COLUMNA: Por fin es viernes. HOY: “Una cantidad limitada de veces…” Viernes 14 de Enero, Año del Bicentenario. D. D. OLMEDO.
COLUMNA: Por fin es viernes.
HOY: “Una cantidad limitada de veces…”
Viernes 14 de Enero, Año del Bicentenario.
D. D. OLMEDO.
Con este asunto del TARGET, me puse a reflexionar sobre los contenidos de las búsquedas. Algo así como meditar sobre el real sentido de buscar algo cuya dimensión ha sido previsualizada mentalmente. Entonces, me dio por atinar en que hasta yo siempre había contado con un target y nunca me lo había reconocido. ¡Claro! Podrá ser uno mamón, sensiblero y hasta ñoño, pero target al fin y al cabo. Obvio; llevo demasiados años presa del puto teleobjetivo dirigido y eso que soy la grosa pregonando que nada peor que andarse por la vida con imágenes, prejuicios y dictámenes pre-organizados. La mar de Cura Gatica. ¡Vaya!
Desde que tengo uso de razón he creído en el satánico cuento del Príncipe azul, en la bobita caperucita roja, en el aweonado peter pan y la sometida campanita; en el pendejo de melena rucia que alguna vez me hizo creer en la amistad con el zorro… en todos los cuentos mal contados que te pudieron zafar la mente justo en el momento que los cortos años no podían ayudarte con un mejor juicio para evitar tanta sandez junta. Al final, el único personaje real es el que a la postre acuñó la siguiente frase: UN LOBO EFICIENTE, SIEMPRE ANDA CON PIEL DE CORDERO…
Me han dicho una y otra vez: “¡Hey!, tú, cabecita de cornflakes; no esperes nada. Y yo, la chora, siempre respondo la misma mentira cuadrada… “pero si yo nunca espero nada”. ¡Ja! Sí, claro.
Si pasaste titantos años creyendo lo mismo, no puedes modificar las neuronas de un día para otro, están desgastadas, están atrofiadas, están tan jodidas como las otras partes del cuerpo que se han ido deteriorando en el curso de los años. Y sí, sabes que esas fábulas no existen, que esas cosas no pasan en la vorágine de las serpientes, claro que no se dan, y claro que lo sabes (aunque secretamente seducía que al menos aconteciese dentro de una epifanía). Sabes eso y también sabes muchas otras cosas más. Pero finges, gustas de creer que alguna vez divisaste un trineo en el cielo, que hasta oíste cascabeles, que algo indescriptible parecía rociar nieve bajo un set a 28 grados de temperatura… dejas entrever que alguna vez formaste parte de eso… a veces incluso no daba vergüenza externalizar lo mucho que te habría gustado que fuese cierto.
Una cosa es saber y otra muy distinta, admitir que se sabe.
No sé cuántas veces sea necesario estrellarse contra una pared para dejar de suponer que los personajes de cuento existen, para llegar a comprender que el problema no está en el exterior sino dentro de uno mismo, saboteándose por un poco de oxigeno, alienándose por una razón primaria, inventándose un mundillo loco dentro del cual resistir cualquier brisa escandalosa portadora de súbita realidad. Es mejor parafrasear, es mejor dedicarse a emular, a decir esto y aquello, a inferir que detrás del cuento hay una moraleja que puede superponerse en los pliegues de lo cotidiano, todo en el propósito de capear, de serpentear olas mordaces que puedan alcanzarte y arrancar el último respiro de corazón y también, de dignidad.
Pisar la realidad, recrudece el hedor de la carne.
Y vamos así, agarrados de la baranda, nos deslizamos por un resbalín pero jamás soltamos las manos… sólo los críos y su auténtica forma de andarse por la vida comprenden lo que es realmente la diversión. Yo, al menos, creía saberlo, pero no sabía que mi concepto de diversión despegaba casi siempre a partir de las consecuencias y casi nunca en las causas. He ahí una fuente potente de verdad, de asquerosa honestidad que corroe hasta dejarte sin nada. ¿Qué pasa si las motivaciones provienen del exterior y no desde adentro? Entonces, entonces los brillos pueden encandilarte tanto que de repente, entonces de repente puedes dejar de ver todo el panorama, empiezas a quedarte con una mínima parte de la diapositiva…
Hay gente que posee un talento nato para saber siempre desde dónde viene e intuir hacia dónde se dirige, gente con propulsores alemanes (de esos que no fallan) y más encima, sin talón de Aquiles… gente que no requiere de pastillas de frenos, gente despegada del suelo por el solo arte de saber planear (de algún modo, siempre saben como cablearse para regresar a tierra)… No hay leones que domesticar allá adentro, no hay más dragones que matar… Y también hay personas como yo, convencidas de un “algo potente” toda la vida y que de repente descubren algo diferente; el asunto no pasaba por la falta de un ser particular de carne y hueso alivianando la soledad sino una razón de peso adentro, alimentando todas las cuestiones urgentes y necesarias de alimentar, para que crecieran, para que se desarrollaran, para que se convirtieran en algo sustentable a través de los años… para que en la oportunidad justa diesen su fruto y ese fruto recibiera los matices, los cambios.
Claro que he vivido esclavizada al target. Toda mi vida esperé al fulano perfecto, aquel que abre naturalmente una puerta (no por estrategia), saca la silla (de puro cortés), ordena una acertada botella de vino (sólo para complacerte), es capaz de agarrarte fuerte la mano (porque simplemente le nace), ese que supuestamente no se derrumba así y tenga todas las estructuras a punto de zozobrar sobre sus hombros cansados (porque siente la necesidad de hacerlo). Toda mi vida esperé a un sujeto decidido, inteligente, compuesto y delicado; perseverante, asertivo, lúcido y ubicado… uno que supiese navegar en alta mar, uno que fuera bien equipado para las tormentas, para las nevazones, para los atentados terroristas, para casi todas las debacles universales… valiente y corajudo, un sujeto humano, humilde, jugado… Pero ese hombre no existe, se podría decir que es la peor de las caricaturizaciones responsables de la quiebra de Marvel…
Los superhéroes no existen.
Lo que en verdad existe es uno mismo, uno que nació en singular y que se va a la tumba del mismo modo, completamente solo. Y todos nosotros “uno” somos muchas cosas distintas, muchas partes de algo, un algo al que siempre le escasea otro “algo” y que se pasa la vida pretendiendo que ese “otro algo” venga a completarnos. No sé cuál target es más anómalo y tragicómico; aquél restringido a la diversión total con cero espíritu vinculante o el otro, este mío, el que sucumbió toda la vida a lo externo sin entender que la dosis estaba allá adentro, dentro de uno mismo sin roles, sin modelos, sin prototipos estándares que en verdad no son tan apegados a lo que uno dibujó en la mente, porque ciertamente nunca han existido…
Me supuse que yo era mejor persona por dar, por entregarme a los afectos casi en actitud kamikaze y a riesgo de ser tildada de intensa, de loca apresurada, de headhunter de poca monta, continuaba creyendo que todo valía, que así era no más el asunto y por lo mismo, valía arriesgarse, lanzarse con todo y también sin nada incluso, creyendo que era mejor sin nada; más emoción, más adrenalina, más intensidad… Siempre yo un valle fértil en donde sembrar. No pocas veces estuve convencida de hallarme frente a frente con un auténtico payaso embadurnado, muchas, ante el mejor y vaya si readoptaba el cuento, tanto o más que las versiones 2.0 de cualquier versión de antaño. Yo simplemente proseguía… No es que no te des cuenta, no es eso, yo creo que es el ánimo de quedarse en la versión más dulce, en la negación, no es fácil admitir que una puede convertirse en un elástico que cede y cede hasta que se vence, ofreciéndose en bandeja al lobo feroz y que dicho sea de paso, de feroz sólo el mito, sólo la moraleja mal interpretada por no saber cómo y en dónde buscar dentro de uno mismo y no en los colmillas desgastados de un mono animado.
Los superhéroes no existen, sólo existe uno apurado e intentando deslastrarse de la pedantería de creer que alguna vez existieron.
Lo que existe somos todos nosotros, timoratos jugando a acatar los delineamientos, lo que se encargaron de hacer de nosotros, intentando borrar las tildes y tratando de acentuar correctamente otros énfasis, los momentos en que se nos llegan verdades de súbito, las instancias en que conectamos con las sutilezas prácticas que abren puertas ocultas, de esas que uno atraviesa pero ante las cuales no existe posibilidad alguna de retroceder…
Todo lo que constituye sustancia, se desvanece rápidamente…
Todo lo que late una cantidad limitada de veces… se extingue…
Sólo el corazón late una cantidad limitada de veces, sobre todo cuando asume lo que ha mutado pues entiende en off que no sucederá de nuevo tan fácilmente… Por eso esgrime un nuevo lenguaje, renuncia a seguir mintiéndose, entiende que debe colocarse a salvo, por fin comprende que ha pasado la vida esperando, esperando un ALGO que jamás sucederá, porque los cuentos de hadas no pasan, los cuentos de hada no existen. Lo que existe es el valor para aceptar que a pesar de ello, se puede seguir avanzando con otros tintes, con otras motivaciones, con otras inquietudes y bemoles, con formas que nacen y regeneran las fibras desde adentro.
El amor es el que nace, no se hace.
Que curioso que a partir de una inocente conversación rayando en lo no previsto haya derivado en algo más elemental; lo que existe somos todos nosotros esquivando, en mi caso, esquivando un yo desahuciado, agónico que sabe que tiene que aprender, que tiene que entender que ya fue demasiado, que no se puede buscar si no te han llamado para darte lo que está planeado desde antes de nacer… Un yo anterior al que por fin se le agotó la pila y comprendió que debe hacer exactamente NADA. No hay nada que hacer, nada más que se parezca a lo ya hecho tantas veces absurdamente; no hay nada que buscar, no hay nada que decir, no hay nada que esté afuera que pueda validar lo que debe plantearse primero adentro… aquello que es todo uno, todo verdad y que no requiere de resabios para seguir viviendo. Y en mi caso, adentro encontré un corazón magullado, con un silbido raro, con una suerte de arritmia pero latiendo, latiendo esa cantidad limitada de veces que no se rinde, esa cuota justa que no se deja, que no se duerme, que no se desconecta porque intuye que ahora es cuando empiezan a pasar todas esas cosas tejidas entrelíneas, como en la frontera desconocida de los episodios renunciados…
Entonces el silbido reza: ¿Qué hay de escoger la puerta “b” en vez de la “a”?, ¿qué hay de escoger al sujeto de lentes y no al que lleva camisa arremangada?, ¿qué hay de elegir al que parafrasea poemas y no al chico sudado que parece malo, muy malo de veras?… ¿qué hay de optar por uno mismo haciendo precisamente nada, optando justamente por hacer nada?
Zipter (un loquillo seco en asuntos del corazón) me dice con prontitud qué mi problema es la evidencia, es decir, que todo se me nota a kilómetros de distancia… entonces, agrega que mi drama es que “me gusta” ser la productora, “me gusta” dirigir la misa y más encima, me enojo si los acólitos sugieren ayuda. “Estamos en Chile”, me dice el gurú, en Chile las cosas se hacen de un modo diferente. “Tenés que dejar que te llamen, aunque te enfade eso, no puedes llamar tú, al hombre no le gusta que lo atosiguen. Ah, no escribas tantos mensajes, no seas evidente en las cosas que dices… es como si la pega estuviese hecha, nada por descubrir… así se calibra la emoción por estos días… esto está cocinado; qué fomedad. O puede ser que simplemente no seas atractiva para esa persona en particular; estamos tan rodeados de símbolos, de estereotipos, de imágenes preconcebidas que si no encuadras en el lente, ya está, tampoco es”.
“O capaz que no sea ninguna de las anteriores, capaz y se deba al fenómeno de la incomunicación, capaz que cuando contaste una anécdota sobre perros y gatos y después se apuntaron con una variante caricaturizada de ella en el propósito de llamar tu atención y tú no fuiste capaz de seguir el hilo de ese juego y más encima, cada vez que se te envió un mensaje subliminal se entendió todo mal a causa de tu propia distorsión, desconfianza y terrores nocturnos… entonces, entonces estimada amiga no sabes nada de la seducción… cuando debiste abrazar, no lo hiciste pensando en que tal vez sería demasiado, y cuando no debiste cuestionar, lo hiciste y cuando no debiste enviar líneas absurdas, lo hiciste, y cuando pensaste que estaban siendo duros contigo, debiste darte cuenta de que las personas tienen una vida aparte de ti, un mundo, una red de contactos y actividades anteriores a ti… cuando debiste saltar, no lo hiciste… entonces, no pregones que lo haces e incluso, sin importarte que haya agua suficiente… PATRAÑAS, el miedo está en ti tan presente como en el resto. No puedes rayar la cancha si no te lo han pedido, no puedes demandar si no se te ha ofrecido, no puedes emitir un juicio de valor con dos o tres datos. No se puede medir a todos bajo el mismo lente. Pero ya está, lo hiciste, la cagaste. A otra cosa. No es ahora cuando debes detenerte…”
Zipter me dio el mejor consejo que se le pueda dar a una mujer como yo: “DESPUES DE HACER TODO, MEJOR NO HAGAS NADA. NO HAY NECESIDAD DE HACER NADA MAS. YA TODO ESTA HECHO.” Entonces recordé algo elementalmente liberador:
“Aquello que fue, ya es; y lo que ha de ser, fue ya; y Dios restaura lo que pasó.” (Eclesiastés 3; versículo 15).
HOY: “Una cantidad limitada de veces…”
Viernes 14 de Enero, Año del Bicentenario.
D. D. OLMEDO.
Con este asunto del TARGET, me puse a reflexionar sobre los contenidos de las búsquedas. Algo así como meditar sobre el real sentido de buscar algo cuya dimensión ha sido previsualizada mentalmente. Entonces, me dio por atinar en que hasta yo siempre había contado con un target y nunca me lo había reconocido. ¡Claro! Podrá ser uno mamón, sensiblero y hasta ñoño, pero target al fin y al cabo. Obvio; llevo demasiados años presa del puto teleobjetivo dirigido y eso que soy la grosa pregonando que nada peor que andarse por la vida con imágenes, prejuicios y dictámenes pre-organizados. La mar de Cura Gatica. ¡Vaya!
Desde que tengo uso de razón he creído en el satánico cuento del Príncipe azul, en la bobita caperucita roja, en el aweonado peter pan y la sometida campanita; en el pendejo de melena rucia que alguna vez me hizo creer en la amistad con el zorro… en todos los cuentos mal contados que te pudieron zafar la mente justo en el momento que los cortos años no podían ayudarte con un mejor juicio para evitar tanta sandez junta. Al final, el único personaje real es el que a la postre acuñó la siguiente frase: UN LOBO EFICIENTE, SIEMPRE ANDA CON PIEL DE CORDERO…
Me han dicho una y otra vez: “¡Hey!, tú, cabecita de cornflakes; no esperes nada. Y yo, la chora, siempre respondo la misma mentira cuadrada… “pero si yo nunca espero nada”. ¡Ja! Sí, claro.
Si pasaste titantos años creyendo lo mismo, no puedes modificar las neuronas de un día para otro, están desgastadas, están atrofiadas, están tan jodidas como las otras partes del cuerpo que se han ido deteriorando en el curso de los años. Y sí, sabes que esas fábulas no existen, que esas cosas no pasan en la vorágine de las serpientes, claro que no se dan, y claro que lo sabes (aunque secretamente seducía que al menos aconteciese dentro de una epifanía). Sabes eso y también sabes muchas otras cosas más. Pero finges, gustas de creer que alguna vez divisaste un trineo en el cielo, que hasta oíste cascabeles, que algo indescriptible parecía rociar nieve bajo un set a 28 grados de temperatura… dejas entrever que alguna vez formaste parte de eso… a veces incluso no daba vergüenza externalizar lo mucho que te habría gustado que fuese cierto.
Una cosa es saber y otra muy distinta, admitir que se sabe.
No sé cuántas veces sea necesario estrellarse contra una pared para dejar de suponer que los personajes de cuento existen, para llegar a comprender que el problema no está en el exterior sino dentro de uno mismo, saboteándose por un poco de oxigeno, alienándose por una razón primaria, inventándose un mundillo loco dentro del cual resistir cualquier brisa escandalosa portadora de súbita realidad. Es mejor parafrasear, es mejor dedicarse a emular, a decir esto y aquello, a inferir que detrás del cuento hay una moraleja que puede superponerse en los pliegues de lo cotidiano, todo en el propósito de capear, de serpentear olas mordaces que puedan alcanzarte y arrancar el último respiro de corazón y también, de dignidad.
Pisar la realidad, recrudece el hedor de la carne.
Y vamos así, agarrados de la baranda, nos deslizamos por un resbalín pero jamás soltamos las manos… sólo los críos y su auténtica forma de andarse por la vida comprenden lo que es realmente la diversión. Yo, al menos, creía saberlo, pero no sabía que mi concepto de diversión despegaba casi siempre a partir de las consecuencias y casi nunca en las causas. He ahí una fuente potente de verdad, de asquerosa honestidad que corroe hasta dejarte sin nada. ¿Qué pasa si las motivaciones provienen del exterior y no desde adentro? Entonces, entonces los brillos pueden encandilarte tanto que de repente, entonces de repente puedes dejar de ver todo el panorama, empiezas a quedarte con una mínima parte de la diapositiva…
Hay gente que posee un talento nato para saber siempre desde dónde viene e intuir hacia dónde se dirige, gente con propulsores alemanes (de esos que no fallan) y más encima, sin talón de Aquiles… gente que no requiere de pastillas de frenos, gente despegada del suelo por el solo arte de saber planear (de algún modo, siempre saben como cablearse para regresar a tierra)… No hay leones que domesticar allá adentro, no hay más dragones que matar… Y también hay personas como yo, convencidas de un “algo potente” toda la vida y que de repente descubren algo diferente; el asunto no pasaba por la falta de un ser particular de carne y hueso alivianando la soledad sino una razón de peso adentro, alimentando todas las cuestiones urgentes y necesarias de alimentar, para que crecieran, para que se desarrollaran, para que se convirtieran en algo sustentable a través de los años… para que en la oportunidad justa diesen su fruto y ese fruto recibiera los matices, los cambios.
Claro que he vivido esclavizada al target. Toda mi vida esperé al fulano perfecto, aquel que abre naturalmente una puerta (no por estrategia), saca la silla (de puro cortés), ordena una acertada botella de vino (sólo para complacerte), es capaz de agarrarte fuerte la mano (porque simplemente le nace), ese que supuestamente no se derrumba así y tenga todas las estructuras a punto de zozobrar sobre sus hombros cansados (porque siente la necesidad de hacerlo). Toda mi vida esperé a un sujeto decidido, inteligente, compuesto y delicado; perseverante, asertivo, lúcido y ubicado… uno que supiese navegar en alta mar, uno que fuera bien equipado para las tormentas, para las nevazones, para los atentados terroristas, para casi todas las debacles universales… valiente y corajudo, un sujeto humano, humilde, jugado… Pero ese hombre no existe, se podría decir que es la peor de las caricaturizaciones responsables de la quiebra de Marvel…
Los superhéroes no existen.
Lo que en verdad existe es uno mismo, uno que nació en singular y que se va a la tumba del mismo modo, completamente solo. Y todos nosotros “uno” somos muchas cosas distintas, muchas partes de algo, un algo al que siempre le escasea otro “algo” y que se pasa la vida pretendiendo que ese “otro algo” venga a completarnos. No sé cuál target es más anómalo y tragicómico; aquél restringido a la diversión total con cero espíritu vinculante o el otro, este mío, el que sucumbió toda la vida a lo externo sin entender que la dosis estaba allá adentro, dentro de uno mismo sin roles, sin modelos, sin prototipos estándares que en verdad no son tan apegados a lo que uno dibujó en la mente, porque ciertamente nunca han existido…
Me supuse que yo era mejor persona por dar, por entregarme a los afectos casi en actitud kamikaze y a riesgo de ser tildada de intensa, de loca apresurada, de headhunter de poca monta, continuaba creyendo que todo valía, que así era no más el asunto y por lo mismo, valía arriesgarse, lanzarse con todo y también sin nada incluso, creyendo que era mejor sin nada; más emoción, más adrenalina, más intensidad… Siempre yo un valle fértil en donde sembrar. No pocas veces estuve convencida de hallarme frente a frente con un auténtico payaso embadurnado, muchas, ante el mejor y vaya si readoptaba el cuento, tanto o más que las versiones 2.0 de cualquier versión de antaño. Yo simplemente proseguía… No es que no te des cuenta, no es eso, yo creo que es el ánimo de quedarse en la versión más dulce, en la negación, no es fácil admitir que una puede convertirse en un elástico que cede y cede hasta que se vence, ofreciéndose en bandeja al lobo feroz y que dicho sea de paso, de feroz sólo el mito, sólo la moraleja mal interpretada por no saber cómo y en dónde buscar dentro de uno mismo y no en los colmillas desgastados de un mono animado.
Los superhéroes no existen, sólo existe uno apurado e intentando deslastrarse de la pedantería de creer que alguna vez existieron.
Lo que existe somos todos nosotros, timoratos jugando a acatar los delineamientos, lo que se encargaron de hacer de nosotros, intentando borrar las tildes y tratando de acentuar correctamente otros énfasis, los momentos en que se nos llegan verdades de súbito, las instancias en que conectamos con las sutilezas prácticas que abren puertas ocultas, de esas que uno atraviesa pero ante las cuales no existe posibilidad alguna de retroceder…
Todo lo que constituye sustancia, se desvanece rápidamente…
Todo lo que late una cantidad limitada de veces… se extingue…
Sólo el corazón late una cantidad limitada de veces, sobre todo cuando asume lo que ha mutado pues entiende en off que no sucederá de nuevo tan fácilmente… Por eso esgrime un nuevo lenguaje, renuncia a seguir mintiéndose, entiende que debe colocarse a salvo, por fin comprende que ha pasado la vida esperando, esperando un ALGO que jamás sucederá, porque los cuentos de hadas no pasan, los cuentos de hada no existen. Lo que existe es el valor para aceptar que a pesar de ello, se puede seguir avanzando con otros tintes, con otras motivaciones, con otras inquietudes y bemoles, con formas que nacen y regeneran las fibras desde adentro.
El amor es el que nace, no se hace.
Que curioso que a partir de una inocente conversación rayando en lo no previsto haya derivado en algo más elemental; lo que existe somos todos nosotros esquivando, en mi caso, esquivando un yo desahuciado, agónico que sabe que tiene que aprender, que tiene que entender que ya fue demasiado, que no se puede buscar si no te han llamado para darte lo que está planeado desde antes de nacer… Un yo anterior al que por fin se le agotó la pila y comprendió que debe hacer exactamente NADA. No hay nada que hacer, nada más que se parezca a lo ya hecho tantas veces absurdamente; no hay nada que buscar, no hay nada que decir, no hay nada que esté afuera que pueda validar lo que debe plantearse primero adentro… aquello que es todo uno, todo verdad y que no requiere de resabios para seguir viviendo. Y en mi caso, adentro encontré un corazón magullado, con un silbido raro, con una suerte de arritmia pero latiendo, latiendo esa cantidad limitada de veces que no se rinde, esa cuota justa que no se deja, que no se duerme, que no se desconecta porque intuye que ahora es cuando empiezan a pasar todas esas cosas tejidas entrelíneas, como en la frontera desconocida de los episodios renunciados…
Entonces el silbido reza: ¿Qué hay de escoger la puerta “b” en vez de la “a”?, ¿qué hay de escoger al sujeto de lentes y no al que lleva camisa arremangada?, ¿qué hay de elegir al que parafrasea poemas y no al chico sudado que parece malo, muy malo de veras?… ¿qué hay de optar por uno mismo haciendo precisamente nada, optando justamente por hacer nada?
Zipter (un loquillo seco en asuntos del corazón) me dice con prontitud qué mi problema es la evidencia, es decir, que todo se me nota a kilómetros de distancia… entonces, agrega que mi drama es que “me gusta” ser la productora, “me gusta” dirigir la misa y más encima, me enojo si los acólitos sugieren ayuda. “Estamos en Chile”, me dice el gurú, en Chile las cosas se hacen de un modo diferente. “Tenés que dejar que te llamen, aunque te enfade eso, no puedes llamar tú, al hombre no le gusta que lo atosiguen. Ah, no escribas tantos mensajes, no seas evidente en las cosas que dices… es como si la pega estuviese hecha, nada por descubrir… así se calibra la emoción por estos días… esto está cocinado; qué fomedad. O puede ser que simplemente no seas atractiva para esa persona en particular; estamos tan rodeados de símbolos, de estereotipos, de imágenes preconcebidas que si no encuadras en el lente, ya está, tampoco es”.
“O capaz que no sea ninguna de las anteriores, capaz y se deba al fenómeno de la incomunicación, capaz que cuando contaste una anécdota sobre perros y gatos y después se apuntaron con una variante caricaturizada de ella en el propósito de llamar tu atención y tú no fuiste capaz de seguir el hilo de ese juego y más encima, cada vez que se te envió un mensaje subliminal se entendió todo mal a causa de tu propia distorsión, desconfianza y terrores nocturnos… entonces, entonces estimada amiga no sabes nada de la seducción… cuando debiste abrazar, no lo hiciste pensando en que tal vez sería demasiado, y cuando no debiste cuestionar, lo hiciste y cuando no debiste enviar líneas absurdas, lo hiciste, y cuando pensaste que estaban siendo duros contigo, debiste darte cuenta de que las personas tienen una vida aparte de ti, un mundo, una red de contactos y actividades anteriores a ti… cuando debiste saltar, no lo hiciste… entonces, no pregones que lo haces e incluso, sin importarte que haya agua suficiente… PATRAÑAS, el miedo está en ti tan presente como en el resto. No puedes rayar la cancha si no te lo han pedido, no puedes demandar si no se te ha ofrecido, no puedes emitir un juicio de valor con dos o tres datos. No se puede medir a todos bajo el mismo lente. Pero ya está, lo hiciste, la cagaste. A otra cosa. No es ahora cuando debes detenerte…”
Zipter me dio el mejor consejo que se le pueda dar a una mujer como yo: “DESPUES DE HACER TODO, MEJOR NO HAGAS NADA. NO HAY NECESIDAD DE HACER NADA MAS. YA TODO ESTA HECHO.” Entonces recordé algo elementalmente liberador:
“Aquello que fue, ya es; y lo que ha de ser, fue ya; y Dios restaura lo que pasó.” (Eclesiastés 3; versículo 15).



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