La profundidad del amor.




Que alguien te remeza, no es lo mismo que te “toque”. Tampoco es igual tocarte que, dar en el centro… y así la cosa podría eternizarse como un buen episodio Tubifex de Murakami… Y puede que sea cierto también. Todo puede ser siendo honesta.
He aprendido con el correr de los días que en un momento puedes encontrarte en la cresta de la ola, y al instante siguiente, en el roquerío abandonado del otro extremo. Y no está mal, no está bien, no es asunto binario tampoco, puede que tenga significado solo a través de los años, nunca inmediatamente.

Me he repetido hasta el cansancio que la vida de uno debería sintetizarse frente al espejo, que no es necesario querer parecerse a nadie, no obrar por nadie, no dejarse encontrar por nadie para recordarnos quiénes somos, y sin embargo, hay oportunidades que me pasa lo mismo; reeditar una nueva actualización de la novela escrita hace algunos años, algún matiz fino, delicado, una cosa poquita pero precisa, detallada que haga distancia y nos deje hablando un buen rato de ello… Me siento tan privilegiada en este instante, como si no me hiciera falta nada, o la dureza del saber, me haya permitido, desprenderme… “la respuesta está… en el viento…”

Hay tanta verdad en sus punzantes frases asesinas, es  cierto. Pero ahora me pregunto sobre la necesariedad de ese arremeter, de esa no piedad para que te arrodilles, para que te retuerzas con ese inmenso precipicio al que ya no estás acostumbrado en el borde de tus pies, porque fue tarea más fácil, rendirse, entregarse, arrellanarse en la satánica rutina:
“… extraño y condenado a no mirar atrás…”
“Vacío, rodeado, llorando por un siglo… llorando… vacío… rodeado…”

Con juego de palabras, desordena mi mente, y quiero echarlo lejos, mandarlo a la cresta, contestarle como pendeja de 20: ¡ándate a la mierda, imbécil! ¿Pero qué sería eso? ¿No sería darle la razón en todo a un completo extraño? No me importaría hacerlo. Pero no es del todo exacto.

Es cierto, la gente nos desordena, queremos oír cosas; exigimos verdad, honestidad, y cuando los hechos  colocan en pequeña cuota en frente de nosotros, nos desarmamos y nos vamos a la z... Porque somos cínicos, porque somos falsos, porque somos incapaces de decir la asquerosa verdad. Somos patéticos.

No es necesario aguardar a que alguien se abandere a decirnos lo mínimo, lo que ya sabemos, lo que dejó de tener tinte hace años, pero si es bueno como recordatorio sobre las cosas que ya aprendimos y que dejamos de colocar en práctica, que la “iluminación” sea para cada uno de nosotros y no para hacer misión en la vida de nadie, pues estamos solos, estamos incompletos, estamos rotos, estamos destinados a estar paralizados e insensatos, si es que nos morimos en vida.

De todas maneras, y aunque suene paradojal, yo sí creo en la profundidad del amor, no por haber vivido más años, por ser chora, por creerme algo; creo en el amor porque lo siento, porque en cada cosa que veo a través de mis ojos cansados, saco una peculiaridad; cuando veo una foto de una pareja rota que no sabe que aún puede seguir, amándose, cuando contemplo a un pájaro loco saltando, cuando veo a un crío de la mano de su madre, cuando incluso, me miro al espejo y mis ojos brillan a consecuencia de la hazaña temeraria de otro… todas esas veces existió amor, y lo sigue habiendo. Hay amor en mí, lo sé porque cuando me maltratan con la forma más allá del contenido, mi pecho se aprieta y mi corazón late más fuerte, tengo ganas de gritar y tengo ganas de desaparecer, y así se siente, es parte de, te recuerda que funciona, que late, que pasa algo, que se sobresalta, y que a pesar de todo, aguarda que el estatus, cambie:

Todo el mundo hiere…
Todo el mundo tiene algo que aprender.
─Pienso. Y luego me sumerjo en mi silencio revelador.

Puede ser que la profundidad del amor, le concierna al deseo limpio, a la in-expectativa, a no pensar en nadie, ni en nada más. Apartarse cien por ciento de la especulación del instante siguiente, como escenas sueltas de una película que NO debe ser editada… la joya reside en lo que recuerdan los actores mientras interpretaron su rol. Y quedarse ahí, centrarse en ese goce momentáneo, no visionar nada, no trascender en nada, no liarse con ninguna otra sensación que hile algo, sino que a propósito, cortar con todo para que no exista pasado, para que siempre sea solo un ahora, un aquí.
Más nada.

Los mensajes del tinder se agolpan unos detrás de otro, no corro a verlos, ya no me alcanza con ese frenesí absurdo. Sé que todo aquello es más de lo mismo, que las secuencias dadas en ese canal, se deslizan viciosas, versan sobre rituales amorfos que ni siquiera constituyen pausa, paréntesis. Ya no logro sentir, no logro estremecerme, siempre aparezco descolgada, brevemente soy capaz de seguir la línea de argumento, y siento que no encajo, porque en el fondo, estoy pensando que el amor verdadero, puede que exista y sea sólo que se viene de rodillas desde donde sea que debió haberse venido caminando!!!

Me hago las preguntas que Manuela me ha asestado:
¡Angela!
¿Qué es lo que realmente quieres para tu vida?

Y entonces, sólo entonces puede que haya logrado romper en llanto, porque lo que quiero existe, lo que desearía para mí, puede ser, y sea que solo soy una cobarde como para irrogármelo.

Puede que esta aventura de desear la juventud exuberante de los amantes, sea solo una triquiñuela para tapar el sol con un dedo, no hacerse cargo de nada, seguir adelante con el circo romano porque subsumirse en él fue terrorífico y tratar de abandonarlo, debería ser mucho más terrible aún. Puede que mi treta de relacionamiento ocasional sea una verdadera pantomima y que de ahí el vacío posterior cause tanto daño, porque la estocada caliente dura un momento y la desolación de una no conexión, hiere, nos recuerda que amamos, que añoramos ser amados, que somos sujetos de amor y que es una pelotudez querer desquiciarnos en el no amor.
¿Para qué?
Toda esa inutilidad nos deja huérfanos.

En verdad todo debería tratarse del amor… Todo.

No hay nada en otro cuerpo que no sea el trance del descubrimiento del amor, tal vez no amor en ese mismo cuerpo, sino en la potencia del ser, en lo que es capaz de hacer la mente, la gana, el deseo y la vehemencia de las tripas que por más que lo deseamos, no dejan de rugir.


Lo que alguien denomina resignación, para mí no lo es. Nunca lo será.

Resignarme habría sido nunca más levantarme de la cama, seguir tomando medicamentos, no poder ingresar al metro de Santiago; dejar de escribir, dejar de ver a las personas, ser, cuando nadie les ve…

Resignarse, es otra cosa
¿Qué clase de resignación es la que ves?
¿Cómo he de resignarme?

Yo contemplo los rayos de sol, yo admito haber encontrado algo en sus ojos; soy consciente de las cosas que perdí en la lucha y sin embargo, continúo abriendo los ojos cada día, sacando mi cuerpo pesado fuera de la cama, mirando hacia arriba cada vez que la echo de menos, cada vez que los echo de menos… sigo emocionándome hasta las lagrimas cuando oigo a Cerati… lo extraño (… conocer la otra mitad… es poco…), cuando tomo el primer sorbo de café por la mañana, cuando engullo un trozo de marraqueta pelada, cuando huelo los jardines mojados, con sus puntitas afiladas, soberbias, vivas… Cómo podría haberme resignado si en cada persona veo luz, si en mucha gente, observo que resiste, que no se vence, que no se entrega.
Pero a veces, muy pocas veces, aparece alguien que te acusa, que justo cuando más la querías sin condiciones, te acribilla sólo porque no es capaz de entender que lo quieran tal y como es, no lo soporta…

Supongo que es la paradoja universal; nadie sabe realmente para quién trabaja y también presumo que así debe ser, que no hay otro modo, porque él y su forma de ser de perro guacho, no puede tampoco ver más allá del paradero de micros en el que se ha guarecido tantas veces.
¿Cómo culparlo de algo?

El dolor de la perdida de los afectos profundos nos deja una marca indeleble que no se borra con nada. Lo que hacemos al crecer (aunque nos duela), no es resignarnos sino aprender a administrar ese dolor, a seguir adelante a pesar de ello, de los recuerdos negros, de los pedazos de menos… No nos arrellanamos a propósito, no nos quedamos apagados, no nos lanzamos en paracaídas, no nos aventamos por un despeñadero, simplemente porque ya no hace falta, no es miedo, no es religión, no es agarrarse del pasa manos, es saber, es comprender que la vida es el pack completo sin exclusiones; a veces se puede y otras no.

Es aceptación.
Es madurez.
Es visión panorámica de lo dulce y de lo agraz.

El amor profundo reside en la habilidad de no azotarnos, de no tirarnos a la chuña (carnalmente, hablando), de seleccionar lo que sabemos nos hace bien y lo demás, dejarlo en el camino. No por cobardes, no por achatados o planos, sino por auto-cuidado, porque se te entrega la vida para un propósito que va más allá de la carne, de las meras palabras dichas o escritas, para la construcción de un algo que solo cada uno de nosotros descubre o reconoce en el camino, no antes ni después sino cuando llega el momento de cada uno de nosotros.

¡Estaba mareada!
A veces hay personas que tienen la particularidad de encandilarte, es cierto.

Pero no todo lo que brilla es oro que te obnubile, a veces puede que también sea un faro, una ilustración de alarma, una boya en medio del mar que muestra cuales son las aristas de la segunda fase, del plan B, de las cuestiones que perdiste de vista por fantasiosa y pueril, más que por cualquier otra razón.

Y lo que hayamos de hacer con eso, también es motivo de agradecimiento.


Quiero para mí:
·       Nunca olvidar mi nombre, mi verdadero nombre
·       No confundirme con mi alterego
·       No dejar de sonreír
·       No rabear frente al espejo
·       Verme ante el espejo
·       No abandonar nunca más mi cuerpo
·       No dejar de abrir los ojos
·       No dejar de pestañear
·       No dejar mis recuadros mentales; ¡Click!
·       Componer mi diafragma
·       Tararear canciones de Babasónicos (sé que al final de los tiempos, me vas a doler…) hasta que sea viejita...
·       Hacer bolitas de papel y achuntarle a algo
·       Hacer bolitas de papel para jugar con los gatos guachos
·       Hacerme de un gato guacho
·       Jurar
·       Amar sin condiciones, de nuevo…
·       Retomar el piano
·       Terminar las acuarelas de hace dos años
·       Conocer Irlanda, Escocia y ver la aurora boreal…
·       Caminar por Bali
·       Entender el Bhagavada-gita
·       Leer de nuevo la Trilogía de Nueva York
·       Conseguirme un original de J. D. Salinger
·       Regresar alguna vez al cementerio
·       Perdonar
·       Regresar a la inmensidad del mar y nadar mucho rato en el agua salada…
·       Soltar
·       Dejar partir
·       Desprenderme
·       Ser incondicional
·       Ser siempre leal conmigo misma
·       Encontrarme mi propio Ruffalo
·       Ir de copiloto en carretera, con la radio a todo volumen, que el chofer sea el hombre que amo… (con los Smiths de fondo)
·       Acariciarle la espalda, alguna otra vez, cuando tenga más años, más sabiduría, menos insolencia, más humildad…
·       Vagar por la orilla de la playa con los audífonos puestos, escuchando una de los Stone, y que las lagrimas no vengan a mi
·       Saltar en benji
·       Saltar en parapente, otra vez
·       Volver a algún rápido de cualquier parte
·       Dejar que alguien me vende los ojos, dejarme caer
·       Operarme de los nervios
·       Un jardín lleno de girasoles
·       Una cama doble y completa
·       Una casa en las afueras, en un bosque lleno de árboles…
·       La sal del mar en mis pies
·       Una piscina a la medida
·       Dormir 6 horas de corrido
·       Hacer el amor, pero hacerlo
·       Encontrarme en la retina de otros ojos
·       Que se encuentren en la retina de los míos
·       Transformarme en payaso 24/7
·       Destrozar el cartón apenas me lo entreguen
·       Incendiar tu recuerdo
·       Nunca más usar tacones
·       Nunca más usar sostén
·       Nunca más usar calzones
·       Dormir desnuda, siempre
·       Recordar mi cama, quince minutos antes de levantarme…
·       Retener la sensación durante los días negros
·       Agradecer siempre, incluso, a los hijos de su madre…
·       Aprender los pasos de Jamiroquiai
·       Bailar más seguido
·       Susurrar muchas veces al viento
·       Nunca dejar de menear la cabeza en la calle
·       Saludar/Despedirme/Buenos Días/Buenas Tardes
·       Ir a un concierto de Industries Of The Blind
·       Retomar las clases de inglés
·       Decirle a mis amigas (os) cada vez que pueda, cuánto las amo
·       Aprenderme la canción de Tori Amos que nunca recuerdo…
·       Tatuarme la palabra amor
·       Tatuarme una molécula de agua
·       Volver a un circuito de drum & basse
·       Nunca oír a Lana del rey
·       Dejar de copiar los modismos y manías de la gente
·       Creer que realmente tengo talento
·       Publicar y ayudar a otros a lograrlo
·       Terminar La Fiebre Del Átomo; Los Privilegios Del Silencio, Malhablado y El Acumulador de Palabras.
·       Dejar alguna canción romántica
·       Un hombre sin manual de instrucciones
·       Retomar francés
·       Retomar Kundera
·       Retomar la vida y sus secuencias naturales
·       Vivir sin culpas
·       Follar maliciosamente una vez al año con un desconocido
·       No esconder la barriga
·       Entender la poesía, sentirla
·       Leer más de Bolaño
·       Dejar de odiar por un razonamiento frustrado
·       No confundirme con desafíos inútiles
·       Tomar decisiones postergadas
·       Recuperar mis libros prestados
·       Devolver los que he perdido
·       Escribir, escribir, no dejar de hacerlo nunca
·       Ordenar mis Blogs
·       Alimentar la disciplina y la perseverancia
·       Comerme las horas
·       Que las horas no me coman a mi
·       Hacer más deporte
·       Comer sano (dejar el harina; maldito gluten déjame en paz canalla)
·       Recuperar la fuerza de mis brazos
·       Una cosa a la vez, pero bien hecha
·       No más siquiatría, ya estuvo
·       No más mochila llena de nombres
·       Más Platón y menos prozac
·       Hacer del día un lugar feliz
·       No mascullar
·       No gritar
·       Ser amorosa
·       Ser jugada
·       Ser feliz
·       Haberme encontrado un amor a lo reality bites, y que mi propio Ethan Hawke, nunca me suelte la mano, que la sostenga hasta el día de mi muerte…
·       Aceptar mis canas y arrugas
·       Morir en mi ley
·       Que en mi cajón haya una copia del principito, una foto de la celeste y de la charito (mis amadas compañeras felina y perruna de ruta), mi anillo favorito, un coyak de limón, mi disco favorito de los Smiths, la frase de Murakami que más me gusta; mi último libro sin terminar (para acabarlo en el viaje…), un audio con la voz de la Manuela, una carta de un viejo amor, una porción de papas fritas (o en su defecto, unas de bolsa), un mechón del cabello del Alejandro para recordar su olorcito; sin zapatos, sin ropa, sin nada que me apriete, ni ahogue mi alma), mi cuento favorito que le escribí a mi abuelo y el que le escribí a la Manuela; mi coreografía más entrañable en la pista de baile.
·       Que alguien cante una canción de Ian Curtis, Oasis o de Ashcroft –a capella– en mi entierro.
·       Que nadie llore. Que todo el mundo se esté riendo pues tuve la gran vida. No otra sino la mía.

*Eso es todo lo que tengo para decir al respecto

¡Venga, Valiente!



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