Por debajo de las olas Novela Corta. D D. Olmedo/2018 (Extracto, 3/Sin orden ni cronología)




Por debajo de las olas (Extracto, 3/Sin orden ni cronología)

La primera vez que vi a Jess, juro haber tenido una impresión importante: No era Bruno. En verdad que no lo era, y aunque la sensación instantánea fue de alivio, la siguiente fue de decepción. Esa es la asquerosa verdad. Pero incluso, si voy más allá, hacia el atrás que fuimos en ese momento disfrazado de cuento no perfecto, debo añadir que de cualquier forma se trataba de una historia excepcional, de esas que se escriben de una sola manera, no de aquella, no de la otra, sino de la única forma en que podría haber sido escrita. Siendo honesta, cualquier cosas paralela que hubiese pensado, vivía extensamente alejada de la realidad… Alimentada de la locución del Señor Halm, diré que vi nada peculiar en las fotografías aparte de un cuerpo bronceado, un alardeo de rol, unas cuantas historias de amor roto, quizás, incluso, mucho de juventud desperdiciada en el arte de desquiciar a los demás, sólo por gusto… Y al igual que un centenar de otros fulanos, lo omití. No estuvo dentro de mis prioridades desde el instante uno. Eso sería mentir para adornar los contornos. A mi se me había metido la idea bizarra de otro fulano, más grande de cuerpo pero no mucho mayor que él; la obsesión por los tatuajes tuvo la culpa… esa travesía hecha de tinta, esa razón íntima de cada cual, aquella cobertura sobre las heridas… No sé. Surtía su efecto en mi. Con toda justicia, honor y verdad debo asumir que lo pasé de largo, que lo miré solo por encima y brevemente. Al pasarle de largo, sin querer activé su alarma (nadie sabe bien para quién trabaja)… me perdí en un cuadro borroso, buscando al poeta Lira, otra de tantas ficciones cotidianas en mi vida, por lo que tampoco fui capaz de leer concienzuda su descripción. Síntesis de lo que ES.

El hombre se presentaba con sobriedad y lo imperdonable a la postre, no detectar su diario de vida público. Ahora que lo pienso mejor, de haberme hecho de aquella información antes de conocerlo, puede que haya desistido antes de comenzar. Mi confusión mental proponía un cóctel de emociones y presupuestos en su mente, eso lo sé pues hacia adelante él mismo me lo confesaría, pero no desde la perspectiva de quién apunta al análisis sino sólo porque su enorme curiosidad adolescente se había disparado. Pero yo no me di por enterada, no capté el silbido subliminal en mi modo de relacionarme; él no aprendía aun las artes de la entrelinea, tampoco. De haber puesto atención a una que otra anécdota allí plantada, seguro hubiera desertado. Eso era lo mismo que suicidarse. Eso habría pensado. Y a reglón seguido, me hubiese hundido igual en lo delicioso de su oscura esencia salvaje. El asunto es que, Jess llegó repentino y a juzgar por la velocidad de sus movimientos tras su aterrizaje, todo lo vivido entre nosotros estaba destinado a suceder, no existía otro modo en su mundo o en el mío; de haber brotado de su puño la mítica novela beat “El Camino”, seguramente habría escrito esto, esto que hoy solo parafraseo: “…mientras sigo a la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo… yo vacilaba tras ellos como he estado haciendo toda mi vida...”. Se refería a la gente que arde, a la que no bosteza, la gente que hace de todo por evitar los odiosos lugares comunes.

He tratado de hacer memoria, las veces que lo dejé hablando solo, no sé cuántas, nunca llevé la cuenta, ni cómo, ni cómo fue que pasamos del caliente chat de turno a la intimidad del wsp que usábamos en aquellos años, ese al que tan pocos accedían tratándose de mí. No retuve estupideces tales como quien vio al otro, cosas así, ¿cómo se retienen esos datos? Ni idea. Él me lanzaría vanidoso tiempo después que eso, era rutina, que no había una sola pizca de especialidad; al parecer desde su ángulo las cosas más versaban por obra de la casualidad, bueno, digamos que eso le gustaba vociferar entra la lengua y los dientes, como clásico alimento para el ego del que nadie se escapa alguna vez en su vida… Sin embargo, lo que sí retuve, es la sensación que me inundó después de leer el tono de sus garabatos. ¡Fue casi automático! La avalancha de palabras que sólo podían tener sentido entre nosotros me hizo sentir raro, una conexión diferente a todas las otras. El tipo hablaba distinto, se manejaba con un código de la moral cuando ha dejado de ser restringida por la flema de lo religioso. Todo en su prosa destilaba coherencia (solo en la prosa, eso sí):

Nunca fue obvio
Nunca precipitado
Nunca forzado
Nunca destemplado…

La presencia poco usual de algunas de sus palabras para alguien de su edad, me puso cerca de un afán medio stalkeador, eso es algo que también debo de admitir hidalgamente y creo que esto explica mi deseo de bucear en su intimidad tan expuesta. Entonces, por a través de esos pasajes, descubrí lo gran lector que era; el arrojo de Kerouac estaba impregnado en sus líneas. Lo mismo pasaba con Bukowski, McClure, Cassady o Borroughs…Creo que desde ese descubrimiento percibí que él era un tipo fantástico.


Pero no todo era perfecto. Junto con aquella misteriosa conexión, también se sintetizó un miedo profundo. La vívida escena de un cerdo mental atravesado en mi memoria, las cercanías del Parque Brouquet, la petición de promesa trucha, pues trucha es la esencia de quien colocó mentira en algo tan puro…  Había algo realmente bueno en su línea, la línea del joven Halm me hacía alucinar al punto de creerme que Cardone, circundaba nuestro escenario. Puede ser que todos estos argumentos me hayan hecho patearlo, lo desvié todo lo que pude, esquivé las instancias porque no me sentía capaz de enfrentarlo, verlo como alguien más y no como un burdo fantasma que intenta reposicionarse en la vida de alguien que decidió matarlo hace mucho. Se le parecía tanto, demasiado, se sentía tan raro adentro, tan emocionante y al mismo tiempo, tan jodidamente enfermo. Tuve que hacerme la gil, no me quedaba de otra. Un amigo consiguió hacerme ver lo vital de omitir todas las versiones: no lances todo de bruces. Espantas a la gente; deja de decir que “x” puede ser “y” incluso disfrazado de “z”, por ejemplo… Por la tanto, me vi forzada a usar mis viejas fintas de rigor, hice todo lo que pude con un escaso presupuesto mental de medidas y hierbas aledañas. Y al parecer, mirando hacia allá, fue peor. Resultó que el muchacho Halm, seducido por una nueva mujer rota, arremetió con mucho más fuerza y energía, tanto que su permanencia en ese canal provisorio se asimiló a la ansiedad que el roce produce frente a la teta de una madre detrás de la que corres porque ya no está para sostenerte… 

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