COLUMNA: Por fin es viernes HOY: “Target” Viernes 8-01-10 D. D. OLMEDO.

COLUMNA: Por fin es viernes
HOY: “Target”
Viernes 8-01-10
D. D. OLMEDO.

Esta semana tuve una de esas conversaciones que uno quisiera haber tenido hace mucho tiempo atrás, de esas en que uno aprende a coscacho limpio que hay “disquisiciones” para las cuales definitivamente no existe consenso universal… Algo que podría verse nítido, pacífico y congruente, de pronto deviene en ¡cueck! ¿Cómo? ¿Cómo pasan estas cuestiones?

Resulta que mientras yo andaba excitada asistiendo a funciones repetidas (las que supuse apresuradamente a tablero vuelto), sucedía que tras bastidores se representaba una versión off the record bastante diferente; he ahí donde se desarrollaba la verdadera actuación que uno no debía dejar de presenciar…

Yo me preguntaba hace unos cuantos días atrás cómo fue posible que alguien repentinamente descollase entremedio de la multitud, cómo fue posible fascinarse de pronto con un actor desconocido sin tener conocimientos mínimos a cerca de su pasado, de su carrera circense, de todas aquellas cuestiones que hacen a una persona especial y destacable de entre lo corriente… Y esa reflexión, ahora lo veo, fue motivada por la energía personal mucho más allá de las dotes particulares de dicho actor… Es que soy una eterna optimista, soy de esas tipas que creyeron durante mucho tiempo en el cuento del príncipe azul y creo que ello devino en una versión exuberante de cierta Penélope que espera y espera sin siquiera mover un músculo cuando oye un pitazo de silbato en el andén; nadie baja de ningún tren y pareciera que mi conciencia se rebela ante eso. También me he convertido en una insubordinada.

Los actores de carácter suelen trabajar toda una vida. Si son ególatras o no, si son divos o no, si son extravagantes o no, no tiene que ver con que sean más o menos mágicos sobre el escenario, tiene que ver con los años de circo, eso es lo que verdaderamente los convierte en protagonistas de peso… De ahí que el bluf de los más jóvenes dure escasamente lo que dura la brillantez de una buena mano… Ese es precisamente el sentido del bluf, blufear, hacer creer algo que en verdad no existe. Yo soy mala en el póker, básicamente porque no sé fingir, así que los intentos de manos célebres no me alcanzan para mucho, el peso de la evidencia gesticular me consume hasta deportarme y exiliarme al mismo compás. Al final del circuito quedo siempre yo, con la misma cara y con los mismos ojos redondos y aceitunos, mirando, incrédula, desvariando con el episodio conquistado y con la secuela de haberme adelantado a los hechos.

Para blufear con destreza en este gran escenario, es necesario concentrarse apriorísticamente en el famoso TARGET. ¿Qué cosa es esto? Se preguntarán. Yo también me lo pregunté, me lo estuve preguntando hasta la amanecida porque su significado me impidió dormir decentemente este lunes recién pasado. Si lo buscas en el Cuyas, te encontrarás con: “darle al tiro”. Meditemos esto. Yo creo que se refiere a apuntar a algo, algo así como darle o apuntarle a un objetivo preestablecido, es decir, tener la astucia para definir organizadamente hacia qué lado estás dirigiendo tu atención, en dónde colocas tus bonos… Identificar un propósito alienado.

La charla mencionada fue altamente ilustradora en este sentido. A partir de una conversación que nació entretenida y culminó en la apertura de otra cajita de Pandora, pude dimensionar qué significa centrarse en el famoso target, por qué las personas lo cifran, apelan a el y en buena medida, cómo se ciñen a su registro para no tener que mirarse al espejo al día siguiente y cuestionar que el teleobjetivo se ha desviado del contenido seleccionado… ah! Qué más da, se ajusta al target… esto es, cae dentro del objetivo, está en la mira, queda circunscrito dentro de esa esfera. Bien. No hay de qué preocuparse entonces, todo está de acuerdo a lo previsto. Todo lo demás es descartable. 

Lo que pasa hoy está acuñado en un puñado de terrores nocturnos bien camuflados con astucia, chispeante ritualidad y algo también de excepcionismo… algo así como vitorear la choreza de ser estrictamente un hábil jugador de póker; si no juegas de acuerdo al target, entonces vete, recoge tus cosas porque ni si quiera te imaginas el real significado de lo que significa blufear. No sabes nada. En el Streep Poker siempre podría quedar en sostén y calzones.

Y sin embargo, para ser un actor de reparto no es necesario siempre cargar con ases debajo de la manga.

Yo siempre he creído que soy negada para los juegos de azar, y en cierta forma, sentía alivio, tontamente me convencía que de ser así, al menos sería afortunada en las lides afectivas. Nada peor que creer que las tostadas con mantequilla saben igual frías que tibias. 
Ni lo uno ni lo otro. Pero tras esa larga conversación, asistí impactada a la constatación de cómo la gran actuación no es más que eso, una impecable actuación. Quizá por eso los de reparto se conformen con ser criticados, es decir, no les importa no dar en la talla para el estelar pues saben que no les interesa estar allá, les importa ser parte de un todo pero sin más drama que el necesario, lo justo y lo preciso, algo así como hacer la pega y colocarse las zapatillas de clavo justo a la hora en que expira el contrato. El estelar, en cambio, debe quedarse, debe dar explicaciones, inclinarse varias veces porque su público le está aclamando una y otra vez y al final, he ahí la droga que lo lleva al acto de repetición casi rayando en la mofa, en la ridiculización del público expectante imaginando que en esa performance hubo piel y verdad. Pero fuera del escenario, el protagonista es también un ser humano más, como ustedes o como yo, con limitaciones corporales y también lingüísticas, con demonios y con ángeles… Y dentro de ese ser robado de las tablas seductoras, es también un canciller de las cosas que tal vez no apetece ver, cosas que tienen que ver con la elección hecha apriorísticamente y que en nada se parece a la actuación dominical que uno ansiaba ver sobre el escenario. 

El otro día, resultó ser que un disparatado dúo me explicó con lujos y detalles qué cosas son las que buscan los hombres de ciertos años (hablo de la era de Peterpan), qué los motiva, qué los moviliza, qué los atonta y pone a tono o logra igualar el placer que proviene del alcohol, de una buena dosis para volar, de la junta con los Partners que no se reprochan absolutamente nada. Contrario a los pronósticos, no es una buena mujer, no es una chica simple, amorosa y espontánea que se da, que es auténtica, que les avive el semblante y les saque el tono gris que llevan pegoteado en la piel… ¡NO! Ellos tienen un target singular al que viven apegados con solemnidad total. “MIENTRAS MÁS INALCANZABLE, MEJOR”. Me comentó uno de ellos en un tono que sonaba realmente fundamental. Lo que este veinteañero quiso decir es que mientras la mujer en cuestión no estuviese disponible, mientras estuviese complicada (o sea, de novia, comprometida, casada o similar; agréguense las warrior y soldadoras al arco), en la medida que fuese una mujer que sabe y tiene claro que el sub acuerdo es sexo placentero y ocasional y nada más, entonces, esa mujer sí podía, al menos, aplicar a su target. Es más, ambos hicieron hincapié que una mujer normal, soltera y sin compromisos que merezcan pena aflictiva, presta a intentar, a probar y explorar, a dar, a entregarse… a este tipo o clase de mujer ni siquiera se les permite aproximación alguna, o sea, de … ni hablar… Ese es el famoso TARGET.

Y entonces, caí en la cuenta de que el desplante primario, las dotes originales, la seducción y necesidad de atraer a un nuevo público a la función, no fueron más que un recreo para saborear nuevos tintes del catering, algo así como poner en práctica los anzuelos y las verdadera condiciones actorales sólo en la mira de construir nexos afables que operan sin cuestionar. En buen chileno, algo para divagar.

Y yo que envidiaba a las groupies de la primera fila. ¡Ja!

Soy una novata que jamás ha salido de su patrulla juvenil. Los años siguen su curso y yo sigo acá de pie ofreciendo corazón y piel; nunca podré ser una Joan Collins, una Betty Davis, una Cruella Devil… con suerte, me ha alcanzado para Audry Hepburn en Desayuno en Tiffanis, con suerte alguna vez abandoné a un gato a su suerte y después pagué un veterinario para que le quitara la depresión que le sobrevino por mi canallada. Pero no todo está perdido. Soy una agradecida de que me acontezcan circunstancias como la experimentada el otro día, esas “ilustradoras” de mi idiotez supina, aquellas en que te das cuenta que tu fractura de cráneo es tan ínfima al lado de otras, feroces, tan feroces que los demonios se escurren enfrente de ti sin ningún tipo de pudor. Al final, todos estamos hechos de la misma especie, a todos nos consume el mismo estrés mental, algunos antes a otros después. La debacle del espíritu es descomunal.

Mientras oía todo tipo de exigencias curriculares y aclaraciones, me preguntaba qué hacía en ese lugar, me preguntaba cómo fue que había ido a parar por enésima vez a un sitio del que siempre he querido escapar pero al cual debiese acostumbrarme a saber pisar, instancias en que tu esencia se lastima gratuitamente precisamente por ser como eres, crédula, dócil, creyente a pesar de todo y de todos. Me preguntaba cómo sucedió que el miedo se fue apoderando de las personas, cómo las ha ido consumiendo hasta convertirlas en versiones tristes de lo que alguna vez fueron, de porfía, de descrédito, de anulación, de negación, de privación de una vida armónica y sensatamente plena. No es algo que pueda responder en una columna, es algo que me deja una hebra colgando, una hebra que no va más en cierta dirección y que prefiere ondear al viento, ondear en un ritmo sereno que se mece en la ternura de la naturaleza que jamás te falla. 

Sé que mis detractores dirán: Cada actor puede desplegar la performance que más le parezca. Es cierto. Cada actor puede inmortalizar el rol que más le acomode. Entonces, insisto, ¿puede llenarte personificar a un indolente, a un inconsciente, a un egoísta, a un eterno miedoso? Parece que si. Parece que es esa la tónica. Sin embargo y he aquí la parte más extraña de todo lo que sucedió, al final, después de haber atinado y despertado del sueño estrambótico, caigo en la cuenta de que quizá sea yo la equivocada. Por una vez, aprendo a entender que quizá sea yo la que está desenfocada, es decir, ¿qué hay de malo en querer estar, en sólo ser y no pensar en lo que será?, ¿por qué habría de decapitar a alguien que simplemente no desea más compromiso que aquel que dura horas, momentos, circunstancias?… ¿qué puede haber de malo en una persona que no desea entregar mucho más, que se filtra asimisma y aporta dosis fugaces de si mismo manejables y circunscritas dentro de un escenario particular y nada más? ¿Qué tan malo puede ser simplemente estar en el limbo, estar en distintos puntos equidistantes los unos de los otros porque de ese modo es mucho más fácil navegar? Yo misma, yo siempre he dicho que NO hay que apegarse, que uno no debe ir más allá del aquí, del ahora, del hoy es cuando… blah, blah, blah. Entonces, ¿qué me sorprende?, ¿por qué criticar a los hombres por su sentido de volatilidad y enajenación? ¿Acaso no pueden decir cuándo y con quién embarcarse? ¿Acaso no están en condiciones de exponer la cruda realidad sólo porque esa verdad es frustrante para la forma de ser de nostras las mujeres?

No es algo que mi corazón sensato pueda entender por ahora, pero al mismo tiempo, es, es así no más, aunque me choque, aunque traiga trabajo asimilarlo, aunque sea conflictivo de suyo de solo pensarlo. Jamás podría comprender que alguien prefiera lo sórdido a lo explícito, lo fugaz a lo que se acrecienta si es fuerte, lo virtual a lo material, lo emocional a lo candente, lo maqueteado a lo espontáneo… No puedo. Y sin embargo, no soy quien para cuestionarlo, simplemente pasa, así es, esa es la grosera verdad. El asunto es que tu fascinación no tiene por qué ser la del otro, tus ganas no tienen porque ser las del otro; si a ti te gusta el helado de frutilla no significa que todos deseen probar el mismo sabor… hacer exactamente lo contrario a lo que se espera gatilla la emoción que prende una mecha pero esa mecha no se enciende para todos en el mismo momento ni tampoco, con el mismo combustible.

Con todo, me parece incomprensible que existan personas agazapadas en una trinchera esperando que el bando enemigo las aniquile sin dar al menos una buena batalla… esas que se mueven en la inercia del “fluir”, del distender y no aprisionar, del dejarse llevar, del transitar sin pisar… y todo porque así se puede sobrellevar el miedo a quedar expuestos. 

Yo nunca dejaré de creer en los atardeceres potentes, en los días con harto sol, en caminar agarrada de la mano de alguien que me lleva hacia adelante, en creer que existen mejores días y estupendas noches si el rostro que veo es el que me hace sonreír… Prefiero acariciar el rostro de alguien y emocionarme como una vil y sucia nena a verlo partir porque ya es hora y se acabó la acción; creo en las conversaciones eternas en que todo huele a principio sin importar si alguna vez sobrevendrá un final; apelo a la transparencia antes que a la oscuridad; prefiero mi cama llena al vacío desolador; insisto en navegar, prefiero ir a alta mar aunque se vengan mil tormentas e incluso me ahoguen si es que me canso de nadar… Cómo renunciar al placer de nadar, de bucear, de sumergirse en el hábito de amar.

Ser arrojado es algo que está en verdadera extinción.

La historia de este par singular sería muy diferente si en su metro cuadrado no hubiese más que un inmenso océano sin tierra donde recalar. Lo que verdaderamente pasa es que se zambullen una y otra vez pero sin desear aprender a nadar, justamente porque no tienen idea de cómo se hace, tampoco desean colocar energía en ello; tampoco saben cómo posarse en tierra firme… están mareados, están perdidos sin saber que sí existe aquella tierra firme en donde se puede pisar sin temor a hundirnos. Tampoco les interesa mucho saberlo, no es casual que les encante simplemente flotar.

Siempre he creído que las arterias se tapan de muchas maneras, no sólo a causa del colesterol. Las arterias que rodean al corazón también colapsan porque incansablemente las alimentaste con mierda, con residuos tóxicos, con incongruencias, con desafíos torpes y sin sentido, con miedos, con locura, con desvarío, con evasión, con la toxicidad propia y lógica consecuencia del sufrir y no querer que te hagan más daño… nadie tiene la piel tan curtida como para permitirse laceraciones una y otra vez (A mi no me gustaría que siempre acabasen quitándome las tripas). Somos y seremos animales de costumbre, nos adiestramos para bloquear, para diferir, para desviar la atención de lo que nos tortura porque cuesta ver lo que arde, lo que es imposible de soslayar… a veces el dolor ha sido tan corrosivo, tan potente, que legítimamente acabamos prefiriendo anestesiar, es mucho más fácil suministrar la cuota exacta de ansiolíticos que adormezcan lo que nos molesta como espinita en el corazón… a ratos, no somos capaces sino más que de encargarnos de la barbarie del lado B, no más que de eso. Y así es como empezamos a operar con la ley del mínimo esfuerzo, a andar en rodaje quién sabe y hasta cuándo… quién sabe y hasta cuándo.

Pero por cruel que parezca, esta vida que nos tocó es una constante frontera de posibilidades; cada vez que se toma una opción, se escapa la otra, esa que nunca sabremos cómo desarrollará su curva… ¿será en alza?, ¿será en baja?… eso sólo lo sabe the boss. Y por muy detestable que sea el discurso del macho cabrío; la cama, el buen sexo, el no cuestionar, muchas veces y con distintas féminas, el buscar y buscar que el mundo se va acabar, esa insatisfacción crónica de la que alguna vez ya hablé, el nunca dar en la talla, el siempre perseguir más, pero un más en recibir no en más en proporcionar al resto, ya está, es una opción, legítima o no, nos guste o no, es. Nada que hacer al respecto.

Hace muchos años atrás tuve una conversación similarmente ilustradora, sólo que en esos tiempos el concepto Target recibía nombre de Timing… Un vehemente sujeto me explicó que por esas cosas de la vida, la gente no se encontraba… lo que en verdad estaba sucediendo era que hombres y mujeres se desencontraban todo el tiempo y ello pasaba simplemente por el condenado y puto DESFACE. La fórmula era bastante básica, no habían hombres malos ni mujeres buenas (ni viceversa), lo que en verdad ocurría era que simplemente esa mujer se desencontraba en tiempo y espacio con un hombre “x”; el momento en que se habían topado, por cruel que fuese, no era el momento para que las cosas funcionasen. Así de simple, así de entendible… no habían hombres malvados, no habían minas pavas… lo que realmente ocurría era que sus vidas caminaban en direcciones y momentos desfasados… No era ese el hombre, no era esa la mujer; no eran el uno para el otro, nada de aterrador ni sórdidamente planeado… era algo bastante menos censurable, era simplemente una cuestión de opción... la jodida mejor oportunidad ideal...

En cualquier evento, cada vez que abriste una puerta de anestesia, una de vida consistente se cierra y escapa detrás de ti… pero es una cuestión de opción; cada vez que se desprecia una cuota de afecto sincero, muchas estrellas se desvanecen en el firmamento y he ahí una nueva opción… Una de tantas y tantas otras opciones… Pero como solía decir mi amigo coliflowers: podrá haber noche, noche bóveda o noche luciérnaga pero el sol siempre sale nuevamente y aparecerá radiante, brillante, uno es quien lo va contemplando de distinto color, son las circunstancias las que varían, son los eventos los que te llevan a verlo de distinta tonalidad, pero lo cierto es que él no cambia, al final siempre ilumina, alumbra, brilla como brillan mis ojos porque prefiero ver en colores y proyectarlos, aunque ella sea una diapositiva que sólo pueda reflejarse en mi mente.


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