COLUMNA: Por fin es viernes. HOY: "Payaso". 18-12-09. D.D.Olmed.
COLUMNA: Por fin es viernes. HOY: "Payaso". 18-12-09.
COLUMNA: Por fin es viernes.
HOY: Payaso.
Viernes 18 de Diciembre.
D.D.OLMEDO.
He vuelto a fumar con vehemencia y es probable que la culpa la tengan unos Marlboro que me recuerdan el aroma de alguien en quien pienso bastante. El hábito de fumar te hace perder el apetito y por lógica consecuencia, perder algunos kilos y cuando pierdes kilos… yiajuuuuuuu… te sientes de maravilla. El sentirse de maravilla puede traer de vuelta a tu corazón mejores intensiones, se renueva la confianza y aterrizan dentro de ti, deseos de hacer mejor las cosas… De ahí que renazca la cepa original, aquello de qué estás formado, suspendido a razón de dolencias varias… todos tienen algo que aprender. Yo he ido aprendiendo secretamente cómo hacer mejor las cosas, pero aún no logro resolver el dilema central: cómo hacer para controlar la fórmula.
Estamos hechos de algo particular, y esa particularidad puede también jugarnos en contra. Antiguamente, para mi era fácil decir lo que pensaba, no esperaba nada, ni a favor ni en contra, sólo decía y hacía porque mi obrar fluía sin centrarse en los efectos o en las consecuencias… cada circunstancia permanecía separada de propósitos y no me cuestionaba la reflexión de los demás y en el cómo sus actuares finalmente podrían incidir en mi vida. Pero eso cambió. No sé quién es responsable, no sé si es quién te sindica porque fuiste ligera en una apreciación, no sé si es aquel que te censura por alguna omisión.
Resulta que ahora todos simplemente van con su comportamiento en todas direcciones, algunas dicen y hacen desmedidamente, otros se nublan y repliegan por temor a ser juzgados, la mayoría actúa y después medita… Yo, yo ahora me quedó empantanada en especular si lo que dije o hice fue demasiado… ¿Cuándo demasiado es demasiado pronto? Si el respaldo o argumento propio fuese el arrebato, el impulso, la naturalidad o espontaneidad misma, otro tango sonaría. ¿Quién podría en estos tiempos cuestionase una buena cuota de súbita originalidad? Quizá, los que piensan demasiado todo y se sienten intimidados en su jaula de certeza exacerbada. O tal vez, los que prefieren recoger las migas arrojadas para no olvidar cual es el camino correcto para volver sanos y salvos a casa.
Yo pensaba que mi propia moraleja me había transformado en alguien moderado… ¡Ja! Obvio que no. No se puede luchar contra lo que te otorgó la naturaleza y heme aquí, con una tremenda carga impositiva a la cual me es imposible renunciar; pago demasiados impuestos y la devolución es cada vez más exigua. Aún así, mi decir es sentir, mi obrar es caminar a prisa y vivir intensamente el ahora sin madurar lo que se viene, como se dice exprimir el jugo hasta que ya no quede ni una sola gota. Lo mío no es la dosificación porque lo mío no son las esperas, no sé qué hacer con ellas, no entiendo cómo administrarlas. Así que de un modo u otro, dicha carga irá en aumento. Se me cobra demasiado porque lo gasto casi todo.
Como nunca, intenté reprogramar mi lenguaje y mi actuar, pero el cuerpo siempre me traiciona, es como si tuviese vida propia olvidándose de la matriz encargada de enviar pulsaciones más apropiadas que la loca carrera que emprende cada vez que se aposta un gran angular por delante… en esa nueva gama de colores todo se ve brillante y tantas son las ganas de zambullirse, que la cabeza es cercenada.
Todos van a sabiendas en tantas direcciones…
A medida que crecí, tuve que convencerme que uno debía internalizar actitudes propias, decorosas y controladas… qué fastidio. Y así me quedé largo rato, creyendo que no debía hacer todo lo que latía adentro… que no llames tanto… que no digas todo… que no mires fijo… que no seas evidente… que no levantes la voz… que no muestres demasiado… que ponte a la defensiva… que no lo cuentes todo… que reserva una parte para otro día… que no te lances a la piscina antes de saber si hay agua en el fondo…
Pero esta forma de conducta lo único que hizo fue reventar úlceras del porte de un buque. Lo sé, las sigo sintiendo dentro de mí.
¿Si sientes algo dentro de ti por qué es malo exteriorizarlo? ¿De dónde surge la amenaza? ¿Por qué alguien podría censurarte y decirte cuánto es demasiado? ¿Dónde está la equivocación? ¿En qué parte de la instancia se pierde algo? ¿Por qué después de decir las palabras ellas se pierden como un eco en el viento? Probablemente por el tiempo, tiempo es lo que necesito y no veo la forma de domesticarlo.
Yo habría querido “decir” y recibir un abrazo de vuelta que durase mil años, atrapar esa mirada y sonrisa y que mi obturador hubiese pulsado intermitentemente para no perder ningún ángulo… Las personas no cambiamos, lo que se transforma son las circunstancias y su novedad envolviéndonos, pero la cepa es la misma; si somos miedosos y analíticos, ya está: LO SOMOS… si somos chacales de aventureros y nadie nos sigue el ritmo, FUE, así es no más, nadie va a salvarnos…
Me gustaría simplemente pararme en la cornisa y decir todo lo que se me venga en gana y de ahí, despegar, despegar mis pies, mi alma, mis ganas desbordándose… sin importar si allá abajo, en el fondo, hay o no agua en demasía. Pero la corriente me arrastra igual que al resto, igual que a toda las otras personas con todo y sus limitaciones corporales y lingüísticas, me arrastra tanto que sucumbo y soy, soy aquello formateado que escoge relucir porque hay una receta aceptada universalmente que hace más previsible el resultado.
Un amigo me escribía la otra vez: hay cosas que no son necesarias decirlas pues se dan por descontado, son… en buenas cuentas, que no había de repararse en ellas pues eran bastante obvias… ¿Pero qué pasa si esa obviedad no posee el mismo contenido para todas las personas? ¿Qué hay de ese contenido mal interpretado? ¿Qué pasa cuando en una facción de segundo lo que creíste pierde significado? Lo que abunda, no daña. Eso pienso yo.
Hay muchas buenas intenciones en el aire y nadie se esfuerza en agarrarlas… hay cosas buenas que parecen malas… hay sentimientos flotando que se pierden a consecuencia de la indecisión… hay montones de palabras que se escapan y se pierden de la magia de ser dichas en un momento y por alguien especial que las torna únicas…
No creo que precisar sea un pecado (ontológicamente, sería fantástico), no creo que haya frases demás, lo que existe es un abanico de interpretaciones subjetivas capaces de distorsionar el fidedigno pensamiento primero… lo que pasó justo por la mente en un milisegundo, lo que viste en los ojos de alguien justo al despedirte, lo que sentiste en un primer beso, lo que se te quedó en la guata antes de una primera caricia, las emociones combinadas que experimentaste estando en presencia de alguien que ha logrado conquistar tu corazón… No creo que exista una mejor forma de corroborarlo que diciéndolo, que expresándolo, que haciéndolo notar, que subrayándolo, que eliminando cualquier duda o sombra de interpretación diversa de aquella que realmente es.
Pero todos nosotros, somos enfermos de ambiguos, volátiles, cabrones de rudos, creemos que muchas veces no hay que hacer nada, no se debe decir nada… si alguien te dice, “te quiero” y el otro responde: “yo también”, entonces eso es lo correcto, lo previsible, lo que debe acontecer… Me pregunto entonces: ¿Y qué hay de la particularidad, de la peculiaridad, del ser diferente y especial para un apersona en particular? Una madre, ve como alguien único a su hijo, jamás osaría a verlo como un cualquiera y de todas las formas posibles le hace sentir eso, que es “el hijo” y que como tal, vale, es amado y es incluido; el amante intrépido no deja jamás de sorprender a su amante, con locuras, con intensidad, con pasión; el amigo fiel está siempre, de alguna manera se las ingenia, se hace el tiempo, se arranca, acude, no vacila, tiende la mano si el lazo es reclamado con urgencia en medio de la turbulencia… quién ama, quién quiere, quien estima, quien extraña, quien aprecia, quien valora, quien aquilata lo que es verdaderamente importante en la vida, lo verbaliza, lo da como algo natural pues es parte integrante de su vida… Así siento yo.
Pero en Limitandia, las cosas funcionan de un modo diferente.
En este país del casi Bicentenario, todas las emociones fluyen incoherentemente.
No digas, no hagas, no seas tú ciento por ciento, reserva algo para mañana, búscate un curso intensivo para saber qué quiere, cómo lo quiere y cuándo lo quiere… no importan las fe de errata porque no existen, es decir, todo está clarificado, todo funciona como debe funcionar, todo es cómo se previó que sería, nada para la casualidad… ¿a qué tipo de empleo calificas? Ah, a ese, entonces levanta la ceja izquierda, vulnera el test de rochas, cruza la pierna y no cruces las manos… ¿Vas a una cita a ciegas? Ah, entonces, no hables de tu pasado, no reveles tanta información, no parezcas necesitado, no seas evidente no digas todo lo que sabes… Ah y por sobre todo, no te muestres emancipada ni autosuficiente, se menos inteligente, has comentarios desacertados, se casual pero no lesa, se amorosa pero no pegote, se divertida pero no loca, se auténtica pero no marciana, se cautivadora pero no melosa, se segura de ti misma pero no arrogante, se decidida pero nunca tomes la iniciativa… qué van a pensar de ti… Capaz que en una de esas, con un poco de suerte y con la alineación de planetas, resulte. ¡Ja!
He querido tantas veces renunciar a mi nacionalidad… tantas…
Sin embargo, de cuando en cuando, aparece en escena un nuevo actor cuyo repertorio desconozco; algo que veo en su performance apenas entra en escena me cautiva. Cuando lo vi por primera vez, más que actor me pareció un menudo payaso, histriónico, acertado y creativo; como pocos improvisaba inteligentemente las escenas más complicadas y casi siempre, durante todo el rato que duró la obra, empleó excelentes estrategias para llegar al público. Este actor me hizo sentir especial, como si yo estuviese sentada en primera fila en consecuencia que le miraba dese la última… yo creo que captó mi incredulidad y mi exigencia, mi crítica y mi pasión por la buena actuación. Pausadamente, exploró facetas en que pude observar su estructura analítica, su obrar mesurado y su paso lento… sus movimientos más bien parecían sacados de contexto sin que por ello creyese que estaba sobreactuado. ¡Qué payaso tan preocupado de hacer reír! Pensé. Si sólo viera que en medio del silencio asombra, quizá no llevaría tanta carga sobre sus hombros; quizá no necesitaría gafas oscuras para camuflar lo que busca mientras mira.
He asistido a otras funciones y con uno que otro matiz, he podido verlo enajenado, absorto en la caracterización de un ser molesto, enrabiado, ensimismado… o de alguien cansado por los avatares diarios, le he sentido hambriento de expectativa y huyendo del tedio, creo que ha sido capaz de ir de extremo a extremo en un mismo momento, compartir su acervo, sus ganas, algunas de su ideas, su corazón rockero incendiario, también le he sentido ausente, despegado y lejano… y en todas esas cuestiones sigue siendo el mismo actor principal, nunca de reparto.
¿Cuándo demasiado es demasiado pronto? Eso me pregunto yo.
Demasiado es demasiado quizá, cuando uno recibe harto y de buena calidad de un momento a otro sin haberlo esperado. Tal vez, cuando en otras funciones nunca fuiste considerado, cuando en todas las otras presentaciones no fuiste integrado y el actor principal jamás pensaba en sus compañeros de reparto. Entonces, si intempestivamente este nuevo actor te muestra un género distinto te preguntas… ¿Es esto demasiado?
Busqué información sobre este payaso y prácticamente no encontré mucho. Sé de él que es un provinciano novato, resciliente y bien portado (aunque off the record se dice que hay que atravesar todo un universo para entenderlo y descubrirlo), que cada vez que su presentación está en cartelera, se concentra, se aplica para “darlo todo”; cuando él entra en escena siempre lo ves VIVO. Por eso yo creo que hay algo tan intrigante en su persona, algo que me hace pensar en su actuar varias veces al día, hasta repasar su banda sonora porque de ella aprendo cosas sobre él, sobre su pasado y sobre su presente, sobre cómo es en lo más profundo de su corazón; muchas verdades se escriben estrofa tras estrofa...
Fundamentalmente me llega su sonrisa e impacta cómo puede sonreírse a pesar de sus días cansados, no cualquiera despliega ese esfuerzo de buena gana. Y por eso yo espero, espero que su compañía no lo saque de cartelera en harto rato y aunque sé que tienes unas gruppies estrafalarias y majaderas que llegaron antes a sentarse en primera fila… yo siempre me digo en secreto y en silencio:
Que babeen no más ¡Las últimas serán las primeras!
COLUMNA: Por fin es viernes.
HOY: Payaso.
Viernes 18 de Diciembre.
D.D.OLMEDO.
He vuelto a fumar con vehemencia y es probable que la culpa la tengan unos Marlboro que me recuerdan el aroma de alguien en quien pienso bastante. El hábito de fumar te hace perder el apetito y por lógica consecuencia, perder algunos kilos y cuando pierdes kilos… yiajuuuuuuu… te sientes de maravilla. El sentirse de maravilla puede traer de vuelta a tu corazón mejores intensiones, se renueva la confianza y aterrizan dentro de ti, deseos de hacer mejor las cosas… De ahí que renazca la cepa original, aquello de qué estás formado, suspendido a razón de dolencias varias… todos tienen algo que aprender. Yo he ido aprendiendo secretamente cómo hacer mejor las cosas, pero aún no logro resolver el dilema central: cómo hacer para controlar la fórmula.
Estamos hechos de algo particular, y esa particularidad puede también jugarnos en contra. Antiguamente, para mi era fácil decir lo que pensaba, no esperaba nada, ni a favor ni en contra, sólo decía y hacía porque mi obrar fluía sin centrarse en los efectos o en las consecuencias… cada circunstancia permanecía separada de propósitos y no me cuestionaba la reflexión de los demás y en el cómo sus actuares finalmente podrían incidir en mi vida. Pero eso cambió. No sé quién es responsable, no sé si es quién te sindica porque fuiste ligera en una apreciación, no sé si es aquel que te censura por alguna omisión.
Resulta que ahora todos simplemente van con su comportamiento en todas direcciones, algunas dicen y hacen desmedidamente, otros se nublan y repliegan por temor a ser juzgados, la mayoría actúa y después medita… Yo, yo ahora me quedó empantanada en especular si lo que dije o hice fue demasiado… ¿Cuándo demasiado es demasiado pronto? Si el respaldo o argumento propio fuese el arrebato, el impulso, la naturalidad o espontaneidad misma, otro tango sonaría. ¿Quién podría en estos tiempos cuestionase una buena cuota de súbita originalidad? Quizá, los que piensan demasiado todo y se sienten intimidados en su jaula de certeza exacerbada. O tal vez, los que prefieren recoger las migas arrojadas para no olvidar cual es el camino correcto para volver sanos y salvos a casa.
Yo pensaba que mi propia moraleja me había transformado en alguien moderado… ¡Ja! Obvio que no. No se puede luchar contra lo que te otorgó la naturaleza y heme aquí, con una tremenda carga impositiva a la cual me es imposible renunciar; pago demasiados impuestos y la devolución es cada vez más exigua. Aún así, mi decir es sentir, mi obrar es caminar a prisa y vivir intensamente el ahora sin madurar lo que se viene, como se dice exprimir el jugo hasta que ya no quede ni una sola gota. Lo mío no es la dosificación porque lo mío no son las esperas, no sé qué hacer con ellas, no entiendo cómo administrarlas. Así que de un modo u otro, dicha carga irá en aumento. Se me cobra demasiado porque lo gasto casi todo.
Como nunca, intenté reprogramar mi lenguaje y mi actuar, pero el cuerpo siempre me traiciona, es como si tuviese vida propia olvidándose de la matriz encargada de enviar pulsaciones más apropiadas que la loca carrera que emprende cada vez que se aposta un gran angular por delante… en esa nueva gama de colores todo se ve brillante y tantas son las ganas de zambullirse, que la cabeza es cercenada.
Todos van a sabiendas en tantas direcciones…
A medida que crecí, tuve que convencerme que uno debía internalizar actitudes propias, decorosas y controladas… qué fastidio. Y así me quedé largo rato, creyendo que no debía hacer todo lo que latía adentro… que no llames tanto… que no digas todo… que no mires fijo… que no seas evidente… que no levantes la voz… que no muestres demasiado… que ponte a la defensiva… que no lo cuentes todo… que reserva una parte para otro día… que no te lances a la piscina antes de saber si hay agua en el fondo…
Pero esta forma de conducta lo único que hizo fue reventar úlceras del porte de un buque. Lo sé, las sigo sintiendo dentro de mí.
¿Si sientes algo dentro de ti por qué es malo exteriorizarlo? ¿De dónde surge la amenaza? ¿Por qué alguien podría censurarte y decirte cuánto es demasiado? ¿Dónde está la equivocación? ¿En qué parte de la instancia se pierde algo? ¿Por qué después de decir las palabras ellas se pierden como un eco en el viento? Probablemente por el tiempo, tiempo es lo que necesito y no veo la forma de domesticarlo.
Yo habría querido “decir” y recibir un abrazo de vuelta que durase mil años, atrapar esa mirada y sonrisa y que mi obturador hubiese pulsado intermitentemente para no perder ningún ángulo… Las personas no cambiamos, lo que se transforma son las circunstancias y su novedad envolviéndonos, pero la cepa es la misma; si somos miedosos y analíticos, ya está: LO SOMOS… si somos chacales de aventureros y nadie nos sigue el ritmo, FUE, así es no más, nadie va a salvarnos…
Me gustaría simplemente pararme en la cornisa y decir todo lo que se me venga en gana y de ahí, despegar, despegar mis pies, mi alma, mis ganas desbordándose… sin importar si allá abajo, en el fondo, hay o no agua en demasía. Pero la corriente me arrastra igual que al resto, igual que a toda las otras personas con todo y sus limitaciones corporales y lingüísticas, me arrastra tanto que sucumbo y soy, soy aquello formateado que escoge relucir porque hay una receta aceptada universalmente que hace más previsible el resultado.
Un amigo me escribía la otra vez: hay cosas que no son necesarias decirlas pues se dan por descontado, son… en buenas cuentas, que no había de repararse en ellas pues eran bastante obvias… ¿Pero qué pasa si esa obviedad no posee el mismo contenido para todas las personas? ¿Qué hay de ese contenido mal interpretado? ¿Qué pasa cuando en una facción de segundo lo que creíste pierde significado? Lo que abunda, no daña. Eso pienso yo.
Hay muchas buenas intenciones en el aire y nadie se esfuerza en agarrarlas… hay cosas buenas que parecen malas… hay sentimientos flotando que se pierden a consecuencia de la indecisión… hay montones de palabras que se escapan y se pierden de la magia de ser dichas en un momento y por alguien especial que las torna únicas…
No creo que precisar sea un pecado (ontológicamente, sería fantástico), no creo que haya frases demás, lo que existe es un abanico de interpretaciones subjetivas capaces de distorsionar el fidedigno pensamiento primero… lo que pasó justo por la mente en un milisegundo, lo que viste en los ojos de alguien justo al despedirte, lo que sentiste en un primer beso, lo que se te quedó en la guata antes de una primera caricia, las emociones combinadas que experimentaste estando en presencia de alguien que ha logrado conquistar tu corazón… No creo que exista una mejor forma de corroborarlo que diciéndolo, que expresándolo, que haciéndolo notar, que subrayándolo, que eliminando cualquier duda o sombra de interpretación diversa de aquella que realmente es.
Pero todos nosotros, somos enfermos de ambiguos, volátiles, cabrones de rudos, creemos que muchas veces no hay que hacer nada, no se debe decir nada… si alguien te dice, “te quiero” y el otro responde: “yo también”, entonces eso es lo correcto, lo previsible, lo que debe acontecer… Me pregunto entonces: ¿Y qué hay de la particularidad, de la peculiaridad, del ser diferente y especial para un apersona en particular? Una madre, ve como alguien único a su hijo, jamás osaría a verlo como un cualquiera y de todas las formas posibles le hace sentir eso, que es “el hijo” y que como tal, vale, es amado y es incluido; el amante intrépido no deja jamás de sorprender a su amante, con locuras, con intensidad, con pasión; el amigo fiel está siempre, de alguna manera se las ingenia, se hace el tiempo, se arranca, acude, no vacila, tiende la mano si el lazo es reclamado con urgencia en medio de la turbulencia… quién ama, quién quiere, quien estima, quien extraña, quien aprecia, quien valora, quien aquilata lo que es verdaderamente importante en la vida, lo verbaliza, lo da como algo natural pues es parte integrante de su vida… Así siento yo.
Pero en Limitandia, las cosas funcionan de un modo diferente.
En este país del casi Bicentenario, todas las emociones fluyen incoherentemente.
No digas, no hagas, no seas tú ciento por ciento, reserva algo para mañana, búscate un curso intensivo para saber qué quiere, cómo lo quiere y cuándo lo quiere… no importan las fe de errata porque no existen, es decir, todo está clarificado, todo funciona como debe funcionar, todo es cómo se previó que sería, nada para la casualidad… ¿a qué tipo de empleo calificas? Ah, a ese, entonces levanta la ceja izquierda, vulnera el test de rochas, cruza la pierna y no cruces las manos… ¿Vas a una cita a ciegas? Ah, entonces, no hables de tu pasado, no reveles tanta información, no parezcas necesitado, no seas evidente no digas todo lo que sabes… Ah y por sobre todo, no te muestres emancipada ni autosuficiente, se menos inteligente, has comentarios desacertados, se casual pero no lesa, se amorosa pero no pegote, se divertida pero no loca, se auténtica pero no marciana, se cautivadora pero no melosa, se segura de ti misma pero no arrogante, se decidida pero nunca tomes la iniciativa… qué van a pensar de ti… Capaz que en una de esas, con un poco de suerte y con la alineación de planetas, resulte. ¡Ja!
He querido tantas veces renunciar a mi nacionalidad… tantas…
Sin embargo, de cuando en cuando, aparece en escena un nuevo actor cuyo repertorio desconozco; algo que veo en su performance apenas entra en escena me cautiva. Cuando lo vi por primera vez, más que actor me pareció un menudo payaso, histriónico, acertado y creativo; como pocos improvisaba inteligentemente las escenas más complicadas y casi siempre, durante todo el rato que duró la obra, empleó excelentes estrategias para llegar al público. Este actor me hizo sentir especial, como si yo estuviese sentada en primera fila en consecuencia que le miraba dese la última… yo creo que captó mi incredulidad y mi exigencia, mi crítica y mi pasión por la buena actuación. Pausadamente, exploró facetas en que pude observar su estructura analítica, su obrar mesurado y su paso lento… sus movimientos más bien parecían sacados de contexto sin que por ello creyese que estaba sobreactuado. ¡Qué payaso tan preocupado de hacer reír! Pensé. Si sólo viera que en medio del silencio asombra, quizá no llevaría tanta carga sobre sus hombros; quizá no necesitaría gafas oscuras para camuflar lo que busca mientras mira.
He asistido a otras funciones y con uno que otro matiz, he podido verlo enajenado, absorto en la caracterización de un ser molesto, enrabiado, ensimismado… o de alguien cansado por los avatares diarios, le he sentido hambriento de expectativa y huyendo del tedio, creo que ha sido capaz de ir de extremo a extremo en un mismo momento, compartir su acervo, sus ganas, algunas de su ideas, su corazón rockero incendiario, también le he sentido ausente, despegado y lejano… y en todas esas cuestiones sigue siendo el mismo actor principal, nunca de reparto.
¿Cuándo demasiado es demasiado pronto? Eso me pregunto yo.
Demasiado es demasiado quizá, cuando uno recibe harto y de buena calidad de un momento a otro sin haberlo esperado. Tal vez, cuando en otras funciones nunca fuiste considerado, cuando en todas las otras presentaciones no fuiste integrado y el actor principal jamás pensaba en sus compañeros de reparto. Entonces, si intempestivamente este nuevo actor te muestra un género distinto te preguntas… ¿Es esto demasiado?
Busqué información sobre este payaso y prácticamente no encontré mucho. Sé de él que es un provinciano novato, resciliente y bien portado (aunque off the record se dice que hay que atravesar todo un universo para entenderlo y descubrirlo), que cada vez que su presentación está en cartelera, se concentra, se aplica para “darlo todo”; cuando él entra en escena siempre lo ves VIVO. Por eso yo creo que hay algo tan intrigante en su persona, algo que me hace pensar en su actuar varias veces al día, hasta repasar su banda sonora porque de ella aprendo cosas sobre él, sobre su pasado y sobre su presente, sobre cómo es en lo más profundo de su corazón; muchas verdades se escriben estrofa tras estrofa...
Fundamentalmente me llega su sonrisa e impacta cómo puede sonreírse a pesar de sus días cansados, no cualquiera despliega ese esfuerzo de buena gana. Y por eso yo espero, espero que su compañía no lo saque de cartelera en harto rato y aunque sé que tienes unas gruppies estrafalarias y majaderas que llegaron antes a sentarse en primera fila… yo siempre me digo en secreto y en silencio:
Que babeen no más ¡Las últimas serán las primeras!



Comentarios
Publicar un comentario