COLUMNA: Por fin es viernes. HOY: “Dignidad para Chile”. Viernes 1 de Marzo, Año del Bicentenario. D. D. OLMEDO.
COLUMNA: Por fin es viernes.
HOY: “Dignidad para Chile”.
Viernes 1 de Marzo, Año del Bicentenario.
D. D. OLMEDO.
¿Qué sentido podría tener unas cuántas líneas en medio de tanto dolor y tanta tragedia? Llevo más de dos horas mirando esta pantalla sin poder escribir una respuesta…
Al igual que la gran mayoría de miles de chilenos, la madrugada delsábado 27 de febrero dormía profundamente. Por irrelevante que resulte ahora, retuve vívido el sueño de esa noche; caminaba por unas escaleras, acompañada de alguien cuyo rostro olvidé, pero recuerdo haber mirado al cielo y haber notado una bóveda negra, brumosa, sin exagerar decorada tétricamente por una luna eclipsada. En el mismo sueño sentía miedo y ese miedo se expresaba en las percepciones que acabaron por transformarlo en pesadilla, pesadilla que trascendió porque un ruido ensordecedor me despertó sin poder creer que acontecía un desastroso terremoto. Así reaccioné, no inmediatamente, me tomó algunos segundos atinar, quizá por lo mismo, aturdida, me enredé en un plumón y acabé debajo de unas columnas con discos que se me vinieron encima por acción del caótico movimiento.
Pero yo la saqué barata.
Basta echar un vistazo a lo largo de la faja costera de las regiones afectadas para entender cual es el costo real de toda esta tragedia.
Nunca en mi vida contemplé tal nivel de desastre, ni siquiera para el terremoto del año 1985 y eso que en ese entonces vivía en Villa Alemana, cerca de la zona epicentro.
Cuesta mucho escribir bajo estas circunstancias, me cuesta sobremanera porque yo que aborrezco los noticieros, no me quedó más remedio que apegarme a extenuantes jornadas televisivas que en su gran mayoría, más que ayudar, han ido posicionando en nuestro medio una suerte de psicosis colectiva. Pero no había remedio, por más que uno se resista, había que atestiguar, había que quitarse la venda de los ojos y contemplar cómo quedó nuestra patria. Empero, descontando los efectos y consecuencias propias del siniestro (que amplía rangos de esperas razonables), me pregunto cómo es posible que las “autoridades” hayan pasado dos días completos involucrados en reuniones (bebiendo cafecito y comiendo galletas) en circunstancias que la gente de Constitución, Cauquenes, Chillán, Peyuhue, Tomé, Cobquequra, Talca y tantas otras localidades yacían bajo los escombros, desconociéndose la real suerte que les espera. ES ALGO INACEPTABLE EN UNA NACION QUE SE JACTA DE SER “LA CAPITAL” FINANCIERA DEL CONO SUR.
Adicionalmente, hay que lidiar con el sensacionalismo, con la escabrosa manipulación de la información de periodistas inescrupulosos acercándose sólo hacia desposeídos consternados, llorando, histéricos, descompensados, para atraer más congoja, más desesperación. Pero me pregunto, por qué no se ensalzó a la vecina que instaló a varias familias en el patio de su casa, por qué no se mantiene más minutos en pantalla a personas anónimas entregadas a las labores de rescate, por qué no se dio tribuna a voluntarios que viajaron a zona de riesgo, exponiendo su integridad física para ayudar a los más necesitados. Seguramente porque daba más el morbo de Tonka Tomicic peleándose con el padre Felipe Berríos, empeñada en defender su “legítimo” derecho de difundir la delincuencia de que ha sido objeto el comercio de la ciudad de Concepción. Pero qué hacía entonces el Padre Berríos, justamente lo que un ser humano sensato haría, llamar a la calma, dignificar la nobleza, responder en buen juicio a las indicaciones necesarias que debe respetar los medios de comunicación, instando al apaciguamiento de la cara más negativa de la tragedia que nos convoca. Pero hacen todo lo contrario, exhiben en rotativo escenas macabras y dantescas, adornadas con música incidental, ensambladas de modo tal de cuasar más daño e impacto del que de suyo se comprende debe ocasionar la tragedia misma.
Lo único que ha hecho la televisión es denostar mucho más la dignidad de los habitantes de Concepción. Claro que hay lumpen, claro que hay delincuentes atacando el comercio, pero también hay muchos pobladores presos del hambre, del pánico, de la desesperación, que no se les pasaría por la mente robar jabas de cerveza para sobrevivir. No sé si puede legitimar el robo a consecuencia del hambre, sí sé lo que es tener hambre y no tener dinero para costear lo básico. Pero en caso alguno puedo llegar a comprender que los mismos vecinos de una ciudad declaren en vivo y en directo de que son capaces de llegar a matar si algún “delincuente” amenaza sus pertenencias. ¿Pero de qué estamos hablando? Señores ¿Qué está pasando con todo nosotros? ¿Qué significa este escenario surreal de caos e indignidad en el que hemos caído?
Mientras los canales de televisión (canal siete y canal trece) se desdoblan señalando si este o aquél llegó o no primero que el otro a alguna de las zonas siniestradas, hay niños desnudos, pasando frío, hambre, viviendo a la intemperie, dejados a la especulación de gente que decide por ellos, gente perfectamente abrigada, perfectamente alimentada, perfectamente sana y que tras una jornada de burocracia y estupidez, acude a guarecerse a sus domicilio sin más drama que meditar si su nombre se dijo o no una buena cantidad de veces en los noticieros.
Para qué hablar de los señores políticos. Señor Pérez Yoma, ¿qué importa pararle el carro al presidente electo?, qué sentido tiene precisar si se trata de estado de sitio o zona de catástrofe; las autoridades militares, de orden y seguridad debieron haber estado en la zona desde el primer instante, ese es el punto objetivo incumplido. Señorita Urrejola, qué propósito tiene usted al pararse un día completo al costado del edificio partido en dos llamando a tamaño escenario ZONA CERO… ¿Hasta cuándo? Todo Chile tenía claro las escasas posibilidades de sobrevivientes, porque no aprenden de los bomberos, VOLUNTARIOS trabajando horas y horas seguidas, en silencio, perseverantemente, sin remuneración alguna. ¿HASTA CUANDO SEÑORES, HASTA CUANDO DE ESTUPIDEZ HUMANA?
Me pregunto ahora, dónde están todos los señores parlamentarios que antes del período eleccionario hacían puerta a puerta con el fin de asegurarse el embolso de pesos futuros, me pregunto ahora, dónde están los camorreros de siempre criticando, censurando, enjuiciando el mal proceder de la concertación que hoy se taponea las cagadas como si se tratara de una cofradía de embusteros.
¿Por qué nos están sucediendo estas cosas?
Probablemente la explicación quede en evidencia a través de nuestro propio proceder, en nuestras propias conductas erráticas y egoístas, en la capacidad de abstraernos de la condición precaria en la que muchos compatriotas vivían en las regiones afectadas; casas añosas construidas de adobe y de material ligero, vastos sectores costeros cuyo único y regular ingreso era la pesca artesanal… la tremenda desigualdad en la distribución de la riqueza que siempre ha existido en nuestra nación. Mientras los maulinos levantaban escombros el mediodía del domingo recién pasado, yo miraba desconcertada a una familia completa apostada en la terraza de un restaurante peruano de la calle Rancagua, bebiendo relajadamente pisco sauer y comiendo a destajo como si nada grave estuviese pasando alrededor.
¿Esto es Chile? ¿Esto somos? ¿En esto nos hemos convertido?
Ayer estuve en la Cruz Roja, y déjenme decirles que eso es trabajar, que eso es ser digno, que eso es reivindicar la condición humana. Todo lo demás, a los damnificados nos les sirve de nada.
¡A trabajar por el recupero de la dignidad de nuestra patria!
HOY: “Dignidad para Chile”.
Viernes 1 de Marzo, Año del Bicentenario.
D. D. OLMEDO.
¿Qué sentido podría tener unas cuántas líneas en medio de tanto dolor y tanta tragedia? Llevo más de dos horas mirando esta pantalla sin poder escribir una respuesta…
Al igual que la gran mayoría de miles de chilenos, la madrugada delsábado 27 de febrero dormía profundamente. Por irrelevante que resulte ahora, retuve vívido el sueño de esa noche; caminaba por unas escaleras, acompañada de alguien cuyo rostro olvidé, pero recuerdo haber mirado al cielo y haber notado una bóveda negra, brumosa, sin exagerar decorada tétricamente por una luna eclipsada. En el mismo sueño sentía miedo y ese miedo se expresaba en las percepciones que acabaron por transformarlo en pesadilla, pesadilla que trascendió porque un ruido ensordecedor me despertó sin poder creer que acontecía un desastroso terremoto. Así reaccioné, no inmediatamente, me tomó algunos segundos atinar, quizá por lo mismo, aturdida, me enredé en un plumón y acabé debajo de unas columnas con discos que se me vinieron encima por acción del caótico movimiento.
Pero yo la saqué barata.
Basta echar un vistazo a lo largo de la faja costera de las regiones afectadas para entender cual es el costo real de toda esta tragedia.
Nunca en mi vida contemplé tal nivel de desastre, ni siquiera para el terremoto del año 1985 y eso que en ese entonces vivía en Villa Alemana, cerca de la zona epicentro.
Cuesta mucho escribir bajo estas circunstancias, me cuesta sobremanera porque yo que aborrezco los noticieros, no me quedó más remedio que apegarme a extenuantes jornadas televisivas que en su gran mayoría, más que ayudar, han ido posicionando en nuestro medio una suerte de psicosis colectiva. Pero no había remedio, por más que uno se resista, había que atestiguar, había que quitarse la venda de los ojos y contemplar cómo quedó nuestra patria. Empero, descontando los efectos y consecuencias propias del siniestro (que amplía rangos de esperas razonables), me pregunto cómo es posible que las “autoridades” hayan pasado dos días completos involucrados en reuniones (bebiendo cafecito y comiendo galletas) en circunstancias que la gente de Constitución, Cauquenes, Chillán, Peyuhue, Tomé, Cobquequra, Talca y tantas otras localidades yacían bajo los escombros, desconociéndose la real suerte que les espera. ES ALGO INACEPTABLE EN UNA NACION QUE SE JACTA DE SER “LA CAPITAL” FINANCIERA DEL CONO SUR.
Adicionalmente, hay que lidiar con el sensacionalismo, con la escabrosa manipulación de la información de periodistas inescrupulosos acercándose sólo hacia desposeídos consternados, llorando, histéricos, descompensados, para atraer más congoja, más desesperación. Pero me pregunto, por qué no se ensalzó a la vecina que instaló a varias familias en el patio de su casa, por qué no se mantiene más minutos en pantalla a personas anónimas entregadas a las labores de rescate, por qué no se dio tribuna a voluntarios que viajaron a zona de riesgo, exponiendo su integridad física para ayudar a los más necesitados. Seguramente porque daba más el morbo de Tonka Tomicic peleándose con el padre Felipe Berríos, empeñada en defender su “legítimo” derecho de difundir la delincuencia de que ha sido objeto el comercio de la ciudad de Concepción. Pero qué hacía entonces el Padre Berríos, justamente lo que un ser humano sensato haría, llamar a la calma, dignificar la nobleza, responder en buen juicio a las indicaciones necesarias que debe respetar los medios de comunicación, instando al apaciguamiento de la cara más negativa de la tragedia que nos convoca. Pero hacen todo lo contrario, exhiben en rotativo escenas macabras y dantescas, adornadas con música incidental, ensambladas de modo tal de cuasar más daño e impacto del que de suyo se comprende debe ocasionar la tragedia misma.
Lo único que ha hecho la televisión es denostar mucho más la dignidad de los habitantes de Concepción. Claro que hay lumpen, claro que hay delincuentes atacando el comercio, pero también hay muchos pobladores presos del hambre, del pánico, de la desesperación, que no se les pasaría por la mente robar jabas de cerveza para sobrevivir. No sé si puede legitimar el robo a consecuencia del hambre, sí sé lo que es tener hambre y no tener dinero para costear lo básico. Pero en caso alguno puedo llegar a comprender que los mismos vecinos de una ciudad declaren en vivo y en directo de que son capaces de llegar a matar si algún “delincuente” amenaza sus pertenencias. ¿Pero de qué estamos hablando? Señores ¿Qué está pasando con todo nosotros? ¿Qué significa este escenario surreal de caos e indignidad en el que hemos caído?
Mientras los canales de televisión (canal siete y canal trece) se desdoblan señalando si este o aquél llegó o no primero que el otro a alguna de las zonas siniestradas, hay niños desnudos, pasando frío, hambre, viviendo a la intemperie, dejados a la especulación de gente que decide por ellos, gente perfectamente abrigada, perfectamente alimentada, perfectamente sana y que tras una jornada de burocracia y estupidez, acude a guarecerse a sus domicilio sin más drama que meditar si su nombre se dijo o no una buena cantidad de veces en los noticieros.
Para qué hablar de los señores políticos. Señor Pérez Yoma, ¿qué importa pararle el carro al presidente electo?, qué sentido tiene precisar si se trata de estado de sitio o zona de catástrofe; las autoridades militares, de orden y seguridad debieron haber estado en la zona desde el primer instante, ese es el punto objetivo incumplido. Señorita Urrejola, qué propósito tiene usted al pararse un día completo al costado del edificio partido en dos llamando a tamaño escenario ZONA CERO… ¿Hasta cuándo? Todo Chile tenía claro las escasas posibilidades de sobrevivientes, porque no aprenden de los bomberos, VOLUNTARIOS trabajando horas y horas seguidas, en silencio, perseverantemente, sin remuneración alguna. ¿HASTA CUANDO SEÑORES, HASTA CUANDO DE ESTUPIDEZ HUMANA?
Me pregunto ahora, dónde están todos los señores parlamentarios que antes del período eleccionario hacían puerta a puerta con el fin de asegurarse el embolso de pesos futuros, me pregunto ahora, dónde están los camorreros de siempre criticando, censurando, enjuiciando el mal proceder de la concertación que hoy se taponea las cagadas como si se tratara de una cofradía de embusteros.
¿Por qué nos están sucediendo estas cosas?
Probablemente la explicación quede en evidencia a través de nuestro propio proceder, en nuestras propias conductas erráticas y egoístas, en la capacidad de abstraernos de la condición precaria en la que muchos compatriotas vivían en las regiones afectadas; casas añosas construidas de adobe y de material ligero, vastos sectores costeros cuyo único y regular ingreso era la pesca artesanal… la tremenda desigualdad en la distribución de la riqueza que siempre ha existido en nuestra nación. Mientras los maulinos levantaban escombros el mediodía del domingo recién pasado, yo miraba desconcertada a una familia completa apostada en la terraza de un restaurante peruano de la calle Rancagua, bebiendo relajadamente pisco sauer y comiendo a destajo como si nada grave estuviese pasando alrededor.
¿Esto es Chile? ¿Esto somos? ¿En esto nos hemos convertido?
Ayer estuve en la Cruz Roja, y déjenme decirles que eso es trabajar, que eso es ser digno, que eso es reivindicar la condición humana. Todo lo demás, a los damnificados nos les sirve de nada.
¡A trabajar por el recupero de la dignidad de nuestra patria!



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