COLUMNA: POR FIN ES VIERNES. HOY: "El fin del vacío". (Viernes 6 de Junio de 2008).

COLUMNA: POR FIN ES VIERNES. HOY: "El fin del vacío".
(Viernes 6 de Junio de 2008).



Arthur Schopenhauer fue un honesto divulgador del conocimiento; algunos dirían, individuo deprimido, deprimente, depresivo… Pero lo cierto es que con los años, paradojálmente ese estado permanente de cuestionamiento le valió un reconocimiento universal. Sobre el particular, transcribo lo que sigue: “Cuando en sueños pesados y horrorosos alcanza la angustia su grado más alto, ella misma hace que nos despertemos. Y en ese momento se esfuman todos los monstruos de la noche. Lo mismo ocurre en el sueño de la vida, cuando el grado más alto de la angustia nos obliga a interrumpirlo…”

Podemos programarnos para varias eventualidades, computar de cierta forma cuáles serán ciertos escenarios probables como efecto de decisiones o de ejecutar tales o cuales actos en los que incorporamos aquellos o éstos en ésos y por lo general, a la postre, nunca dar en la talla. Es lo que acontece cuando estás preso de la angustia y las liberalidades desplegadas en algún minuto tienden a pasarte la cuenta. Mientras figuramos como víctimas, nuestra fortaleza intrínseca se desvanece, traduciéndose nuestras virtudes en defectos impresionantes, tanto así que lo circundante nos detesta, nos rehuye; nos volvemos leones torpes sin colmillos, ni rugidos pues todos y cada uno de los fantasmagóricos asesinos de la noche, monstruos testarudos y voraces, te arrebatan el alma. Pero no es casual. La angustia como tal, es un estado de opresión indomable y quien la haya experimentado en carne propia sabe perfectamente de qué estoy hablando. Estar en trance de angustia es infrahumano y ni aún, en el peor karma pesimista, es tolerable al tenor de otras cuestiones mundanas en que caemos presos. La angustia nos consume a punto tal que cada paso dado es una equivocación desmesurada, un engaño profundo, una soledad expuesta, permanente, eterna.
Con todo, habitando en la dimensión de aquella, adviene un sentimiento contrarrestante y que es la reflexión; primero el miedo y la inacción, luego, la calma y la contemplación…

Ayer fui participé de una jornada verdaderamente espléndida. Tuve la oportunidad de reencontrarme en la vida con una amiga, de esas que no esperas y que desenvuelves como un regalo en navidad anticipada. Eso fue lo que sentí la vez que la conocí hace algunos años atrás. Sin embargo, no hubieron posibilidades de explorarnos, de saber más la una de la otra que no fuese el ánimo y la gana de prolongar la vibra y el entusiasmo. Pero el devenir tenía otros planes. Suerte la mía que aconteció me topase con ella, nuevamente, así, de la nada y de lo mejor que sobreviene cuando las nubes se disipan y se abre el cielo tras las lluvias del invierno. Mi “amiga” (pues pretendo cultivar este regalo) es un personaje de cuento con ropa equivocada (pues en verdad, Dios debió, otorgarle alas), con rol desafinado y con energía para disparar misiles sin apretar gatillo. Y la verdad, con ella se cumple el viejo adagio o bien, la fuerza de lo divino: “Dios usa caminos misteriosos”. Y hoy, puedo agregar sosegada cuan cierto es esto. Escuchar el desarrollo de su historia durante el transito de los años incomunicados, sólo me deja una sensación incendiaria en el pecho. Verificar neuronalmente su versión, no tiene caso, pues cada detalle habla de un corazón puro y una garra de esas antaño. No hay más que agregar, no hay más que añadir. Cada tramo de sus sucesos trae como correlativo justo y necesario, abrirse el corazón, mirar dentro y darse cuenta de la insensatez del dolor propio y del tiempo perdido en abandonarse acobardado por esa montaña infranqueable denominada angustia. Soledad es una mujer admirable en todo el perfume de la palabra; no sólo posee una infinita capacidad de perdonar sino que además, de amar. ¿Cuántos pueden decir que son capaces de hacerle frente al orgullo, al amor propio, a los egos maltrechos, a los fantasmas nocturnos y monstruos que nos torturan sin tregua, sin al menos perder una tajada y gotear sueros de negativismo durante un tiempo? Ya creo que pocos, siendo mejor escribir “escasos”.
Mi amiga fue arremetida con fiereza, fue atormentada y fue al mismo tiempo, silenciada al punto de atestiguar dolor, decepción y desilusión a mango. Y sin embargo, la miro y mi cara se cae a pedazos de tanta vergüenza, se cae a pedazos porque a pesar de todo, la veo íntegra, entera, radiante, enamorada hasta los huesos. A pesar del apremio impuesto por su propia angustia, ésta le recordó cómo interrumpir el mal sueño de la vida inexacta, extraviada tal y como la había vivenciado. Y lo hizo con el “aplomo” de una reina, de una soñadora empedernida de cuento de hadas, con una dulzura que parte el alma, pero no para desintegrarla, sino para recomponerla y ajustarla como pieza maestra de un rompecabezas… esa forma extraña que la fuerza del universo posee para decirte las cosas, esa inmensidad del creador para recordarte que es en el dolor donde creces, sitio exclusivo en el que vives y mueres, lugar de privilegio en donde constatas cuan humano y pequeño eres y a pesar de todo y, sin embargo: ¡VIVES!
Habemos pesimistas endógenos y pesimistas ocasionales; existimos soñadores recurrentes y realistas majaderos; habitan este mundo intelectuales radicales e idiotas felices… pero pocas veces asistes al privilegio de ver humanos simples, básicos, tan puros y prestos a siempre y permanentemente, llenarse.

Hoy, al fin, en el umbral del agotamiento extremo, avergonzada pero al mismo tiempo, conmovida por los sucesos, admito haber errado un largo camino. ¡PERO HOY ES CUANDO! Cuando aprendo a decir basta; basta de angustia, basta de fantasmas, basta de leones sin colmillos ni rugido, basta de alucinaciones baratas y de obsesiones varias, basta de estar triste, basta de estar tan triste, basta de exclamar que alguna vez diría: QUIERO DEJAR DE ESTAR TAN TRISTE, BASTA!!!!
Lo hago con la tranquilidad de que si equivoco el intento y me debilito, con angustia o sin ella, reuniré energía para seguir, porque justamente aún hoy hay tiempo.

En buena hora, ¡Por fin es viernes!

Comentarios