COLUMNA: Por fin es viernes. HOY: Orígen. 19-12-08. (Nº100). D.D.Olmedo.


que con escasa fe y mucha tontera, me puse en contacto con la bruja, esperando quién sabe qué cosa… quién sabe y porqué nos pasamos la vida esperando ciertas cosas… Contrario a todo pronóstico, La Marita impresionaba con su sola presencia, yo diría a vuelo de pájaro, se imponía por la sangre y por sus raíces. Regordeta y morenaza, lo primero que asestó fue una mirada profunda sobre mi pupila derecha y ahí se quedó, observándome largo rato sin esbozar palabra alguna. Acto seguido, se presentó someramente y me contó que era oriunda de Temuco, tierra de fronteras, pensé yo… le ofrecí un cafecito aromático y en vez de eso, pidió agüita de hierbas que se zampó como si fuese un te helado. Ingerida la infusión, ofreció iniciar la sesión a través de una breve lectura de manos, así que accedí complacida con la firma intensión de probar en el camino cuanto había de cierto en todo eso. Grande fue mi sorpresa al verme retratada sin equivocación (ni la más mínima) por una mujer extrañísima a quién, hasta ese día, jamás vi antes. Les juro, daban susto sus perfectos calificativos y la sarta de sustantivos específicos entroncando en el detalle más cuidado de características tal vez obviadas por los demás y ciertamente presentes en mí. De un cuanto hay, demasiadas sensaciones quedaron expuestas y yo, al fin, en evidencia; Marita Quiñelén había dado medio a medio en el clavo: ―¡Tienes manos de escritora! ―Me dijo la temucana. De entre todas las cuestiones describiéndome, este fue un grito de conciencia posicionándose lentamente en aquello que todos denominan vocación.

Nunca más volví a ver a esta desconocida quien durante tres horas, diagramó mi esencia como si me conociese de toda la vida y sin embargo, nunca más volví a saber de ella. Fue como si se la hubiese tragado la tierra. No es broma.

En esa misma época inicié mis pasos en la universidad, suponiendo que la carrera de Derecho demarcaba mi espíritu de lucha y al mismo tiempo, proporcionaba una herramienta necesaria para perfeccionar la pelea. Pero a poco andar, descubrí que ser adulto es brígido, que el famoso cartoncito te quita el aliento y casi nunca queda tiempo para dárselas de justiciero… De una u otra forma sucumbes ante esa montaña de equivocaciones burdas que dice llamarse sistema.
No obstante, la universidad te provee de una apertura antes desconocida, otorga posibilidades impensadas y fomenta los descubrimientos de todo orden… además, entregaba en ese tiempo, espacios especiales en donde arquear las piernas, detenerse y observar todo cuanto uno apetecía. Y eso hice yo. Y eso logré yo.
El día que mejoraron las perspectivas, otro chiquillo de tantos sepultó mi soltería y agitó sentimientos que creí olvidados, ambiciones afectivas desechadas desde mucho antes. Así que mirándolo en vitrina, la única fórmula posible era enamorarse con todo, y así fue como ocurrió. Y fue grandioso. Sin embargo, todo cuanto pueda decir de ese gran amor forma parte del pasado, un fragmento de dulce y de agras, tan vivido como depositado en el baúl cuya llave siempre acaba extraviándose.
Los años de universidad me colocaron en rotación y todo el espectro de voliciones se transformó… las tendencias políticas y el amplio circuito de antecedentes que nunca tuve para imprimir una opinión informada… los afectos truncos que siempre acababan echándome la culpa… las indignidades propias de la falta de abastecimiento básico que se convirtieron en capas de piel curtida… las ilusiones desechas, los argumentos ambivalentes, los desafíos desamparados ante el poder y la supresión de moral… las inequidades de la vida misma, mi compañero, mi hermano, mi padre y mi madre… todo revuelto en un mismo saco… y un Chile que no conocía se reveló como una bomba de tiempo gatillante de fundamentos y premunidor de tinta para dibujar la discrepancia, el consejo, la discrepancia, la tertulia, lo misceláneo, las excentricidades y también lo obvio que anda de boca en boca… ¡Qué tiempos aquellos!

Y con todo, lo representado bajo la universalidad de procesos imbricados se desvaneció… La jauría hambrienta esperaba por todos nosotros, todos los incautos deseosos de acción… Pero esa acción devino en hazaña; hay que tener garra para sobrevivir sin que al escaso tiempo te devoren los pesos pesados…

La universidad tenía sus cosas horrendas; verbigracia: estudiar toda la semana para la solemne del viernes (a veces, también los sábados). Sufrir una semana completa, comiendo pésimo, durmiendo a saltos, yendo siempre contra el tiempo… y por eso, tras el conteo de la lista, de oír nuestro nombre y esa compuerta cerrando tras de uno justo al sentarse y rendir la condenada prueba… naturalmente expirabas… ¡POR FIN ES VIERNES! Nos reuníamos en el patio de la Escuela a comentar las respuestas, pero también, a relajarnos, a sentirnos más tranquilos, a bromear y de ahí, a decir nada, o a decir mucho con unas cuantas frases y desde entonces, una inquietud se instaló en mi.

Supe de gente que quería irse en misiones a Ruanda, pertenecer a la Cruz Roja e ir a parar a Somalía… los más modestos, se conformaban con un Techo para Chile, Coanil, Asilos varios y Corporaciones de Asistencia Legal… Y sin embargo, el interés era honesto, genuino, sensible. Todo cuanto queríamos provenía de las entrañas. Y sin embargo, de a poco, nos fuimos distanciando y supe de varios en la misma fila. Pero también supe de muchos más que se vendieron por tres chauchas al sistema. Sin darme cuenta, acabé siendo una de éstas.

Acabé lustrando los zapatos del diablo y prontamente salieron espinas en mis manos. Afortunadamente, no hay mal que dure cien años ni tonto que lo resista. Y en mi caso, el llamado a terreno fue complejo y no exento de magulladuras…
La primera fase de instructivo fue la abundancia. Tuve todo lo que desee económicamente hablando, los conocimientos y el acceso a la información estaban a la orden del día y más encima, sentía el poder y su agencia corrosiva. En una segunda etapa, obtuve el crédito, la convicción, la credibilidad, y los factores cadenciosos precisos en los avatares pasionales. Y en la tercera fase, se me otorgó furia, ira y una variada estela de desvaríos propios de la locura temporal… fue entonces cuando el anzuelo ofrecido causó más estragos…

Y aconteció que el corazón destruido renació de un modo inesperado. Volví a querer y a esperar, volví a albergar ilusiones renovadas, pensamientos optimistas y creaciones de vida llena de propósitos viables. Todo eso en tiempo record. Pero como nada es gratis en la vida, justo entonces, al relajarse en la certeza y obviar la incertidumbre, me abanderé en la bondad y agradecí a Dios por todo lo bueno que una vez llegaba a mi vida… y creo que en ese momento provoqué la furia de Satanás… vino a cobrarse de súbito la buena racha…

Así llegó la enfermedad, la modorra, la tristeza y la decepción… las deudas kármicas, la fomedad, el abandono, la soledad… todo en el mismo pack… y de pronto, caí en la cuenta que la sensación de quiebre era distinta, el dolor bajo vientre, la jaqueca virulenta, la ambición ajena carcomiendo mi conciencia… toda la miseria y crueldad bajo un mismo techo… Y penosamente, admito haber dormida tranquila bajo dicho techo…

Una vez, alguien me advirtió que el lobo eficiente, siempre anda con piel de cordero y en ese momento no dimensioné las infinitas posibilidades de tal expresión… El más lobo de todos los lobos, tan eficiente en guarecerse bajo su piel de suave cordero, fue quien me entregó la llave para iniciar la más ambiciosa recapitulación… Así fue como un buen día, tras el más ensordecedor de los portazos, me encapsulé como en los años de universidad, idénticamente a la circunstancia en que me sentaba a rendir una solemne frente a tipos que casi siempre miraban por encima del hombro y una compuerta de acero cerraba a mis espaldas, aún si ardiera Troya a mis espaldas. Desde este nuevo escenario, comencé el más importante proceso de apertura mental y de verdadera sanación; pude perdonar y fui perdonada, pude renunciar y también me dejaron en libertad, aprendí a decir no y a aceptar todas las veces en que necesitaba acceder, entendí el significado de los espacios entre episodios, comprendí qué cosas deben quedar atrás y sobre todo, aprendí a nunca más sentir que era una obligación conformarse en la vida… y todo esto lo construí escribiendo, lo visualicé editando cada escena por extraña que me resultase, remozando los pasajes oscuros y exaltando los capítulos inolvidables con los trazos codificados entrelínea…

Siempre me acuerdo de Lucas, el gran personaje de “Por Favor Rebobinar” (Alberto Fuguet) y a estas alturas, qué ganas de reescribirlo, hacerle comprender que siempre hay una forma de dejar de ser extra en nuestra propia historia; escribiendo resolví el protagonismo de la mía propia.

De entre la pena, la tristeza de la invalidez emocional, de la frustración ante las infinitas negaciones, todas esas veces en que tuve que soportar la provisión de un NO; desde la celda de castigo, desde la soledad embrutecedora, a partir de ese establishment odioso en donde todo se relativizó… desde esa ventana escribo yo, para salvarme y para convertir lo negro en blanco y para convidar de eso al que quiera consumirlo sin costo alguno. Porque es inevitable creer en las personas y siempre dar otra oportunidad. Yo siempre creo en la gente y en la ilimitada capacidad para mejorar, para aprender de lo básico y para salir adelante ante las adversidades. Esta es la verdadera naturaleza de las personas y estas cualidades nos retribuye equilibrio.

Esta columna me ha permitido encontrar rastros de lealtad, de compañerismo, de amistad incondicional, de pasión, de amor genuino. Hallé gente buena, simpática, brillante, fiel a más no poder… me he topado con la variedad puesta al servicio de mi ojo clínico, trae a mi colación, la eternidad de los cien episodios como quien cuenta una novela que fue evolucionado su de dirección siempre para mejor… si tan sólo una persona leyese viernes a viernes esta columna, yo seguiría sintiéndome absolutamente pagada, pues cada vez que escribo y entrego una columna, siento haber rendido otra solemne con la comisión que siempre desee: alerta, honesta y empática.

Estimados todos, gracias por acompañarme en esta travesía personal que acabó resultando el mejor laboratorio sobre exposición de las emociones; nunca olviden que la caridad comienza por casa. Y como escribió Víctor Manuel: “Aunque soy un pobre diablo, se dos o tres cosas nada más; sé con quién no debo andar, también sé guardar fidelidad… sé quien son amigos de verdad, sé bien donde están, nunca piden nada y siempre dan… Dejo sangre en el papel y todo lo que escribo al día siguiente rompería si no fuera porque creo en ti, a pesar de todo tú me haces vivir, me haces escribir dejando el rastro de mi alma en cada verso es, un jirón de piel… soy un corazón tendido al sol… soy un corazón tendido al sol…”

Gracias, ¡Totales!

Esta Columna está dedicada a Paula Richard. 

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