COLUMNA: Por fin es viernes. HOY: "Fundamento". D.D.OLMEDO.

COLUMNA: Por fin es viernes.
HOY: "Fundamento".
D.D.OLMEDO.

(Serie de Columnas extraviadas, sin fecha).
La otra vez, me llegó un correo de esos que no te los esperas. Primero, no creías que esa persona tuviese valor para redactarte algo, por básico que fuese; segundo, no sabes hasta qué punto tú mismo serás capaz de leer lo que está frente tuyo en el ordenador. Pero resumiendo el asunto, aquella te escribió y uno opta en ver que viene contenido…

¡A veces, cuesta demasiado no permitirnos que nos hieran!

Mientras leía sus palabras entrecortadas, fue como si la tuviese enfrente de mí, con su habitual inflexión para decir cosas que le costaba decir, y con ese ánimo alicaído de queja que tanto me recordaba a mi propia madre; es que en buenas cuentas, ella y mamá, eran como dos gotas de agua. ¿Será influencia astral? Quién sabe. El asunto es que la primera vez que leía esas líneas me afectó sobre manera, como mencioné atrás, no lo esperaba y no es exageración, supongo que se debe a que cuesta tanto enterrar a alguien a quien quieres mucho, hacer de cuenta que murió y seguir adelante como si dicha persona nunca hubiese sido parte de tu mundo… Entonces, cuando apenas te habías acostumbrado a prescindir de ella, ¡zas! Vuelve. Pero ya habías decidido seguir adelante con algo de menos en la mochila, una parte de tu vida que extrañas, que desembarcas porque no puedes llevar más ese peso contigo… hacia ningún lado, hacia niuna parte.

¿Cuántas veces tomamos decisiones equivocadas asimiladas a un tono ególatra?

Recuerdo que en ese tiempo no sabía de las distinciones que utilizo hoy, que en aquellos años no escuchaba tanto mi ser interno como sí lo hago hoy en día, quizá no es que me guste tanto hacerlo sino que simplemente aprendí gran parte de las lecciones a las cuales antes me resistía, entonces, lo que fundamentalmente hago ahora es observar, escucharme más, sintonizar más con las desconfianzas y con las aprehensiones que me colocan a la defensiva. Lo hago, finalmente, porque después de un tiempo transcurrido ya no te agrada tanto sobarte, prefieres anticiparte a lamentar. Lo que en el fondo intento decir es que a veces, esta animosidad, esta cosa de no poder confiar en las personas, este asunto de colocarse corazas y armaduras, no es algo fácil de hacer tampoco, es decir, es como un subterfugio, como esa parte alambicada de la frase que no queremos introducir pero que nos obligan a usar porque se respira desprecio o descredito sobre nuestros dichos o forma de proceder. ¿Qué queda entonces? No lo sé.

Hacía mucho tiempo que no sentía una desazón como la de esta tarde, no sé muy bien si esta tristeza es tan sólo hormonal, o metabólica (diría un amigo), creo más bien que es una suerte de cambio energético, que me estoy moviendo en una nueva dirección, norte en que las aprehensiones se vuelven más fuertes y por lo mismo, mi severidad en ciertos juicios me protegen, no de los demás sino de mi misma. Cambié básicamente porque el resto de las personas me orilló o mejor dicho, porque permití que el daño se fuera acumulando. A veces, el no reaccionar a tiempo, el no decir las cosas con la mesura apropiada y justa al instante, después nos cobra una inmensa factura que no siempre es posible costear. Entonces, entre mi fatiga de material y el resabio de la locura aquella de otros tiempos, se suma un conjunto de desajustes que trato de obviar pero que me persiguen y van dejando una estela gris.

Aquella mujer que me escribió fue parte importante de mis afectos, fue una amiga muy querida a la que dediqué entrañables momentos y episodios. Y sin embargo, cuando miro hacia atrás, no recuerdo haberla extrañado, o mejor dicho, es tan fuerte la dimensión en donde se sumerge ese bloqueo, que mi mente dice no necesitarla. Si reconociera la falta que me hizo en algún momento, claro, sería distinto, pero ¿sirve de algo lamentarse por lo que no sucedió? En los tiempos en que la necesité, me decía a mi misma que ella no quería saber de mi, que no me necesitaba tampoco, que no preguntaba por mí, que no decía nada respecto de mi persona, entonces, ¿sirve de algo entonces? Si el registro afectivo se mantiene alejado del escarnio público y se retrata sólo en nuestro fuero interno, nos libera acaso de la injusticia cometida, nos libera acaso de las atrocidades que impetramos en contra de alguien que confío en nosotros, que nos quería o más aún, que nos amaba o necesitaba?

Pienso ahora mismo en la lucha interna que libro para no enloquecer, para no seguir perdiendo más cabello, para no balancearme tantas veces al día sobre un borde que miro insistentemente… Y al final del día comprendo que hay oportunidades en que es mejor no mirar hacia atrás.

Pero entonces, me digo: ¿Eso era todo? ¿Dedicarse al saltar la cuerda, a hacer unas cuantas fintas, a sacarle el poto a la jeringa? Y  me respondo que no, que sería terrorífico que se tratase sólo de esto y escasamente algo más allá y que no podemos descifrar. No se trata que sea incapaz de vivir el momento y no pensar, mi amigo David debe decir en este punto: pucha la cabra enrollada y bueno, así soy. Me pregunto en verdad no sobre lo que soy incapaz de digerir en el transcurso del día, sino, sobre las cosas que finalmente he constatado y ante las cuales me cuesta un poco resignar. Todo lo contrario, me cuesta visualizar más allá de la vida, no le temo a la muerte, la espero (no la ansío) y no me ufano de necesitar tanto tiempo más para concretar todo aquello que está detrás de la barda del bello pasto verde que cultivó el vecino. Claro que no. Quizá el punto es que mi estructura mental del rigor, se acostumbró a ver determinados ejes y cómo ciertos aspectos se mueven oscilantes sobre éstos. Capaz que al final la cuestión se deba a que si soy estructurada, a que si necesite todas las mismas cosas que el resto y que no posea niún ápice de diferenciación frente al tumulto de gente. ¿Y si se tratara de eso? ¿Si al final la consigna es la misma para todos? ¿Aquel intento desesperado por desmarcarse del resto y al final del ciclo encontrarse en el mismo punto muerto en que están todos los demás?

El mensaje contenía una suerte de palabras desconsoladas y una menuda historia sobre las premuras y prioridades en el arte de ser mamá después de cierta edad, también un poco de sal y pimienta, algo de lastimosidad y una gran dosis de culpa. Conozco estos mensajes, mandé por montones dentro de un escaso margen de tiempo y no puedo más que sentirme avergonzada por haber enrostrado mis precariedades encima de alguien a quien no conocía lo suficiente.

Las lecturas que hacemos no siempre son lineales.
Las lecturas que hacen de nosotros en estos tiempos, son definitivas e implacables.
Las lecturas que hacemos del entorno son prejuiciosas e intransigentes.

Pero en el fondo, la carta padecía de desprecio. No siempre abrir el corazón es bien recibido, depende si escribes para ser atendido o para ser perdonado, ¿desde qué esfera hablas? Nos cuesta tanto decir la verdad: Hey, simplemente tenía millones de problemas y no quería escuchar los tuyos. Por ejemplo.

Cuántas veces me he visto en la frontera huyendo de los conflictos porque me recuerdan a esa intensidad malsana de antaño. Millones. Es muy fácil meter la pata en el fango, pero demasiado difícil zafarse. Así que por primera vez hice algo que deseaba hacer hace mucho tiempo: decir NO. Y dije no porque en verdad no sé si desee resucitar a alguien que creí muerto y enterrado y cuyo duelo fue macabro. Cuesta demasiado colocarse de pie, cuesta mucho en estos tiempos tener conciencia de nosotros mismos, de lo que nos hace bien a pesar de no ser lo que realmente apetecemos, es como lo dice Chris Martin: “cuando tenemos lo que deseamos pero no lo que necesitamos…”. Y claro que me gustaría recuperar la sensación de que cuento con una amiga sincera y honesta, pero quizá lo que ella me daba no era precisamente eso y yo simplemente me conformaba.

¿Usted desea quererse o conformarse? Me tomó tanto tiempo entender de qué se trataba el amarse a uno mismo que la sola sensación de retroceder me causa pánico.
 A veces, de forma recurrente, lo que acabamos haciendo es librando una serie de acciones que en nada se parecen a lo que nos imaginamos antes sobre esos mismos aspectos, no sé si se deba a que de la mente no fluye igual entre pensamiento y la labor de ejecutarlo, debe ser una relación similar a la existente entre luz y sonido, algo se nos escapa y se anticipa a pesar nuestro.

He pensado largo tiempo sobre los avatares de la vida, de cómo ellos se nos van interponiendo en el camino formando algunas escaramuzas, voy mirando de cerca la escena sintiéndome como un extra, porque hace mucho rato de experimentar sensaciones fuertes. Pero supongo que cuando hay un impacto potente en el pecho, el resto del cuerpo se entumece y viene el anestesiamiento… Sin embargo, cuando suceden estos episodios entremedio, entonces es cuando comprendo que nunca he estado loca (desquiciarse es otra cosa), que en efecto, la gente a veces se equivoca, procede como las pelotas, hace caso omiso de los sentimientos y valores ajenos, se devora las ilusiones de los demás y te raja de cuajo la esperanza… ¡Qué bueno que existe la culpa! Y mejor, que bueno que existe la conciencia. De esta forma, el que hierra, tiene una especie de umbral en donde puede redimirse, en donde puede enfrentarse a aquel que lastimó, a quien ultrajo o a quien le cagó la vida. Capaz que esto también sea una exageración. Lo que en el fondo pretendo decir es que nadie pasa cara de palo de un ciclo a otro sin que entremedio, te llegue la factura, sin que la cabeza no te silbe que la embarraste, que hiciste algo que está fuera de foco o que al menos, te saliste de madre.

Regularmente pienso sobre cómo es posible que haya pasado tanto tiempo creyendo que las personas usualmente harían cosas que yo entendía como corrientes o normales, sobre todo, porque en rigor, la gran mayoría avanza como le place, como si el resto de todos nosotros importase un reverendo pepino; esta es la regla general, aquello, la excepción.

No me creo nada, ni la raja, ni especial, ni diferente, eso lo pensaba antes, antes cuando creía que valía la pena luchar por los ideales.

Sin embargo, aún creo en algo, eso sí que nadie me lo puede quitar ni con todas las avalanchas del mundo, creo en mi fortaleza, creo en mi convicción y en la intuición que me encamina hacia la dirección correcta aunque no sepa con certeza cuál es el propósito de darse una vuelta tan larga.

A diferencia de los lazos de sangre, la amistad es un recorrido que elegimos, a veces bien, otras mal, lo importante tal vez sea que con el tiempo, mucho más allá del entorno y los que se van quedando en el camino, sea entender que el mejor amigo de de uno mismo es nuestra propia entidad, nosotros en primero, segundo y tercer lugar. Quizá de esta manera, entender a los demás sea también menos complejo, ya no desde el juzgar sino simplemente desde la esfera en que lo que hagan los demás son parte de importante de las voliciones ajenas que no deben ni pueden vencernos, justamente porque no se trata de nosotros sino de todo aquello que está fuera y pertenece a una realidad diversa y paralela.



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