COLUMNA: Por fin es viernes. HOY: David Greenworth.- DDOLMEDO. 9na de Retorno. 23 de marzo de 2014 a la(s) 19:50
COLUMNA: Por fin es viernes.
HOY: David Greenworth.-
DDOLMEDO.
9na de Retorno.
"La vez aquella en que coincidimos, me dijo inmediatamente su verdadero nombre: David. Despreocupadamente, iniciamos una conversación impersonal sobre las circunstancias que nos llevaron a abrir un perfil en ese sitio; él de aburrido y parqueado, yo de psicópata. Hasta ese momento, todos los cuerpos masculinos se parecían a Alvaro y yo alimentaba la conspiración mental de mi cabeza enferma de que todos deseaban ser él… Quizá sólo era yo quien ilustraba esas payasadas y desvaríos... El asunto es que, un comentario sutil suyo abrió mi curiosidad llevándome a pulsar una segunda vez su página y ahí estaba "él", un cabro de apariencia jovial, de regular complexión, desgarbado para ser justa (de camino hacia lo delgado), echado hacia atrás sobre una asiento reclinado en medio de una habitación casi vacía, como ocurre con esas fotos absurdas que ni siquiera recuerdas dónde te las tomaron, ni en que tiempo pasó.
Su mirada era realmente hermosa, tan diáfana y aparentemente pueril que lograbas ver del otro lado... David inicialmente fue un tipo cualquiera del que tomas nota sólo hasta cuando se levanta sin decirte nada, tal como un pestañazo, uno en que antes de el las cosas habían sido de un modo y tras su paso, después de acontecer, todo fue infinitamente distinto..."
(Emilia, sobre David Greenworth, en: "El Mundo de las Cosas Aparte)
El otro día, una amiga del colegio me dijo: "Es un poco autoreferente". Refiriéndose a mi novela, El Mundo de las Cosas Aparte. Y claro, si me concentro en lo que ella recuerda y retuvo de mi en aquellos años, puede que hasta le encuentre razón, después de todo, el Colegio entero siempre estuvo enterado de todo lo que padecí a raíz de tener la madre que tuve.
Sin embargo, El Mundo de Las Cosas Aparte, va más allá de la clásica compleja y conflictiva relación entre madre e hija. Eso se los puedo asegurar.
En cierto punto, yo misma me di cuenta que más que armar una novela, construída con personajes profundos y bien reales, me había colocado a describir personas con las cuales me había relacionado y eso me trajo más de algún reproche residual. Y tal vez, por lo mismo, avanzado el tiempo (años) revisé el manuscrito y lo reescribí, sin variare en todo caso su fondo (Ni a Cordelia, ni a Santiago).
Fue entonces que el libro cobró vida propia (2013) y ocurrió también que sus párrafos me pedían a gritos un antagonista potente. Alguien capaz de convertir toda esa historia en un misil potente. Así surgió la necesidad de equilibrar la historia y con ello, la aparición deDavid Greenworth, un puente entre las tres partes y tiempos dentro la novela.
Mister Greenworth es un tipo de unos treinta años (conjeturación), alto, delgado, hermosos ojos de color, mirada profunda enmarcada por el efecto sombra de unas odiosas ojeras tenues. Publicista, deportista, musicólogo empedernido; ama escalar altas montañas y lanzarse en los rápidos... aunque en su vida diaria, se mueve lento, muy pero muy lento: su talento natural es la paciencia...
Hace muy poco, Marcela, mi editora me dice:
- Tengo un sólo reparo sobre este personaje.
- ¿Qué cosa? -Asesté.
- Es como si fuese un fantasma...
- ¿Cómo está eso? ¡Explícamelo! - Le digo.
- Así tal cual como lo oyes; como si se tratase de alguien que ya no está...
- Ah, mira. Nunca lo pensé así. - Intervengo.
- Sí. Eso es lo que me parece. - Agregó.
- ¿Y a qué te estás refiriendo con tu comnentario? - Profundicé.
- Que con Greenworth siempre es como un "ahora". No hay mucho donde asisrse con él, por donde analizar, por donde agarrarlo...
- ja ja ja. - Me río de buena gana cuando ella desmenuza su comentario.
- Entonces, mi estimada, la pega está muy bien hecha...
Lo que no saben las personas que están del otro lado (las que eventualmente leen lo que uno escribe) es que todo proceso creativo DEBE ser necesariamente autoreferente; esel ojo del escritor quien ve dentro de un mundo aparte como ningún otro ojo lo mira o lo asimila. Cada evento cobra matices alternos que nadie más le atribuye o engancha a un hecho particular o escenario y he ahì la gracia, apreciar los detalles en una dimensión lejana a lo común y corriente aunque el lenguaje o modo como se comunique y comparta a la postre, sea universal (el formato de un libro).
No tengo palabras para contarles cómo es el mundo en que habito (mi mundo de escritora que es como elque se mira a través de una cerradura peculiar), así que mientras tanto, lo que hago es describir lo más ceñidamente, tratando que la precisión me ayude a construir ese imaginario, con las menos fallas posibles... Aunque amo a Isaac Asimov, soy más como Nick Hornby: Me gusta desentrañar el alma de personajes que son como los de la vida real, esos que al hallarlos dentro de una historia bien contada, el lector dice... "¡Guau! Así era yo, eso me pasó a mi; por suerte que no soy solo yo la que piensa en eso... etc".
Aunque tengo en mi escritorio un par de proyectos artificiosos, me falta mucho para crear vocabularios (gracia única del Sr. Auster). La gracia de Quinn en la Trología de Nueva York, tenía que ver con que aparte de escuchar a Stillman y traducirlo en sus garabatos, podía leerle los pensamientos. Una obra maestra por lo demás.
La diferencia entre escritores no creo que solo estriba en el talento descollante de uno por sobre otro sino que más bien se trata de oportunidad... Cada línea cae apropiadamente en el lector apropiado, personas que se identifican de uno u otro modo en las historias y ello logra que se revele un universo paralelo,uno en donde elescritor ha dado en el clavo porque toca la fibra de un alguien des
conocido. Leí el Quijote muy joven y con verguenza admito haber entendido escasamente una que otra metáfora. Hoyque lo releo, me parece simplemente notable, soberbio, aplicable a cualquier época y/o cirncusntancia de la vida. Cervantes fue y será un prodigo. Y eso ya es otra cosa.
Personalmente creo que un buen libro debe lograr que uno, de cuando en cuando,levante la mirada del párrafo por el que va atravesando y se diga: "Mmmm" y luego, su mirada se vaya hacia el horizonte y lo que leyó lo haga pensar. Sólo después de un momento, esbozar una sonrisa (que perfectamente, también puede ser una mueca) y desde ahí, continuar. Tal y como ocurre en la vida real y los momentos estelares nos hacen parar, observar y seguir adelante...
Un buen libro debe provocarte una inflexión.
David Greenworthhizo que me detuviese, mirara alrededor y como cuando se toma el pulso si estás tumbado por ahí tras un gran accidente, se comprueba que sigues con vida, abres los ojos y él está ahí, cerrándote un ojo y diciéndote:
¡Hey! Hay veces en que no sale tan barata.
Y vuelves a parpadear, pero esta vez todo sigue donde lo dejaste. Donde deseas que esté...
HOY: David Greenworth.-
DDOLMEDO.
9na de Retorno.
"La vez aquella en que coincidimos, me dijo inmediatamente su verdadero nombre: David. Despreocupadamente, iniciamos una conversación impersonal sobre las circunstancias que nos llevaron a abrir un perfil en ese sitio; él de aburrido y parqueado, yo de psicópata. Hasta ese momento, todos los cuerpos masculinos se parecían a Alvaro y yo alimentaba la conspiración mental de mi cabeza enferma de que todos deseaban ser él… Quizá sólo era yo quien ilustraba esas payasadas y desvaríos... El asunto es que, un comentario sutil suyo abrió mi curiosidad llevándome a pulsar una segunda vez su página y ahí estaba "él", un cabro de apariencia jovial, de regular complexión, desgarbado para ser justa (de camino hacia lo delgado), echado hacia atrás sobre una asiento reclinado en medio de una habitación casi vacía, como ocurre con esas fotos absurdas que ni siquiera recuerdas dónde te las tomaron, ni en que tiempo pasó.
Su mirada era realmente hermosa, tan diáfana y aparentemente pueril que lograbas ver del otro lado... David inicialmente fue un tipo cualquiera del que tomas nota sólo hasta cuando se levanta sin decirte nada, tal como un pestañazo, uno en que antes de el las cosas habían sido de un modo y tras su paso, después de acontecer, todo fue infinitamente distinto..."
(Emilia, sobre David Greenworth, en: "El Mundo de las Cosas Aparte)
El otro día, una amiga del colegio me dijo: "Es un poco autoreferente". Refiriéndose a mi novela, El Mundo de las Cosas Aparte. Y claro, si me concentro en lo que ella recuerda y retuvo de mi en aquellos años, puede que hasta le encuentre razón, después de todo, el Colegio entero siempre estuvo enterado de todo lo que padecí a raíz de tener la madre que tuve.
Sin embargo, El Mundo de Las Cosas Aparte, va más allá de la clásica compleja y conflictiva relación entre madre e hija. Eso se los puedo asegurar.
En cierto punto, yo misma me di cuenta que más que armar una novela, construída con personajes profundos y bien reales, me había colocado a describir personas con las cuales me había relacionado y eso me trajo más de algún reproche residual. Y tal vez, por lo mismo, avanzado el tiempo (años) revisé el manuscrito y lo reescribí, sin variare en todo caso su fondo (Ni a Cordelia, ni a Santiago).
Fue entonces que el libro cobró vida propia (2013) y ocurrió también que sus párrafos me pedían a gritos un antagonista potente. Alguien capaz de convertir toda esa historia en un misil potente. Así surgió la necesidad de equilibrar la historia y con ello, la aparición deDavid Greenworth, un puente entre las tres partes y tiempos dentro la novela.
Mister Greenworth es un tipo de unos treinta años (conjeturación), alto, delgado, hermosos ojos de color, mirada profunda enmarcada por el efecto sombra de unas odiosas ojeras tenues. Publicista, deportista, musicólogo empedernido; ama escalar altas montañas y lanzarse en los rápidos... aunque en su vida diaria, se mueve lento, muy pero muy lento: su talento natural es la paciencia...
Hace muy poco, Marcela, mi editora me dice:
- Tengo un sólo reparo sobre este personaje.
- ¿Qué cosa? -Asesté.
- Es como si fuese un fantasma...
- ¿Cómo está eso? ¡Explícamelo! - Le digo.
- Así tal cual como lo oyes; como si se tratase de alguien que ya no está...
- Ah, mira. Nunca lo pensé así. - Intervengo.
- Sí. Eso es lo que me parece. - Agregó.
- ¿Y a qué te estás refiriendo con tu comnentario? - Profundicé.
- Que con Greenworth siempre es como un "ahora". No hay mucho donde asisrse con él, por donde analizar, por donde agarrarlo...
- ja ja ja. - Me río de buena gana cuando ella desmenuza su comentario.
- Entonces, mi estimada, la pega está muy bien hecha...
Lo que no saben las personas que están del otro lado (las que eventualmente leen lo que uno escribe) es que todo proceso creativo DEBE ser necesariamente autoreferente; esel ojo del escritor quien ve dentro de un mundo aparte como ningún otro ojo lo mira o lo asimila. Cada evento cobra matices alternos que nadie más le atribuye o engancha a un hecho particular o escenario y he ahì la gracia, apreciar los detalles en una dimensión lejana a lo común y corriente aunque el lenguaje o modo como se comunique y comparta a la postre, sea universal (el formato de un libro).
No tengo palabras para contarles cómo es el mundo en que habito (mi mundo de escritora que es como elque se mira a través de una cerradura peculiar), así que mientras tanto, lo que hago es describir lo más ceñidamente, tratando que la precisión me ayude a construir ese imaginario, con las menos fallas posibles... Aunque amo a Isaac Asimov, soy más como Nick Hornby: Me gusta desentrañar el alma de personajes que son como los de la vida real, esos que al hallarlos dentro de una historia bien contada, el lector dice... "¡Guau! Así era yo, eso me pasó a mi; por suerte que no soy solo yo la que piensa en eso... etc".
Aunque tengo en mi escritorio un par de proyectos artificiosos, me falta mucho para crear vocabularios (gracia única del Sr. Auster). La gracia de Quinn en la Trología de Nueva York, tenía que ver con que aparte de escuchar a Stillman y traducirlo en sus garabatos, podía leerle los pensamientos. Una obra maestra por lo demás.
La diferencia entre escritores no creo que solo estriba en el talento descollante de uno por sobre otro sino que más bien se trata de oportunidad... Cada línea cae apropiadamente en el lector apropiado, personas que se identifican de uno u otro modo en las historias y ello logra que se revele un universo paralelo,uno en donde elescritor ha dado en el clavo porque toca la fibra de un alguien des
Personalmente creo que un buen libro debe lograr que uno, de cuando en cuando,levante la mirada del párrafo por el que va atravesando y se diga: "Mmmm" y luego, su mirada se vaya hacia el horizonte y lo que leyó lo haga pensar. Sólo después de un momento, esbozar una sonrisa (que perfectamente, también puede ser una mueca) y desde ahí, continuar. Tal y como ocurre en la vida real y los momentos estelares nos hacen parar, observar y seguir adelante...
Un buen libro debe provocarte una inflexión.
David Greenworthhizo que me detuviese, mirara alrededor y como cuando se toma el pulso si estás tumbado por ahí tras un gran accidente, se comprueba que sigues con vida, abres los ojos y él está ahí, cerrándote un ojo y diciéndote:
¡Hey! Hay veces en que no sale tan barata.
Y vuelves a parpadear, pero esta vez todo sigue donde lo dejaste. Donde deseas que esté...



Comentarios
Publicar un comentario