COLUMNA: Por fin es viernes... HOY: "EL uso compensatorio de la razón". D.D.OLMEDO. 11° de Retorno. (06/04/2014).-
COLUMNA: Por fin es viernes... HOY: "EL uso compensatorio de la razón". D.D.OLMEDO. 11° de Retorno. (06/04/2014).-
COLUMNA: Por fin es viernes...
HOY: "EL uso compensatorio de la razón".
D.D.OLMEDO. 11° de Retorno.
(06/04/2014).-
"Siempre estoy buscando a personas que no quieren ser encontradas..." (Haruki Murakami, en: De qué hablo cuando hablo de correr".-).
Andrea Castro me obsequió recientemente un PDF que contenía algo de Murakami; De qué hablo cuando hablo de correr... Murakami es un escritor japonés cuya virtud, más allá de sus notables ejecuciones literarias, reside en hacerse coraje por medio de la disciplina de correr...
Los que escribimos hace un rato sabemos de sobra que las metáforas pueden hallarse en cualquier lugar. Y cuando uno apela a cualquier sitio, estoy diciendo en estricto sentido que ello es completamente cierto (Aunque incluso ésto, bien podría tratarse de una metáfora). Y tanto es así que una mera circunstancia puede volverse un manantial de creatividad como cuenta Haruki en su manuscrito, tanto tanto, que apenas una palabra -dentro de un diálogo- puede acabar transformándose en una chispa que desencadene varias aristas... Quizá por ello leer un texto de Murakami más autobiográfico abre una puerta convincente hacia otro lugar de coherencia, similar al que tiempo atrás (en mis comienzos) me proporcionó la lectura de D.J.SALINGER, como también ocurrió tras conocer su modo de vida. No con muchos autores me sucede que digo: ¡Ah! Por eso... Pienso. Entendiendo por completo sus elucubraciones al cabo de conocer sus influencias, aservos, conexiones y experiencias de vida; sólo desde aquella revelación (ventana) es que empieza a cobrar sentido de tal o cual manera de contar los episodios de ciertos novelistas y escritores...
No da igual leer El Quijote de la Mancha sin antes tener una idea básica de quién fue elPríncipe de los Ingenios (sobre nombre que se le dio a Miguel De Cervantes Saavedra), lo mismo que leerlo a los 16 que a los 40. O dicho de otro modo, no es lo mismo ni es igual sin antes adentrarse a las circunstancias; contexto en el que nuestra mente se desarrolla. Así, un gran desamor no correspondido puede exhacerbarse si al tiempo leías las desventuras del Quijote...
Mirando el asunto en retrospectiva, me pregunto ¿qué tanto habría variado mi vida si mis progenitores hubiesen notado que gustaba más de asistir a la biblioteca que ir a casa de mis abuelos paternos en día domingo? Con todo, ahora sé que mi cuestionamiento tampoco debe sobrepasar lo anecdótico, en el entendido que no debemos lllorar sobre la leche derramada (lo hecho, hecho está), pero es algo que me ronda, en especial, al darme cuenta de la enorme cantidad de clásicos que pude haberme leído y que, ni en mi mejor pronóstico calculista, podría alcanzar a estas alturas del partido.
Tengo el recuerdo de Títulos tales como: Sueño de una noche de verano, El Médico a palos de Moliere, La Iliada, El Cantar del Mío Cid (también, el Cid Campeador) y una veintena de otros clásicos obligados estudiantiles... Pero mi pregunta actual es: ¿En verdad retuve de aquellas lecturas lo importante? Toda institución educativa lo único que seguro ejecuta es taladrarte el cerebro con deformaciones varias que sólo mcontribuyen con la enajenación.
Según Murakami, a veces, ciertas personas al verse tocadas por su formación maratonista sienten el espontáneo y genuino deseo de lanzarse a correr sobre el asfalto, ya y sin más trámite, a lo que él, conmovido (y por supuesto que abrumado) sólo puede reconocer como mérito personal del entusiasta. La habilidad que se le es concedida a uno, no necesariamente alcanza al de al lado, aún cuando la fuerza de voluntad comande la ejecución de la proeza. Es decir, Murakami señala que no siempre instruirse en el acto disciplinario en cuestión asegurará igual resultado. Incluso para él, fulano que adentrado sus treinta, recipen pudo ostentar calidad de profesional, no siempre se le da fácil el asunto de correr los kilómetros que se plantea y no le queda más remedio que abortar la misión, incluso estando en medio de una carrera. Hay días en que Murakami simplemente desea vegetar y no pensar en que aquella libertad pueda restingírsele por el solo hecho de despreciarla, inconscientemente (a veces le persigue la idea de que la gente apretujada en el metro es razón suficiente para constatar la bendición de poder escribir, profesionalmente). Pero lo comprendo, debe subyacer en aquella postura el temor real de que todo el talento acabe en un sinónimo de odiosas rutinas. En el fondo, este novelista japonés sugiere que el estímulo no puede ser una casualidad; yo creo que sólo a Forest Gump pudo pasarle que un día se levantó y empezó a correr y también de súbito, dejó de hacerlo... Pienso que Haruki, más allá de postular algo tan definitorio, comparte sus impresiones, inquietudes y cólo las habilidades personales juegan un rol preponderante al momento de decidir la vida a la cual deseamos acceder y por lo mismo, desarrollar.
Pienso en las mías, en las que siempre estuvieron adentro, rugiendo y que por necedad de la vida y sus inoportunas fluctuaciones, tardaron en fluir tal y como yo hubiese querido que me pasara. A ratos, recuerdo momentos decisivos en los que siempre me decía POR QUEpero jamás PARA QUE. Hoy, como veo las cosas, entiendo que la vida casi siempre es injusta y que dentro de tal esquema de inequidad, la habilidad puntual de cada uno (por ADN) nos permitirá adaptarnos o no, avanzar o no, progesar o no, salir fortalecidos o perecer en el intento. A lo mejor, por eso Murakami se convirtió en maratonista; un día descubrió que dentro de su ser existía un plus diferente, el mismo que educó sus niveles de resistencia y su capacidad para adaptarse a ese tipo de disciplina. Esa información venía con él...
El cuenta que un día "x" se planteó escribir una novela. Al cabo de un tiempo, lo había logrado. Me ocurrió algo similar, venía desde hace un tiempo escribiendo garabatos, muchos para ser franca (desde los 9 o 10 tal vez) pero fue sólo hasta la época de enseñanza media, tiempo en que escribí un exótico cuento para un concurso del día mundial de la salud, en que realmente escribí algo contundente y constructivo (según yo). Para ese entonces, adoraba a mi maestra de castellano y vacié en dicho cuento, toso los conocimientos transmitidos por ella. A la larga, resultó. Una buena mañana de no sé qué estación, apareció en mi sala de clases una inspectora para sacarme. Desde ese día, mi profesor de inglés comenzó a llamarme Gabriela Mistral. Por alguna extraña razón, no tengo memoria de esa jornada, la de la premiación, sí, que los libros del premio se quedaron en ese Liceo.
Al contarle a mi vieja lo del premio en cuestión recibí medio azote (nada grave, la juventud de ahora suele llamarlo cachamal); "no pierdas el tiempo en idioteces, mejor estudia, sé alguien de provecho..." Sentenció. Me pregunto ahora si todos los escritores vivieron experiencias similares en su proceso de autoconvencimiento y autovaloracón. Haruki no revela las atrocidades de ir en contra de la corriente pues con sabiduría oriental es bastante más decoroso y digno, indicando de cuando en cuando, escuetas frases tales como: "No fue fácil", o "No me alentaron a escribir".
Tras leer este libro (lo que, después de leer la historia del amor, hice en segundo tiempo récord) me queda una sensación de infinito aliento, de preciosa quietud adentro. Es como si repente, alguien con autoridad me dijera: la razón, siempre es mejor al caos. O como infiero finalmente yo: La compensación también puedes hallarla en la disciplina.
Muchas veces vi caras de decepción de mis profesores univerisitarios tras conocer de mi alejamiento del mundo del Derecho. ¡Se perderá! Decían. Y claro, con justa razón convengo que la vida de escritor es inmensamente sacrificada, sin embargo, honesta y también rica en muchas otras fascetas, aunque haya que gozar de otras capacidades para poder advertir, procesar e internalizar una aseveración como la que planteo.
No quiero atacar acá el viejo conflicto de lo abstracto versus lo particular, ni ser la mar de arrogante como para creer que la gente más práctica no acoja mis directrices, es solo que tal y como veo el asunto, me siento más contenida con los de mi misma especie... El efectismo de lo tangible ha consumido lentamente lo más preciado de los dones sutiles, descansa en aquél, la supremacía del abastecimiento inmediato, nublar la mente y el espíritu, acordonar el talento y sustraerlo del imperio de la creatividad; la voz más baja sólo es audible por quiénes presienten de algún modo que existe algo más allá de nosotros mismo y de nuestra carne.
La ecuación se perfecciona a partir del equilibrio: Murakami establece un paradigma; yo escribo para mis lectores. Lo interesante es que lo hace religiosa y prolijamente (en el desarrollo de su oficio, es decir, no les pondrá cualquier zafarrancho por delante) pero no lo hace esperando aprobación. Lo hace porque se le da bien hacerlo, está en su composición. Es así como aquella arroja un buen resultado.
Lo que hago, lo hago justamente porque se detonó en mi; he ahí mi PARA QUE. Cuando era más joven no sabía del por qué era tan ACONTECIDA, el por qué de ese millón de anécdotas varias una detrás de la otra, incluso hasta el día de hoy, sucediéndose por una razón. Hay seres humanos que no ven o quizá, nadie los adiestró para entender qué debían mirar y hacia dónde conducir su atención y sea por la misma razón que la fórmula funcione: Escribimos porque de alguna mágica manera, alguien se interesa por lo que nuestros ojos ven y aprecían la manera en que somos capaces de expresarlo y colocarlo en el papel. Las variaciones en el corte, la trama y otras peculiaridades, tambipen variará a nuestros probables y potenciales lectores; no somos monedita de oro para caerle bien a todo el mundo. Sin embargo, ahora me siento con más propiedad frente al computador, ahora siento que puedo manifestar que sí construí una buena historia al escribir El Mundo de las Cosas Aparte... enrevesada, compleja como mi existencia, es verdad pero buena al fin y al cabo. No es algo que haya descubierto tras la lectura de Murakami, es algo que se reveló por toparme con otro que tuvo que darse tamaña vuelta para entenderse, para darse cuenta que ese brote de soledad no era casual, que todas esas penurias tenían sentido...
"Si se rompe, quiere decir que funciona..."
HOY: "EL uso compensatorio de la razón".
D.D.OLMEDO. 11° de Retorno.
(06/04/2014).-
"Siempre estoy buscando a personas que no quieren ser encontradas..." (Haruki Murakami, en: De qué hablo cuando hablo de correr".-).
Andrea Castro me obsequió recientemente un PDF que contenía algo de Murakami; De qué hablo cuando hablo de correr... Murakami es un escritor japonés cuya virtud, más allá de sus notables ejecuciones literarias, reside en hacerse coraje por medio de la disciplina de correr...
Los que escribimos hace un rato sabemos de sobra que las metáforas pueden hallarse en cualquier lugar. Y cuando uno apela a cualquier sitio, estoy diciendo en estricto sentido que ello es completamente cierto (Aunque incluso ésto, bien podría tratarse de una metáfora). Y tanto es así que una mera circunstancia puede volverse un manantial de creatividad como cuenta Haruki en su manuscrito, tanto tanto, que apenas una palabra -dentro de un diálogo- puede acabar transformándose en una chispa que desencadene varias aristas... Quizá por ello leer un texto de Murakami más autobiográfico abre una puerta convincente hacia otro lugar de coherencia, similar al que tiempo atrás (en mis comienzos) me proporcionó la lectura de D.J.SALINGER, como también ocurrió tras conocer su modo de vida. No con muchos autores me sucede que digo: ¡Ah! Por eso... Pienso. Entendiendo por completo sus elucubraciones al cabo de conocer sus influencias, aservos, conexiones y experiencias de vida; sólo desde aquella revelación (ventana) es que empieza a cobrar sentido de tal o cual manera de contar los episodios de ciertos novelistas y escritores...
No da igual leer El Quijote de la Mancha sin antes tener una idea básica de quién fue elPríncipe de los Ingenios (sobre nombre que se le dio a Miguel De Cervantes Saavedra), lo mismo que leerlo a los 16 que a los 40. O dicho de otro modo, no es lo mismo ni es igual sin antes adentrarse a las circunstancias; contexto en el que nuestra mente se desarrolla. Así, un gran desamor no correspondido puede exhacerbarse si al tiempo leías las desventuras del Quijote...
Mirando el asunto en retrospectiva, me pregunto ¿qué tanto habría variado mi vida si mis progenitores hubiesen notado que gustaba más de asistir a la biblioteca que ir a casa de mis abuelos paternos en día domingo? Con todo, ahora sé que mi cuestionamiento tampoco debe sobrepasar lo anecdótico, en el entendido que no debemos lllorar sobre la leche derramada (lo hecho, hecho está), pero es algo que me ronda, en especial, al darme cuenta de la enorme cantidad de clásicos que pude haberme leído y que, ni en mi mejor pronóstico calculista, podría alcanzar a estas alturas del partido.
Tengo el recuerdo de Títulos tales como: Sueño de una noche de verano, El Médico a palos de Moliere, La Iliada, El Cantar del Mío Cid (también, el Cid Campeador) y una veintena de otros clásicos obligados estudiantiles... Pero mi pregunta actual es: ¿En verdad retuve de aquellas lecturas lo importante? Toda institución educativa lo único que seguro ejecuta es taladrarte el cerebro con deformaciones varias que sólo mcontribuyen con la enajenación.
Según Murakami, a veces, ciertas personas al verse tocadas por su formación maratonista sienten el espontáneo y genuino deseo de lanzarse a correr sobre el asfalto, ya y sin más trámite, a lo que él, conmovido (y por supuesto que abrumado) sólo puede reconocer como mérito personal del entusiasta. La habilidad que se le es concedida a uno, no necesariamente alcanza al de al lado, aún cuando la fuerza de voluntad comande la ejecución de la proeza. Es decir, Murakami señala que no siempre instruirse en el acto disciplinario en cuestión asegurará igual resultado. Incluso para él, fulano que adentrado sus treinta, recipen pudo ostentar calidad de profesional, no siempre se le da fácil el asunto de correr los kilómetros que se plantea y no le queda más remedio que abortar la misión, incluso estando en medio de una carrera. Hay días en que Murakami simplemente desea vegetar y no pensar en que aquella libertad pueda restingírsele por el solo hecho de despreciarla, inconscientemente (a veces le persigue la idea de que la gente apretujada en el metro es razón suficiente para constatar la bendición de poder escribir, profesionalmente). Pero lo comprendo, debe subyacer en aquella postura el temor real de que todo el talento acabe en un sinónimo de odiosas rutinas. En el fondo, este novelista japonés sugiere que el estímulo no puede ser una casualidad; yo creo que sólo a Forest Gump pudo pasarle que un día se levantó y empezó a correr y también de súbito, dejó de hacerlo... Pienso que Haruki, más allá de postular algo tan definitorio, comparte sus impresiones, inquietudes y cólo las habilidades personales juegan un rol preponderante al momento de decidir la vida a la cual deseamos acceder y por lo mismo, desarrollar.
Pienso en las mías, en las que siempre estuvieron adentro, rugiendo y que por necedad de la vida y sus inoportunas fluctuaciones, tardaron en fluir tal y como yo hubiese querido que me pasara. A ratos, recuerdo momentos decisivos en los que siempre me decía POR QUEpero jamás PARA QUE. Hoy, como veo las cosas, entiendo que la vida casi siempre es injusta y que dentro de tal esquema de inequidad, la habilidad puntual de cada uno (por ADN) nos permitirá adaptarnos o no, avanzar o no, progesar o no, salir fortalecidos o perecer en el intento. A lo mejor, por eso Murakami se convirtió en maratonista; un día descubrió que dentro de su ser existía un plus diferente, el mismo que educó sus niveles de resistencia y su capacidad para adaptarse a ese tipo de disciplina. Esa información venía con él...
El cuenta que un día "x" se planteó escribir una novela. Al cabo de un tiempo, lo había logrado. Me ocurrió algo similar, venía desde hace un tiempo escribiendo garabatos, muchos para ser franca (desde los 9 o 10 tal vez) pero fue sólo hasta la época de enseñanza media, tiempo en que escribí un exótico cuento para un concurso del día mundial de la salud, en que realmente escribí algo contundente y constructivo (según yo). Para ese entonces, adoraba a mi maestra de castellano y vacié en dicho cuento, toso los conocimientos transmitidos por ella. A la larga, resultó. Una buena mañana de no sé qué estación, apareció en mi sala de clases una inspectora para sacarme. Desde ese día, mi profesor de inglés comenzó a llamarme Gabriela Mistral. Por alguna extraña razón, no tengo memoria de esa jornada, la de la premiación, sí, que los libros del premio se quedaron en ese Liceo.
Al contarle a mi vieja lo del premio en cuestión recibí medio azote (nada grave, la juventud de ahora suele llamarlo cachamal); "no pierdas el tiempo en idioteces, mejor estudia, sé alguien de provecho..." Sentenció. Me pregunto ahora si todos los escritores vivieron experiencias similares en su proceso de autoconvencimiento y autovaloracón. Haruki no revela las atrocidades de ir en contra de la corriente pues con sabiduría oriental es bastante más decoroso y digno, indicando de cuando en cuando, escuetas frases tales como: "No fue fácil", o "No me alentaron a escribir".
Tras leer este libro (lo que, después de leer la historia del amor, hice en segundo tiempo récord) me queda una sensación de infinito aliento, de preciosa quietud adentro. Es como si repente, alguien con autoridad me dijera: la razón, siempre es mejor al caos. O como infiero finalmente yo: La compensación también puedes hallarla en la disciplina.
Muchas veces vi caras de decepción de mis profesores univerisitarios tras conocer de mi alejamiento del mundo del Derecho. ¡Se perderá! Decían. Y claro, con justa razón convengo que la vida de escritor es inmensamente sacrificada, sin embargo, honesta y también rica en muchas otras fascetas, aunque haya que gozar de otras capacidades para poder advertir, procesar e internalizar una aseveración como la que planteo.
No quiero atacar acá el viejo conflicto de lo abstracto versus lo particular, ni ser la mar de arrogante como para creer que la gente más práctica no acoja mis directrices, es solo que tal y como veo el asunto, me siento más contenida con los de mi misma especie... El efectismo de lo tangible ha consumido lentamente lo más preciado de los dones sutiles, descansa en aquél, la supremacía del abastecimiento inmediato, nublar la mente y el espíritu, acordonar el talento y sustraerlo del imperio de la creatividad; la voz más baja sólo es audible por quiénes presienten de algún modo que existe algo más allá de nosotros mismo y de nuestra carne.
La ecuación se perfecciona a partir del equilibrio: Murakami establece un paradigma; yo escribo para mis lectores. Lo interesante es que lo hace religiosa y prolijamente (en el desarrollo de su oficio, es decir, no les pondrá cualquier zafarrancho por delante) pero no lo hace esperando aprobación. Lo hace porque se le da bien hacerlo, está en su composición. Es así como aquella arroja un buen resultado.
Lo que hago, lo hago justamente porque se detonó en mi; he ahí mi PARA QUE. Cuando era más joven no sabía del por qué era tan ACONTECIDA, el por qué de ese millón de anécdotas varias una detrás de la otra, incluso hasta el día de hoy, sucediéndose por una razón. Hay seres humanos que no ven o quizá, nadie los adiestró para entender qué debían mirar y hacia dónde conducir su atención y sea por la misma razón que la fórmula funcione: Escribimos porque de alguna mágica manera, alguien se interesa por lo que nuestros ojos ven y aprecían la manera en que somos capaces de expresarlo y colocarlo en el papel. Las variaciones en el corte, la trama y otras peculiaridades, tambipen variará a nuestros probables y potenciales lectores; no somos monedita de oro para caerle bien a todo el mundo. Sin embargo, ahora me siento con más propiedad frente al computador, ahora siento que puedo manifestar que sí construí una buena historia al escribir El Mundo de las Cosas Aparte... enrevesada, compleja como mi existencia, es verdad pero buena al fin y al cabo. No es algo que haya descubierto tras la lectura de Murakami, es algo que se reveló por toparme con otro que tuvo que darse tamaña vuelta para entenderse, para darse cuenta que ese brote de soledad no era casual, que todas esas penurias tenían sentido...
"Si se rompe, quiere decir que funciona..."



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