COLUMNA: POR FIN ES VIERNES. HOY: "Una lista para recordar". (10/julio/2008).

COLUMNA: POR FIN ES VIERNES. HOY: "Una lista para recordar".
(10/julio/2008).



La semana pasada no hubo columna. Algunas personas incluso, hasta me llamaron para preguntarme qué había sucedido para suspender la publicación. Lo cierto es que la columna estuvo lista a tiempo, no hubo acontecimientos físicos personales relevantes que me impidieran apuntarme como cada semana, de hecho versaba sobre los aspectos más oscuros del resentimiento; algo así como una catarsis personal y efecto colateral a una crisis emocional de larga data. ¿Porqué no acabó en mi página de facebook? Básicamente creí en el sentido de enviar misivas emocionales a la red, pues supuse que escasamente alguien solía darles un mero vistazo. Pero me equivoqué; no sólo mi listado de gente conocida se involucra con estas notas íntimas, también unas cuantas otras personas acceden sólo para leer este espacio que semanalmente deja algunas estelas colgando. El no publicarla trajo unas cuestiones parecidas asociadas; quizá una suerte de paréntesis para atender a lo circundante, ver y oír, mirar y detenerse a percibir cuestiones que dejé visualizar. Y tal vez Alejandra tenga razón y deba dejar de pensar tanto; la vida es así y hay que “tomarla” en vez de analizarla tanto. Pero si estuviese frente a esta simplemente deslizándome –probablemente sería fenomenal- sin embargo, no sería yo, no sería la que a veces se devana los sesos intentando ordenar episodios en su cabeza. Más que el buscar explicaciones dosificadas de lo que está pasando y porqué aconteció del modo en que al final se describe en la historia, me apasiona poder testificar, me seduce tener algo para decir y que ese decir, se transformé en un testamento de todas las cosas y situaciones que intenté mejorar con apenas un minúsculo grano de algo… para que el devenir lo acoja.

En la última edición de ROLLING STONES (Número 128, Julio 2008), en sus páginas centrales se incluye una muy buena entrevista que el periodista Brien Hiatt realizó al vocalista de Coldplay, Mister Chris Martin. Podría transcribir varias frases para el bronce, pero no es la idea. Lo traigo a colación porque Martin alude a cuestiones de su vida pasada para explicar quién es, cómo vive y contra qué ha debido luchar (demonios personales) para transformarse en la persona que medianamente aspira ser. Entre las cosas mencionadas, mencionó los estilos, los sellos personales y los copiados, se refirió a la religión y su poder obstructivo en su conciencia adolescente. También recordó bandas emblemáticas que servirían de afluentes en su trayectoria musical futura y uno que otro detalle freak sobre especulaciones, géneros y tendencias sexuales. Pero a mi e conmovió otra cosa, me sentí identificada cuando declaró que a pesar de las intensas y persistentes críticas de los medios (recordemos que The New York Time destrozó el álbum X&Y) a él y a su banda no le importaba equivocarse mientras estuviesen creciendo, mientras se recogiese parte de ese pasado y descubrieran cómo obrar en lo que viene para desmitificar… “NO QUIERO SEGUIR A LA MUERTE Y A TODOS SUS AMIGOS”. Aparte de declarar públicamente que este nuevo álbum es notable (no sólo por la mano de Brien Eno en el disco), traigo aquella parte de la entrevista que me dejó la línea propicia para deslizarme en esa parte de la vida que me es más afable: “Vivimos en un tiempo en que la venganza es la acción más peligrosa que existe, porque es demasiado lo que se pone en juego…”

He vivido los últimos tiempos abrazada a un profundo deseo de venganza, algo que por cierto nunca antes experimenté. Mi escala de movilización y ataque, sin duda alguna es muy inferior a lo que Martin estipuló (refiriéndose a grandes bloques –EE.UU, específicamente- en la entrevista). Lo mío, más bien, tenía que ver con el arrebato agravado por desesperanza, conclusión residual de haber puesto mi fe en la persona equivocada, el haber trazado ideales y sueños a través de quien no lo merecía, no porque fuese endemoniadamente malvado, sino porque simplemente, no sostenía las cualidades inferidas. No dio en la talla.
Superar la desilusión que provoca decepcionarse, es sofocante. Y sin embargo, nunca pretendí sentirme aliviada en un corto espacio de tiempo (soy de duelos pendulares), sino todo lo contrario. Como en tantas otras oportunidades, me costó desprenderme de esa venda tan bien sujeta a mis ojos, sabía bien que al quitármela, todo el panorama visual sería devastador. Sin embargo, la vida, su código secreto y el devenir, una vez más apuestan a sorprenderme justamente cuando asevero con insolencia que nada puede remecerme.
Eso es lo más generoso del facebook. Después de 20 largos años volví a reunirme con compañeras del colegio. Hacia el año 1988 fui parte del alumnado del Liceo Betzabé Hormazabal de Alarcón (Liceo 8 de San Miguel) y por razones varias tuve que dejar abruptamente sin lograr graduarme con ellas. Ahí había fragmentos que perdí, partes de mi vida que fui obligada a abandonar, una adolescencia interrumpida que necesitaba cerrar un espacio no detallado, como si a una buena historia se le hubieran arrancado las páginas esenciales. Reunirme con mis compañeras de colegio fue realmente excepcional; algo dentro de mi corazón se acomodó al verlas interactuar, al escuchar timbres de voz que pensé olvidados como el de la Sandra Escobar (siempre haciendo sus maldades), al ver gestos (una mueca inconfundible en la cara de Alejandra Llanos), al reconstituir perfomances (la New Kids on the Blocks y sus pasos emblemáticos), al dimensionar que todo lo que había dejado atrás tenía un valor intrínseco persé (ver una diminuta fotografía tamaño carné de Francia y que se activaran tantos recuerdos en mi memoria).
Al final, la tristeza y la decepción se aminora precisamente cuando acontecen episodios nuevos con aroma a reminiscencia, momentos como el vivido el sábado 5 de julio pasado por medio del cual te das cuenta que aún con el paso del tiempo, con todos sus avatares y las opciones que diversificaron los caminos, lo básico y esencial queda: sentirse otra vez de quince es magnifico.
Es cierto que hoy cuesta hacer amistad. Las personas se cierran y prefieren dedicarse a lo que con años ha costado construir, otros tantos creen que la amistad es circunstancial y que hay que dejar que la cuestión fluya. Opiniones hay para todos los gustos. Pero en lo personal, el sello de la impronta del tiempo no quita de mi retina las mejores vivencias de la adolescencia todo lo cual experimenté siendo liceana. Por ello, cando veo el rostro de Cecilia, todas esas cuestiones se me vienen a la mente y me río, me río de andar triste, me río recordando con esa manía suya de hacer una inmensa “Z” en los cuadernos, de ser tan espontánea y de aún, a esta fecha, conservar toda esa energía que la hace ser única.
Ahora, en silencio y con el eco de aquella jornada, presumo una potencialidad de otro devenir; cada vez que algo se mueve lo hace en muchas direcciones. Nuevos contactos, nuevas ganas, nuevas energías y la promesa de que muchas otras cosas pueden volver a dar cabidas y espacios en que nunca pensaste andar.

Nadie puede cambiar el pasado, eso es un hecho. Y si embargo, me siento igual que Chris Martin de Coldplay, yo he recobrado parte de esa esperanza extraviada, me estoy reincorporando para darle un nuevo sentido al paso que emprendo… es bueno cerrar círculos, ver que ocurrió cuando no estabas, darte cuenta de que fuiste y estuviste. De otro modo, sin esperanza, ¿Qué nos queda? Sin maravilla, sin sorpresa… sería un desastre.
Voy hacerme una lista como la de Woody Allen en Manhattan, voy a hacerme una lista para recordar qué cosas hacen que la vida sea una gloria y lo primero será apuntar lo que sigue: 1.- Sentir emoción al constatar que la sorpresa nunca acaba, menos la esperanza de creer que todo puede suceder. Todo!!!!

Y como diría flemáticamente Gustavo: Gracias, ¡TOTALES!

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