Por Debajo De Las Olas Novela Corta // D. D. Olmedo. 2018 - (Extracto, 2/Sin orden ni cronología)



Por debajo de las olas (Extracto, 2/Sin orden ni cronología)

El miedo oscila de extremo a extremo. Es una sensación que reconozco desde que tengo recuerdo, memoria. Se me ha dicho que invente palabras nuevas, que juzgue a través de mis ojos, los mismos ojos que han tildado de asesinos una y otra vez hasta el hartazgo: ¡Gente de mierda! Siempre ocupados de la hediondez ajena, nunca hacerse cargo de la suya. Insisten, ¡vira hacia un circuito universal! les revienta mi elección atemporal… algo se desmorona fácil apenas los escarbo y les apuñalo el corazón, y eso que uso los mismos argumentos baratos de siempre. Así les gusta, esa mediocridad les resulta más que suficiente. Me encuentro con todas estas frases manoseadas, apuntando quién sabe adónde, encontrar suero de resultas, ni un solo paisaje se ve lo suficientemente claro. ¿Valdrá la pena? Sopa de misterio, decía la Georgina Chu-Han cada vez que me negaba a comer y le ponía cara de circunstancia “Z”. En cualquier caso, he perdido la cuenta de cuántos años llevo encerrado… “no puedes estar desatado, es por tu bien…”. Frases que me acostumbré a silenciar cuando surgían de la boca de Cristina, la asumida de mi hermana. Y ojo que asumirse no es fácil; a ella no le interesó salvarse, prefirió la avenida ancha, que es muy similar a la resignación. Pensé montones de veces antes de ser encerrado en Dharmont que nada era una puta casualidad, como los brebajes misteriosos de la única gorda que me amaba incondicionalmente, más allá de carcelera, mi real y verdadera punta de lanza…   

… Ella fue quién me echó el cuento sobre cómo paré aquí, en qué condiciones fue que me hallaron cerca de Lirquén, los trapos que traía puesto, la canción de Interpol que se reproducía en el celular, y las palabras sin sentido que balbuceaba. La primera vez que la escuché, solo la miraba cuando me daba la espalda, me quedaba pegado en una enorme ventana enrejada por la cual apenas atravesaba la luz. Ese pequeño haz de luz, le atravesaba un inmenso culo… parecía andarse como apartado de su cuerpo, tener vida propia y durante un buen tiempo, fue lo único que me mantuvo vivo en este lugar… Ella me recordaba un poco a esas otras mujeres que usé, de las que me servía cuando no daba más con la cruda impotencia, cuando hiciera lo que hiciera, el dolor no se quitaba y cualquier esfuerzo aparecía en mi resumen diario como una constante repetida, viciosa y mugrienta dentro de mi cabeza. Tengo la sensación de que ella me adoptó y que tras su largo discurso sobre moral, logré erradicar las ganas de follármela, algo que antes de morir mi cuerpo tal y como lo reconocía, practicaba como deporte. Pero con esa mujer de la cual les estoy hablando, el asunto no funcaba.  Podía incluso desearla, pasarme unos buenos rollos con sus tetas alargadas cual gotas que nunca acaban de caer, pero no. En alguna parte de toda esta historia, yo le cogí respeto. De ese respeto que crea laso, un respeto bien ganado por lo demás.    



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