Personaje de reparto...



La oscilación de un enfermo psiquiátrico ha sido tema recurrente en mis columnas, ensayos y cuentos varios. Me acuerdo de mi misma en una época más nociva, días en que llegaba al departamento de Seminario con Bilbao y no me resistía ante las ganas de encaramarme en el borde de la ventana; catorce pisos hacia abajo parecían tan atractivos... Pero en aquél entonces, solía reproducir cualquier canción hasta quince veces seguidas, prolongando los trances, anestesiando la cabeza con dos o tres botellas de vino, de vodka o de lo que tuviese a la mano... Las veces en que no trastabillé, seguramente fue porque él siempre me está sosteniendo del codo. Y yo he abusado toda mi vida de aquello.

Él también lo sabe.

A veces pienso que todo está tan arreglado y que el hueón se ríe a destajo de todos nosotros, nos bombardea con episodios rarísimos sobre asuntos que ya habíamos desechado, consideraciones sobre otra vida que ya no cogiste, (y que supuestamente, dejó de existir hace mucho en el telepronter) y se te mete por entre las carnes haciendo palanca para que te siga doliendo. Ocurre que la sofisticación con la que deseamos vivir, sólo es una narración en off que resume lo que no tiene remedio y alargamos los episodios en donde los actores invitados, le ponen algo de aire a lo que ya lleva su tiempo, viciado. 

Camino por Santiago prestado, quiero recorrer varias calles como si intentara encontrar algo o alguien, al personaje invitado pero que ya no está actuando en el set, al tipo detrás del actor cuando se ha quitado la máscara y no le interesa más desquitarse con el que lleva su tiempo en el reparto de fondo, el más estable. me gustaría encontrármelo, hablarle sobre las ridiculeces que hacemos o decimos para caer como patada en el culo, proponerle los quince minutos de gracia para que me grite, para que me diga lo que más le parece aunque con ello me deje lisiada para el resto de vida que me quede. Me aparece Human en la oreja. No me gustan tanto los Killers, pero esta canción es perfecta... 

Close your eyes, clear your heart... Cut the cord 
Pay my respects to grace and virtue 
Send my condolences to good 
Hear my regards to soul and romance 
They always did the best they could 

Me gustaría cantarle al oído canciones de Ashcroft, y contarle que todo va a estar bien, que no necesito su relato de fechorías para querer estar a kilómetros de distancia suya, que no necesito razones para detestarlo, ¿cómo podría?

Pero veo tan poco probable que se reste de ella, de esa máscara tan pesada que ya es como su segunda piel... incluso siento que dentro de una delgada línea, él intenta cruzarla, más idea no tiene de cómo se hace algo así, al final se apodera el dialogo aprendido, la risa apretada, la mirada cabizbaja de todas las otras veces en que no supo, tampoco, interpretar un rol diferente al aprendido con tanto esmero a sus cortos 26 años. A ratos he sentido hasta su pensamiento, su voz llamándome, llamando a la mujer que estando con él, se desnuda de todo pues le nace, la mujer que contaminó con su embriaguez de ser temerario, de parasuicida, de chiquillo errante. 

¿Qué más quisiera? ¿Contestarle de regreso?

No se puede, porque dentro de todo, es un niño, un niño hermoso, pero niño con su juego infantil, con su mirada en el ombligo, y una sed de perturbación a la que está muy acostumbrado.

¿Juguemos? ¿Realmente quieres jugar este juego?

Si quieres, yo quiero.

Pero, una advertencia. Sin llorar, sin enojarse.

Si me desafías, si me estrangulas con tu estupidez. Entonces esta es mi respuesta: No tienes idea cuánto hierro hay dentro de mi, corazón...

Está bien oscilar, incluso arrebatarse hasta convertirnos en cero, pero qué sucede después de ello. ¿No hacemos conciencia de algo por mínimo que sea? Yo creo que más temprano que tarde, sí. Lo vemos, vemos que de algún modo, una parte de nosotros se queda atrás, se queda en algo o en alguien, de otra manera cómo explicas el ego, cómo desarrollas la idea sobre el que nos pidan o nos demanden.

Nadie es tan elevado ni tan fuerte, ni tan grande como para valerse solo de su abismarte arrogancia.

Hay veces en que esas oscilaciones enfermas de la gente me perturban tanto que quedo asqueada. Soy incapaz de algo más que no sea apartamiento, que no sea mirarlo desde los otros ángulos para anticiparme a la despedida... eso es lo que hacía al llegar a casa de un catorceavo piso siniestrado, decidir que no había esperanza, que no había par, que la geometría sagrada ya no estaba funcionando y que para equilibrar las circunstancias debía animarme a partir, deshacerme de todo, no pertenecer a nadie más que a mi propia voluntad para despegar mis pies de la cornisa.

Pero las veces que lo intenté, retuve información errada...

Todas esas veces venían a mi pensamientos ridículos como quién dará de comer a Rafael (mi pez), ¿por qué el debe morir cuando a mi se me antoja? O ¿quién visitará a la celeste?, una gata solidaria  que me salvó la vida hace quince años. ¿Quién pondría las canciones de los Smiths cuando ya no esté? ¿Quién escribirá mis cabezas de pescado? ¿Quién las leerá borracho, herido, trastornado?

Y entonces, desertaba. 

Y entonces, me metía a la ducha y me quedaba ahí por horas hasta que recordaba la cuenta del gas...

Puede que sea verdad, y que todo, en efecto, esté definido. Que nosotros somos títeres como cantan los Killer, y que el muchacho se vaya incluso antes que yo, que lo maten como personaje invitado y que no me lo encuentre nunca más en ninguna parte. Todo puede ser por debajo de las olas, porque ese túnel no lo conoce todo el mundo, quizás imaginemos el ruido peculiar, el roce del agua fría y salada, pero pocos saben qué sucede ahí dentro. Y creo que me ha pegado el eco, me ha llegado la estela de todo eso.

Presumo que el alma se desprende de nosotros y va entregándose en trozos, en pedacitos que sea; por eso morimos un poco cuando amamos, porque de otra forma, no se podría.

No lo creo posible.

Ticket to ride... (L)

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