COLUMNA: Por fin es viernes. HOY: “El Club de la Miseria”. Viernes 15 de Octubre, Año del Bicentenario. Inflexión D. D. OLMEDO.
COLUMNA: Por fin es viernes.
HOY: “El Club de la Miseria”.
Viernes 15 de Octubre, Año del Bicentenario. Inflexión
D. D. OLMEDO.
“Hay una especie de vergüenza en ser feliz a la vista de ciertas miserias”. (Jean de la Bruyere);
“No hay mayor dolor que recordar los tiempos felices desde la miseria”. (Dante Alighieri);
“Llamo rumiantes a los hombres que se pasan rumiando la miseria humana, preocupados de no caer en tal o cual abismo”. (Miguel de Unamuno);
“El mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria”. (Ernesto Sábato);
“De las miserias suele ser alivio una compañía”. (Miguel de Cervantes y Saavedra);
“Quien vive entre los deleites y los vicios ha de expiarlos luego con la humillación y la miseria”. (Johann Christoph Friedrich Von Schiller);
“La humanidad, partiendo de la nada y con su sólo esfuerzo, ha llegado a alcanzar las más altas costas de la miseria”. (Groucho Marx);
“La fuente de todas las miserias para el hombre no es la muerte sino el miedo a la muerte”. (Epicteto de Frigia);
“El fuego prueba el oro, la miseria a los hombres fuertes”. (Lucio Anneo Séneca);
“Carecer de libros propios es el colmo de la miseria”. (Benjamín Franklin).
ESMÉ GIGI GENIVEVE MISERIA, corresponde al nombre que Lemony Snicket dio a una de las malvadas incluidas en los relatos infantiles más célebres del último tiempo. Daniel Handler, la verdadera pluma detrás del pseudónimo LS, es fanático y acérrimo cultor de la filosofía Salingeriana, no sólo por sus recurrentes alusiones y fintas entre líneas, sino por la fascinación descubierta en la prosa de Jerome David Salinger, y que traspasa a sus historias, dotado de una sutileza impresionante. Es el único escritor (aparte de Phillip Roth) que logra narrar espacios comunes y dinámicas que evocan el espíritu de fábula del fallecido escritor norteamericano a quien por cierto, conforme pasa el tiempo, descubro y admiro más.
De naturaleza SNOB, personalidad desagradable hasta decir basta, cruel, la villana Miseria adopta a los huérfanos Baudelaire única y exclusivamente por decretarlo como moda (“in”), aún cuando en el fondo de su corazón su ulterior deseo es aprovecharse de las circunstancias y favorecer al archi villano Conde Olaf, a quién secunda en todas sus fechorías en contra de los pequeños huérfanos… “Esmé Miseria” es de temer, estrafalaria, en buen chileno, loca de patio, de atar, lista para ser encamisada en El Peral…
“Mujer llena de riquezas materiales, aunque provista de pobre y carente mal espíritu”.
En cualquier evento y sin los contornos de un buen cuento como el escrito por Daniel Handler, es mucho más fácil encontrar a villanas como Esmé entre nosotros… De hecho, conviví con una durante penoso cinco meses… Y créanmelo, no se lo doy a nadie…
Hay una delgada línea que separa todo orden de antítesis; lo feo de lo bello, lo simple de lo complejo, lo suave de lo intenso, lo caliente de lo frío, lo precario de lo abundante… lo malo de lo bueno…
Hay una mínima parte de todos nosotros consciente de cuál es el punto divisorio, de cierta forma, lo intuye y sin embargo, apenas nos basta pestañar para peder el segundo en que sabemos cómo hacer lo correcto y no permitirnos el error de caer en lo incorrecto… abrimos los ojos justo cuando ya hemos traspasado la frontera y la leche se encuentra derramada, sin embargo, sabemos que hemos errado y vamos por la forma de enmendar el daño ocasionado, algo dentro de nosotros no se conforma hasta expiar la última gota de equivocación. Pero la gente mala de espíritu, las personas que no conocen la bondad, los sentimientos benignos, la culpa, la pasión por la vida misma con independencia de sus réditos o frutos, viven y respiran otro tipo de MISERIA; la pobreza interna.
Estas personas no tienen corazón. Y por eso, aún cuando en sus molinos se acopie gran cantidad de quintales con harina, jamás podrán amasar un buen pan.
Me tocó conocer estos meses a una villana de la vida real, peor que “Estrella” en “La Madrastra”, peor que la “Sarita Mellafe” en “Fuera de Control”, peor que cualquiera otra desquiciada que me hubiesen puesto por delante en otras épocas de mi vida en que me gustaba lanzar la patada y el combo y después preguntar. Mucho peor. ¿Por qué se preguntarán? Básicamente porque el veneno siempre lo desparramó lenta y subterráneamente, lo que la convirtió en la más hábil y astuta de las serpientes.
Me cuesta trabajo entender la vida de una serpiente, siempre arrastrándose, siempre moviéndose lentamente con el único fin de asestar el mejor golpe; matar.
Pero se descubrió recientemente que hasta la más asquerosa de estas alimañas puede atentar en contra de su propia vida, es decir, en un momento dado, son capaces de morderse ellas mismas y darse el tiro de gracia con su propia mala leche.
Las especies rastreras suelen vivir en el fango, en las porquerías más insospechadas, reptan y reptan porque les es imposible levantarse del suelo, su hábitat natural, aquella es su naturaleza, no saben ni conocerán jamás lo que es vivir de otro modo que no sea a través del matar con su veneno corrosivo…
La mujer de la que les hablo es justamente de este modo, venenosa y reptadora, aunque también podría decirse “trepadora”… La clase de mujer con la que tuve que convivir es un espécimen del que todo mundo desearía encontrarse a kilómetros de distancia y sin embargo, envuelve, atrapa, acerca a sus víctimas, les roba la utilidad y luego les entierra los colmillos para despojarlos de vida.
Esta mujer habla suavecito, te mira por el rabillo del ojo como si estuviese escaneándote, cómo si hiciera una evaluación sobre todos los puntos que puede quitarte y cómo lo hará. Sigilosamente va aportillándote, con dosis pequeñas va soltando gases alrededor tuyo para que tu aura se contamine; se disfraza a través de herramientas alternativas y esconde su verdadero rostro en las sutilezas de los aspectos orientales de la vida.
¿Cómo una mujer de esta naturaleza puede pretender ser instructora de yoga?
La vida, como las energías son impresionantemente bravas. Yo misma sé que toda estas experiencias traumáticas se deben a que yo solita hice mucho daño a otras personas; lastimé, provoqué, fallé… todo las cuestiones terribles de las cuales uno se arrepiente y sabe que van a ser una carga por harto tiempo. Yo mejor que nadie sé que esto es KARMA… Todo se devuelve, todo se nos enrrostra y por lo mismo, ya en otras vidas, ya en esta vida, qué tremendo es para mi constatar todas y cada una de mis equivocaciones, todas y cada una de mis faltas.
No pasa un solo momento en que no me de cuenta que esta es la primera vez que realmente aprendo algo.
No obstante, aún en mis equivocaciones, aún en la delgada línea que separa lo bueno de lo malo, sé que mi forma de enmendar las cosas ha despegado y lo sé porque mis errores no tienen que ver con la maldad, con la desidia, o con la enajenación sobre qué es importante para los demás, sino con un estado de precariedad fulminante en que te quedas ciego, sordo y mudo; no es que hagas algo equivocado contra una persona determinada, no hay un rostro con destino a ser dañado por uno deliberada y premeditadamente. NO. Mis equivocaciones se encuentran asociadas a un largo estado de precariedad, de necesidades múltiples de todo tipo que no tuvieron oportunidad de ser cubiertas hasta ahora en que entiendo, simplemente, no lo serán sino me esfuerzo el doble.
Pero el quehacer de la maldad no paga.
En los casos en que la maldad opera como suero en la vida de otro, la ceguera es tan extrema que ni siquiera nos es posible entender al villano, cuan equivocado se encuentra.
Con todo, incluso para mí en estas horas de profunda tristeza, decepción y dolor, la vida recomienza. Incluso para alguien que ha vagado demasiado tiempo en busca de la verdad, las derrotas espirituales hacen trazar nuevas rutas de expiación.
En efecto, lo más tremendo no es haber perdido mi lugar de trabajo, haber sido obligada soterradamente a renunciar a una parte de mi proyecto mediático, sino, descubrir que son las personas las que destruyen las investiduras y no éstas a aquellas.
Lo terrorífico no es llegar a ser Presidente de la República como guinda de la torta, sino quién es el sujeto en cuestión que detentará dicho cargo.
El dinero, el poder, el rol, el orgullo, la vanidad… todas esas mierdas atroces que recubren la piel de los villanos, también está presente en cada uno de nosotros, sólo hay que atravesar una delgada capa para disociarlo…
Un amigo querido me dice que “las circunstancias hacen a la mala persona” y quizá tenga mucha razón. Pero ¿qué pasa con aquella expresión que ves en el rostro de alguien, ese brillo o esa oscuridad en la mirada fulminante de alguien que está justo en frente de ti?; ¿qué pasa, entonces, con esa intuición silbándote quedarte quieta cuando la ferocidad más grande amenaza con devorarte si te rebelas?
Yo siempre supe que ella era insana y sin embargo, proseguí.
Por eso, vaya que tenía deudas impagas. Vaya que sí. Y en cierta forma, me alivia saber que he reducido mi cuota de negatividad, de cosas pendientes por resolver pues sé que desde ahora, la premura se ha ido al tacho de la basura y en su reemplazo, ha ganado la reflexión, la espera, el tiempo, las pausas.
Después de la tormenta siempre viene la calma.
Sólo espero dejar de soñar con mi propia “Esmé”, dejar de sentirme como una huérfana a la que humillaron reiteradamente durante un tiempo importante y a la que le cortaron las alas y hoy se encuentra en la UTI debatiéndose entre la vida y la muerte.
Probablemente lo logre. O quizá no. Yo ya entregué mi rebeldía a Dios y me allané a la demanda.
Lo que si he alcanzado es la comprobación de que no todo lo que brilla es oro, no todo es como parece, no siempre la dirección correcta es la que oficiamos dentro de nuestra razón… a veces, lo más importante es querer con todas las fuerzas salir del club de la miseria espiritual, dejar de creer que el acopio de resentimiento va a salvarnos o suponer que las pugnas de poder lograrán que el resto nos respete, permitirnos por al menos una vez en la vida, oír nuestro corazón y todo lo que él nos dice en medio de la oscuridad y que se acerca más a la búsqueda de tranquilidad con nosotros mismos, con quiénes amamos y nunca nos han dejado de tender una mano, con las personas nuevas que responden nuestros mensajes, con las viejas amistades que no pierden la fe puesta en nosotros, con todo lo que pueda rescatarse como experiencia para nunca más volver a dañar a alguien.
Este es el único límite que uno debiese atravesar.



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