COLUMNA: Por fin es viernes. HOY: 10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1... CERO; ¡FELIZ AÑO NUEVO! D.D.Olmedo.
COLUMNA: Por fin es viernes. HOY: 10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1... CERO; ¡FELIZ AÑO NUEVO!
COLUMNA: Por fin es viernes.
HOY: 10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1... CERO; ¡FELIZ AÑO NUEVO!
Especial de fin de año-
D.D.OLMEDO.
Todos los fines de año poseen el marco típico para muchos… Se viene el cóctel de oficina, las ramitas salvadoras, el pisco souer infaltable y esos almuerzos en que todos se palmotean la espalda siendo que apenas se saludaron los otros trescientos sesenta y cuatro días anteriores...
Para mí, el año nuevo es un tanto diferente.
Todo el día me azota una congoja insoportable que me impide fluir normalmente. Tiendo a recordar el año anterior y por lo mismo, reaparecen imágenes de años pasados, de diciembres pésimos, de momentos típicamente “casi”, pero que no fueron más que eso.
Esta época, me recuerda a tantas otras, épocas en que me decía: ¡Ya! Ahora sí, este es el momento, ahora es cuando… Y no era, sólo era un “casi” adicional para añadir a una larga e interminable lista de dichos “casi”.
Desde hace demasiados años y hasta la fecha, de manera intermitente y a razón de aquellos “casi”, mi peregrinar de tumbo en tumbo me ha llevado a ser adoptada por varias familias; soy hermana postiza, soy la prima lejana, soy la vecina buena onda, la buena samaritana, la amante furtiva que se escapa de súbito a viña, la amiga aportillada que es cobijada, la polola aperrada que se pega un viaje relámpago a donde sea… la que se queda toda la noche esperando y viendo cómo se consumen un par de velas encendidas sin que haya nadie alrededor para compartir esa pena…
Pero no todo fue agraz; algunas veces tuve la fortuna de bailar como enajenada, beber como cosaco y quedar tirada olvidando qué tan malo puede ser el sino que me ha acompañado.
Recuerdo una fiesta memorable en el cerro Santa Lucía, los abrazos eternos y reconfortantes de mis amigas (os) queridas (os), una mesa bien servida y atestada de gente total, conservo los rostros felices de mis niñas queridas tras un abrazo apretado, me quedo con la imagen llena de una mirada inolvidable diciéndome “te amo, siempre serás la estrella más brillante de mi galaxia”. Claro que hay momentos para celebrar y recordar y añorar. Mi alma no está negra.
Ambos fragmentos son parte de mí, el detestar y el valorar a esta época del año que tan dificultosa me ha hecho la vida en esta parte del recorrido. Sé que no existió un modo distinto, este era el que estaba escrito para mi: yo vengo siempre a ofrecer mi corazón… soy la que produce el evento, la que corta las entradas, la que extiende las alfombras guardadas, la que ensambla, la que hace de dj, la que prepara los comestibles, la que dispone las mesas, la que orquesta a la banda… soy la que sirve, la que reparte, la que lleva de un lado a otro; la que lava la loza, desarma la carpa y apaga las luces…
Durante muchos años lo asumí como una carga, como un tremendo peso casi imposible de soportar. No sospechaba que eso era parte de mi igual como si fuese una extensión de mi corazón. Revelada, deambulé tránsitos varios para que me dijeran cómo dejar de hacer mega producciones, contraté a una editora fenomenal de copuchenta capaz de sondear los recovecos del alma para que me enseñase cómo colgar esos pesados guantes. Y resultó, en buena medida, la Paula, mi editora estrella me enseñó a dejar de cojear. Sentenció una vez: ¡Deja ya de producir eventos, niña! Pero yo no sabía cómo dejar algo que había hecho toda la vida, esforzarme el triple para ser considerada.
Mi editora había enseñado el arte de caminar erguido a varios célebres actores (y a otros no tanto también), por eso yo pensaba que su metodología de trabajo, corte y quema era de lo mejor, su marca registrada. Así que me entregué, asistí sagradamente a cada jornada de aprendizaje, estaba decidida a caminar derechito… cero estilo andar cojeando por la vida… de la Paula aprendí cosas inimaginables, cómo que existe un mecanismo secreto para que, aún ante la imposibilidad de edición, se pueda “maquillar” de todos modos una terrible escena; aprendí que no tienes porqué aceptar a todos los actores ni tampoco deben caerte todos bien incluso, si por las casualidades de don cosmos, estos llegan a tener un vínculo de sangre obligado contigo, no hay exigencia que debas aceptarlos en tu vida. Ni aún por normas de urbanidad. Fue ella quién me enseñó que los mejores actores son los que no salen en los créditos…
Con todo, la astuta estrategia que en algún momento me salvó la vida, construyó una enorme fortaleza alrededor de mí y obvio, consecuencialmente algunos actores quisquillosos me tildan de diva. ¿Quién lo iba a creer? Yo, diva.
Efectivamente aprendí a defenderme de una mejor manera, ya sin gritos, sin peleas, sin ofensas que corroen el alma, sin esa gama de atentados varios que salen de uno en medio de la locura del caos. Si quería una mejor línea para un emblemático final, entonces simplemente me callaba; en el silencio todos los colores del decir correcto se abren como arco iris. Eso fue lo que más se me quedó grabado, por eso subrayaba tanto el silencio si mi cabeza loca se volvía iracunda. Pero no todos entienden este lenguaje. Hay quienes entran en picada a desmembrarte, a sacarte el corazón como si eso fuese la hazaña de la vida, una cuestión de honor, de competencia o de quién sabe qué apetencia loca e injustificada; soberbia, orgullo, pendencia…
Ahora, aún con la sangre hirviendo, sé cómo y cuándo guardar un rotundo silencio y no es cobardía, no es falta de arrojo, no es falta de ganas, es coraje, entender que hay un infame despeñadero en el que no es necesario caer una y otra vez, que hay un denominador común de abominaciones del cual desatarse a la brevedad posible apenas se olfateado, que hay certezas a las que no puede renunciarse ni aún con toda la emoción que nos depara la sorpresa; que si bien la incondicionalidad existe, no sólo debes servir de puente mecano, que lo que habita en ti es único e irrepetible y jamás puede ser denostado.
En esta época es cuando más me acuerdo de la Paula, en estas fechas la conocí y ella me salvó la vida.
También me acuerdo que por enésima vez, no resultó, no varió, no surgió, no despegó.
Brevemente, por algunos días especulé con que este sería el gran cierre de año. Me imaginé sin dramas familiares, comunicación fluyendo por todas partes, gente buena onda cerca, matices varios adornando un estupendo rompecabezas… Pero no ocurrió del mismo modo ni el mismo orden.
Lo que devino es este cierre de año en que traigo a colación a mi querida editora susurrándome al oído que no deponga, que hay muchas aristas aún por recorrer, que ya habrá tiempo para saltar, para despegarse y de ahí, asirse con toda fuerza y creencia de algo nuevo y regenerador. En mi mente le oigo decir que es difícil, que ya se sabe eso y que cada vez que decida apostar, todas esas veces estaré exponiendo algo; de ningún otro modo se atraviesa el río… Alexander Supertramp sabía eso. Yo también. Por eso mi corazón ludópata no se detiene.
Es un hecho, el dos mil nueve se nos va y con él, los eventos totales que llenaron mi corazón dejándolo en off: mi negra querida y su segunda hija, Antonia; mi amigaza Pequi y el orgullo de verla cumplir su sueño, con el bonus de encargar su segundo hijo y tener un marido fenomenal a quien también quiero mucho; la unión de mi amada Lore y Miguel tras mucho tiempo de esfuerzo; el encuentro maravilloso con viejas amistades del colegio; la palabra oportuna de mi amigo Negro; el cariño inconfundible de mi rockero estelar Rodrigo quien ha llenado por fin su corazón de amor y de sosiego; las conversaciones y aventuras lúdicas con mi Manu querido; la fortuna de descubrir manantiales en tantas partes, almas buenas como la de Isolina, Elier, María Jesús… los afectos de siempre que se ciernen como lucecitas en el camino: Rafita, David, Carito, Pancho, José Luis, Pulga, Mile, Xime, Andrea, Meg… las amistades recuperadas, esas personas especiales que sólo dan: Sole (y su pedacito de cielo, Fernandita), Andrés, Monita, Leyla, María Paz, Wendy, Sara, Karin, Francia, Jorge, Clau, Rata, Alejandro, Monix, Sandra… los descubrimientos notables como Juan Carlos, Alek, recluta López… Y por sobre todo, el apoyo gigantesco, el amor sano, la amistad potente y la constancia de ser generosa y auténtica de una amiga que a diario me hace entender cuán afortunada soy de contar con una amistad como la suya, por ti querida Marmota soy mejor persona.
Este año, tuvo de todo, finales, comienzos, cierres de puertas y apertura de ventanas, traslados domiciliarios, despedidas trágicas con Jackson y elocuentes cambios de escenarios… Tuvo una cuota de fomedad, pero también tuvo lo suyo en sorpresa… siempre que me encontré a Rafa en el camino sabía que algo bueno iba a pasar… Me enamoré y no trascendió, di y no fue suficiente, comprendí y no bastó… Pero mi corazón no se rasgó como antes, aprendió, aprendió que quizá no haya amor suficiente para compensar lo que yo siento, lo que anhelo, lo que quiero, pero están todos esos otros eventos regeneradores que trascurrieron durante el 2009, todas esas veces en que pude decir algo contundente a alguien y le sirvió, todas esas oportunidades en que di consuelo, todas esas ocasiones en que llegué y no me amilané, todas esos días en que sudé la gota gorda y valió la pena, todas esas noches en que soñé despierta y al despertar seguía soñando, todos esos instantes sublimes en que vi caras felices, en que tuve un pedazo de cielo, todas esas cuestiones que hicieron mi vida un pasar agradecido, todas esas personas que tuve enfrente de mí, personas a las que quiero, aprecio, estimo y llevo conmigo siempre, en mi corazón, de algún modo, personas que toman forma en mi mente y que contribuyen en mis líneas, con verdad, con sus vidas, con sus propias historias, con ese alimento que me dan casi sin saberlo, con su movimiento en la cuerda por donde todos nos conducimos a veces, o en tierra firme donde se desarrollan las corrientes que nos envuelven y nos hacen parte de un todo congeniado y heterogéneo alucinante.
Como dije (escribí) hace algún tiempo. No existen los puntos finales, solo los puntos aparte. Me falta tiempo aún para apuntar aquel y aunque un amigo tiene la certeza de que vivirá muchos años y yo crea exactamente lo contrario, sé que en años rudos como este se sobrevive únicamente gracias a todos ustedes, personas de carne y huesos que poseen la gracia de ser buenas personas, capaces, valientes; arriesgados algunos y timoratos otros, pero son ustedes los que hacen posible que yo desee escribir siempre, éste siempre es el que me hace ir por más hacia el bicentenario con mi prosa, buscar allá, en lo que se viene, bríos nuevos, esperanza, fe, pasión y tenacidad para seguir descubriendo la punta de lanza que no deje de imprimir la huella que me hace más feliz: Vivir para contar, siempre para contar lo que haga falta.
Les deseo a todos ustedes, un año nuevo pleno, desatado, convergente en dicha, logros y esperanza para perseverar en sus anhelos, en el esfuerzo que les conduce a sus metas y propósitos, pero por sobre todo, les deseo una fuente inagotable de fraternidad para que a partir de ella, logremos asirnos a la autenticidad de las cosas importantes y reales que cuestan nada.
Un gran abrazo estelar.
COLUMNA: Por fin es viernes.
HOY: 10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1... CERO; ¡FELIZ AÑO NUEVO!
Especial de fin de año-
D.D.OLMEDO.
Todos los fines de año poseen el marco típico para muchos… Se viene el cóctel de oficina, las ramitas salvadoras, el pisco souer infaltable y esos almuerzos en que todos se palmotean la espalda siendo que apenas se saludaron los otros trescientos sesenta y cuatro días anteriores...
Para mí, el año nuevo es un tanto diferente.
Todo el día me azota una congoja insoportable que me impide fluir normalmente. Tiendo a recordar el año anterior y por lo mismo, reaparecen imágenes de años pasados, de diciembres pésimos, de momentos típicamente “casi”, pero que no fueron más que eso.
Esta época, me recuerda a tantas otras, épocas en que me decía: ¡Ya! Ahora sí, este es el momento, ahora es cuando… Y no era, sólo era un “casi” adicional para añadir a una larga e interminable lista de dichos “casi”.
Desde hace demasiados años y hasta la fecha, de manera intermitente y a razón de aquellos “casi”, mi peregrinar de tumbo en tumbo me ha llevado a ser adoptada por varias familias; soy hermana postiza, soy la prima lejana, soy la vecina buena onda, la buena samaritana, la amante furtiva que se escapa de súbito a viña, la amiga aportillada que es cobijada, la polola aperrada que se pega un viaje relámpago a donde sea… la que se queda toda la noche esperando y viendo cómo se consumen un par de velas encendidas sin que haya nadie alrededor para compartir esa pena…
Pero no todo fue agraz; algunas veces tuve la fortuna de bailar como enajenada, beber como cosaco y quedar tirada olvidando qué tan malo puede ser el sino que me ha acompañado.
Recuerdo una fiesta memorable en el cerro Santa Lucía, los abrazos eternos y reconfortantes de mis amigas (os) queridas (os), una mesa bien servida y atestada de gente total, conservo los rostros felices de mis niñas queridas tras un abrazo apretado, me quedo con la imagen llena de una mirada inolvidable diciéndome “te amo, siempre serás la estrella más brillante de mi galaxia”. Claro que hay momentos para celebrar y recordar y añorar. Mi alma no está negra.
Ambos fragmentos son parte de mí, el detestar y el valorar a esta época del año que tan dificultosa me ha hecho la vida en esta parte del recorrido. Sé que no existió un modo distinto, este era el que estaba escrito para mi: yo vengo siempre a ofrecer mi corazón… soy la que produce el evento, la que corta las entradas, la que extiende las alfombras guardadas, la que ensambla, la que hace de dj, la que prepara los comestibles, la que dispone las mesas, la que orquesta a la banda… soy la que sirve, la que reparte, la que lleva de un lado a otro; la que lava la loza, desarma la carpa y apaga las luces…
Durante muchos años lo asumí como una carga, como un tremendo peso casi imposible de soportar. No sospechaba que eso era parte de mi igual como si fuese una extensión de mi corazón. Revelada, deambulé tránsitos varios para que me dijeran cómo dejar de hacer mega producciones, contraté a una editora fenomenal de copuchenta capaz de sondear los recovecos del alma para que me enseñase cómo colgar esos pesados guantes. Y resultó, en buena medida, la Paula, mi editora estrella me enseñó a dejar de cojear. Sentenció una vez: ¡Deja ya de producir eventos, niña! Pero yo no sabía cómo dejar algo que había hecho toda la vida, esforzarme el triple para ser considerada.
Mi editora había enseñado el arte de caminar erguido a varios célebres actores (y a otros no tanto también), por eso yo pensaba que su metodología de trabajo, corte y quema era de lo mejor, su marca registrada. Así que me entregué, asistí sagradamente a cada jornada de aprendizaje, estaba decidida a caminar derechito… cero estilo andar cojeando por la vida… de la Paula aprendí cosas inimaginables, cómo que existe un mecanismo secreto para que, aún ante la imposibilidad de edición, se pueda “maquillar” de todos modos una terrible escena; aprendí que no tienes porqué aceptar a todos los actores ni tampoco deben caerte todos bien incluso, si por las casualidades de don cosmos, estos llegan a tener un vínculo de sangre obligado contigo, no hay exigencia que debas aceptarlos en tu vida. Ni aún por normas de urbanidad. Fue ella quién me enseñó que los mejores actores son los que no salen en los créditos…
Con todo, la astuta estrategia que en algún momento me salvó la vida, construyó una enorme fortaleza alrededor de mí y obvio, consecuencialmente algunos actores quisquillosos me tildan de diva. ¿Quién lo iba a creer? Yo, diva.
Efectivamente aprendí a defenderme de una mejor manera, ya sin gritos, sin peleas, sin ofensas que corroen el alma, sin esa gama de atentados varios que salen de uno en medio de la locura del caos. Si quería una mejor línea para un emblemático final, entonces simplemente me callaba; en el silencio todos los colores del decir correcto se abren como arco iris. Eso fue lo que más se me quedó grabado, por eso subrayaba tanto el silencio si mi cabeza loca se volvía iracunda. Pero no todos entienden este lenguaje. Hay quienes entran en picada a desmembrarte, a sacarte el corazón como si eso fuese la hazaña de la vida, una cuestión de honor, de competencia o de quién sabe qué apetencia loca e injustificada; soberbia, orgullo, pendencia…
Ahora, aún con la sangre hirviendo, sé cómo y cuándo guardar un rotundo silencio y no es cobardía, no es falta de arrojo, no es falta de ganas, es coraje, entender que hay un infame despeñadero en el que no es necesario caer una y otra vez, que hay un denominador común de abominaciones del cual desatarse a la brevedad posible apenas se olfateado, que hay certezas a las que no puede renunciarse ni aún con toda la emoción que nos depara la sorpresa; que si bien la incondicionalidad existe, no sólo debes servir de puente mecano, que lo que habita en ti es único e irrepetible y jamás puede ser denostado.
En esta época es cuando más me acuerdo de la Paula, en estas fechas la conocí y ella me salvó la vida.
También me acuerdo que por enésima vez, no resultó, no varió, no surgió, no despegó.
Brevemente, por algunos días especulé con que este sería el gran cierre de año. Me imaginé sin dramas familiares, comunicación fluyendo por todas partes, gente buena onda cerca, matices varios adornando un estupendo rompecabezas… Pero no ocurrió del mismo modo ni el mismo orden.
Lo que devino es este cierre de año en que traigo a colación a mi querida editora susurrándome al oído que no deponga, que hay muchas aristas aún por recorrer, que ya habrá tiempo para saltar, para despegarse y de ahí, asirse con toda fuerza y creencia de algo nuevo y regenerador. En mi mente le oigo decir que es difícil, que ya se sabe eso y que cada vez que decida apostar, todas esas veces estaré exponiendo algo; de ningún otro modo se atraviesa el río… Alexander Supertramp sabía eso. Yo también. Por eso mi corazón ludópata no se detiene.
Es un hecho, el dos mil nueve se nos va y con él, los eventos totales que llenaron mi corazón dejándolo en off: mi negra querida y su segunda hija, Antonia; mi amigaza Pequi y el orgullo de verla cumplir su sueño, con el bonus de encargar su segundo hijo y tener un marido fenomenal a quien también quiero mucho; la unión de mi amada Lore y Miguel tras mucho tiempo de esfuerzo; el encuentro maravilloso con viejas amistades del colegio; la palabra oportuna de mi amigo Negro; el cariño inconfundible de mi rockero estelar Rodrigo quien ha llenado por fin su corazón de amor y de sosiego; las conversaciones y aventuras lúdicas con mi Manu querido; la fortuna de descubrir manantiales en tantas partes, almas buenas como la de Isolina, Elier, María Jesús… los afectos de siempre que se ciernen como lucecitas en el camino: Rafita, David, Carito, Pancho, José Luis, Pulga, Mile, Xime, Andrea, Meg… las amistades recuperadas, esas personas especiales que sólo dan: Sole (y su pedacito de cielo, Fernandita), Andrés, Monita, Leyla, María Paz, Wendy, Sara, Karin, Francia, Jorge, Clau, Rata, Alejandro, Monix, Sandra… los descubrimientos notables como Juan Carlos, Alek, recluta López… Y por sobre todo, el apoyo gigantesco, el amor sano, la amistad potente y la constancia de ser generosa y auténtica de una amiga que a diario me hace entender cuán afortunada soy de contar con una amistad como la suya, por ti querida Marmota soy mejor persona.
Este año, tuvo de todo, finales, comienzos, cierres de puertas y apertura de ventanas, traslados domiciliarios, despedidas trágicas con Jackson y elocuentes cambios de escenarios… Tuvo una cuota de fomedad, pero también tuvo lo suyo en sorpresa… siempre que me encontré a Rafa en el camino sabía que algo bueno iba a pasar… Me enamoré y no trascendió, di y no fue suficiente, comprendí y no bastó… Pero mi corazón no se rasgó como antes, aprendió, aprendió que quizá no haya amor suficiente para compensar lo que yo siento, lo que anhelo, lo que quiero, pero están todos esos otros eventos regeneradores que trascurrieron durante el 2009, todas esas veces en que pude decir algo contundente a alguien y le sirvió, todas esas oportunidades en que di consuelo, todas esas ocasiones en que llegué y no me amilané, todas esos días en que sudé la gota gorda y valió la pena, todas esas noches en que soñé despierta y al despertar seguía soñando, todos esos instantes sublimes en que vi caras felices, en que tuve un pedazo de cielo, todas esas cuestiones que hicieron mi vida un pasar agradecido, todas esas personas que tuve enfrente de mí, personas a las que quiero, aprecio, estimo y llevo conmigo siempre, en mi corazón, de algún modo, personas que toman forma en mi mente y que contribuyen en mis líneas, con verdad, con sus vidas, con sus propias historias, con ese alimento que me dan casi sin saberlo, con su movimiento en la cuerda por donde todos nos conducimos a veces, o en tierra firme donde se desarrollan las corrientes que nos envuelven y nos hacen parte de un todo congeniado y heterogéneo alucinante.
Como dije (escribí) hace algún tiempo. No existen los puntos finales, solo los puntos aparte. Me falta tiempo aún para apuntar aquel y aunque un amigo tiene la certeza de que vivirá muchos años y yo crea exactamente lo contrario, sé que en años rudos como este se sobrevive únicamente gracias a todos ustedes, personas de carne y huesos que poseen la gracia de ser buenas personas, capaces, valientes; arriesgados algunos y timoratos otros, pero son ustedes los que hacen posible que yo desee escribir siempre, éste siempre es el que me hace ir por más hacia el bicentenario con mi prosa, buscar allá, en lo que se viene, bríos nuevos, esperanza, fe, pasión y tenacidad para seguir descubriendo la punta de lanza que no deje de imprimir la huella que me hace más feliz: Vivir para contar, siempre para contar lo que haga falta.
Les deseo a todos ustedes, un año nuevo pleno, desatado, convergente en dicha, logros y esperanza para perseverar en sus anhelos, en el esfuerzo que les conduce a sus metas y propósitos, pero por sobre todo, les deseo una fuente inagotable de fraternidad para que a partir de ella, logremos asirnos a la autenticidad de las cosas importantes y reales que cuestan nada.
Un gran abrazo estelar.



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