COLUNA: Por fin es viernes. HOY: "Entremedio". 10-04-09. D.D.Olmedo.



COLUMNA: Por fin es viernes. 
HOY: Entremedio. 
D.D. OLMEDO. 
Viernes 3, abril de 2009. 
14:50 horas. 

Quién no ha escuchado por ahí la siguiente expresión: ¿Hay algo menos definitivo que los sentimientos? 

Hace muchos años atrás, me enamoré por vez primera y profundamente de un chico que había vivido nada más y nada menos que a escasos metros de la morada de mis abuelos paternos. Tuvo que pasar algún tiempo para que se revelara éste singular detalle y otro tanto más, para enterarme que su madre había sido compañera de colegio de la mía en época de adolescencia.

En ese tiempo pensaba: qué loca es la vida… desvincular a dos personas que se criaron en el mismo pueblo y con los años, reunirlas en circunstancias completamente diferentes…

El día de celebración de egreso, mi Universidad organizó una especie de ceremonia a la cual estaban invitados alumnos y apoderados. Recuerdo que egresamos pocos con respecto a las seis secciones matriculadas en el año 95’ y entre esas personas también estaba mi amigo David Osorio. Nos vinculamos como tal ese mismo año y siempre me dio la sensación de que lo conocía de otro sitio, su cara me era familiar y quizá por lo mismo, siempre le tuve cariño y confianza.

Apenas finalizada la ceremonia y cóctel, decidimos salir de La Casona para comer algo en otro sitio. Una vez en los estacionamientos, me agitó la mano para que lo esperara. Grande fue mi sorpresa al darme cuenta de que sus padres eran vecinos de una tía con la que conviví tiempo importante siendo pequeña y por ende, resultó que en efecto, conocía a David de mucho antes que nos transformásemos en compañeros de carrera, se trataba nada más y nada menos de un amigo de la infancia con quién jugué montones de veces y quién sabe porqué había suprimido de entre mis recuerdos. Apenas aconteció la escena un montón de eventos de la niñez estallaron en mi mente.

No pocas veces escuché: ¡Hey!, ¿Eres la hermana de fulana de tal?; ¿Eres tú quién estuvo en tal fiesta?; ¿Fuiste a un campamento en tal año?; ¿Ganaste un concurso distrital en tal fecha?… ¿Eres tú aquella persona de esa vez particular?… pues bien, entérate, TE RECONOZCO.

A través de una gran amiga, conocí a otra igual de importante. Con los años, me enteré que se había emparejado y que ya tenía una hija. Cuando volvimos a frecuentarnos y llegó el día en que me presentó a su nueva familia, me sorprendí nuevamente pues resultó que el amor de su vida era nada más y nada menos que un compañero de preuniversitario; lo reconocí al instante.

Tengo otro montón de anécdotas similares, episodios en los cuales a veces, resulta cómico descubrir grados de separación por impresionante que parezca, porque creíste que te habías librado de alguien a quien deseaste jamás volver a ver y sin embargo, aparece una y otra vez como un sino de lo que jamás se podrá reversar… así como las disposiciones contenidas en el Derecho operan hacia el futuro uno debiese rubricar con sangre la pertenencia “forever” de la facultad de apretar DELETE, cuantas veces se haga urgente y necesario. Pero no es tan fácil, la contradicción nos embota: uno casi siempre desea secretamente beneficiarse de un poco de retroactividad en cualquiera de sus especies, tratar de reconfigurar el pasado para hacer las cosas de un modo diferente, no tener que lidiar siempre con el factor culpa por haber sido tan indecente.
De la suerte de lo que no podemos erradicar, a la tenencia de capítulos especiales y sin subtitulados, sólo interpretables bajo la sobria complicidad de quienes en silencio fueron partícipes de aquella dicha y singularidad, hacia un umbral en donde la resignación acaba por aventajarnos descaradamente, entremedio siempre brota una zanja en donde los sentimientos se transforman, mutan, ya erosionándose, ya cambiando la piel y degenerando en otros diferentes a lo que alguna vez solían ser. Eso pasa la regularidad de las veces… Yo que pensaba que jamás podría volver a escuchar canciones de Pearl Jam o de Coutin Crows o incluso de The Sundays (pues identificaba las melodías con rostros y las letras con instancias, con circunstancias de felicidad o con efectos post sufrimiento) ahora me resultan tan fáciles de escuchar, tan poco descartables del soundtrack original pero tan posibles de reposicionar en la prelación interna.

Claro que los sentimientos son indefinitivos; así como pude sustraerme al recuerdo feliz de un compañerito de hazañas inocentes, logré reconocerlo en el afecto reinventado pero con la misma sustancia curiosa que no reconocía obedecer al sentimiento intrínseco y primario de antes, pero que acaba conformándose (en el sentido de ser coherente) a la nueva realidad dotada de la información subyacente del cariño originario, mismo que jamás dejó de existir.

Con independencia de las circunstancias y las personas, insisto en aquello de ser los mismos envueltos en novedad, probablemente, no somos nosotros los que cambiamos, sino los eventos, las cuestiones que pasan en nuestra vida, los sucesos que nos alteran la participación en la vida de otros, el cómo nos ven ellos representados en sus vidas, las nuevas pasiones que brotan sin ser planeadas, los cambios naturales que sufre el cuerpo, la mente, la degeneración y el nacimiento que aunque contradictorios, son como una especie de ciclo caprichoso al que no todos suelen adaptarse sin protestar.

Es evidente que no siempre nos resignamos a perder, que el proceso puede ser violento, pacífico, desordenado, confuso, impotente y frustrante, pero si se acaba, de todas maneras la vacuidad del espacio roto volverá a llenarse con otro ser, con otra circunstancia, con otro aspecto, con nuevos sucesos que convierten el transito en una versión diferente de nosotros externamente y que colocan las ganas en un punto de partida especial, como si en eso se nos fuera verdaderamente el tiempo, en averiguar que se vendrá más adelante, pero de modo más inconsciente, algo así como el cambio generado en brechas provocadas por cada persona mientras introduce una acción diversa a la que presuponíamos…

Los sentimientos varían de un modo impensado, tanto que impacta saber de personas perdidas y reencontradas y que experimentan la misma emoción tras el reencuentro; no podemos cerrarnos a lo que eventualmente puede acontecer a nuestro alrededor, hay que dejar puertas abiertas y si no se puede, apenas junta la ventana para que al menos, siempre exista la posibilidad de que podamos filtrar el aire. Todo lo que sucede entremedio, es parte de la vida y hace destacar todo aquello que verdaderamente nos importa.



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