CIRCUITOS...



CIRCUITOS.


Nunca hago este ejercicio, pues en fondo: duele demasiado…
Nunca me quito las máscaras ¿Quién lo hace, realmente?
Nunca digo te amo, aunque lo grite muda y lo oiga sorda,
Nunca lloro en las despedidas… suelo hacerlo en privado…
Nunca, pero nunca nunca, llego a mirarlo demasiado.

Nunca le tomo la mano,
Nunca me adentro ni su mar, ni en su pasado…
Nunca me aferro a su pulso, o a su ritmo,
Nunca canto bajo la ducha, ni callado…
Nunca me dejo el sudor, después de la efusividad de los actos…

Nunca toco el cielo, se siente tan áspero…
Nunca mi corazón, deja de ser forastero
Nunca dos veces seguidas, nunca,
Nunca tres, cuatro; nunca pensar en mañana…
Nunca se pierde el talento al cabalgar un momento.

Nunca me quiebro si mi carne le evoca a otra…
Nunca me parto en dos, si solo soy el contorno de la línea,
Nunca me regenero, solo emigro, vuelo…
Nunca me absorbo, no me permito el tiempo
Nunca me pierdo, me extravío o me reencuentro.
Nunca caigo en el fondo… No me gusta la vista del acuario.



Nunca tomo prestado otro aliento,
Nunca reservo saliva, olores, sabores…
Nunca robo cuotas para aliviar el olvido,
Nunca retengo a nadie, no podría sostenerlo por el brazo,
Nunca digo: ¡Quédate! Asumo un silencio feroz de vuelta…

Y sin embargo, quisiera saber cómo se regresa a casa,
cómo sería tomar su mano sin sentir terror nocturno,
verlo desaparecer, escapar, huir a toda carrera…
Prefiero mascar la pena, tragarme su deseo, retener
ese rostro excitado; lágrima impresionante recorrer  su mejilla…
Escondido, retorcido, enajenado, sosteniendo el rol,
entrañable personaje que parece sobrevivir a las tragedias
y a los embates…

Quien no fuera besado, acabó su frenesí en mi…
Arrebatado en la debacle eterna de un partir a medias,
Desarmado en la huida elegante y compitiendo conmigo
En los circos de “no duele a nadie…”
Pero sentir duele, estremecerse duele adentro, sobrecogerse
mata, dispara, remueve; nos lleva hacia el sitio en que no queremos
estar, y al que siempre añoramos, porque somos así, animales
feroces que se azotan contra el muro, sin saber cuándo dejar de escapar,
o cuando recalar en un nuevo cálido barandal… pero al finalizar el circuito,

sin saber cómo…

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