal, sin un contrapeso aliviador, o al menos, esperanzador… quién soporta tanta noticia de crisis, de dramas, de asesinatos y violaciones, de robos a mano armada, de femicidios y de irresponsabilidades humanas varias… quién soporta la contradicción de verter en los mismos espacios, ofertones vacacionales, lugares paradisíacos a los cuales es casi imposible acceder, flashes de la vida de ricos y famosos, y para rematar, uno que otro chascarro que es una prueba más del deseo inmanente de reírse del drama ajeno. Qué fácil, incluso para mi, es opinar sin ser parte del todo. Qué duro vincularse sin que al menos se sepa desde mucho antes que en ello puede irse tu vida… Por eso quiero tanto esa otra vida mía.
Tengo recuerdos vívidos de mi abuelo Mario, en su tallercito de La Calera, atestado de clavos de todos los tamaños, de trozos de madera de colores indescriptibles y sobre todo, de su paciencia infinita para desplegar movimientos que requerían de todo un arte. Lo recuerdo con sus lentes de marco oscuro, con un paso aletargado y prolongado con gracia, con estilo, recuerdo su mirada perdida, como si entre sus pensamientos hubiese un vaticinio de lo que estaba por venir y de lo cual no deseaba se parte. Quizá por eso se fue casi sin chistar, sin reclamo de ningún tipo, así calmado como era él, con su semblante neutro y pacífico, se marchó sin siquiera intentar dar la pelea.
Cuando miro alrededor, en las calles, en el metro, a bordo de cualquier transporte, mientras camino, en un cafetín, mientras me alimento, mientras me quedo quieta observándolo todo… entonces entiendo que casi no quedan cosas que pertenezcan al pasado, pues el paso veloz de las circunstancias actuales, siempre precisa más exigencias inhumanas, que es imposible negar el cansancio, el hastío, la desilusión ante aquellas cuestiones que parecen no tener freno.
Hay faenas que es casi imposible concretar, y sin embargo, las ejecutamos porque existe siempre una palabra que sentencia cuales serán las consecuencias de no realizarlas… Hay episodios que uno quisiera borrar, y sin embargo, se estanca creyendo que es imposible hacerlo pues está presente en la conciencia un imperativo categórico que califica los intereses y coloca nuestras elecciones en tela de juicio cada vez que intentamos alejarnos de la regla de oro.
El tiempo fue menguando mi energía y hoy, pocas dudas caben en mi corazón: Estamos mucho más lejos del perdón, del conocimiento, de la entrega libre y espontánea efectuada con el corazón… Todo es en el aquí y en el ahora, nada es para más tarde, para mañana, para el porvenir porque muchos se las arreglan para borrarlo, para extirparlo como si el tiempo tuviese sus segundos descontados, como si todo exigiese vivirse a concho porque no habrán más episodios…
Yo creo que las personas están sintonizando muy mal sus penurias y desventajas, pienso que la soledad y la tristeza nos está pasando la cuenta y que las groseras imposiciones de ser citadino, provoca contradicciones de todo tipo. ¿Qué hay de malo en permanecer silenciado? ¿Qué malo puede tener estar callado, ensimismado, retirado de todo lo contaminado? ¿Qué tan malo puede resultar el camino más largo, más trabajoso e incierto? ¿Por qué hemos de estar siempre midiendo los resultados, los beneficios, los puntos que hemos ganado? ¿Cuántos beneficios nos reporta bebernos la sangre del cordero degollado? ¿Y hasta cuando nos comportaremos como César sobre la arena aplastando las necesidades de los demás, decidiendo cuan correcto es o no un comportamiento desplegado?
Qué nos llevó a este punto en que casi todas las cuestiones importantes se soslayan como ridiculeces. En qué minuto el morbo, la especulación y el enfrentamiento pusieron en nuestras manos puñales que se lanzan con toda irresponsabilidad sin meditar un instante en las dolorosas consecuencias.
Hay algo muy oscuro tras bambalinas. Lo sé. Lo siento y probablemente todo esto se deba a una corriente vertiginosa que arrancó con la infelicidad de alguien y que fue mutando como un contaminante altamente virulento. Mientras se fuerza la soga hacia un extremo en el que se encuentran apostados la cordura, la sensatez y el respeto hacia el entorno, por el otro, pujan con la misma intensidad todo tipo de agentes corrosivos, una serie de cuestiones mezcladas con egoísmo, con frialdad, con calculo, con determinaciones encaminadas a jodernos la pita y sin que podamos defendernos adecuadamente al respecto. Cada vez que se pega en las costillas, una corriente magnética queda pulsando en el ambiente, cada vez que se entrelazan conductas estrafalarias, precipitan al suelo todas las propuestas de equivalencia, de altura de miras, de progreso, de razón o de entendimiento.
No puedo pedirle peras al Olmo, es cierto. Con todo, hilo frase en silencio que me permitan extender la soga hacia mi lado, de gatillar pausas esperados y combinar emblemas que impulse la coherencia que escasea… escribo, escribo y seguiré haciéndolo porque faltan algunas piezas en el rompecabezas, faltan oradores que motiven y hagan ver las siniestralidades que nos aterran, nos hace falta dejar de tener miedo para que afloren los verdaderos sentimientos, para erradicar las plagas, para fomentar uniones de peso y para esperar pacientemente todo lo que sea necesario.
Una de las cosas que me quita el aliento y al mismo tiempo, me lo devuelve, es creer que todo esto puede ser diferente, que podamos advertir de qué forma separar los granos, cómo extraer la mala fruta desde un cajón dado, como atar los fardos y repartirlos… cómo hacer que las cosas funcionen sin esperar nada a cambio, sin deshacernos, sin tener que siempre estar creyendo que uno debe reconstituirse para lograrlo. Yo se que duele, yo sé que duele esperar, esperar y segur esperando, y duele más cuando todo alrededor está alborotado, cuando te empujan, cuando te estrechan, cuando apenas te estás incorporando y vuelven a tirarte al piso, todo rápido, todo demasiado rápido. Pero he ahí el sentido de todo, he ahí el paso aletargado que se desaparece marcando un rastro que aunque imperceptible para muchos, al menos haya dejado unos cuantos granos.
Yo creo que hay muchos hechos, circunstancias, acciones, modalidades y hasta personalidades enfermantes pululando equivocadamente. Yo sé que todo eso flota en el aire, en el mío y en el de ustedes y que probablemente a muchos les venga en gana sectorizarse, conformar grupos aislados integrados por pares, por seres con quienes compartimos intereses, afinidades… tengo claro que eso es lo que sucede la mas de las veces. Pero es justamente esta segmentación la que nos distrae, la que nos separa y nos aísla constantemente.
Cada vez que escribo sobre una sensación, siento que no es mía solamente, siento que involucra a mucha más gente que en silencio y a la manera antigua, espera, espera y tal vez sigue esperando que algo suceda, que se disipen las diferencias, el sinsentido, las circunstancias que acaban separando a la gente, que suceda algo gigante que estremezca y acabe con esta mala versión tan grotesca de nuestra peor teleserie. Algo que nos cambie, que le de valora la espera, a la meditación, al trabajo artesanal de aprender a ser decente.



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