Incoherencia.
I
Incoherencia.
Lo que no me
gusta de la juventud es la ira contra el mundo. No me gusta que el joven (o la)
iracunda, crea que todo el mundo debe rendirle pleitesía solo por el hecho de
tal, de su exuberante y desatada cuota de menos años, menos experiencia, más
egoísmo y exacerbación de un individualismo que vira sobre lo patológico, toda
vez que se mira a la luz de entidad social, más que búsqueda de identidad
propia. No me molesta el alegato crudo, el sinsabor de una discusión ciega en
donde el joven caprichoso y obtuso, baja una compuerta interna y decididamente,
deja de oírte solo porque puede y se le antoja. ¿Qué pasa ahí? Te juzga y te
critica con una incoherencia impresionante y luego se va, dejándote con la
siguiente frase, colgada, deslavada, inútil
Porque
francamente, inútil es seguir adelante en esa eterna lucha de generación.
… Manuela es
todo lo contrario, hace la carga y me enfrente en el debate para que yo
escarbe, para que no me olvide de pensar, de reflexionar, porque la vida es
eso, un eterno reflexionar, un eterno auto cuidarse y comprender que todos
estos episodios de fuga y errar, no son más que parte del crecer, aunque crecer
duela tanto, algunas veces más que otras. Juntarme con ella es maravilloso, mi
corazón queda llenito, porque ella me conoce demasiado, ella es mi Pepegrillo,
mi cable a tierra y cada cosa que sale de su boca, es como luz que guía mi
camino atolondrado.
Ángela, ¿cómo no
lo ves? Nadie es tan bueno como parece.
Puede que solo
necesite castigar, enredarse con muchas mujeres
Para devolver en
donde le han herido…
Puede que
necesite dejar atrás a alguien, a algo y por eso
Nunca va a
quedarse, quedarse no es opción para alguien
como él. Él en
sus propias palabras quiere follarse a toda
la ciudad, pero
luego se consuela sentenciando un solo
nombre aunque no
tenga la valentía de escribirlo…
Creo que mejor
dicho, imposible. Observo desde afuera todo este culebrón venezolano, más que
porque sentirme enamorada, porque soy escritora, porque en la contradicción de
decir: “No sé porqué me interesa tanto la gente rota y luego juzgarla por
moverse a través de la dimensión del dolor y conminarla a que se enfoquen en
otras cosas…”, devela que la esencia de aquella persona hiriéndote –sin estar
muy consciente de que lo hace y cómo–, no está, y que seguramente navega por un
submundo de contradicción, con peso de tristezas, necesitando de atontarse, acometer
algo que los anestesie y, rebelarse a todas las oportunidades reales de
hallarse. Realmente, encontrarse.
¿Por qué estás
tan interesada en la vida de otro?
¿Consíguete una?
¿Cierto?
Sentencias que
en boca de otra mujer, tal vez dolerían demasiado. Y le digo que me interesa,
por una razón bastante más básica y egoísta: Él es mi retrospección, él me
muestra como en una filmación atemporal, cómo era, quién era, qué cosas hacia
para sacar de quicio a la gente y sin saber mucho de por qué o qué utilidad
había en ello, usando las mismas escafandras, argumentos, guiños de locura y
psicopatía, indolor, bestia, arrojo y petulancia adiestrada hasta el cuesco…
Por eso Manuela, por eso me eclipsa. A ratos lo observo y me sacude haber sido
así, saber que lastimé a tanta gente, que me fugué un millón una vez, que casi
siempre creía que salía ilesa en consecuencia de que lo único que hacía bien,
era estivar la mochila para que ninguna pieza de dolor, se me escapara.
Yo, recibí mucha
ayuda. Ayuda que no conseguí administrar.
Y toda buena ayuda o evidencia de ella, también se acaba.
Y eso fue lo que
pasó.
¿Quién te está
pidiendo ayuda?
¿Quién te dijo a
ti que yo necesito ayuda?
¿De dónde sacas
que a mí, puede dolerme algo?
Todas
interrogaciones favoritas, parte de un lenguaje aprendido solo para sobre
vivir.
Y todo eso, un
buen día, también se esfuma. Porque al reconectarte, empiezan a pasar cosas
nuevas, sensaciones distintas que no pueden ser oscurecidas por la presencia semiótica
de lo que fuimos siendo con otros, porque el pasado no nos define y porque ser
humano, impone vivir, nacer mil veces y volver a morir.
Exploto estas
líneas, como lo hace el que esculpe su cuerpo aunque experimente dolor físico,
como el que se toma un copete y queda borrado, como el que se fuma un pito y
acaba en cualquier cama, como el que se va por una larga carretera, sin rumbo claro
y nunca más mira atrás, como el que pega desenfadado sin importarle cuánto
lastima, como la mujer que muere en su ley sin pedir perdón, como la amante
trasgresora, odiosa que habla, habla, y sigue hablando del dolor, porque si no
escribiera, moriría, no podría soportar cómo estamos, cómo es que vivimos
enfadados, ensimismados, encabronados, o también furiosos de vida, engrupiéndonos
que no nos duele nada, aconsejando, festinando solo con que se es, o capaz, entrando
en la vorágine de la rabia, de la frustración, de apasionamiento por alguien
que no nos hace caso, que nos arrastra a encontrarnos con lo que somos,
cínicos, salvajes domesticados, vendidos y resignados.



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