COLUMNA: Por fin es viernes. HOY: “La ficción del miedo” Viernes 19 de Febrero, Año del Bicentenario. D. D. OLMEDO.
COLUMNA: Por fin es viernes.
HOY: “La ficción del miedo”
Viernes 19 de Febrero, Año del Bicentenario.
D. D. OLMEDO.
Hace algunos años atrás, conocí a un hombre peculiar. Pensaba en ese entonces, se trataba de un ser humano especial, de aquellos que destacan por entre la gente común. No sabía nada de él y sin embargo, mi ojo obsesivo le asignó atributos de una calidad nunca antes vista. Le conocí a través de una página de Internet y según mi prejuicio ante aquellos sitios, juzgué apresuradamente haberme ganado la lotería. Durante mucho tiempo me creía afortunada. Pasó un largo tiempo en que nos relacionamos de un modo subterráneo, nos decíamos casi todo en frases cortadas que a lo sumo traspasaban la pantalla, pero no había rostro, no había expresión corporal ni audición que premuniera de certezas todo lo revelado en escasas líneas. A pesar de ello, proseguí, creí cada cosa anotada en un chat, me convencí casi automáticamente de que no había razón para no creer en ese desconocido… Estaba equivocada… Puede ser que ni siquiera una vida alcance para conocer verdaderamente a alguien. Para creer en ese alguien…
Los últimos días he escuchado bastante sobre métodos y estrategias, he caído en la cuenta que no a pocos, les pena el hecho de idear esos o éstos, he escuchado latamente cómo planear una fórmula idónea destinada a vencer el miedo, se me ha ilustrado acerca de las ventajas de resolverla lo antes posible y todo esto, en la mira de derribarlo, de controlarle, de arrancar de si mismo esa costra que impide respirar a los poros y a su vez, que la piel de abajo se regenere. Y sin embargo, llegada la instancia de colocarla en práctica, aquella fórmula falla y el miedo permanece anclado en el mismo lugar esperando destruir todo lo que de buena fe intente hacerse para obviarlo.
¿Qué es el miedo?
Aprensión, cuidado, recelo, terror, pánico, jindama, canguelo, julepe, medrana, timidez, cobardía, pusilanimidad, alarma, turbación, horror, amenaza, espanto, estremecimiento, sobrecogimiento, susto, acoquinamiento. Todos estos términos figuran como palabras sinónimas en la página 447 de mi libro muleta. Pero ninguna de ellas habla de LIMITACION, concepto que al menos a mi me parece más sensato y acorde.
La limitación es una ficción mental (a menos que se trate de un impedimento corpóreo o, tal vez, una cuestión orgánica; como en la depresión endógena) que paraliza, de ahí que considere sobe el particular al miedo, como la master de las limitaciones. Por ejemplo J. D. Salinger fue un limitado crónico que escasamente salió de su morada, porque para ser honestos, siempre creyó sería juzgado por haber escrito un libro incitador al desquicio y evitó toda su vida ser entrevistado creando paradojalmente un mito urbano viviente. Pero Salinger se murió sin entender su propio genio creativo, convencido de que jamás había logrado superar la marca que dejó “El Guardián entre el centeno”. Yo creo que en este punto estaba en lo cierto.
Hay ficciones tan poderosas que uno las vuelve costras. El miedo puede llegar a ser una costra que jamás se desprenda, puede ser tan corrosivo que incluso impida que la zona afectada en cuestión, nunca más se regenere, exponiendo de ese modo, una zona muerta, un lugar desaprovechado, un tramo extinto. Pero lo trágico e inverosímil es que este factor no existe, es irreal y aún así, se apodera de la voluntad torciéndola a su entero antojo.
La ficción miedo se alimenta de la debilidad, de las frustraciones, de las obsesiones, del torbellino de emociones negativas ensimismadas a causa de la intolerancia de los “NO” consecutivos recibidos en el transcurso de la vida.
¿Pero qué es un NO?
¿Por qué tiene tanto valor la expresión de negación?
El no representa al “ningún”, al “nulo”, al “nada”… O sea, de algún modo viene a exacerbar la nada ya existente adentro de todos nosotros y quizá ello explique la razón de perseguir la afirmación; buscamos llenar de algo un envase vacío. Por ello, recibir muchos NO, en aproximación, podría justificar la instalación del miedo en nuestra mente. Te han rechazado más de alguna vez, entonces, ya no te sale acercarte a alguien; te han hostigado con que haces mal el laburo, entonces, temes hacer algo distinto, y empiezas a hacerlo todo plano por temor a la crítica, a la censura; te han estigmatizado físicamente, pues si que se aumenta la creencia del defecto; fuiste sobre exigido, razón da para vivir estresado; te inculcaron materialidad, creas una obsesión por el estatus…
¿Por qué llegar a creer en algo inexistente?
¿Por qué permitimos que nefastas combinaciones semánticas se atribuyan un poderío descomunal de feroz?
Humildemente, pienso se debe a que la mayoría de las veces, quienes nos hemos dejado nublar por el miedo, no sabíamos a ciencia cierta quiénes éramos debajo de la costra. No se hizo previamente el ejercicio básico de contemplarse ante el espejo (con una luna a la usanza antigua, eso sí) para darse cuenta de cada detalle de nosotros, cada facción, cada relieve, cada asunto a la vista y oculto, cada partícula revelando lo que hay adentro; qué nos hace felices, qué nos tortura, que cosas son importantes para la corteza, qué hay de las potenciales cualidades no exploradas, qué de las habilidades, qué de la no experticia, qué hay con todo lo que somos y se esconde porque el resto nos sindica desde temprano con defectos y anomalías.
Aunque “cerdito pensante” se enfade, yo si veo una razón sobre humana en todo esto.
He intentado imbuirme de un razonamiento lógico y sincrético, e incluso, vengo estudiando el método inductivo de Bacon, para lo cual he debido renunciar a mi pasión aristótelica. Pero cuesta, cuesta abandonar las viejas creencias y los malos hábitos; la vieja yo sigue creyendo que la razón de peso y de fondo obedece a una raíz maligna que no puede ser explicada tan sólo a base de argumentos retóricos. Siento una poderosa inclinación a entender el posicionamiento de estas falsedades a través de una mano poderos ejerciendo un control casi logístico. Hasta Bacon sentenció que la ciencia a lo suyo (la adecuada observación de la naturaleza para pesquisar las causas intermedias) y lo de Dios a lo que está por encima de todo lo demás. Así es, sigo creyendo en los extremos del bien y del mal.
El bien concita al libre albedrío; el mal no pregunta, asola sin pedir permiso.
Una mente residualmente científica podrá decir que este es un pobre o in convincente argumento, claro, a la luz del razonamiento empeñado en dar al hombre lógica de causalidad y efectos. Y en este sentido, la ficción miedo vendría a explicarse bajo la sentencia de abstención por incapacidad de elección. Es decir, bajo la lógica científica, el miedo sería una mera inhibición explicada en la crianza: sobre protección, intolerancia a la frustración, inmadurez emocional, etc. Obvio que todo esto hace sentido. Pero, despejadas estas variables, ¿qué hay del que padece miedo crónico y sí está en posición de libre elección? ¿Por qué el miedo lo inmoviliza?
Dije antes: raíz maligna. Y lo mantengo. Algo dentro de mi dice que no todo puede ser reducido a una ecuación de lógicas. A veces, he visto tan clarmanete la dimensión del mal, la he visto seducirme y hacer de mi un guiñapo humano, que siento la presencia de algo ajeno a mi despojándome de voluntad, Eso ha ocurrido en tiempos en que extravío la fe, en que me vuelvo lo suficientemente egoísta como para obviar que cada omisión mía puede causar daño. Entonces, actúo precipitada por el miedo, por esta ficción poderosa que nubla mi sentir y lo lleva por recorridos que en nada se parecen a mis deseos gregarios.
También he temido a la soledad, pero combato esa pantalla de creer que no sobreviviré al silencio de hallarse solo, precisamente entendiendo qué significa la ausencia de gente alrededor. Entonces, recorriéndola toda, aprendo a valorar el estar solo y sentir que se está tranquilo.
También tuve miedo a la pobreza y tuve que irme al lado oscuro de la fuerza para comprender que el oro negro no sirve de nada. No hay hambre más voraz que el hambre del alma y se puede renunciar al apetito del estómago cuando de dignidad se trata.
Y también he padecido de pánico al rechazo toda mi vida.
Cuando chateaba con aquel sujeto creyéndole sin cuestionar, vivía presa del miedo, vivía esclavizada al terror de que por enésima vez no me aceptaran, vivía incongruentemente gratificando y elogiando la vida de un extraño porque pensaba que ese era el único modo probable que me aceptara. Pero esa ficción me perforó la confianza.
A estas alturas da lo mismo la ambigüedad de un extraño, su doble estándar y el sin fin de equivocaciones que solapé en nombre y a razón del miedo a quedarme sola. Lo grave es haber creído que por padecer miedo, no merecía más…
Amigo mío, el miedo nos ha abrazado y nos ha colocado en una ruta parecida. Yo antes, tú ahora. Pero ¿sabes? Lo genial de descubrir que la procedencia del miedo es tan falsa como el miedo mismo, es que, entonces, aparece uno reflejado en ese espejo, mostrando lo que hay adentro detrás de esa costra roída por los años. Ahí estás tú: sin presupuesto, solo y con la posibilidad de que te rechacen una y mil veces. ¿Pero sabes qué es lo bueno de todo eso? No te importará, porque ya no estarás atado, no valdrán métodos ni estrategias, no habrá manuales ideales ni fábulas para reproducir, sólo estarás tú, tú contigo mismo y con la voluntad sana.
Cuando hablo contigo, me remonto a otro tiempo, es cierto. Sin embargo, la diferencia sustancial entre el pasado y el presente es que tú buscas la libertad.
Llegará un buen día en que las ficciones desaparecerán, y tendrás tu ansiada verdad. Entonces, ya no necesitarás coauching emocional, ni fórmulas, ni pasadizos secretos para esquivar a la multitud. Te tendrás a ti mismo, tendrás tu coraje, tus ganas, tu sentido del bien y una aproximación más honesta a lo que es vivir sin adornos y sin tener que ser excepcional.
Un buen día sabrás, pero antes, antes deja que caiga todo lo demás, deja que el miedo se desvanezca para que puedas ver que para tener un amplio espectro de ilusiones, es necesario creer, tener fe, dejar de pensar en que esta nada en nada quedará.
Reconquista tu fe, miedoso. Recupérala pronto para que esa bala no se desperdicie.
HOY: “La ficción del miedo”
Viernes 19 de Febrero, Año del Bicentenario.
D. D. OLMEDO.
Hace algunos años atrás, conocí a un hombre peculiar. Pensaba en ese entonces, se trataba de un ser humano especial, de aquellos que destacan por entre la gente común. No sabía nada de él y sin embargo, mi ojo obsesivo le asignó atributos de una calidad nunca antes vista. Le conocí a través de una página de Internet y según mi prejuicio ante aquellos sitios, juzgué apresuradamente haberme ganado la lotería. Durante mucho tiempo me creía afortunada. Pasó un largo tiempo en que nos relacionamos de un modo subterráneo, nos decíamos casi todo en frases cortadas que a lo sumo traspasaban la pantalla, pero no había rostro, no había expresión corporal ni audición que premuniera de certezas todo lo revelado en escasas líneas. A pesar de ello, proseguí, creí cada cosa anotada en un chat, me convencí casi automáticamente de que no había razón para no creer en ese desconocido… Estaba equivocada… Puede ser que ni siquiera una vida alcance para conocer verdaderamente a alguien. Para creer en ese alguien…
Los últimos días he escuchado bastante sobre métodos y estrategias, he caído en la cuenta que no a pocos, les pena el hecho de idear esos o éstos, he escuchado latamente cómo planear una fórmula idónea destinada a vencer el miedo, se me ha ilustrado acerca de las ventajas de resolverla lo antes posible y todo esto, en la mira de derribarlo, de controlarle, de arrancar de si mismo esa costra que impide respirar a los poros y a su vez, que la piel de abajo se regenere. Y sin embargo, llegada la instancia de colocarla en práctica, aquella fórmula falla y el miedo permanece anclado en el mismo lugar esperando destruir todo lo que de buena fe intente hacerse para obviarlo.
¿Qué es el miedo?
Aprensión, cuidado, recelo, terror, pánico, jindama, canguelo, julepe, medrana, timidez, cobardía, pusilanimidad, alarma, turbación, horror, amenaza, espanto, estremecimiento, sobrecogimiento, susto, acoquinamiento. Todos estos términos figuran como palabras sinónimas en la página 447 de mi libro muleta. Pero ninguna de ellas habla de LIMITACION, concepto que al menos a mi me parece más sensato y acorde.
La limitación es una ficción mental (a menos que se trate de un impedimento corpóreo o, tal vez, una cuestión orgánica; como en la depresión endógena) que paraliza, de ahí que considere sobe el particular al miedo, como la master de las limitaciones. Por ejemplo J. D. Salinger fue un limitado crónico que escasamente salió de su morada, porque para ser honestos, siempre creyó sería juzgado por haber escrito un libro incitador al desquicio y evitó toda su vida ser entrevistado creando paradojalmente un mito urbano viviente. Pero Salinger se murió sin entender su propio genio creativo, convencido de que jamás había logrado superar la marca que dejó “El Guardián entre el centeno”. Yo creo que en este punto estaba en lo cierto.
Hay ficciones tan poderosas que uno las vuelve costras. El miedo puede llegar a ser una costra que jamás se desprenda, puede ser tan corrosivo que incluso impida que la zona afectada en cuestión, nunca más se regenere, exponiendo de ese modo, una zona muerta, un lugar desaprovechado, un tramo extinto. Pero lo trágico e inverosímil es que este factor no existe, es irreal y aún así, se apodera de la voluntad torciéndola a su entero antojo.
La ficción miedo se alimenta de la debilidad, de las frustraciones, de las obsesiones, del torbellino de emociones negativas ensimismadas a causa de la intolerancia de los “NO” consecutivos recibidos en el transcurso de la vida.
¿Pero qué es un NO?
¿Por qué tiene tanto valor la expresión de negación?
El no representa al “ningún”, al “nulo”, al “nada”… O sea, de algún modo viene a exacerbar la nada ya existente adentro de todos nosotros y quizá ello explique la razón de perseguir la afirmación; buscamos llenar de algo un envase vacío. Por ello, recibir muchos NO, en aproximación, podría justificar la instalación del miedo en nuestra mente. Te han rechazado más de alguna vez, entonces, ya no te sale acercarte a alguien; te han hostigado con que haces mal el laburo, entonces, temes hacer algo distinto, y empiezas a hacerlo todo plano por temor a la crítica, a la censura; te han estigmatizado físicamente, pues si que se aumenta la creencia del defecto; fuiste sobre exigido, razón da para vivir estresado; te inculcaron materialidad, creas una obsesión por el estatus…
¿Por qué llegar a creer en algo inexistente?
¿Por qué permitimos que nefastas combinaciones semánticas se atribuyan un poderío descomunal de feroz?
Humildemente, pienso se debe a que la mayoría de las veces, quienes nos hemos dejado nublar por el miedo, no sabíamos a ciencia cierta quiénes éramos debajo de la costra. No se hizo previamente el ejercicio básico de contemplarse ante el espejo (con una luna a la usanza antigua, eso sí) para darse cuenta de cada detalle de nosotros, cada facción, cada relieve, cada asunto a la vista y oculto, cada partícula revelando lo que hay adentro; qué nos hace felices, qué nos tortura, que cosas son importantes para la corteza, qué hay de las potenciales cualidades no exploradas, qué de las habilidades, qué de la no experticia, qué hay con todo lo que somos y se esconde porque el resto nos sindica desde temprano con defectos y anomalías.
Aunque “cerdito pensante” se enfade, yo si veo una razón sobre humana en todo esto.
He intentado imbuirme de un razonamiento lógico y sincrético, e incluso, vengo estudiando el método inductivo de Bacon, para lo cual he debido renunciar a mi pasión aristótelica. Pero cuesta, cuesta abandonar las viejas creencias y los malos hábitos; la vieja yo sigue creyendo que la razón de peso y de fondo obedece a una raíz maligna que no puede ser explicada tan sólo a base de argumentos retóricos. Siento una poderosa inclinación a entender el posicionamiento de estas falsedades a través de una mano poderos ejerciendo un control casi logístico. Hasta Bacon sentenció que la ciencia a lo suyo (la adecuada observación de la naturaleza para pesquisar las causas intermedias) y lo de Dios a lo que está por encima de todo lo demás. Así es, sigo creyendo en los extremos del bien y del mal.
El bien concita al libre albedrío; el mal no pregunta, asola sin pedir permiso.
Una mente residualmente científica podrá decir que este es un pobre o in convincente argumento, claro, a la luz del razonamiento empeñado en dar al hombre lógica de causalidad y efectos. Y en este sentido, la ficción miedo vendría a explicarse bajo la sentencia de abstención por incapacidad de elección. Es decir, bajo la lógica científica, el miedo sería una mera inhibición explicada en la crianza: sobre protección, intolerancia a la frustración, inmadurez emocional, etc. Obvio que todo esto hace sentido. Pero, despejadas estas variables, ¿qué hay del que padece miedo crónico y sí está en posición de libre elección? ¿Por qué el miedo lo inmoviliza?
Dije antes: raíz maligna. Y lo mantengo. Algo dentro de mi dice que no todo puede ser reducido a una ecuación de lógicas. A veces, he visto tan clarmanete la dimensión del mal, la he visto seducirme y hacer de mi un guiñapo humano, que siento la presencia de algo ajeno a mi despojándome de voluntad, Eso ha ocurrido en tiempos en que extravío la fe, en que me vuelvo lo suficientemente egoísta como para obviar que cada omisión mía puede causar daño. Entonces, actúo precipitada por el miedo, por esta ficción poderosa que nubla mi sentir y lo lleva por recorridos que en nada se parecen a mis deseos gregarios.
También he temido a la soledad, pero combato esa pantalla de creer que no sobreviviré al silencio de hallarse solo, precisamente entendiendo qué significa la ausencia de gente alrededor. Entonces, recorriéndola toda, aprendo a valorar el estar solo y sentir que se está tranquilo.
También tuve miedo a la pobreza y tuve que irme al lado oscuro de la fuerza para comprender que el oro negro no sirve de nada. No hay hambre más voraz que el hambre del alma y se puede renunciar al apetito del estómago cuando de dignidad se trata.
Y también he padecido de pánico al rechazo toda mi vida.
Cuando chateaba con aquel sujeto creyéndole sin cuestionar, vivía presa del miedo, vivía esclavizada al terror de que por enésima vez no me aceptaran, vivía incongruentemente gratificando y elogiando la vida de un extraño porque pensaba que ese era el único modo probable que me aceptara. Pero esa ficción me perforó la confianza.
A estas alturas da lo mismo la ambigüedad de un extraño, su doble estándar y el sin fin de equivocaciones que solapé en nombre y a razón del miedo a quedarme sola. Lo grave es haber creído que por padecer miedo, no merecía más…
Amigo mío, el miedo nos ha abrazado y nos ha colocado en una ruta parecida. Yo antes, tú ahora. Pero ¿sabes? Lo genial de descubrir que la procedencia del miedo es tan falsa como el miedo mismo, es que, entonces, aparece uno reflejado en ese espejo, mostrando lo que hay adentro detrás de esa costra roída por los años. Ahí estás tú: sin presupuesto, solo y con la posibilidad de que te rechacen una y mil veces. ¿Pero sabes qué es lo bueno de todo eso? No te importará, porque ya no estarás atado, no valdrán métodos ni estrategias, no habrá manuales ideales ni fábulas para reproducir, sólo estarás tú, tú contigo mismo y con la voluntad sana.
Cuando hablo contigo, me remonto a otro tiempo, es cierto. Sin embargo, la diferencia sustancial entre el pasado y el presente es que tú buscas la libertad.
Llegará un buen día en que las ficciones desaparecerán, y tendrás tu ansiada verdad. Entonces, ya no necesitarás coauching emocional, ni fórmulas, ni pasadizos secretos para esquivar a la multitud. Te tendrás a ti mismo, tendrás tu coraje, tus ganas, tu sentido del bien y una aproximación más honesta a lo que es vivir sin adornos y sin tener que ser excepcional.
Un buen día sabrás, pero antes, antes deja que caiga todo lo demás, deja que el miedo se desvanezca para que puedas ver que para tener un amplio espectro de ilusiones, es necesario creer, tener fe, dejar de pensar en que esta nada en nada quedará.
Reconquista tu fe, miedoso. Recupérala pronto para que esa bala no se desperdicie.
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