COLUMNA: Por fin es viernes. HOY: “El fondo del acuario!” Viernes 17 de Junio, Poco antes del fin del mundo. D. D. OLMEDO.

COLUMNA: Por fin es viernes.
HOY: “El fondo del acuario!”
Viernes 17 de Junio, Poco antes del fin del mundo.
D. D. OLMEDO.

“Nadie sabe del amor, sino la medida de su experiencia, de su decir, hasta de su recitar leve si mengua en destrezas y sólo procrea en imaginación… Nadie sabe más allá de lo que susurra el corazón agitado en medio de la flama, época frugal en que todo sabe a días mejores; nadie sino yo, se cuánto te quise, apenas reconocí en ti, un instante de todo aquello imaginado y que jamás viviría para contar…”. (Cordelia Fisher; Capítulo 10. El mundo de las cosas aparte).

Mientras eres una cría, lo único que ocupa tus pensamientos es casi la inmediatez de lo  experimentado… vas de un lado a otro sin preocupación del tiempo, de quehaceres varios, responsabilidades y afines o qué se yo, las cosas que más hacia la adultez te quitan el aliento… Cuando eres un niño, simplemente te levantas porque en la inercia del hacer, hay una mágica regla de oro: Vives y sabes que estás vivo.

Recuerdo mi vieja calle de Barrio allá en La Calera; quién sabe más que yo, cómo se sentía correr por la vereda y no temer al desenfreno de un vehículo desbocado… Las quemadas, cuántos panes hay en el horno, cuántas horas mal gastadas (según el criterio de los adultos) en cosas tan absurdas como ser felices simplemente estando en inocencia. Pertenecerle a aquel tiempo es como un tesoro jamás secuestrado. Pienso en mis hermanos y yo, en la vez que supimos de un sopetón que el pascuero no existía, en la cara de mi hermano pequeño cuando encontramos los regalos debajo de un canasto roñoso apiñado en el patio… Pienso en el argumento de mi madre tratando de meternos un gol para no volarnos los pensamientos de cuajo… Pero mi mamá tenía la peculiar visión de todo que era prácticamente imposible no dudar de sus palabras, ahora que lo pienso bien, era pésima mintiendo o mejor dicho, sosteniendo frases que no eran suyas, si es que alguna vez la escuché decir algo que fuese realmente cierto. Ahora sé que es como un fantasma del cual malamente supe apenas nada…

Pero qué sabemos de los demás, a veces, con suerte, conocemos unos datos genealógicos que ilustran procedencias y orígenes, otras tantas sabemos lo que ordenadamente nos colocan ellos mismos delante para que nos hagamos una idea ideal de quienes son y la más de las veces, nos conducimos por prejuicio, haciéndonos una idea antojadiza y calculada de lo que realmente alguien es en un plano presente.

¿Quién sabe del otro lo que realmente es?

¿Quién, acaso, puede decir que sabe de sí mismo algo medianamente coherente y reproducible para que a partir de ese elemento, sepamos quién es cada quién?

Quién sabe cómo es uno mismo, ante un abismo en que más vale ser realmente como se es, porque no hay otra oportunidad para revelar quién s ha sido mientras  estuviste vivo…

No es fácil lidiar con la muerte, sobre todo cuando sabes que es inminente pero la muy canalla va y viene haciéndote burla. Sabes que está merodeando, sabes que te limita en casi todos los frentes posibles, sabes que es cruda pero diligente (siempre cumple su cometido), sabes, incluso, qué olor tiene, qué signos dibuja mientras estás aguardando, sabes todo lo que te robará y también, cuales son sus consecuencias, pero nunca estás preparado para resignarte, no al hecho infranqueable que un cuerpo se diluya y se descomponga, sino, a las cosas que no podrás hacer porque no existirá más aquella persona para que te oiga, para que te reclame, para que te aborrezca, o para que te confirme que jamás le importaste un carajo o tal vez, para decirte que su alma se extinguió mucho antes que pudieses reprocharle algo…

No sabía cuan roto estaba mi corazón sino hasta que comencé a escribir estas letras, no sabía cuanto dolor y rabia se mezclan en una corriente de pensamientos contradictorios hasta que me senté a hacer lo inevitable; despedirme de mi madre…

A veces, la gente te juzga porqué esto o aquello, creen cosas de ti simplemente porque no levantaste la mirada, porque hiciste un gesto con la cabeza, porque miraste de reojo, porque no sonreíste (o lo hiciste a destajo), porque a veces, sólo a veces, hablaste muy fuerte, porque no dijiste nada, porque no acudiste, porque callaste, porque gritaste, porque hiciste valer tu legítimo derecho de guardar silencio y no explicar la puta nada… A veces, y sólo a veces, existen otras personas que sienten compasión y sin preguntar, y simplemente cogen tu mano y callan hasta que pase la tormenta.

A veces, sólo a veces, me levanto creyendo que un buen día despertaré y mi vida será toda diferente, que veré al amor de mi vida recostado junto a mi, mis hijos revoleando la habitación, la foto de mis padres abrazados en el aparador y toda la parentela contando nuestra historia con el devenir de los años, la impronta de los festejos, los días alegres y los no tanto, las miradas cómplices y también, las épocas indeseables, pero dentro de un contexto íntegro, sano, delicado y dedicado… También sueño simplemente con la versión acotada de lo que finalmente fuimos, pero sin la desidia de no amarse ni comprenderse a pesar de las inclemencias de la suerte. 

Pero la más de las veces, me levanto muy conciente de mis actos, del pasado, del presente y de lo que muchos suelen llamar futuro. Me levanto simplemente, carente de aliento, de ganas de acometer la vida porque esta a veces, es ciento por ciento incomprensible; estás bien y al instante siguiente todo está patas abajo… Me levanto a pesar que en una laga y ajena lista de prioridades, soy la última, a pesar que hacer lo que a uno le gusta es juzgado e incomprendido, a pesar que muchas veces estoy profundamente sola y triste… a pesar de mi misma, me levanto todas las veces aún hasta cuando no es posible colocarme de pie…

Empero, la muerte solo acelera las limitaciones o las verdades ineludibles; uno tiende a creer que ad portas de, las personas cambiarán y te abrirán el corazón revelándote toda su dolencia particular, así como por arte de magia, narrarán qué fue lo que les atascó la vida, las desfachateces que le condujeron a ser de un modo o de otro, buscar en las postrimerías de la vida, una forma humana de pedir perdón por las iniquidades o incluso, tener gestos humanitarios como aclarar las cosas que se hicieron de un modo equivocado. Pero no, no es así la mayoría de las veces. Lo que en verdad pasa es que entras en un laberinto oscuro en donde nadie va a buscarte y no te queda más remedio que enfrentarte a cuan perdido estás, que no sabes nada y que las conjeturas realizadas antes, son parte inequívoca de lo que debite haber internalizado para hacer menos dolorosa la existencia. Lo único cierto es que la muerte abre otro umbral de dolor más potente y al que deberás acostumbrarte.

Hace un tiempo atrás, leí del puño del señor Warnken que la vida de todos es irremplazable, y en su justa medida, tratándose de un hijo, me parecía noble y maravilloso, qué más terrible puede ser que la pérdida absurda de un hijo querido, qué más horroroso que asistir a la muerte anticipada de un ser que es parte de nuestra carne… qué más errado que alterar los órdenes preconcebidos en la cronología de la existencia. Sabemos a ciencia cierta que nuestros padres marcharán primero, sabemos que se van en medio de una enfermedad la más de las veces y sólo en una afortunada escena romántica los perdemos en medio de un sueño placido de la vejez… sabemos que ante el suceso de la muerte, incluso en la aflicción es mejor saber para dejar nuestros asuntos ordenados. ¿Pero qué sucede cuando la persona que se nos va se ha marchado hace tiempo y su cuerpo inconciente de sus actos sigue encostrado en la ira y el resentimiento?

Mi dolor más grande no es el perder a una mujer que dicen es mi madre, mi dolor más grande es jamás haberla tenido y entender que jamás la tendré.

Por eso, quise retomar la columna y que este fuese el primer día del resto de mi vida, una instancia en que pudiese escribirle algo que fluyera de mi para que ella supiese de que estoy hecha y de qué cosas me fortificaré.

No me da miedo la muerte en sí misma, ella sabe que puede venir por mi cuando le apetezca, me da más miedo la consecuencia de no aprender para qué sirvió y cómo es que debimos vivirla...

“Mamá: En estás horas en que todo parece nublado, quiero decirte que a pesar de todas las penurias, descalabros y entredichos, ya no te culpo, ya no vivo del rencor ni de la mala espina que me clavaste con todos estos años de indiferencia. Quiero que sepas que si de mi dependiese, te libraría de cualquier dolor físico o espiritual que estés padeciendo en el ahora, que no creo en las justicias físicas ni en los pagos desproporcionados de facturas, que con todo y berrinches, soy la que más se te parece y que he seguido tu legado y que espero, en verdad haya un después para nosotras, que exista una tierra prometida en donde no sientas ni dolor, ni tristeza, ni rencor y puedas lucir tu rostro como en aquella foto que vi de ti una vez y en la única que vi tus ojos llenos de luz… Quiero que sepas que siempre te recordaré, que he tratado de mandarte toda mi mejor esperanza, porque a pesar de mi misma, quisiera creer en los milagros, quisiera que tuviésemos un nuevo comienzo. Mamá, te libero de mi yugo de reproche y abandono mi costra de frustración para que al menos, no partas con mi carga de reproches, pero por sobre todo, le pido a Dios que no te abandone cuando dimensiones las escasas horas que restan antes de partir. Te perdono, me perdono, nos perdono a ambas y te deseo veas algo de luz en tus últimos instantes. Te amo, a pesar de todo, eres mi madre y siempre lo serás en mi corazón; siempre recordaré esa torta que me hiciste cuando cumplí los once, ha sido lejos, mi mejor recuerdo de niñez…”.
PD: Cuando estés allá, ayúdame a sembrar.



Comentarios