COLUMNA: Por fin es viernes.- HOY: Horizonte de Sucesos. AUTOR: D.D.Olmedo. FECHA: Agosto, Viernes 29. Año 2008.
Agosto, Viernes 29. Año 2008.
Columna: Por fin es viernes.-
HOY: Horizonte de Sucesos.
Una de las asignaturas que me robó el sueño mientras cursé la enseñanza media fue La Física. Digamos, no precisamente por ser seca entendiendo fuerzas tales como la centrípeta y/o centrifuga, sino porque cuando me hablaron de ALBERT EINSTEIN, inmediatamente supe que la concepción de tiempo-espacio cambiaría para siempre entre medio de mis escuálidas percepciones de ese entonces. El científico y su condenada teoría de la relatividad (especial y general) me dejó marcando ocupado; esa es la pura y santa verdad.
Por ejemplo, en un espacio-tiempo determinado, alguien me empujaba o propinaba un golpe mortal que me hiciera finalmente estrellar en el piso, mi sensación de velocidad antes del impacto podía variar a la visión que de mi precipitación al suelo advertía mi agresor. Yo sentía que me iba de bruces, a toda prisa; mi contendor, tal vez, se bancaba el episodio en cámara lenta. O podía suceder al revés. Quizá, por medio de tal disminución de velocidad, lograría aminorar la fuerza de su brutalidad o desatino. Yo, observaba el acontecer desde un lado, mi oponente, desde el otro. Y siempre era posible notar que los argumentos adolecían de los mismos vicios aunque supiéramos que la información elemental era exactamente la misma (las causas y los efectos)... Yo creía férreamente que ciertas cuestiones eran de formato estándar y por lo mismo, aunque interviniesen factores subjetivos, la fórmula universal tendía a vaciar las ambivalencias de lo medular en la sustancia de las cosas, de modo tal de propender a un equilibrio... En términos bien reducidos, la teoría física me explico lo siguiente: Aún cuando dos sujetos (observadores) se muevan o desplacen uno contiguo al otro a gran velocidad (como la velocidad de la luz), estos observadores medirán o evaluarán distintos intervalos de tiempo y espacio para describir las mismas series de sucesos observables, lo cual sincréticamente implica que la percepción del tiempo y del espacio dependerá del estado de movimiento del observador y por ende, informa el tecnicismo denominado RELATIVIDAD. Ambas observaciones, por separado, son relativizables al tenor de un factor externo mediando (la velocidad). De ahí que existan fórmulas especiales destinadas a uniformar “percepciones”. Y desde ese parámetro, hacia la textura de frases imbuidas de tal contexto... “. Si aceptamos que los componentes fundamentales de la materia son espacio-temporales, entonces emerge la obligación religiosa de aceptar que, aún en diferendo -en cuanto a medidas concretas respecto a magnitudes espaciales y temporales- poseen la misma forma con independencia del movimiento que subyace en el observador (evento de la transformación de los cuerpos), lo que evidentemente estandarizaría la ecuación”. Ergo, si la dimensión de un cuerpo es cuantificable, y este se extiende en su propio espacio dentro de una superficie dada, la otra parte de la superficie y el espacio que ocupa, necesariamente se acorta.
Pero me volé, quería esgrimir algo más fundamental. Algo así como el concepto que se tiene de los impactos, del movimiento de los cuerpos, de la forma en que la masa puede moverse y transformarse después del impacto y cuáles son las consecuencias de tal evento en una superficie determinada. Quizá, el único capaz de demostrar las ecuaciones de Einstein fue el físico STEPHEN HAWKING (en 1967) y lo hizo a través del estudio de los AGUJEROS NEGROS, que constituyen una región específica dentro del espacio-tiempo y cuyo contenido es una mansa densa que provoca un intenso campo gravitatorio, curvatura de tal magnitud que ni siquiera la luz puede filtrarse una vez atrapada dentro. Aunque el agujero negro coexiste dentro del universo plagado de millones de otras formas y sistemas, existe una superficie cerrada que lo separa a aquél de éste. EL HORIZONTE DE SUCESOS es la superficie límite del espacio a partir de la cual ninguna partícula puede escapar del hoyo negro inclusive, la luz. Pero, si en la actualidad físicos connotados creen en y postulan la existencia de estos agujeros negros al centro de nuestra galaxia -como ocurriría con la vía láctea- y teniendo conocimiento de la densidad propia del agujero habitando en nuestro centro, ¿qué impide que finalmente esa fuerza de atracción tan potente nos devore de una buena vez? Acaso previamente no devoró una enana blanca para convertirse en la fuerza magnética que es, por medio de ese proceso de destrucción.
En Física cuántica, este horizonte conforma una hipersuperficie frontera o barrera del espacio-tiempo, de modo tal que los eventos acontecidos desde un lado de ella, no puedan afectar al observador que se encuentra situado del otro. Se puede ilustrar con el siguiente entramado: Si “X” e “Y” son las dos regiones del espacio-tiempo en que el horizonte de eventos divide el espacio, X puede no ser afectada por los sucesos acaecidos dentro de Y, pero los eventos de Y generalmente sí son afectados por los acontecimientos acaecidos en X. Concretamente, un observador situado en una de las regiones puede ser interpelado o afectado por lo que ocurra en el otro, pero este otro, ni siquiera enterarse del acontecer del aquel que si se vio afectado por su acontecer.
Como se diría análogamente en Derecho, no tengo competencia en estos asuntos, “derechamente” soy amateur, pero si he leído que el horizonte de sucesos -en el caso de marras- rodea al agujero negro y el campo gravitatorio de éste es tan intenso que se iguala a la velocidad de la luz, lo que explica que nada pueda huirle y asimismo, su interior se inobservable por ahora. Si hipotéticamente penetramos un agujero negro, desplazándonos por este horizonte “imaginario” de sucesos, la física postula que no experimentaríamos cambio alguno, justamente porque no se trata de una superficie material alejada de la zona central en donde se concentra la masa y con todo, su peculiaridad radica en la circunstancia de que representa un punto de no retorno, esto es, deviene que no puede acontecer otro suceso que no sea CAER HACIA EL INTERIOR, lo que por cierto le otorga el nombre.
Es altamente probable que Mónica Salvatierra y Bárbara Silva (lideres innatas en las aristas del matonaje) tuviesen un punto de vista diametralmente opuesto al mío y que el horizonte de eventos en que por lo general se desenvolvían nuestras camorras, estuviese permanente en un punto de no retorno; ellas, acostumbradas a actuar impulsivamente y seducidas bajo el encanto del éxito mediático, el vitoreo prolongado en las jornadas que nos dimos de trompadas y que acababan conmigo cayendo, siempre cayendo dentro de un espantoso hoyo negro en donde todo parecía ser más de lo mismo, un fondo sin fin, permanentemente eterno, estático y e imposibilitado de abrirse ante cualquier brizna de luz. Todas las veces que el agujero sombrío del pasado me devoró, consumió también la luz, el oxígeno, los silbidos suaves y emblemáticos del canto aliviador.
Me he cuestionado últimamente cómo es posible que la sensación de ese tiempo retornase de manera silenciosa, sin que al menos pudiese prepararme para hacerle frente... Me encontré al parcito a propósito de estas reuniones relámpago organizadas bajo el concilio de facebook y con todo, las imágenes que veo son aniquiladas por otro agujero enorme carente de vida y capaz de absorber las escasas energías de reserva que le restan a un cuerpo como el mío.
Pero miren qué curiosa es la vida, una de ellas, al menos hablaba de corrido y bien bonito, tanto que por poco me convence de extenderle la mano: “Cuando el ecosistema se altera, también se destruye la energía metabólica del ser humano como entidad. Un ser humano desgastado energéticamente hablando se vuelve una persona hostil, refunfuñona, individualista y alejada del sentido último que propende la humanidad como tal y en su rol. Entonces, ante el desvarío, se desatan bajas pasiones, locura, insensatez de creerse inmortal, astuto, incapaz de ser alcanzado por las corrientes del desequilibrio. Pero la tierra habla, la tierra siempre se sacude y estremece cuando se la deshonra. ¿Qué sucesos deberían advertirse en el horizonte de la humanidad para que las circunstancias cambiasen? ¿Una lluvia torrencial de dos meses continuos en pleno caribe, destruyendo napas subterráneas y deslizando edificaciones y bastas construcciones hasta hacerlas desaparecer? ¿La perdida total de fiordos y glaciares milenarios con el consecuente aumento de los niveles del mar en zonas con protección pesquera y limitación de la caza artesanal? ¿Aumento ilimitado en los índices de radiación solar producto de la perdida progresiva de la capa que nos protege del ozono?” Y entonces, yo me lancé: O tal vez, todo lo contrario. Tal vez simplemente, y al igual que como ocurre con las fuerzas gravitatorias, el sentido común debiera llevarnos de vuelta al origen de las premisas más básicas y anteriores.
La Barbara se presenta así misma como ecologista y además, al parecer se pegó un cursillo de chamana o algo por el estilo lo que vale “cierta unión cósmica” con el entorno (como dice ella). Y por un instante casi logró conmoverme con tamaño despliegue de verborrea, por un momento creí que lograría olvidarme de las mil y una vez que me dejó llorando, con sendos costrones en las rodillas por igual cantidad de veces que me fui de bruces debido a sus empujones en tiempos de básica. Pero reculé a tiempo, justo mientras la oía dar otro discursillo, uno que pretendía defender el elevado costo de las entradas para el recital de Madonna en Chile. Las abreviaciones varias no pasaron de ser un penoso intento por justificar lo injustificable. El hecho concreto y práctico es que se discriminó arbitrariamente mediante una sofisticada red de contactos que insistentemente han pretendido los últimos 15 años, clasificar a los naturales de un mismo suelo, categorizándolos en ciudadanos de primera o segunda clase.
Me pregunto si ella no tuviera qué echarse a la boca, seguiría pensando en la sensibilidad de la tierra y de los deseos ancestrales de la Pacha Mama. Es más fácil hacer la pega desde un ático con vista al Santuario de Shoenstatt, nana peruana calladita y servicial y más encima, un marido famélico de poder, tanto que el pudor no le alcanza para zafarse de la udi para mudarse indecorosamente a la democracia Cristiana. ¡Otra cosa es con guitarra!
Yo, como muchos, tenía muchas ganas de escuchar a la gringa en vivo, porque de verla, ni en pelea de perros; en el Nacional los cantantes se ven diminutos a menos que estés encima. Pero jamás pagaría la barbaridad de plata que estos productores infames pretenden cobrar. De hecho, no iría ni aunque me invitasen sin tener que costear un miserable peso.
Se apoderó de mí la creencia de que mi palabra casi no pesa y desde una parte a este tiempo, he pretendido revertirlo. No es que no crea en las buenas intensiones de la gente, esas son tan subjetivas como la velocidad con que uno aprecia el movimiento de otro cuerpo mientras cae. Cuando la verbalización sale del otro, siento que en ese escenario, en ese plano de posibilidades, todo puede acontecer y todos los juicios pueden colisionar; los que están del otro lado de la argumentación siempre impondrán su juicio sin necesidad de acreditar antecedentes, pero los otros, los que deben soportarlo, probablemente nada puedan hacer para contrarrestar los efectos que tal juicio puede provocar en sus intereses. Lo que haga el pobre (Y) en qué puede afectar al rico (X). Y sin embargo, todo lo que haga el rico, clara e indefectiblemente lesionará al pobre. Obvio que los adinerados pueden costear una entrada de doscientos mil y tantos pesos... pero ¿quién lidia con la frustración de aquel que no cuenta con esa misma posibilidad?
No pretendo olvidar que la concepción de tiempo-espacio varía dependiendo del lado en que se ubicase el observador; para el que posee una especie de caución, existe todo el tiempo del mundo, todos los espacios posibles para llenar, todas las aristas por combinar. Para el contradictor, sólo existe el punto de no retorno, ese donde el único suceso posible de acontecer es caer hacia el interior del agujero negro para ser absorbido irremediablemente por la nada, por la abstracción de la oscuridad en que se sume cuando ve extinguidas sus posibilidades, sus deseos, sus necesidades no cubiertas. Sus dolores más íntimos y su escalada de negativas que no acaba. “Él puede; tú no”.
Me gustaría, al menos por una sola vez, que el sentido común se transformase en un campo gravitatorio sin precedentes, más rápido que la luz, más veloz que el propio pensamiento, en donde tal magnitud de fuerza te obligase de modo irreversible. Me gustaría que esa curvatura vaciara todas las ambivalencias del ser humano y dejase a sujetos limpios y llenos, llenos de esa premisa básica que impulsa a entender porqué el otro sufre cuando no tiene, en circunstancias de que el otro posee pero no comparte. Y así, el agujero negro que habita en nuestro centro, devorase todo este sistema solar y colocase en su reemplazo el germen de una nueva existencia, el sentido mismo de la humanidad que se perdió desde el mismo instante en que se olvidó en sentido último de los fines societarios.
Menos mal que es viernes y al menos puedo costearme una cerveza bien helada. Enjoy.
Columna: Por fin es viernes.-
HOY: Horizonte de Sucesos.
Una de las asignaturas que me robó el sueño mientras cursé la enseñanza media fue La Física. Digamos, no precisamente por ser seca entendiendo fuerzas tales como la centrípeta y/o centrifuga, sino porque cuando me hablaron de ALBERT EINSTEIN, inmediatamente supe que la concepción de tiempo-espacio cambiaría para siempre entre medio de mis escuálidas percepciones de ese entonces. El científico y su condenada teoría de la relatividad (especial y general) me dejó marcando ocupado; esa es la pura y santa verdad.
Por ejemplo, en un espacio-tiempo determinado, alguien me empujaba o propinaba un golpe mortal que me hiciera finalmente estrellar en el piso, mi sensación de velocidad antes del impacto podía variar a la visión que de mi precipitación al suelo advertía mi agresor. Yo sentía que me iba de bruces, a toda prisa; mi contendor, tal vez, se bancaba el episodio en cámara lenta. O podía suceder al revés. Quizá, por medio de tal disminución de velocidad, lograría aminorar la fuerza de su brutalidad o desatino. Yo, observaba el acontecer desde un lado, mi oponente, desde el otro. Y siempre era posible notar que los argumentos adolecían de los mismos vicios aunque supiéramos que la información elemental era exactamente la misma (las causas y los efectos)... Yo creía férreamente que ciertas cuestiones eran de formato estándar y por lo mismo, aunque interviniesen factores subjetivos, la fórmula universal tendía a vaciar las ambivalencias de lo medular en la sustancia de las cosas, de modo tal de propender a un equilibrio... En términos bien reducidos, la teoría física me explico lo siguiente: Aún cuando dos sujetos (observadores) se muevan o desplacen uno contiguo al otro a gran velocidad (como la velocidad de la luz), estos observadores medirán o evaluarán distintos intervalos de tiempo y espacio para describir las mismas series de sucesos observables, lo cual sincréticamente implica que la percepción del tiempo y del espacio dependerá del estado de movimiento del observador y por ende, informa el tecnicismo denominado RELATIVIDAD. Ambas observaciones, por separado, son relativizables al tenor de un factor externo mediando (la velocidad). De ahí que existan fórmulas especiales destinadas a uniformar “percepciones”. Y desde ese parámetro, hacia la textura de frases imbuidas de tal contexto... “. Si aceptamos que los componentes fundamentales de la materia son espacio-temporales, entonces emerge la obligación religiosa de aceptar que, aún en diferendo -en cuanto a medidas concretas respecto a magnitudes espaciales y temporales- poseen la misma forma con independencia del movimiento que subyace en el observador (evento de la transformación de los cuerpos), lo que evidentemente estandarizaría la ecuación”. Ergo, si la dimensión de un cuerpo es cuantificable, y este se extiende en su propio espacio dentro de una superficie dada, la otra parte de la superficie y el espacio que ocupa, necesariamente se acorta.
Pero me volé, quería esgrimir algo más fundamental. Algo así como el concepto que se tiene de los impactos, del movimiento de los cuerpos, de la forma en que la masa puede moverse y transformarse después del impacto y cuáles son las consecuencias de tal evento en una superficie determinada. Quizá, el único capaz de demostrar las ecuaciones de Einstein fue el físico STEPHEN HAWKING (en 1967) y lo hizo a través del estudio de los AGUJEROS NEGROS, que constituyen una región específica dentro del espacio-tiempo y cuyo contenido es una mansa densa que provoca un intenso campo gravitatorio, curvatura de tal magnitud que ni siquiera la luz puede filtrarse una vez atrapada dentro. Aunque el agujero negro coexiste dentro del universo plagado de millones de otras formas y sistemas, existe una superficie cerrada que lo separa a aquél de éste. EL HORIZONTE DE SUCESOS es la superficie límite del espacio a partir de la cual ninguna partícula puede escapar del hoyo negro inclusive, la luz. Pero, si en la actualidad físicos connotados creen en y postulan la existencia de estos agujeros negros al centro de nuestra galaxia -como ocurriría con la vía láctea- y teniendo conocimiento de la densidad propia del agujero habitando en nuestro centro, ¿qué impide que finalmente esa fuerza de atracción tan potente nos devore de una buena vez? Acaso previamente no devoró una enana blanca para convertirse en la fuerza magnética que es, por medio de ese proceso de destrucción.
En Física cuántica, este horizonte conforma una hipersuperficie frontera o barrera del espacio-tiempo, de modo tal que los eventos acontecidos desde un lado de ella, no puedan afectar al observador que se encuentra situado del otro. Se puede ilustrar con el siguiente entramado: Si “X” e “Y” son las dos regiones del espacio-tiempo en que el horizonte de eventos divide el espacio, X puede no ser afectada por los sucesos acaecidos dentro de Y, pero los eventos de Y generalmente sí son afectados por los acontecimientos acaecidos en X. Concretamente, un observador situado en una de las regiones puede ser interpelado o afectado por lo que ocurra en el otro, pero este otro, ni siquiera enterarse del acontecer del aquel que si se vio afectado por su acontecer.
Como se diría análogamente en Derecho, no tengo competencia en estos asuntos, “derechamente” soy amateur, pero si he leído que el horizonte de sucesos -en el caso de marras- rodea al agujero negro y el campo gravitatorio de éste es tan intenso que se iguala a la velocidad de la luz, lo que explica que nada pueda huirle y asimismo, su interior se inobservable por ahora. Si hipotéticamente penetramos un agujero negro, desplazándonos por este horizonte “imaginario” de sucesos, la física postula que no experimentaríamos cambio alguno, justamente porque no se trata de una superficie material alejada de la zona central en donde se concentra la masa y con todo, su peculiaridad radica en la circunstancia de que representa un punto de no retorno, esto es, deviene que no puede acontecer otro suceso que no sea CAER HACIA EL INTERIOR, lo que por cierto le otorga el nombre.
Es altamente probable que Mónica Salvatierra y Bárbara Silva (lideres innatas en las aristas del matonaje) tuviesen un punto de vista diametralmente opuesto al mío y que el horizonte de eventos en que por lo general se desenvolvían nuestras camorras, estuviese permanente en un punto de no retorno; ellas, acostumbradas a actuar impulsivamente y seducidas bajo el encanto del éxito mediático, el vitoreo prolongado en las jornadas que nos dimos de trompadas y que acababan conmigo cayendo, siempre cayendo dentro de un espantoso hoyo negro en donde todo parecía ser más de lo mismo, un fondo sin fin, permanentemente eterno, estático y e imposibilitado de abrirse ante cualquier brizna de luz. Todas las veces que el agujero sombrío del pasado me devoró, consumió también la luz, el oxígeno, los silbidos suaves y emblemáticos del canto aliviador.
Me he cuestionado últimamente cómo es posible que la sensación de ese tiempo retornase de manera silenciosa, sin que al menos pudiese prepararme para hacerle frente... Me encontré al parcito a propósito de estas reuniones relámpago organizadas bajo el concilio de facebook y con todo, las imágenes que veo son aniquiladas por otro agujero enorme carente de vida y capaz de absorber las escasas energías de reserva que le restan a un cuerpo como el mío.
Pero miren qué curiosa es la vida, una de ellas, al menos hablaba de corrido y bien bonito, tanto que por poco me convence de extenderle la mano: “Cuando el ecosistema se altera, también se destruye la energía metabólica del ser humano como entidad. Un ser humano desgastado energéticamente hablando se vuelve una persona hostil, refunfuñona, individualista y alejada del sentido último que propende la humanidad como tal y en su rol. Entonces, ante el desvarío, se desatan bajas pasiones, locura, insensatez de creerse inmortal, astuto, incapaz de ser alcanzado por las corrientes del desequilibrio. Pero la tierra habla, la tierra siempre se sacude y estremece cuando se la deshonra. ¿Qué sucesos deberían advertirse en el horizonte de la humanidad para que las circunstancias cambiasen? ¿Una lluvia torrencial de dos meses continuos en pleno caribe, destruyendo napas subterráneas y deslizando edificaciones y bastas construcciones hasta hacerlas desaparecer? ¿La perdida total de fiordos y glaciares milenarios con el consecuente aumento de los niveles del mar en zonas con protección pesquera y limitación de la caza artesanal? ¿Aumento ilimitado en los índices de radiación solar producto de la perdida progresiva de la capa que nos protege del ozono?” Y entonces, yo me lancé: O tal vez, todo lo contrario. Tal vez simplemente, y al igual que como ocurre con las fuerzas gravitatorias, el sentido común debiera llevarnos de vuelta al origen de las premisas más básicas y anteriores.
La Barbara se presenta así misma como ecologista y además, al parecer se pegó un cursillo de chamana o algo por el estilo lo que vale “cierta unión cósmica” con el entorno (como dice ella). Y por un instante casi logró conmoverme con tamaño despliegue de verborrea, por un momento creí que lograría olvidarme de las mil y una vez que me dejó llorando, con sendos costrones en las rodillas por igual cantidad de veces que me fui de bruces debido a sus empujones en tiempos de básica. Pero reculé a tiempo, justo mientras la oía dar otro discursillo, uno que pretendía defender el elevado costo de las entradas para el recital de Madonna en Chile. Las abreviaciones varias no pasaron de ser un penoso intento por justificar lo injustificable. El hecho concreto y práctico es que se discriminó arbitrariamente mediante una sofisticada red de contactos que insistentemente han pretendido los últimos 15 años, clasificar a los naturales de un mismo suelo, categorizándolos en ciudadanos de primera o segunda clase.
Me pregunto si ella no tuviera qué echarse a la boca, seguiría pensando en la sensibilidad de la tierra y de los deseos ancestrales de la Pacha Mama. Es más fácil hacer la pega desde un ático con vista al Santuario de Shoenstatt, nana peruana calladita y servicial y más encima, un marido famélico de poder, tanto que el pudor no le alcanza para zafarse de la udi para mudarse indecorosamente a la democracia Cristiana. ¡Otra cosa es con guitarra!
Yo, como muchos, tenía muchas ganas de escuchar a la gringa en vivo, porque de verla, ni en pelea de perros; en el Nacional los cantantes se ven diminutos a menos que estés encima. Pero jamás pagaría la barbaridad de plata que estos productores infames pretenden cobrar. De hecho, no iría ni aunque me invitasen sin tener que costear un miserable peso.
Se apoderó de mí la creencia de que mi palabra casi no pesa y desde una parte a este tiempo, he pretendido revertirlo. No es que no crea en las buenas intensiones de la gente, esas son tan subjetivas como la velocidad con que uno aprecia el movimiento de otro cuerpo mientras cae. Cuando la verbalización sale del otro, siento que en ese escenario, en ese plano de posibilidades, todo puede acontecer y todos los juicios pueden colisionar; los que están del otro lado de la argumentación siempre impondrán su juicio sin necesidad de acreditar antecedentes, pero los otros, los que deben soportarlo, probablemente nada puedan hacer para contrarrestar los efectos que tal juicio puede provocar en sus intereses. Lo que haga el pobre (Y) en qué puede afectar al rico (X). Y sin embargo, todo lo que haga el rico, clara e indefectiblemente lesionará al pobre. Obvio que los adinerados pueden costear una entrada de doscientos mil y tantos pesos... pero ¿quién lidia con la frustración de aquel que no cuenta con esa misma posibilidad?
No pretendo olvidar que la concepción de tiempo-espacio varía dependiendo del lado en que se ubicase el observador; para el que posee una especie de caución, existe todo el tiempo del mundo, todos los espacios posibles para llenar, todas las aristas por combinar. Para el contradictor, sólo existe el punto de no retorno, ese donde el único suceso posible de acontecer es caer hacia el interior del agujero negro para ser absorbido irremediablemente por la nada, por la abstracción de la oscuridad en que se sume cuando ve extinguidas sus posibilidades, sus deseos, sus necesidades no cubiertas. Sus dolores más íntimos y su escalada de negativas que no acaba. “Él puede; tú no”.
Me gustaría, al menos por una sola vez, que el sentido común se transformase en un campo gravitatorio sin precedentes, más rápido que la luz, más veloz que el propio pensamiento, en donde tal magnitud de fuerza te obligase de modo irreversible. Me gustaría que esa curvatura vaciara todas las ambivalencias del ser humano y dejase a sujetos limpios y llenos, llenos de esa premisa básica que impulsa a entender porqué el otro sufre cuando no tiene, en circunstancias de que el otro posee pero no comparte. Y así, el agujero negro que habita en nuestro centro, devorase todo este sistema solar y colocase en su reemplazo el germen de una nueva existencia, el sentido mismo de la humanidad que se perdió desde el mismo instante en que se olvidó en sentido último de los fines societarios.
Menos mal que es viernes y al menos puedo costearme una cerveza bien helada. Enjoy.



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