La buena cicatriz...




Max Richter suena... le doy enter a la misma melodía una y otra vez; necesito desencarnarme porque de otro modo, quizá tema enloquecer...

He salido al ante jardín a echar algo de humo de un cigarrillo hurtado. Contemplo en silencio a un árbol que no osa rebelarse, se mece tímido con el viento escaso. Traigo a mi mente el calor indecente de las horas anteriores, no me quejo, es verano, en verano suceden estas cosas, se nos mete la fiebre, la locura, y la insanidad nos recorre la mente. A veces pienso que no hay remedio, que pegarse en la estación de metros y evaluar las posibilidades, es el único hábito elocuente. Pero esta postal casera, santifica la hebra por la cual me conduzco, Pienso en todas las oportunidades en que me resistí a pensarte, a creer en ti, cuando te juzgaba de satánico y de cruel, imponiéndome la esperanza, la credulidad, el ritual primario de hacernos uno dentro de tu fe.

Te apareces antojadizo, presumes de tus habilidades montando espectáculos que sólo tú, entiendes, porque mira que lo he intentado, mira que me he sacudido esta vez, creyéndote, pero ¡Oye! ¿Qué pretendes? ¿Qué quieres de mi con estos dardos? No te necesito, no te quiero de vuelta. ¿No ves que soy un asco contigo cerca? Marcas tus direcciones con arbitrio imaginario y todos nosotros debemos rendirte pleitecía. Nos lanzas tus migajas y apurados, cada uno de los desahuciados que hacemos fila, iniciamos ese eterno retorno a tus brazos, eternizados en el sueño de encontrarte, de sostenerte de las mechas e imponerte nuestras condiciones... Pero mira que eres infame. No das tregua, arremetes como tu sabiduría ordinaria, con aquellos viejos estándares de calidad y de satisfacción mínima, Te crees un capo, te crees un sabelotodo, te plantes delante nuestro aseverando que otro camino, no es posible. Y entonces, el ser humano que somos, enmudece, se arrebata de frustración porque lo que le ha sido dado, no encaja, no puede tocarse, se transfigura a cada instante y deja su huella de desechos, las rumbas de expectativas, el calor despojado, la parte oscura que ya nadie quiere recoger cuando de súbito, vuelves a fugarte dejándonos inválidos, incluso, a veces, inhertes al borde de un balazo, de un salto, de un tranco ácido de lo que sea que mengue el dolor.

No comprendo la pretensión de festejarte, de colocarte alfombra roja, de todas esas luces artificiales que a la postre, no quedan en nada... Yo miro mi vientre, mi vientre vacío, mi vagina tullida con ecos que se deshacen en ríos de sangre putrefacta... estos son los residuos de tu comedia de equivocaciones, ¿qué tienes para decirme esta vez? ¿cuál es tu pretendida imposición de turno? en la inmunidad de la noche ruda, no soy más tu condescendiente enemiga, ya no me importas, en verdad que no me asustas ya. Pues no te creo...

Tu decálogo de principios es una farza, porque los sujetos ya no representan tu función, se han dedicado a culear a diestra y siniestra, a dar tumbos de cama en cama, a fascinarse con las tretas del hedonismo y la dulzura de tu esencia, no existe más... se funó la estrella de tu acto. No va más.

Te escribo encabronada, caliente de enojo estúpido y sin sentido. Me revuelco en el tiempo que no puedo recoger para reeditarlo a mi antojo pues el tuyo, me embiste a la pasada, me susurra al oído: ¡Tonta! ¿Acaso no aprendiste nada? Y yo le respondo que es un hijo de puta, que ya no se meta conmigo, que hace tiempo dejé de comprar barato, que todo lo que destila, son malas epifanías con un precio irrisorio... Pero te ríes de vuelta, tus carcajadas son a destajo. Lo sé, hasta ese episodio de burla, lo comprendo y me lo banco.

Mi descargo es decirte que ya no vuelvas, que esta pasada, fue mi última. Que mi sabor de boca alcanza para toda la próxima temporada, ya nos queda tiempo. Ocúpate de las personas que continúan aferradas a ti, de esas almas que de no ser por tu ficción, no sabrían cómo salir adelante, sanos, formales, cautos y encaprichados, estructurados, sonrientes de la vida plana y acomodada, de los que no saltan, de aquellos que no escurren maquillaje y que se adhieren en una sola voz junto con sus máscaras. Encárgate de todos ellos que de mi y de mi rencor hacia ti, me hago cargo solo.

No me molesta que te burles de mi con ese afán distractor tan propio de ti; tú, eres así de infame, de proclamas AMOR, dices tener la habilidad de curar y de sanar, de trascender y de erradicar todo el odio del mundo, y sin embargo, apenas puedes, saqueas mi corazón y te lo llevas todo, incluso los vendajes que recubren mis históricas heridas... Déjame de una vez por todas, deja que me vista con ropa de algodón estándar, porque será el único lujo del que desee premunirme, deja que la faena del tedio me absorba, que la mutes me inunde cada mañana y que el ayuno se extienda a través de las horas para no tener que comulgar con absolutamente nada. Suéltame de una sola vez que no te das cuenta que ya no me quedan energías y debo ser la otra, la no salvaje que se adentra en la selva sola, la impávida mujer madura de la que se cuelgan los veinteañeros creyendo que pueden sacar provecho de mi... ¿Qué tipo de acierto sería ese? Ninguno. Sólo mi madre pudo ser feliz con alguien tan dispar a su recorrido pionero... pero yo no soy tan valiente como ella, yo solo fisgoneo entre las piernas ajenas como agenda de cuidado, me someto a la crudeza del placer tóxico y realista, lo tomo cual  lección de rutina, suerte de recordatorio de dónde me encuentro, y de los cuerpos a los cuales no pertenezco porque rehuyen de mi piel.

Hace tiempo que no me arrancaba un pedazo de piel para donarlo, él lo valía, lo valía la luminosidad de su piel tostada, su relajo descomunal que ofende, su impúdica conducta temeraria, me lo arrancaría mil veces para prolongarle la esperanza. Quédate junto a él, él te necesita más que yo, sálvale la vida, has tu gran truco por el amor de Dios, dame tu cachetada final, tu puño enardecido y levántate de una sola patada.

Si quieres, me dejo en prenda, me agendas en el infierno; no tengo problemas con ello.

Te lo encargo mucho, realmente necesito dejarlo a tu cuidado; lo vi reflotando en el mar, escapando de las olas, y su rostro me recuerda a mi, me recuerda lo que fui y que ya no puedo recuperar, pero lo que jamás me podrás robar es mi bondad, es mi entrañable deseo de que otros respiren por ti y que sean devotos de ti. Yo quiero eso para él, llévalo hasta ese escenario surtidor que le tienes preparado, llénalo de los manjares que sueles apostar para anunciar tu triunfo, blufea solo un poco, pero comprometerte conmigo al menos, una sola vez (es por una buena causa).

Javier es como un tesoro que me encontré en las postrimerías de la vida, Javier es un rayo de luz, un ser de factura única e irrepetible, lo supe al indagarlo, al tratar de tenerlo, de aguacharlo en buen chileno. Yo sólo lo echaría a perder.

Así que al menos esta sola vez, tenme fe a mi, cree por favor si te advierto que él te necesita.

Prolóngale la vida, hazte cargo suyo, acógelo como se acoge a un bebe pequeño, como se arulla a un crío que nunca debió salir del pecho de su madre. Para mi, es demasiado tarde, tarde de desfase, tarde de llegar a todos lados, tarde.

Domido...

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