COLUMNA: Por fin es viernes. HOY: "Se siente bien". 11-12-09. D.D.Olmedo.
COLUMNA: Por fin es viernes. HOY: "Se siente bien". 11-12-09.
COLUMNA: Por fin es viernes.
HOY: Se siente bien.
D.D. OLMEDO.
Viernes 11, Diciembre de 2009.
01:15 horas.
A ratos me he preguntado cómo es posible que la vida cambie drásticamente de un momento a otro… la viuda de setenta y tantos se encuentra un novio bien dotado de treinta y muere feliz de tanto gozar la vida y nótese que nunca conoció la palabra orgasmo; el que jamás creyó, encuentra una religión ad-hoc que le sobrecoge hasta los huesos; el que decía “no me enamoraré otra vez”, se atonta de amor como si tuviese quince; las grandes corporaciones cayeron estrepitosamente y sólo en ese momento pudimos enterarnos cuánto verdaderamente costaba fabricar un Chrysler; los que se juraron soltería empedernida, acabaron montando un nido; los que pretendían un nido, aceptaron que apenas era la punta del iceberg… todo cambia de un momento a otro y es realmente increíble…
Las personas que viven sumidas en la rutina confortable de lo dicho, de lo “aceptable” y “previsible”, probablemente rodarían infartadas ante el primer viento que iluminase cualquier tipo de cambios; es imposible se adapten a esa cosa vertiginosa que implica vivir en este mundo acelerado. Mientras las sociedades del orbe envejecen, más tremenda se torna la evolución del cambio… Pero hay cambios intrascendentales, como la fachada que se recubre durante el curso de la semana; yo me refiero a los cambios importantes, como aprender a botar la piel que intoxicaba el alma y jamás volver a precisar de ella. Hablo de cambios que implican rotar de escenario y salir airoso de dicha circunstancia, como por ejemplo: acabar una relación y comprender sensatamente que no existen segundas partes. Ya no.
De cualquier forma, cuando cambias de circunstancia, dentro del trastorno mismo que significa lidiar con la tristeza del ocaso, hay cosas realmente buenas, hay cosas francamente inolvidables que te hacen ser mejor persona y eso es lo que todos deberíamos conservar.
No sé cómo pude olvidar tantos eventos importantes, es impresionante. Yo siempre fui rauda en aprender detalles rebuscados de mis bandas favoritas y de un tiempo para otro, me enfrasqué en los olvidos crónicos; me olvidé conscientemente de particularidades que siempre me hicieron la vida interesante y más agradable. Cómo es la mente de traicionera; algunos lo interpretarían como el poder que posee el cerebro al salvarte las pocas neuronas viables que te quedan tras una feroz contienda. Y quizás, tengan razón. Pero también puede haber muchas otras explicaciones.
Escogí dejar de escuchar cierta música, apartarme de ciertas rutas, abandonar comportamientos y viejas costumbres, erradicar a algunas experiencias y a los personajes que las hicieron posibles, cambié tantas cosas para colocarme a salvo que hoy, después de mucho tiempo de caminar con mi alma torcida, comprendo cómo aquellas ediciones acabaron cobrándome peaje. Yo estaba “segura” que segregando estaría a salvo, que dejando de frecuentar sitios cambiarían muchas cosas pero lo único que ocurrió fue que el corazón terminó por afligirse y transformarse temporalmente en algo osco, rudo, oscuro. Músculo que no se usa, se atrofia. ¡Cierto!
Es justamente aquello que nos gusta y que abandonamos (forzadamente) lo que hace falta en el ahora, en el día a día, en el correr de las horas y las semanas. Y ahora que lentamente vuelve a mi carcaza, entiendo lo mucho que le extrañaba…
Yo me sabía hasta los detalles más extravagantes de la configuración de una notable banda grunge de los noventa, sabía el nombre under con el que partieron originalmente, nombre de un beisbolista norteamericano cuya camiseta 10, posteriormente bautizaría uno de los discos más notables producidos en Seattle. Sabía de esos comienzos, sabía la chamuchina detrás de bambalina y me encantaba compartir esos datos. Sabía de las alianzas entre Layne y Criss, sabía de las andanzas de los Temple of de dog, sabías que un chili ppepers fue nexo entre Vedder y Jack Irons, y obviamente, del demo famoso revelador -al fin y por fin- de una de de las voces más emblemáticas de todos los tiempos de la música (sino, óiganse la banda sonora de into the wild). Entre recuerdo y recuerdo, se me vino a la mente unas jornadas con Mad Season de fondo, con leyendas sobre alianzas inolvidables y las muchas versiones de canciones que hacen mágica a una historia. Y ahí te dices: ¡Hey! ¿Cómo fue que lo extraviaste?
Hacía demasiado tiempo que no me daba cuenta de qué cosas me han hecho realmente feliz; la música es una de ellas, por algo pretendí ser dj, por algo busqué dentro de tantas vertientes. Desde de imberbe tuve un nexo especial con la música, Mi abuelo tocaba el clarinete y cultivaba su oído más que excepcional, habían en su casa unos vinilos increíbles y en esa familia siempre se escuchó buena música; cómo no influenciarse. Me acuerdo que con cero inglés cantaba de memoria canciones de los Rolling, de los Who, de los Beatles… Ya en esos tiempos sabía quién era Neil Young y que la sensación en la guata al oírlo era realmente intensa… Ahora recuerdo todo como si hubiese pasado ayer. Pasaba mucho tiempo escuchando música, buena música y de repente, por cobarde y nenita, dejé de hacerlo. Preferí llorar y renegar, hacer de cuenta que jamás podría rebobinar la cinta. Y todo porque el lado B de las cosas se encaprichó en mostrar lo suyo.
Es cierto que la cabeza se cubre, porque uno se encarga de editar las partes que hacen mal, las que revuelven y colocan todo de cabeza y te dejan a medio morir saltando, por eso creo que uno nunca debiese despedir a su director de arte, éste es el único que eventualmente podría recordarte con paciencia salomónica qué cosas no debes editar aunque todo el mundo te recriminé, puede que en el trayecto uno se sienta tentado de bajarle el sueldo por incompetente y despistado, cuando se va en la volá y te hace escuchar una y otra vez en tu cabeza cierta melodía que necesitas archivar y que insistió en remasterizar en complicidad con el sonidista. Con todo, hay que hacer que respire dentro de uno, darle una dieta justa, unos viáticos que le permitan estar ahí para cuando realmente se le necesite con extrema urgencia. ¿Cómo se puede renunciar a la pasión? La pasión te salva, te conmueve, te involucra con los demás, te conecta y te entrelaza con quienes jamás pensaste embarcar… algo así como unirse a un gentío ocasional y cantar “Hotel California” con una tropa de desconocidos en medio de una noche cualquiera en Londres…
Hay personas que cultivan cierta afición como si ello fuese igual de importante que un hábito, la hacen parte de sí mismos porque de otro modo la vida sería demasiado cruda para masticarla de una sola vez. No digo que el silencio no sirva, es necesario en algunas épocas, pero el sonido y del bueno, debiese estar siempre presente en nuestros días, por las noches, en las tardes de fomingo que pueden convertirse en algo inesperado e inimaginado, agarrar un bajo y sacarle sonido, aunque tan solo sea un juego, aunque uno sea un mera aprendiz contemplando fascinada ante la aparición de un extraño devolviéndote la capacidad de asombro…
Las canciones representan historias, vivencias que alguien quiso compartir con un entorno desconocido pero universal, que se adentran en sus propias fantasías y que adhieren a una forma de contar hechos que quizá, puedan diagnosticar idénticos finales, comienzos, peculiaridades… cada vez que escuchas la letra de un buen tema, puedes figurarte qué estaba pasando en ese mismo instante su autor, qué llevó a componer ese tema, qué cosas tuvieron que pasar para que esas palabras rimaran en una entonación… y ahí, entremedio, entremedio estás tú, diciéndote hey, a mi me pasó la misma cosa… y entonces, entonces haces tuya esa canción, la colocas en la esquina de una de tus propias escenas y deja de ser ajena, se vuelve parte de ti.
El paso lento de uno pudo ser perfectamente la agonía de otro, las lágrimas tras ver a alguien partir pudieron ser las derramadas por millones de personas en diferentes espacios de tiempo, la ansiedad ante un estímulo pudo envolverse en una frase para el bronce que quedó registrada en los anales de la historia con una tinta indeleble, citada por varias generaciones; el album The Wall es un buen ejemplo a nivel societario.
Es cierto que hay personas que son eminentemente visuales y menos auditivas, casi todos los estímulos los reciben en pequeños cortocircuitos entrando a través del prisma del ojo, pero aún así, ahí está el registro de algo sonoro que se queda dando vuelta. Un buen comercial por ejemplo casi siempre te hace recordar la música de fondo.
No tengo claro si la pérdida de estos propulsores se deba al envejecimiento, no lo creo, no existirían músicos como Jagger de los stone saltando arriba de un escenario hasta quedar tirado. No lo creo. Yo pienso que uno es quien se auto limita, como dije hace un momento, se edita majaderamente sacrificando una parte importante con el fin-propósito de que no duela tanto o duela un poco menos. Pero ¿qué hubiera ocurrido si yo me hubiese convencido del desperfecto irremediable de mi radar? Seguramente, me habría mantenido al margen creyendo que ser menos auténtica era la dosis, era la cuota que el resto demandaba de mí, que demandan de uno. Quizá, habría sugerido que andar pensando en el soundtrack de la vida de uno mismo era una soberna payasada, que el tema gravitante versaba sobre focalizar y hacer lo que te piden sin desordenar demasiado el gallinero, obedecer y acatar sin colocar de relieve qué cosas mueven el espíritu. Tanto te dicen qué cosas son las apropiadas de realizar que acabas por realizarle el sueño a los demás, menos a ti mismo.
Afortunadamente existen aves que vuelan mucho más arriba de nosotros, gente de espíritu libre que no deserta y que no se somete, que no se desgarran porque awantan a punta de rock, a punta de pasión esgrimida en cada estrofa que corean cada vez que les es posible. La buena música no sólo moviliza el cuerpo en distintas direcciones, esa música en particular es capaz de regenerar tejidos, extirpar tumores malignos, erradicar corrientes heladas sobre todo en invierno… toda esa buena música es capaz de reflotar y traer de vuelta a la vida a un eterno paciente comatoso. Acabo de despertar de un largo trance y apenas si puedo creerlo.
Es curioso, alguien que ya no está siempre me decía: Pero Ángela, no estés triste, aunque no lo creas mañana de todos modos va a salir el sol. Y si, eso justamente pasaba, aunque yo insistía en que el pronóstico era “nublado” con vaguada costera, al final, cuando las horas de la noche se esfumaban, el sol siempre era intenso y brillante. Todas esas veces subí el volumen y la sensación era realmente para destacar.
Aunque resulte difícil de creer, y sobre todo en momentos en que puede que muchos de ustedes estén tristes, enojados, molestos, viscerales, engreídos, sulfurados, necios o arrebatados, por la razón o motivo que sea, hagan la prueba, búsquense un temita de antología que les traiga a la mente algo sin par, algo especial y entenderán de qué les hablo… he ahí la vuelta de tuerca que removerá anquilosadas capas de oxido macizo… y si pueden, agreguen una buena coreografía que los haga sudar. La música es una gran terapia, pero no sería lo mismo si de la nada no apareciese un propulsor nuevecito de paquete que viniese a reponer las bobinas desgastadas, aportando watts ideales para que la maquinaria pesada vuelva a andar.
Encontrarse un motor de estos con tal calidad de wattaje es algo inesperado para mí y vaya que ha sido megasorprendente. Yo que me aseguraba jamás volver a navegar sobre una delicada cáscara de nuez y sin embargo, oigo delfines, oigo abejas, oigo el sonido del mar aunque Stanley esté frío y enterrado bajo siete capaz de tierra. Aún así oigo su voz punzante y ya no duele más, ya no irrita el estómago ni produce urticaria… mientras escucho el susurro me imagino se han renovado las ganas de pelear, de vencer a todo lo que se ponga por delante, de cambiar y dejar de temer tanto a que las cosas cambien, a que la gente pase, a que la gente no se detenga y siempre siga adelante, a desprenderse de todo inclusive de mi misma pero con la convicción de que siempre puedes crear, unirte, formar equipos, coaliciones, fuerzas que muten y se renueven, aún cuando todo eso pueda eventualmente también disolverse…
Cuando te topas con un buen catalizador, uno debiese sostenerlo con uñas y dientes, son motores que ya no se fabrican y aparecen comisionados por obra y gracia de las divinidades. Uno debiese poder tomarlo, mirarlo de frente y decirle una y mil veces: “NO VUELVAS A DESAPARECERTE Y SI POR ABC MOTIVO DEBES EMIGRAR, DÉJAME UNA BUENA HERENCIA, DÉJAME ALGO TRASCENDENTAL PARA RECORDARTE, DÉJAME UNA PARTE DE TI PARA NUNCA MÁS OLVIDAR QUÉ COSAS SON LAS IMPORTANTES, DÉJAME ALGO QUE NO HUELA A PRODUCCIÓN EN SERIE, REGÁLAME UNA BATERÍA DE ENERGÍA QUE ME PERMITA COMBINAR TANTOS FACTORES, DEPURARLOS Y HACER UNA MEJOR VERSIÓN DE MI Y ASÍ PODER MIRAR TODO LO QUE VIENE”.
Es extraño y es increíble asistir ante una panorámica en la cual ves cómo es que Dios hace todas las cosas… yo que creía jamás volver a un lugar físico particular, una trinchera que ardió y que se apagó… heme ahí, caminando las mismas calles de hace tantos años sintiendo todo diferente; las mismas melodías pero con otras variantes; yo misma envuelta en tanta novedad y no deja de impactarme.
A veces, uno se convence tanto de algo que lo adopta casi como doctrina, ahí parten todas las debacles. Los sueros no duelen, lo que duele es el aferrarse tanto y ver morir al médico que te surtía de receta todos los meses.
Este es el momento en que me subo encima de todas mis patrañosas malas costumbres, viejos hábitos, demonios y fantasmas y les digo: ¡Vaya vaya, por Dios que se ven insignificantes!
Tengo ganas de madrugar y aprender todo lo que quieras traspasarme…
Tengo ganas de saltar a primera hora de la mañana y bailar contigo un tema indecente…
Tengo unas inconfesables ganas de poner música de fondo y armar una respetable banda de cómplices…
Tengo ganas de menear la cabeza como su fuese el baterista barbudo de los Mupetts…
Quiero recorrer tus venas y beberme el buen rock que atraviesa por de ellas…
Quiero descubrir el punto que está detrás del horizonte sin temer a lo que pueda suceder todos los otros días después de mañana.
I wanna rock!!!!!



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