COLUMNA: Por fin es viernes. HOY: “Las cosas buenas que parezcan malas… no las hagas.” Viernes 9 de Octubre, Año del Bicentenario. D. D. OLMEDO.
COLUMNA: Por fin es viernes.
HOY: “Las cosas buenas que parezcan malas… no las hagas.”
Viernes 9 de Octubre, Año del Bicentenario.
D. D. OLMEDO.
Una de las pocas pero valiosas cosas que conservo con nitidez de mi abuelo, pasa por una frase que se me quedó grabada en el tímpano: “No hagas cosas buenas que parezcan malas; mejor no hagas nada”. Aún sin saber muy bien su contenido ulterior en aquel entonces, intuía que esas palabras tenían un mensaje potente. Y eso fue lo que descubrí tras el acontecer de episodios varios en estos últimos días…
No entiendo la envidia, menos aún la codicia, el control desmedido, el egoísmo, la vanidad, el ego exacerbado y todos esos zafarranchos que dejan como el ajo de mal parado al ser humano. Entiendo mucho menos todo eso cuando se me trata de arrancar una tajada, un pedazo de esta carcasa de la cual poco a poco queda prácticamente nada.
No puedo comprender que existan personas que me envidien.
¿Qué puede envidiársele a alguien que no tiene familia cercana, pareja, bienes o posesiones materiales, una tabla raza de donde agarrarse?
No comprendo.
Lo que si comprendo es cómo muchos seres humanos agotados, en un intento de expiar y de redimirse, emigren hacia otras vertientes, rutas, caminos u opciones que en poco tiene que ver con lo que el resto adopta como congruente.
Como muchos de ustedes sabrán, tras una experiencia dolorosa en la estructura jurídica, me vi forzada a abandonar el Derecho, creyendo que las personas que lo ejercían eran las más detestables del orbe. Pero del mismo modo, es decir, dolorosamente, llegué al triste convencimiento que en todas partes se cuecen las mismas hediondas habas…
La burbuja que me figuré, resultó ser más de lo mismo.
Muchas personas involucradas en el ámbito de Diseño y sobre todo, incluso, algunas bastante asertivas y creativas, se ven el la casi ridícula situación de medirse una y otra vez con sus pares. Por razones que desconozco, los de “allá” atraviesan kilómetros en extenso para decirle a los de “acá”, cuan cara de raja son en copia “modelos”, “patrones” y “diseños varios”.
¿En verdad existe algo verdaderamente único que ya no haya sido pensado en la ente humana?
En Diseño así como en otras ramas, ámbitos y/o actividades hay mucho talento, hay mucho don, desparpajo, motivación e inventiva. Pero también está todo lo otro; el esmero, la responsabilidad, la perseverancia, la dedicación y trabajo objetivo para lograr que ciertas aspiraciones se traduzcan en resultados visibles y viables a través del tiempo. Y estas fuerzas contribuyen al desarrollo en todas las actividades desplegadas, ya sea que se encuentren atravesadas por el Derecho, por la Medicina, por la Arquitectura, la Docencia, o cualquier otra actividad intermedia o técnica; ya por el esfuerzo de criar a los hijos o dedicar se con honradez y humildad a cualquier otro oficio que la vida nos presente y que queramos desempeñar dignamente. Todas las aristas de la vida requieren de estos componentes.
Empero, tuve que asistir de súbito al rompimiento de aquella burbujita que me fabriqué hace algún tiempo… Y la persona que insertó la aguja despilfarrando el oxigeno interior, no merece respetos de ningún tipo.
La vida exige bondades que no todos son capaces de generar; el promedio: tan sólo produce, pues sabe, se mide y respira a través de resultados medibles en ranking que posteriormente serán expuestos para ganar estatus. En otro tanto, una porción no despreciable, se cubre de capas pseudo intelectualoide que vendrían a afirmar, aquellas no delineadas en el envase y que requieren ser evidenciadas por falta de seguridad personal o por carencias varias de toda índole… Y esta el último grupo, el que renunció a los otros dos bandos porque se dio cuenta de que la vida es como un target resumido en: REZAR, COMER, AMAR (No sé si todos en el mismo orden).
A estas alturas, bien poco sospechoso me resulta que Jerome David Salinger haya explorado los recovecos del hinduismo y, posteriormente, del budismo; el desprecio de los medios de comunicación de masas y su auto enclaustramiento poseían una razón de peso: Huir a toda costa de los buitres que por una parte deseaban catalogarlo y por otra, sacarle un pedazo. Sino, pregúntemele al “famoso” AMIGO, con quién Salinger mantuvo correspondencia durante cuarenta años y quién, tras la negativa de aquel a firmarle un ejemplar de la Edición original de “El Guardián entre el centeno”, decidió “intempestivamente”, vender al mejor postor dichas misivas.
¡Con esta clase de amigos, para qué querer enemigos!
Estoy tratando de entender cómo es posible que los seres humanos hayamos llegado al punto en donde nos ubicamos hoy, absorbidos por la plata y sobrepasados por el marketing.
Si no pesas, no cuentas.
¿En qué parte de la historia se robaron el capítulo de REMEMOS HACIA EL MISMO LADO?
Hace algún tiempo, emprendí la difícil tarea de dejar la jornada segura del empleo, la renta fija a final del mes, la seguridad de un techo en buen barrio… Y muchas, muchas otras cosas que tardaría demasiado en enunciar… Lo dejé todo persiguiendo un sueño, una ilusión, algo así como “la” tincada de la vida… Pero a veces, un se convence tanto de algo que no se da cuenta que el empeño está en el convencimiento y no en el contenido del mismo.
Según yo, acoplarme a una comunidad de piso con gente desconocida no era un mal plan. Según yo, entregar mi sueño a la disposición de una extraña no era tan malo después de todo… SEGÚN YO: La única forma de cruzar el río era arriesgándome.
En el extraño mundo de D. D. OLMEDO, hay que desafiar el norte y hay que emprender travesías a través del desierto…
En mi mente quinceañera, algunas cosas eran de improbable acontecer, esto es, asaltos a manos armada, sacadas de madre, conchazos varios, subidas de tono y humillaciones de grueso calibre, pero más encima, solapadas. Para todo eso, claro, me habría quedado en el campo leguleyo ganando un sueldo que capea la mala fama.
Pero las cosas en el diseño se disfrazan y disimulan con un: “Que pena guachita…”
Lo que a los abogados les sobra; coraje y astucia, a gente que se cree diseñadora les hace bastante falta.
Para ser diseñadora, hay que tener el corazón puesto en el arte de cocer pulso a pulso el sueño que recoge los breteles, cada puntada dada en una prenda evoca la pasión puesta en dicho arte… como lo hace “Verónica Garay”, quien no ha dejado ni un sólo detalle al azar y que ha capeado bastantes olas para llegar al punto en donde se encuentra, o como lo han hecho las chicas de “Bésame”, quiénes con cada pétalo desafían a montones de chicas que persiguen, apenas, siquiera, llegar a un atisbo de lo que ellas han creado en cada accesorio.
Humildemente, lo mío es ensamblar y, recientemente, explorar dentro de mi corazón que en época de crisis, parece rescatar lo mejor de mi sentir, logrando la creación de unos tocados que parecen cobrar vida e historia en cada trazo.
Lo mío es combinar, es resaltar un símbolo dentro de un artículo que ojala, al menos durante un tiempo, sea único para quién con esfuerzo ha decidido pagar por el.
Yo no necesito copiar, no necesito vagar por ahí para adiestrar mis ideas inconclusas y sobre todo, ara mi, lo más importante es el proceso productivo, haber pasado horas de horas graneando qué va mejor con cual u otra pieza dentro de un contexto. Para mi, lo más interesante del ensamblaje es imaginar quién lo llevará puesto, quién lo lucirá y le dará vida propia, un cuento, un sello. Por eso no temo explorar varias líneas (aunque los accesorios en tela sean mis favoritos), lucho a diario con mi propio ego advirtiéndome que quizá, muchas de las cosas que acabe fabricando no sean del gusto mayoritario y que por lo mismo, debo acoger las peticiones de quienes han confiado en mi y gustan de mis terminaciones y promesa de exclusividad. Todos los días aprendo a través de los datos que me aportan las clientas y las amigas, todos los días trato de incorporar elementos nuevos en mi empresa en el sentido de aprender de la administración y sobre todo, de lo que este mercado esquivo puede retribuir como compensación a tanto esfuerzo.
Por eso, sé que el valor intrínseco de cada pieza no pasa por las lucas que van o vienen, sino, por haber dejado de pensar en ellas y sentirme esclava de los recursos financieros que nublan tanto la mente.
El despegarme del dinero me permite crear sin ambiciones y esperando que la retribución provenga del reconocimiento al trabajo más que a la fama.
Cada vez que veo una pieza concluida, entregada y lucida por alguien, entonces sé porqué renuncié a tantas y tantas cosas vanas.
A quiénes me conocen saben que soy como herrero con cuchillo de palo; casi nunca me pongo accesorios y de hecho, algunos que uso, ni siquiera llevan mi marca porque los he adquirido de otras diseñadoras a las que valoro y respeto como garantes del mundo creativo sano.
Lo mío es crear para los demás, igual como quien traza un lienzo, como quién escribe una obra, o como aquel que se desdobla por proporcionar sus conocimientos con el sólo ánimo del aprendizaje de las multitudes.
Por eso, disponer de unos metros de tela, comprar lo moldes y pagarle a una costurera no es diseñar, nada tiene que ver con crear.
Para que una tela sea considerada “buena”, debe prescindir del precio exhibido en una etiqueta.
El valor de la buena tela pasa por la calidad superior en las fibras y lamentablemente, la buena fibra no es algo que se venda en la calle Independencia.
Para poder diseñar con libertad y hacerse merecedor del prestigio bien ganado, hay que trabajar codo a codo con el sin fin de otros creadores, respetando sus dones, sus dotes y sus talantes… no aportillándolos, no sublimando el poder de convocatoria de los demás, no desacreditando a quienes han trabajado toda una vida para alcanzar un sueño que supera con creces el oficio de generar palta de caja chica.
Cuando compartes una comunidad de piso, quien se abarrota, quien se sobrepasa, quien es superado por el éxito de los demás sin contentarse con ello tiene dos graves problemas: Un corazón torcido y un bolsillo roto. Por eso, es altamente probable que cada cuota de amor se filtre, se escape, se desvanezca; por eso es seguro que las ganancias nunca pueden ver la luz de se capitalizadas.
No quiero comportarme como Fenicio desacreditando al comerciante del frente y responsabilizándolo por mis desgracias, nada que ver. Tan sólo quiero hacer gala de las enseñanzas adquiridas durante este tiempo y que dicen relación con saber gritar en el momento justo, saber chillar si es necesario y poder reclamar cuando algo aparece como injusto.
No quiero que mi corazón se pudra acumulando frustración adentro.
No quiero dejar de pedirle al universo que ante la presencia de gente limitada en esta vida, el destino siembre un poquito de amor en ellos y los haga ver cuánto daño le hacen a esta tierra.
Pero en vez de pagar con la misma moneda, prefiero pensar que el destino coloca ante mi la posibilidad de salir de un foco infeccioso y crecer, abrir mi mente, mis pensamientos y dejar que lo malo se vaya con el viento de primavera.
Nada se pierde, todo se transforma.



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