COLUMNA: ¡Por fin es viernes! HOY: “Preseas”. Agosto 22/Viernes. Año 2008. D.D.Olmedo.-
COLUMNA: ¡Por fin es viernes!
HOY: “Preseas”.
Agosto 22/Viernes. Año 2008.
A todos debió impactar que el jamaicano BOLT batiera récords en 100 y 200 metros planos originaria y casi consecutivamente. A mí, por lo demás, me remeció también que superara al norteamericano MICHAEL JOHNSON respecto de Atlanta 96’ (aunque fuesen centésimas). No sólo estamos en presencia de un súper atleta elitoso en este tipo de hitos. Además, estamos en presencia de un sujeto con alta convicción moral y severo juicio crítico ante las discriminaciones interraciales. Mientras las atenciones coherentes se detuvieron ante el mérito de las hazañas, elogiando al deportista por tales conquistas, una buena parte de la prensa amarillista (idiotez humana que no falta) lo tildó de engreído, soberbio y sublevado, por mencionar apenas unas cuantas palabras absurdas… Y todo porque tras cruzar la gloriosa meta exhaló: ¡SOY EL NUMERO UNO!
Probablemente el escandalillo arranca, en verdad, desde el eco de una voz soterrada en el verdadero resabio de la egolatría… Parece que al siniestro JACQUES ROGGE (Presidente del Comité Olímpico Internacional) no gustó como USAIN festejó sus merecidos logros (“Esa no es manera como pensamos que debe ser un campeón…”) Y todo porque Bolt no retrocedió a estrechar a los restantes competidores. Yo me pregunto: ¿No merecía abrazarse a su bandera y celebrar a su antojo tras la ejecución de dichas plusmarcas? Me pregunto que hubiera ocurrido si el velocista hubiese sido la leyenda norteamericana JESSE OWENS (con quien por lo demás fue comparado el victorioso jamaiquino). ¿La polémica hubiese sido la misma?
OLIMPICO, epistemológicamente hablando, refiere a OLIMPO: “Morada de los dioses gentilicios”. ¿Acaso no sabrá Mr. Rogge que no se trata de fulano cualquiera? Tanto Bolt como los restantes competidores son personajes de antología, realizan labores diversas a las que se facilitan por acción de la desidia y la crítica. Si quiso golpearse el pecho y emular a quién sabe qué cosa tras esa miradilla indiscreta por el rabillo de su ojo, allá el competidor, allá él y su visión de las cosas, de la vida misma y cómo enfrentar el éxito en un momento dado. El triunfo es el gran premio y eso nadie puede arrebatárselo. Bolt es una gran muestra que el talento debe cultivarse, que hay sacrificios de por medio, que la palabrería no cuenta y que más encima, se puede hacer callar sin temor a los enfrentamientos o juicios posteriores. Yo gané, yo celebré a mi soberano antojo. ¿Porqué tanto frenesí en la infructuosa parábola de tener que hacer feliz al resto?
Yo me pregunto si el Presidente de este comité se ha ocupado de las declaraciones del Dalai Lama, si tiene algo qué decir respecto de las sangrientas muertes en El Tibet, si en verdad siente pudor a la hora de mirar la paja en el ojo ajeno.
Todos hemos caído alguna vez en la crítica (solapada y abierta). A veces, la crítica es desmedida y otras tantas, absolutamente justa. Si se trata de consignas políticas, hay demasiado qué herir si no se está en el mismo bando, si se desprenden en la arista religiosa, puede hervir más el infierno en esta misma tierra… Pero en lo personal, siento que la crítica que más duele es cuando alguien a quien aprecias, dice respecto de tu persona o sobre tus seres queridos, cuestiones que no son ciertas. ¡Hay, ciento por ciento que duele! De ahí que con justa razón la gente se entregue cada vez menos, se ande a la defensiva y que la información suministrada sea escasa, mínima, tanto que casi uno acaba sin saber lo elemental de los demás.
Más veces al día tengo que escuchar condenados pelambres, más momentos al día tengo que someterme al copucheo del instante a bordo del metro, más recurrentemente tengo que soportar se digan cosas estúpidas justo cuando estoy distraída para defenderme.
Y con todo, siempre me acuerdo mucho de cómo era mi abuelo en estos aspectos, de las cosas que me contó una tía que él hacía en estas circunstancias y porqué, a cierto punto, se aisló del mundo y se dejó vencer por la tristeza y las angustias propias de una enfermedad terminal. Mi abuelo era seco para casi todo y siempre fue un gallo espectacular; nunca hizo amago alguno para festejar sus logros, sus méritos y la forma locuaz para equilibrarse en la montaña rusa. Músico, dirigente político, selecto lector y prodigio en las artes carpinteras y muy bueno caminando por todas las veredas de la vida. A él, le encantaba que la gente fuera humilde, sensata y respetuosa; digna.
Mi tía me dijo una vez que en vez de someterlos a castigo tras los improperios lanzados en medio de reyerta de hermanos, antes se mataba de la risa (pues los pugilatos, que en verdad eran amagos de combo, sólo daban para manotazos precarios dignos de sátira a lo Sellers) y luego, los hacía escribir correctamente en un cuaderno la fonética, la gramática y todo lo que tuviese que ver con el vocabulario destrozado en el fragor de la batalla. Nunca les inculcó puñetes, nunca les vacío el alma con connotaciones bélicas ni con la sandeces del exitismo que ahora se profesan en todas partes.
Yo creo que en este escenario, él simplemente habría añadido: PRACTIQUE ADICIONALMENTE, SI PUEDE GANE MAS TROFEOS Y HAGALO EN SILENCIO; LLEVELO A EFECTO CON LA FRENTE DESPEJADA Y BIEN EN ALTO. Lo mejor, saber que no lo diría por el objetivo del asunto, por su fin en si mismo sino por el sentido que implica esforzarse por algo y ver el logro de su obtención. Cómo muchos habrán esbozado, lo que realmente importa no es lo que se consigue sino el proceso que te llevó a alcanzarlo.
Los Juegos Olímpicos muestran a gente compitiendo por las razones que todo el amarillismo se empeña en boicotear; darle sentido al proceso de preparación con un reconocimiento denominado victoria. Ellos no se levantaron un día y dijeron: ¡Ah, hoy tengo ganas de correr! Eso hay que dejárselo en exclusiva a Forest Gump. Los deportistas olímpicos viven de acuerdo a cánones de competición, se esfuerzan, se preparan, se encargan de hacer funcionar las herramientas adiestradas e internalizadas para que al momento de la definición, justamente la fe uno mismo, marque la diferencia con los restantes competidores. De otro modo, solo serían meros naturales creyendo o bastándose con que la vida es comentar, criticar y decirle al que está en la cancha, cómo es que “ciertamente” se ganan las preseas.
Hay muchas formas de celebrar el logro alcanzado una vez estando en la meta. Al menos yo, cada vez que pienso en cómo he de llegar a la mía propia, sólo pienso que debo hacerlo en silencio, dignamente, de forma natural y a mi propio ritmo, siempre a mi propio ritmo y no de acuerdo a aquél que el resto pretende acepte sin al menos cuestionarme los efectos.
Al menos, siempre tendré viernes, mis viernes y porque así son para mí.
Enjoy the silence…
HOY: “Preseas”.
Agosto 22/Viernes. Año 2008.
A todos debió impactar que el jamaicano BOLT batiera récords en 100 y 200 metros planos originaria y casi consecutivamente. A mí, por lo demás, me remeció también que superara al norteamericano MICHAEL JOHNSON respecto de Atlanta 96’ (aunque fuesen centésimas). No sólo estamos en presencia de un súper atleta elitoso en este tipo de hitos. Además, estamos en presencia de un sujeto con alta convicción moral y severo juicio crítico ante las discriminaciones interraciales. Mientras las atenciones coherentes se detuvieron ante el mérito de las hazañas, elogiando al deportista por tales conquistas, una buena parte de la prensa amarillista (idiotez humana que no falta) lo tildó de engreído, soberbio y sublevado, por mencionar apenas unas cuantas palabras absurdas… Y todo porque tras cruzar la gloriosa meta exhaló: ¡SOY EL NUMERO UNO!
Probablemente el escandalillo arranca, en verdad, desde el eco de una voz soterrada en el verdadero resabio de la egolatría… Parece que al siniestro JACQUES ROGGE (Presidente del Comité Olímpico Internacional) no gustó como USAIN festejó sus merecidos logros (“Esa no es manera como pensamos que debe ser un campeón…”) Y todo porque Bolt no retrocedió a estrechar a los restantes competidores. Yo me pregunto: ¿No merecía abrazarse a su bandera y celebrar a su antojo tras la ejecución de dichas plusmarcas? Me pregunto que hubiera ocurrido si el velocista hubiese sido la leyenda norteamericana JESSE OWENS (con quien por lo demás fue comparado el victorioso jamaiquino). ¿La polémica hubiese sido la misma?
OLIMPICO, epistemológicamente hablando, refiere a OLIMPO: “Morada de los dioses gentilicios”. ¿Acaso no sabrá Mr. Rogge que no se trata de fulano cualquiera? Tanto Bolt como los restantes competidores son personajes de antología, realizan labores diversas a las que se facilitan por acción de la desidia y la crítica. Si quiso golpearse el pecho y emular a quién sabe qué cosa tras esa miradilla indiscreta por el rabillo de su ojo, allá el competidor, allá él y su visión de las cosas, de la vida misma y cómo enfrentar el éxito en un momento dado. El triunfo es el gran premio y eso nadie puede arrebatárselo. Bolt es una gran muestra que el talento debe cultivarse, que hay sacrificios de por medio, que la palabrería no cuenta y que más encima, se puede hacer callar sin temor a los enfrentamientos o juicios posteriores. Yo gané, yo celebré a mi soberano antojo. ¿Porqué tanto frenesí en la infructuosa parábola de tener que hacer feliz al resto?
Yo me pregunto si el Presidente de este comité se ha ocupado de las declaraciones del Dalai Lama, si tiene algo qué decir respecto de las sangrientas muertes en El Tibet, si en verdad siente pudor a la hora de mirar la paja en el ojo ajeno.
Todos hemos caído alguna vez en la crítica (solapada y abierta). A veces, la crítica es desmedida y otras tantas, absolutamente justa. Si se trata de consignas políticas, hay demasiado qué herir si no se está en el mismo bando, si se desprenden en la arista religiosa, puede hervir más el infierno en esta misma tierra… Pero en lo personal, siento que la crítica que más duele es cuando alguien a quien aprecias, dice respecto de tu persona o sobre tus seres queridos, cuestiones que no son ciertas. ¡Hay, ciento por ciento que duele! De ahí que con justa razón la gente se entregue cada vez menos, se ande a la defensiva y que la información suministrada sea escasa, mínima, tanto que casi uno acaba sin saber lo elemental de los demás.
Más veces al día tengo que escuchar condenados pelambres, más momentos al día tengo que someterme al copucheo del instante a bordo del metro, más recurrentemente tengo que soportar se digan cosas estúpidas justo cuando estoy distraída para defenderme.
Y con todo, siempre me acuerdo mucho de cómo era mi abuelo en estos aspectos, de las cosas que me contó una tía que él hacía en estas circunstancias y porqué, a cierto punto, se aisló del mundo y se dejó vencer por la tristeza y las angustias propias de una enfermedad terminal. Mi abuelo era seco para casi todo y siempre fue un gallo espectacular; nunca hizo amago alguno para festejar sus logros, sus méritos y la forma locuaz para equilibrarse en la montaña rusa. Músico, dirigente político, selecto lector y prodigio en las artes carpinteras y muy bueno caminando por todas las veredas de la vida. A él, le encantaba que la gente fuera humilde, sensata y respetuosa; digna.
Mi tía me dijo una vez que en vez de someterlos a castigo tras los improperios lanzados en medio de reyerta de hermanos, antes se mataba de la risa (pues los pugilatos, que en verdad eran amagos de combo, sólo daban para manotazos precarios dignos de sátira a lo Sellers) y luego, los hacía escribir correctamente en un cuaderno la fonética, la gramática y todo lo que tuviese que ver con el vocabulario destrozado en el fragor de la batalla. Nunca les inculcó puñetes, nunca les vacío el alma con connotaciones bélicas ni con la sandeces del exitismo que ahora se profesan en todas partes.
Yo creo que en este escenario, él simplemente habría añadido: PRACTIQUE ADICIONALMENTE, SI PUEDE GANE MAS TROFEOS Y HAGALO EN SILENCIO; LLEVELO A EFECTO CON LA FRENTE DESPEJADA Y BIEN EN ALTO. Lo mejor, saber que no lo diría por el objetivo del asunto, por su fin en si mismo sino por el sentido que implica esforzarse por algo y ver el logro de su obtención. Cómo muchos habrán esbozado, lo que realmente importa no es lo que se consigue sino el proceso que te llevó a alcanzarlo.
Los Juegos Olímpicos muestran a gente compitiendo por las razones que todo el amarillismo se empeña en boicotear; darle sentido al proceso de preparación con un reconocimiento denominado victoria. Ellos no se levantaron un día y dijeron: ¡Ah, hoy tengo ganas de correr! Eso hay que dejárselo en exclusiva a Forest Gump. Los deportistas olímpicos viven de acuerdo a cánones de competición, se esfuerzan, se preparan, se encargan de hacer funcionar las herramientas adiestradas e internalizadas para que al momento de la definición, justamente la fe uno mismo, marque la diferencia con los restantes competidores. De otro modo, solo serían meros naturales creyendo o bastándose con que la vida es comentar, criticar y decirle al que está en la cancha, cómo es que “ciertamente” se ganan las preseas.
Hay muchas formas de celebrar el logro alcanzado una vez estando en la meta. Al menos yo, cada vez que pienso en cómo he de llegar a la mía propia, sólo pienso que debo hacerlo en silencio, dignamente, de forma natural y a mi propio ritmo, siempre a mi propio ritmo y no de acuerdo a aquél que el resto pretende acepte sin al menos cuestionarme los efectos.
Al menos, siempre tendré viernes, mis viernes y porque así son para mí.
Enjoy the silence…



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