COLUMNA: Por fin es viernes. HOY: "Acaso, la vida". D.D.OLMEDO. Primera de Noviembre. Año Post Bicentenario. 14 de noviembre de 2011 a las 2:49

COLUMNA: Por fin es viernes.

HOY: “Acaso, la vida”
Primera de Noviembre, Año del Post-Bicentenario.
D. D. OLMEDO.

Casi todas las personas suelen creer que, si hay enfermedad previa, entonces la muerte se hace más tolerable… En cierta forma este anuncio anticipado te prepara, sabes que todos y cada uno de los recursos son insuficientes para salvar la vida de un ser querido, sabes, incluso, que hasta las palabras de consuelo sobran… Pero lo que nunca llegamos a saber es cómo va a pegarte, cómo es que duele adentro, cómo se retuercen las vísceras, aún cuando quién se está yendo no hubiese dicho algo sustancial  y consolador de nuestras frustraciones (rabia, ira, o por las menudencias pendientes que no logramos solucionar con aquella durante sus últimos alientos de conciencia). Irremediablemente, se va no más.

Y cuando aquella persona se va de nuestra vida, acontece que todo ese espacio abarrotado de dolor, se llena de un enorme vacío.

Te quedas pegado, disperso sin lograr fijar la vista en los asuntos demandantes de tu atención, simplemente vegetas y finges escuchar y pasas por alto el darte cuenta que no te escuchan. Todo importa algo menos que la nada misma. Algo se apaga irremediablemente adentro y para peor, a muy pocos eso le importa.

La muerte, así como la vida misma, son exactamente un instante si no la sientes, si acaso, al menos, en ese lapso, dimensionas que está ocurriendo a tu alrededor…

“Mientras más conozco a la gente, más quiero  mi perro”, reza el dicho popular; yo sólo hilvano algo promedio: Mientras más conozco a la gente, más me causa decepción… Quizá sea todo ello lo que día con día me lleve derecho a parecerme más a Salinger (más allá de lo que yo misma imaginé). No sé si llegue un día cualquiera en que nunca más me venga en gana andar por las calles de esta ciudad loca, o incluso, de cualquier otra, pero de seguro si haya similitud en los contenidos mortíferos del deseo de querer desaparecerlos a todos… Quizá, lo tremendo de todo esto es que simplemente sea el desgaste circular empinándose por sobre la cresta de la ola, pronto a decaer… O, a lo mejor, grotescamente sea el comienzo de un mejor final, de esos que siempre me han gustado: En 8mm…

Cuando ves el rostro de la muerte así tan de cerca como yo, la perspectiva de todo y todas las cosas, cambia, aún no sé si para bien o para mal, pero hay una oscilación penetrante que te va advirtiendo, de alguna manera te hace saber que nunca más serás la misma persona, básicamente posee un dato diferente y esta consigna te hace un personaje distinto. Sobre el particular, se pego el defecto de ver a la gente sin máscaras, tal como son, así como ocurre tras bambalinas, con todas sus aristas, sus matices, sus defectos y toda su hedionda podredumbre… Así la mutación, he visto caras angelicales convertirse en la marca registrada de la histeria, ir de la candidez a la manipulación y la escasa idea sobre el valor del sacrificio… He visto, asimismo, convertirse témpanos de hielo en escarcha, así como también, esquirlas de veneno, justificarse detrás del miedo a ser devorado…

Pienso en la muerte tan seguido como puedo. No la invoco, pero tampoco le rehúyo.

¿Han visto su rostro sobrecogedor?

¿Han experimentado el dolor de quien no puede escapársele?

¿Cómo se consuela a alguien que no desea marchar?

Su arrolladora presencia me hereda un aroma pestilente que no puedo quitar de mi… todo se ha contaminado con la fatídica presencia de su potestad y a ratos, simulo que no me importa, pero si, lo espantoso es que a la postre, me importa y mucho.

¿Por qué, a estas alturas de la vida importa?

Básicamente porque caes en la cuenta que al marchar, lo harías sin haber visto modificar un ápice la conducta herrada de tantos y tantos seres humanos, caminaría a través de mi asignado purgatorio, vociferando pestes, mascullando rosarios y santuarios completos y la queja más entrañable sería aquella que versase sobre mi misma… la que pudiendo ser feliz, malgastó su aurora en estar triste porque los demás nunca consiguieron estarlo…

Casi a diario, veo el rostro de la vida, desperdiciado, personas que van de aquí hacia allá recurriendo a trapos varios para adecuarse al vacío que existe al interior, algo así como cubrir la desnudez del alma que clama por contenido y nunca lo encuentra, buceando en las texturas, en los colores, en las dimensiones de las marcas que dan estatus, en las bondades de una que otra características que los volverá populares… dejar de ser invisible o volverse; ¿quién sabe? Y en todas y cada una de estas personas al final hay una raíz de miedo, de inseguridad, y de la eterna promesa de felicidad que hoy por hoy, nada tiene que ver con las ilusiones desvanecidas.

Al voltear  mi vida 180 grados de dirección, nunca imaginé que parte del parto habría sido en vano; no son las organizaciones, ni las instituciones, ni siquiera los programas y cada una de sus funciones las que fracasan, los que fallan… el problema es el maleado ser humano que aparecida el alba, se inunda de egoísmo, de vanidad, de envidia, de escaso valor agregado para arrebatárselo al que, quizá pajareando, no sabe que le brota de antaño…

La vida es para vivirla con todos sus dulces y agraces… pero hay personas que no entienden y que nunca lo harán… entonces, se levantan al alba empecinadas en desanimarte, en decirte que la muerte aquella es letal y que ha sacudido las entrañas de la tierra para llevarse a cuanta más gente pueda…

¿Por qué los índices de cáncer han aumentado brutalmente?

Porque los centros energéticos viven en la obstrucción total y nuestro motor revienta.

Quisiera poder levantar cabeza, decir que esto es parte de un todo que posee respuestas, pero a poco andar entiendo que no es así, que la vida es esto, es el pulso diario y lo que no ves al anochecer, lo desperdiciado cuando descuidas a un amigo y no ves crecer a sus hijos, las experiencias de vida que desconoces detrás de alguien que intenta tapar el sol con un trapo, perdón, con un dedo, los prejuicios y la envidia, la competencia, la eterna visión periférica de los que gozan anhelando el pasto verde detrás de la cerca lejana, las estelas onduladas de las aristas desconocidas y las explicaciones mundanas sobre las verdades que uno intenta desdibujar para que no sea tan ácido ni satánico el dictamen final.

Las personas, así como las historias que las secundan, con el tiempo se han convertido en matriceras de hierro forjado, de aquellas que no sabes como rehacer, de esas vetustas y añosas que ningún maestro caperuzo se aventuraría a reinventar.

¿Quién podría sortear con decoro la aventura de decirles que esa marcha va del todo mal?

¿Quién podrá salirse del camino para advertirles que el abismo es descomunal?

¿Quién podrá, en justicia, hacerles ver que la vida no tiene que ver con acopiar, con competir, con destacar, con hacer la vida de los demás un sitio en donde no se quiere estar?

¿Quién puede decirle a los seres humanos que se detengan mientras haya latido para suturar?

¿Quién?

Siempre dije que si a pesar de todo, apenas abierto los párpados había luz alrededor, entonces hay un detalle que se me escapó, hay un segundó que por ahora, prolonga los espacios que no se pueden llenar con nada… entonces, seguramente, cosas por aprender faltan, conjeturas por desvanecer faltan, repercusiones de importancia, faltan…

¿Qué será lo que en verdad falta? ¿Qué podría devolvernos casi automáticamente a un punto origen en donde ninguna de las calamidades que nos deforman, existan?

¿Qué?

Acaso, la vida…


Comentarios