COLUMNA: Por fin es viernes. HOY: "Un salto en la oscuridad" (Serie de columnas pendientes). D.D.Olmedo.


COLUMNA: Por fin es viernes. 
HOY: Un salto en la oscuridad. 
D.D. OLMEDO. 
Agosto. 2009. 
15:50 horas. 

Los adventistas han explicado que la fe contiene tres etapas; saltar en medio de la oscuridad, caer en la gracia de Dios y aprender a volar sin alas… 

Me he preguntado sostenidamente estos días sobre la injerencia de Dios, sobre su poder sobre nosotros a pesar de la cosa aquella del libre albedrío y en especial, en mi propia petición de intervenir en mi vida para aclarar intensiones y afectos; oración que elevé convencida de que oiría mi aflicción, alterando de forma definitiva las condiciones en que vivía. ¿Para qué clamar si luego te arrepientes de tus dichos?

Yo pedí claridad, pedí que abriese puertas, que allanara caminos, que posara luz en la mente, que entregase una forma adecuada de ver las cosas, con serenidad, con objetividad, con realismo ilustrante.

Cuando estas a la deriva, necesitas que al menos se vea un puerto donde recalar. Mi oración fue frenética, lo sé. Tan abismante era la incredulidad, tan desafiante el miedo corroyendo por dentro que, hacía falta algo de entendimiento para dejar de ir contra la corriente. Y es que a veces, uno desea tanto estar con alguien, desea tanto se trate de la persona correcta, que se empeña, se obstina, rema y rema contra la corriente sin saber que tal vez, esa no es en verdadera dirección correcta. Por eso oré, por eso supliqué señales que orientaran mi obrar, mi recorrido. Y cuando las señales empezaron a aparecer, me rebelé. Entonces, ¿para que pedir que te conduzcan si una vez dicho no haces caso?
Efectivamente clamé para que se abrieran las puertas entrabadas, para que se clarificarán los sentimientos, para que suscitara el valor necesario en acometer la vida, el presente, el sueño de volver a ver luz en eso que llamamos destino, futuro o que se yo… Y qué sucedió; la edición falló, el resultado de las evidencias mostró un exhausto viaje en que parte del equipaje hizo zozobrar el navío…

Cuando pides iluminación y los focos reflectantes te encandilan en una dirección opuesta a la escogida, en verdad sobreviene la debacle. Todo en lo que creías, súbitamente deja de ser cierto y el peso de haber trabajado arduamente por algo que se desvanece ante tus ojos, puede llegar a enloquecerte. Entonces, ¿qué resta por hacer? ¿Perseverar? ¿Insistir majaderamente en lo que se ha desechado para ti? ¿Tratar por tus propios medios de luchar y seguir luchando sobre esa inmensa y dolorosa corriente?

Todos aquellos seres cariñosos y amorosos que han de desearte lo mejor, ponderan los sucesos y narran extensos consejos, recomendaciones, lineamientos, recetas caseras y demases para sacarte de las puertas de una segura trombosis. Es tanto el quebradero de cabeza que a veces uno siente reventarse en mil pedazos. Y obvio, la intensión se agradece; es entendible que nadie desee verte quebrantada, humillada y sin voluntad para salir adelante. El punto ha comprender no versa sobre la locuacidad de quien rompe definitivamente y manda todo a la mierda, uno llega a comprenderlo, aceptarlo y con el tiempo, resignarse… Nadie muere producto del rechazo. Yo creo que todo tiene que ver con el proceso íntimo de cada uno, la facción de acontecimientos que procesa en ritmos intermitentes diferenciados. Todos analizamos, vivimos y experimentamos de modos completamente diferentes y en síntesis, requerimos cerrar nuestros episodios de manera aislada, acompañada, reventada, angustiada, solícita, enfrascada… de cualquier forma pero la forma de cada quien.

Cuando las alternativas se estrechan y el horizonte muestra nubarrones, no necesariamente has de decidir quedarte en el mismo lugar en donde todo huele a desastre; puede ser que aún con el miedo atemorizante, uno decida irse a la mar, seguir navegando, continuar intentándolo, pero eso es un tema personal, una decisión singular. No podemos pretender que el mundo se comporte como uno, es cierto, quizá la solución pase por dejar de una vez por todas de esperar cosas de la gente, ya en comportamiento, ya en actitudes, ya en promesas e ilusiones, ya en la dinámica de recordar que somos entes, que nacimos solos y que moriremos del mismo modo. Pero entonces, ¿Cómo volver a creer cuando alguien te diga TE AMO?

Con todo, enfrentar la vida de manera solitaria, arraigado en la pena que involucra verse rodeado, en desastre, perdido y desquiciado por el vacío que provoca estar extraviado en medio de un inmenso bosque, no contribuye a mejorarse. Puede ser que por enésima vez te digan TE AMO y aún así, con el tiempo la historia se desvanezca, del mismo modo, pero envueltos en algo de novedad. Yo creo que la mejor manera de salir adelante es como dice mi amiga Marmota, hay que creérsela, hay que acoger las buenas señales, uno debe hacer caso aunque se entienda poco (o incluso, casi nada), aunque se desee hacer exactamente todo lo contrario. Si uno se mantiene enrevesado, es altamente probable que las direcciones siempre acabaran en solitario, cuestionando lo incuestionable, haciendo muecas y gestos, desafiando al mundo por estar eternamente enojado, aproblemado, iracundo o anestesiado.

Es cierto que somos bien testarudos, que sería mucho más fácil de aceptar que es imposible sostener cordeles desde cualquier tramo; la gente es libre, libre para querer, o para dejar de hacerlo, libre para estar o para salir corriendo… lo importante no es la decisión que tomen los demás respecto del desahuciado, lo interesante es que a pesar de ella uno entienda que no puede vivir como reaccionario. No se puede depender eternamente de lo que dice el de al lado.

Si cada persona viviese en la sintonía del otro, evidentemente que la sincronía sería fabulosa, pasaríamos momentos gratos, celebraríamos la productividad de acariciarnos, de estar en constante estado de afecto. Pero lamentablemente, hay personas que se mantienen en la inconciencia del letargo, del padecimiento de sí mismo, de la queja eterna por el daño recibido. Okay, ya está!!! A muchos les ha tocado “mano dura”, pero si pediste, pediste y pediste y se te enrostra la respuesta, entonces no te quejes, admite que esa es la realidad y deja de imponer tus condiciones. La vida es demasiado corta como para seguir desperdiciándola en tristezas, malos momentos y falsas explicaciones.

Yo creo que navegar a pesar de los pronósticos negativos es una verdadera prueba de valentía, de fe. Cada acto de amor es un acto de fe.

A nadie se le enseñó anticipadamente a comportarse dentro de una relación. Mientras crecías, nadie te dijo cómo amar a tu madre, a tus hermanos, a tus amigos entrañables… simplemente sucedió. Cuando creces y desarrollas tu propia vida, tus espacios, tus lazos e interrelaciones, te das cuenta que pasa exactamente lo mismo. Finalmente vas decidiendo a quien dejas en tu vida, a quien derivas, a quien suspendes y a quien jamás dejas escapar. Puede ser que los escenarios varíen, puede ser que la cantidad de personas disminuya o aumente, quién sabe. Lo interesante sería darse cuenta que para cada emoción, para cada sentimiento existe un recorrido, un inicio, una permanencia y quizá un término, pero que debe fluir sin dobleces, sin trastornos, sin la obsesiva predicación de querer tenerlo todo controlado. Que aburrido sería que el pronóstico del tiempo siempre fuese: DESPEJADO. Con todo, existen personas que no son capaces de salir a la calle a menos que esté nublado.

Aferrarse a denominadores comunes tórridos, emblemas de conflicto, de demarcaciones sobre las deslealtades de los demás, de aquellas miles de malas decisiones es probablemente subrayar que no te quieres demasiado. Uno debe aprender, uno debe de reaccionar pero no ante los demás sino ante uno mismo. Las cuentas y los deberes son con nosotros mismos, después con los demás, con los otros, con el entorno.

Para querer adentrarse en la emoción de sentir uno debe ser valiente, yo creo que de ahí viene justamente el libre albedrío, hacer y estar preparado para lo hecho, asumir y ser responsable, admitir las equivocaciones y dar paso a lo nuevo, a lo extraño, a aquello desconocido que puede venir a despejar la conciencia. Lo más seguro es que todo es beneficioso, lo más grato sería darse cuenta de que uno siempre puede estarse renovando.

Uno puede escoger vivir en lo salvaje, uno puede escoger vivir y pegarse un salto, aún cuando todo alrededor sea una profunda e inequívoca oscuridad. Aún cuando todo alrededor sea una completa y absoluta soledad. 



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