COLUMNA: Por Fin Es Viernes. HOY: El Club de los Buenos Muchachos. D.D.OLMEDO. 8va de Retorno. 14 de marzo de 2014 a la(s) 17:22


COLUMNA: Por Fin Es Viernes.
HOY: El Club de los Buenos Muchachos.
D.D.OLMEDO.
8va. De Retorno.

“Aquellos que no aprenden nada de los hechos desagradables de sus vidas, fuerzan a la conciencia cósmica a que los reproduzca tantas veces como sea necesario para aprender lo que enseña el drama de lo sucedido. Lo que niegas te somete. Lo que aceptas te transforma”

―Carl Gustav Jung.


Al igual que muchas otras mujeres de mi edad (41), crecí con una marcada tendencia a suprimir las emociones originales y reemplazarlas por alambicados tonos melodrámaticos que, más que ordenar la cosa, sólo contribuyen a perder de vista el horizonte de posibilidades en más de una ocasión. Eso me dificultó la comunicación en general y en especial, con casi todos los hombres que he conocido en mi vida, menos con uno...

Por primera vez en muchos años tengo la certeza de que no sé nada de nada y que esa veintena de cuentos de hada que alguna vez me inculcó mi abuela, en realidad, más que hacer algo util, deformaron mi inocencia hasta convertirla en un manojo de malos consejos e interferencias varias que tuvieron siempre el mismo destino agrio; pensar y creer que la solución iba de la mano de un tipo que venía montado a caballo y que al bajarse, tenía la deferencia de no lanzarte una patada voladora porque hasta en eso pensaba y cambiaba de posición cosa de que sus extremedidades bajas, quedasen en perfecto ángulo para descender... ¡Ja!

Yo creo en el amor, hoy, mucho más que antes, aunque suene raro porque regularmente ando pateando la perra y mis comentarios sean ácidos... Es verdad, soy mecha corta, nada que hacer al respecto; es una cuestión de adn, de temperamento “le dicen”. Pero a pesar de todo eso, creo mucho en la capacidad de amar; si no creyera en ello, ¿cómo podría sentarme y pasar horas de horas escribiendo, o leyendo, o escuchando música, o viendo una buena película, o poniendo atención a un orador que cree en los derechos civiles, o en todas esas personas que todavía creen en mi y yo en ellas? Hay capacidad de amar en mis venas y aún lo siento.

A lo mejor, lo que muchos confunden con amor es tirarse a una mina o cogerse a un tipo porque hace falta sexo... Mmm, tengo mis repartos al respecto. Muuuucho tiempo atrás creía lo mismo. Pensaba que tener capacidad de amar consistía en abrir las piernas, hacer algo de ejercicio, estremecerse (si corrías con suerte y la persona de turno se quedaba por más tiempo que la anterior)... todas esas cosas que de alguna forma se consuman si la alianza dura algo más que el orgasmo... Después de harta ruta, entiendo que amar es un estado, una condición, una fuente de energía y luz que no se consuma cuando alguien te destroza el corazón...

Es verdad, cuesta hallarse un club de buenos muchachos, lo sé porqué he llegado a disfrazarme de espía para transitar sin ser vista e intentar saber porqué las cofradías se arman en otros lados, porqué nos es tan difícil dar con ellos, encontrarlos...

Algunos reclaman que antes, mucho tiempo atrás, lo único que demandábamos de ellos tenía que ver con las manutenciones y efectos marteriales del hogar. Después, que nos alzamos y les faltamos el respeto. Más adelante, que deseabamos equipararnos en todo a ellos y eso no se puede por una cuestiíon de morfología, etc. Ultimamente, porque ahora que desarrollaron su lado ultra mega femenino, entonces, supuestamente, nosotras sólo pensamos en que extrañamos al macho alfa cabrío... ¡Valor!

Yo creo que el problema radica en la imposibilidad de perdonar, de autosuprimirse, de entender que a lo mejor, la felicidad de otro, pasa por un costo personal, aunque sea muy difícl de comprender.

Hace muy poco, me di la licencia de soñar que podía hacer lo que se me diera la gana, y de manera antojadiza, sortee todos los circuitos para llegar al de formula uno; yo quería correr el grand prix porque pensaba que esa carrera iba contra el tiempo... Me dejé embriagar por el sabor de esa sensanción vertiginosa, esa cosa medio demencial de creer que al menos por un instante, puedes controlar todos los vericuetos de la vida... simplemente yacer desnuda tumbada junto al cuerpo de otro al que no conoces y que tampoco conoce pizca de ti y entregarte a la satisdfacción de dejar que sea el cuerpo el que hable, iniciar una seducción turbulenta cargada de matices anecdoticos, componer párrafos aparte en donde la magia se ha fabricado con algo de química y con algo de herbolario, incitar la pasión desobediente y decirle a boca de jarro que gima porque no hay alma que venga a hacerle un buen tono... Eso ya no existe.

Y lo hice, estuve justo donde y cómo deseaba estar. Hacer lo que deseaba hacer en ese momento sin cuestionarme nada más.

El problema es que sólo lo creía y pensaba yo, sóla y únicamente yo.

Pero no es culpa de nadie. Quizá, de aquellos cuentos profanados que ni siquiera en su verdadero origen pueden hacer gala de que apelaban a una buena intensión...

Es verdad, no soy ni la caperucita roja, ni la bella durmiente, ni nada que se le parezca. No pertenezco al prototipo barbie (si lo hubiese sido, le habría pedido a Kent que me apuñalara mientras dormía) y mi disquisición no pasa por juzgar a nadie, ¿cómo podría hacerlo si todos tenemos tejado de vidrio? Lo que me sucede es que ahora, ahora sé qué debo entender cuando alguien me dice que la pasó bien y nada más. Y tras esa frase, un eco sin sonido sobre las conjeturas que como tal, ya las había anticipado.

Los hombres de hoy son más del club de la comedia que del otro que acabo de describir y transitan entre la culpa y la rabia, porque apenas se mofan de todas nosotras enrostrándonos que esta era la vida que demandábamos, inmediatamente se encuentran con situaciones en donde el tiro les sale por la culata.

Nos culpan de todo, de que tenemos mal humor, de que les juzgamos porque pasan horas de horas jugando play, x-box, wi y todas esas cosas a las que hoy prestan más atención que a nostras mismas, de infinidad de detalles que no entrarán en esta columna. Por el solo hecho de cambiar el esecenario, entonces ahora debeos ser capaces de detentar todo el peso del rigor para demostrar que somos valientes.

No creo en esas cosas.

Creo que el amor entre hombres y mujeres está profundamente viciado y la culpa de ello la tiene el sexo, la forma en cómo se le cultiva y cómo se le eleva a una categoría suprema.

El hombre, algunas veces castiga y denosta a sus compañeras con el sexo, justamente porque sabe que es su parte debil, en donde entroncan todas las pesadillas, en esa arena, él puede mandar, suprimir, inducir y mutar al comportamiento de un verdadero ser animal.

Pero, ¿qué queda después de eso?

Yo creo en el amor que un amigo puede sentir en una amiga, sabiendo que nunca pasará nada entre ellos, justamente para que lo esencial de esa entrañable amiostad, jamás se pierda.

El sexo trae consigo el asunto de la posesión, el deseo y la pertenencia son malos sino no hay eco ni respuesta, incluso en la anunecia, malo es también porque arrancha al ser humano en la convicción de que está todo visto/listo y que no hay más esfuerzos que librar...

Creo en un amor diferente, en uno que se siente por los proceso de aprendizaje, por la paciencia que he desarrollado y en la atención de todo lo que veo y observo, siento, comunico y creo...

El amor, de la forma como yo lo concibo, me hizo correr varias cuadras para llegar al encuentro de una amiga de la infancia, convencida de que era una de las pocas caras a las cuales deseaba mirar, integrar y conservar en esta vida; me hace comprender que la vida avanza y que debo ampliar la capacidad de amar y en ella, perdonar, a las personas que no saben ni entienden, a las que no ven ni desean hacerlo, a las que se apoyan en la futilidad y la precariedad de sus deseos mezquinos, a las que comulgan con la estupidez, a las aarrogantes y soberbias, a todas las que no conozco y juzgo porque el miedo las hace obrar de una manera equivocada, pero por sobre todo, a las que me han enseñado que después de tamaña vuelta olímpica en esta vida, comprendo más quién soy, de qué estoy hecha, de qué están hechos los demás.

¿Qué es lo que ves cuando miras?

Cuando de milagro he visto, me pasa que observo a otro en su dimensión, y ésta, me conduce a entender qué cosas son las que debo excluir y cuáles conservar...

Es verdad, cuesta mucho hallar a alguien para amar. Al que realmente amé alguna vez en la vida, ya no está más y aunque de manera simbólica sigue entre nosotros, al menos para mi dejó de existir desvaneciéndonse como se va el sonido de una buena canción por entremedio del viento si es que tu cuerpo se aleja.

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