Una historia extraordinaria...
Una historia extraordinaria...
Tengo un amigo entrañable, un amigo llamado Alejandro. Alguna vez, en el pasado más remoto, lo amé, lo amé de un modo bonito y singular, tal y como se logra amar a la gente diferente. Después, tuve que dejar de hacerlo, al menos durante un tiempo razonable, debí dejar de amar su complexión, su pelo lacio, su carga blanca y alargada, sus hermosos ojos negros desbordados de una tristeza abrumadora... Debí dejar de amar la circunstancia peculiar de nunca poder tenerlo.
Porque llegó la Diana y ella decidió convertirse en el amor de su vida: Jano. Y las amigas desaparecen cuando un hombre se enamora de otro cuerpo.
Hacíamos esa ridícula cosa que llamábamos preparar confirmación: ¡Ja! ¿Qué bueno pudo salir de un asunto que preparaba para confirmar qué cosa? ¿Qué preparábamos?
Pero ¿para qué nos preparamos realmente?
¿Importaba acaso prepararse en algo?
Y siendo así, ¿Quién preparaba lo que iba a suceder? Otro universo Tubifex,.. otro de tantos hechos cocinados desde hace mucho...
Qué decía... ah, claro. El Alejandro y yo; creíamos en Dios. Y en esos años, creer en Dios era la mar de importante. Uno podía largarse eternas horas a charlar de un cuanto hay; de los versículos, de todas las veces que Jesús hizo milagros, de cómo sus partners lo traicionaron y a pesar de eso, el asunto de poner la otra mejilla... Llegamos a hablar casi de todo, y yo lo admiraba profundo por ser condenadamente, sabiondo. Eso era algo que me atraía en la gente común y corriente; porque admirar eso en un profesor, en tus padres, o en cualquier otro sujeto estrafalario y denominase intelectual, eso para mí carecía de valía (Valentía, también). Y es que Alejandro cultivaba el arte de aprehender, y de ahí a la mera instrucción competitiva existía un estadio de diferencias...
Aparte de la cosa "profunda" esa de la búsqueda de Dios, también teníamos un "tema" con Proust. Sí, ese mismo que usted está pensando, ese latero texto de cuatro tomos que hablaba sobre la búsqueda del tiempo perdido. Él se esforzaba demasiado por comprender de qué trataba el mamotreto, en hacerse de la pasión de aquel cuático otro hombre, y desentrañar adónde fueron a parar las cuestiones que no llegaron a suceder, quién sabe, y por qué...
¡Decisiones cósmicas!
That it's all. Le decía en un intento barato por consolarlo.
Un día llegué a su casa, literalmente apoyada de un Báculo. Lucía un rapado extremo, supuso que bajaba del Tibet, o algo así. En cierta forma, no era chiste. Puede que en verdad haya venido desde muy lejos. Nuestro té de siempre confabuló para recordar todas las cosas de antaño, los días esos en que me arrepentí de cualquier tipo de confinamiento espiritual, aborté la dichosa confirmation apenas el día previo al ritual católico. En realidad, lo que retuve en la guata fue a un cura negando comida a un vagabundo, con una cesta llena de fruta en su comedor... Yo, desde aquel segundo, nunca más pude creer en Dios, no por lo menos en el de los católicos... Nos acordamos de un montón de cosas del pasado; de mis amores, de los suyos, de las cosas que se fugaron por un tubo espacial y del que nunca supimos más. Hablarle producía en mi una suerte del espiral, una ondulación tan perfecta que se conectaba con todo mi ser... Juro con nunca más me sucedió algo similar, ese nivel de conexión y sin embargo, ahora que miro sobre el valle, entiendo que esa percepción pueda estar cambiando...
Javier es tan distinto al Jano, y sin embargo, ambos rubricados con la misma inicial, como si la vida, el destino, o no sé que otra mierda de hierba sincronizada, me colocase en el mismo recuadro.
Avanzo por debajo de los velos de mi memoria y reconozco una historia extraordinaria apenas la veo, al primer instante. Y esta, es una historia extraordinaria. No es una historia de amor convencional en que ella se enamora de un chico menor. No. Esta es una historia en que él, el muchacho que aúlla, la salva de morir resignada, entregada, maldita. Estos devenires no versan sobre habitaciones de motel y resúmenes apostados dentro de un Blog... esto es algo diferente, me digo. Se trata de párrafos desatados en donde una gran amistad puede crecer, y en donde el tamiz puede versar sobre la incondicionalidad que tanto nos hace falta...
Supe cuan extraordinaria sería mi historia con Alejandro, apenas me dio un abrazo apretado aquella tarde de hace tantos años, un abrazo largo que ha durado siempre, que me ha bastado cuando estoy triste, cuando recuerdo nuestros estelares momentos y me sorprendo, riendo... Lo he amado toda mi vida, me la salvó tantas veces y por ello está en mi, como sé que él me recuerda desde el otro lado del mundo.
Javier sintetiza una emoción evocante. Representa casi todas las cosas buenas de la vida, de la mía y de las fronteras que dejé atrás por necia, por absurda, por petulante, o bueno, qué sea lo que haya pasado dentro de mi, para ser de esa manera... Pienso en él, y recreo en mis oído, canciones que me hablan de su vida, de su sentir, de aquella mirada panorámica en donde no existe una sola fotografía fija, acaso, la de seguir observando y siendo parte de algo, tengo tan claro que es parte de mi vida, como lo supe al conocer a Jano.
Algo dentro de mi se ha movido del lugar en donde estaba.
Algo dentro de mi se ha movido del lugar en donde estaba.
Algo dentro de mi se ha movido del lugar en donde estaba.
Descontando lo físico (voy en un viaje que insta a trascender de ello), conocerlo me ha significado re-entender más de casi todo, incluso del arte de la reflexión y de las cosas vulgares que aprendí mucho antes de conocerlo.
La cosa más loca del mundo pasa por haberlo confundido, con el mal hábito de creer que se trataba de un viejo fantasma nauseabundo. Juro haberme escondido detrás de una pared mientras descendía las escaleras del metro en la universidad católica, las mismas por las cuales caminé caminé cogida de la mano en otros tiempos, bajo otros escenarios... Pero la vida es así, tan misteriosa, tan elocuente por sí misma, tan abismante que devora si no estás preparado... Y entonces, no contaba que él había hecho exactamente lo que le había dicho: "Hay un enchufe en la estación de metro, conecta tu celular ahí...". Y eso era que estaba haciendo, no otra cosa. Y entonces, lo ví, me vio: Nos vimos y mi alivio fue tan grande que intuitivamente lo abracé, como cuando abrazas a alguien que esperaste largo tiempo... Y sí, puede que físicamente su piel morena, su chasca desordenada, su performance desgarbada haya traído a mi mente tantas sensaciones distintas, es verdad. Pero apenas lo oí, apenas sentí su voz en mi oído, supe que era alguien diferente. Y el miedo se fue por los andenes.
Javier es lindo. Y no me refiero a lo bien que luce físicamente (Dios sabe lo que esculpe con especial cuidado), digo que es lindo de adentro, de afuera, veo un don interno; su salvajismo, su naturaleza indómita, el arrojo incluso, intuyo se imputa a su sed, arranca de su hambre, incluso con el cómo se siente ante peticiones de que sea alguien diferente de lo que realmente le nace ser.
Y por eso, me encantaría ser como él cuando sea grande.
NO. Mejor quiero ser como me nazca ser a propósito de todo lo que ha reflotado en mi.
Mientras escucho a los Lumineers (sleep on the floor), pienso en todo lo que está por venir, en lo genuino que puede ser un ser humano rebelándose a cualquier tipo de catálogo desusado... en las faenas que he librado para enterrar mi ser, y cómo, de pronto, él escarba adentro sin que nadie le haya dado permiso, sencillamente porque puede, porque es un desatador, y es un desvergonzado máximo.
Mi aamada Nela se preocupa por cómo me oye hablar de un perfecto extraño, seguro desliza toda la filmación dentro de su cabeza, sobre el particular, conmigo dándome azotes por un pasillo estrecho al más puro estilo de Cassavetes...
Y yo le digo: amiga, por qué quieres que me diga no, por qué quieres que me diga no, por qué quieres que me robe las respuestas... quién las tiene. ¿Las tiene alguien?
¿Quién sabe para qué se prepara en la vida?
¿Qué es lo que necesitamos confirmar?, si cada resabio de subrayado, sólo nos limita.
Yo no tengo idea de qué sucederá y por primera vez en mucho tiempo, tampoco quiero saberlo, quiero perder el control de todo, tener sólo un pequeño aguante en lo esencial, para lo pertinente y lo que haga falta como un cepillo de dientes por si debo partir inesperadamente...
Alejandro me hubiera dicho: Escogí de todo, y aún así, no logro ser feliz como lo has sido tú. Y yo no podría rebatirlo, porque es verdad. El dolor nos transforma, muy cierto, y mientras la resaca no se acabe, seguramente nos la pasamos de taberna en taberna para continuar alargando el proceso de sobriedad. Y funciona, durante un tiempo nos sirve rascarnos siempre la misma zona, porque el ser humano es así, punzante cuando le conviene, siempre necesita estar agonizando respecto de algo, no puede ser solo simplemente feliz con lo que le toca, con lo que trae la ola...
Tengo la sensación de que moriré very soon, no por mi mano ni nada que se le parezca. Tengo la impresión que vienen por mi, porque estoy tan cerca de la verdad, de la luz, de un sol permanente dentro de mi corazón. Y se supone que cuando lo comprendes, ya está, estás listo, no pasa nada loco, no pasa nada. Solo te vas. Y si eso llegase a pasar, no tendré miedo (no lo tengo), ya me la pasé mucho tiempo temiéndole a todo, temiéndome, temiendole a los demás.
¿Para qué fue que nos preparamos?
Nos preparamos para partir, para ir a casa, para halar la paz, el equilibrio, para soltar el ego, la estupidez y todo lo demás. Porque cuando nos llega la emoción, la verdad deja de ser compleja.
Las cosas solo son.
Aparte de la cosa "profunda" esa de la búsqueda de Dios, también teníamos un "tema" con Proust. Sí, ese mismo que usted está pensando, ese latero texto de cuatro tomos que hablaba sobre la búsqueda del tiempo perdido. Él se esforzaba demasiado por comprender de qué trataba el mamotreto, en hacerse de la pasión de aquel cuático otro hombre, y desentrañar adónde fueron a parar las cuestiones que no llegaron a suceder, quién sabe, y por qué...
¡Decisiones cósmicas!
That it's all. Le decía en un intento barato por consolarlo.
Un día llegué a su casa, literalmente apoyada de un Báculo. Lucía un rapado extremo, supuso que bajaba del Tibet, o algo así. En cierta forma, no era chiste. Puede que en verdad haya venido desde muy lejos. Nuestro té de siempre confabuló para recordar todas las cosas de antaño, los días esos en que me arrepentí de cualquier tipo de confinamiento espiritual, aborté la dichosa confirmation apenas el día previo al ritual católico. En realidad, lo que retuve en la guata fue a un cura negando comida a un vagabundo, con una cesta llena de fruta en su comedor... Yo, desde aquel segundo, nunca más pude creer en Dios, no por lo menos en el de los católicos... Nos acordamos de un montón de cosas del pasado; de mis amores, de los suyos, de las cosas que se fugaron por un tubo espacial y del que nunca supimos más. Hablarle producía en mi una suerte del espiral, una ondulación tan perfecta que se conectaba con todo mi ser... Juro con nunca más me sucedió algo similar, ese nivel de conexión y sin embargo, ahora que miro sobre el valle, entiendo que esa percepción pueda estar cambiando...
Javier es tan distinto al Jano, y sin embargo, ambos rubricados con la misma inicial, como si la vida, el destino, o no sé que otra mierda de hierba sincronizada, me colocase en el mismo recuadro.
Avanzo por debajo de los velos de mi memoria y reconozco una historia extraordinaria apenas la veo, al primer instante. Y esta, es una historia extraordinaria. No es una historia de amor convencional en que ella se enamora de un chico menor. No. Esta es una historia en que él, el muchacho que aúlla, la salva de morir resignada, entregada, maldita. Estos devenires no versan sobre habitaciones de motel y resúmenes apostados dentro de un Blog... esto es algo diferente, me digo. Se trata de párrafos desatados en donde una gran amistad puede crecer, y en donde el tamiz puede versar sobre la incondicionalidad que tanto nos hace falta...
Supe cuan extraordinaria sería mi historia con Alejandro, apenas me dio un abrazo apretado aquella tarde de hace tantos años, un abrazo largo que ha durado siempre, que me ha bastado cuando estoy triste, cuando recuerdo nuestros estelares momentos y me sorprendo, riendo... Lo he amado toda mi vida, me la salvó tantas veces y por ello está en mi, como sé que él me recuerda desde el otro lado del mundo.
Javier sintetiza una emoción evocante. Representa casi todas las cosas buenas de la vida, de la mía y de las fronteras que dejé atrás por necia, por absurda, por petulante, o bueno, qué sea lo que haya pasado dentro de mi, para ser de esa manera... Pienso en él, y recreo en mis oído, canciones que me hablan de su vida, de su sentir, de aquella mirada panorámica en donde no existe una sola fotografía fija, acaso, la de seguir observando y siendo parte de algo, tengo tan claro que es parte de mi vida, como lo supe al conocer a Jano.
Algo dentro de mi se ha movido del lugar en donde estaba.
Algo dentro de mi se ha movido del lugar en donde estaba.
Algo dentro de mi se ha movido del lugar en donde estaba.
Descontando lo físico (voy en un viaje que insta a trascender de ello), conocerlo me ha significado re-entender más de casi todo, incluso del arte de la reflexión y de las cosas vulgares que aprendí mucho antes de conocerlo.
La cosa más loca del mundo pasa por haberlo confundido, con el mal hábito de creer que se trataba de un viejo fantasma nauseabundo. Juro haberme escondido detrás de una pared mientras descendía las escaleras del metro en la universidad católica, las mismas por las cuales caminé caminé cogida de la mano en otros tiempos, bajo otros escenarios... Pero la vida es así, tan misteriosa, tan elocuente por sí misma, tan abismante que devora si no estás preparado... Y entonces, no contaba que él había hecho exactamente lo que le había dicho: "Hay un enchufe en la estación de metro, conecta tu celular ahí...". Y eso era que estaba haciendo, no otra cosa. Y entonces, lo ví, me vio: Nos vimos y mi alivio fue tan grande que intuitivamente lo abracé, como cuando abrazas a alguien que esperaste largo tiempo... Y sí, puede que físicamente su piel morena, su chasca desordenada, su performance desgarbada haya traído a mi mente tantas sensaciones distintas, es verdad. Pero apenas lo oí, apenas sentí su voz en mi oído, supe que era alguien diferente. Y el miedo se fue por los andenes.
Javier es lindo. Y no me refiero a lo bien que luce físicamente (Dios sabe lo que esculpe con especial cuidado), digo que es lindo de adentro, de afuera, veo un don interno; su salvajismo, su naturaleza indómita, el arrojo incluso, intuyo se imputa a su sed, arranca de su hambre, incluso con el cómo se siente ante peticiones de que sea alguien diferente de lo que realmente le nace ser.
Y por eso, me encantaría ser como él cuando sea grande.
NO. Mejor quiero ser como me nazca ser a propósito de todo lo que ha reflotado en mi.
Mientras escucho a los Lumineers (sleep on the floor), pienso en todo lo que está por venir, en lo genuino que puede ser un ser humano rebelándose a cualquier tipo de catálogo desusado... en las faenas que he librado para enterrar mi ser, y cómo, de pronto, él escarba adentro sin que nadie le haya dado permiso, sencillamente porque puede, porque es un desatador, y es un desvergonzado máximo.
Mi aamada Nela se preocupa por cómo me oye hablar de un perfecto extraño, seguro desliza toda la filmación dentro de su cabeza, sobre el particular, conmigo dándome azotes por un pasillo estrecho al más puro estilo de Cassavetes...
Y yo le digo: amiga, por qué quieres que me diga no, por qué quieres que me diga no, por qué quieres que me robe las respuestas... quién las tiene. ¿Las tiene alguien?
¿Quién sabe para qué se prepara en la vida?
¿Qué es lo que necesitamos confirmar?, si cada resabio de subrayado, sólo nos limita.
Yo no tengo idea de qué sucederá y por primera vez en mucho tiempo, tampoco quiero saberlo, quiero perder el control de todo, tener sólo un pequeño aguante en lo esencial, para lo pertinente y lo que haga falta como un cepillo de dientes por si debo partir inesperadamente...
Alejandro me hubiera dicho: Escogí de todo, y aún así, no logro ser feliz como lo has sido tú. Y yo no podría rebatirlo, porque es verdad. El dolor nos transforma, muy cierto, y mientras la resaca no se acabe, seguramente nos la pasamos de taberna en taberna para continuar alargando el proceso de sobriedad. Y funciona, durante un tiempo nos sirve rascarnos siempre la misma zona, porque el ser humano es así, punzante cuando le conviene, siempre necesita estar agonizando respecto de algo, no puede ser solo simplemente feliz con lo que le toca, con lo que trae la ola...
Tengo la sensación de que moriré very soon, no por mi mano ni nada que se le parezca. Tengo la impresión que vienen por mi, porque estoy tan cerca de la verdad, de la luz, de un sol permanente dentro de mi corazón. Y se supone que cuando lo comprendes, ya está, estás listo, no pasa nada loco, no pasa nada. Solo te vas. Y si eso llegase a pasar, no tendré miedo (no lo tengo), ya me la pasé mucho tiempo temiéndole a todo, temiéndome, temiendole a los demás.
¿Para qué fue que nos preparamos?
Nos preparamos para partir, para ir a casa, para halar la paz, el equilibrio, para soltar el ego, la estupidez y todo lo demás. Porque cuando nos llega la emoción, la verdad deja de ser compleja.
Las cosas solo son.



Comentarios
Publicar un comentario