Lo que me resta...
Le he dicho en todos los idiomas que
esas reuniones,
son una soberana lata, que asista solo
y me reclama,
me enfrenta precipitado que esto y
aquello; yo, minuto
dos, ya lo he desconectado… Para
anularlo, le digo que
sí, que lo haré, como todas las cosas
que hago para
hacerlo inmensamente feliz… y él se
sonríe, lanza su
carcajada burlona clásica, la misma
que me recuerda
que ya no hay remedio, que no queda
gracia, todas las
noches muero un poco, evocando un
pasado que no
regresará.
Los asuntos se han revelado…
Mientras subo mis medias de seda, mis
piernas se
arrebatan, se yerguen sobre un suelo
helado y recojo
lo que queda de aire en esa habitación;
el maldito alza
el volumen: Angie, I still love you
por enésima vez, ha puesto el mismo
vinilo.
Quiere hacerlo antes de acudir al
baile, y yo quiero
desaparecer…
Tira mi cuerpo contra la mesa, curva
mi espalda
hecha trizas sobre la mesa de mármol,
arquea mis
brazos sin piedad para que no pueda
moverme… y
yo, reseca, cierro el pico mientras
Jagger acaba con
los restos de mi corazón…
Su pene infame, raja mi ser. Pero lo
soporto, finjo
que su prepotencia ya no asquea, no
perturba,
arranco de la baldosa mojada y recojo
lo que queda
de denier… lavo mi cara, restriego mis
ojos y cubro
con maquillaje las marcas que ha
dejado sobre mi
piel.
Las otras, ya no me pertenecen.
Pienso en la única vez que fui feliz, la
noche
en que las distancias, abrieron un
abismo
dentro de mi corazón… y sus ojos se me
vienen
a la cabeza, como un tumbo de parachoques
que
te deja medio muerto sobre el
pavimento…
Lloro, lloro en mute, lloro como cada
noche…
Recuerdo que no conseguí despedirme,
que
guardé su olor en mi pañuelo cual
delincuente
su navaja bajo el colchón, que al
abrirlo para
olerlo, aspiraba la visión del mundo a
través de
sus ojos; las amantes, los orgasmos zafados
y enfermos,
las anécdotas punzantes que lanzaba
para hacer un
sofisticado y estratégico daño… Su
intrepidez, su dolor
que hice mío. Nuestro orgasmo…
Y me hice de aquella vez que me lanzó
todo
su odio, su deseo tirano, su resentimiento…
Y recordé mi decisión absurda, de
enajenarme
Y de desaparecer, vencerme,
aplastarme, no ver.
Entonces, supuse que se quitaría, como
se
Apagan todas las otras voces que dejé
por el
camino. Eso no llegó a suceder…
Antes de eso: ¡Enloquecí!
La última vez que supe de él, alguien
me
dijo que se había lanzado por un
acantilado.
No hubo testamento…
No hubo ceremonia…
No hubo dolientes al borde a las rocas…
No hubo chances…
Y entonces, yo también decidí morir,
Decidí entregarme a la violación
doméstica
Al fragor de la noche ciega, a la
mutilación
Permanente de mis piernas, de mis
brazos,
Como ocurriera en la juventud, antes
de que
Él me curara y me dejara a mi suerte
para
Regresar a padecer.
Para siempre…
Por siempre…
Eternamente…
Hasta el fin de los tiempos…



Comentarios
Publicar un comentario