COLUMNA: Por fin es viernes. HOY: "Flor de no se cuántos colores" D.D.OLMEDO.- Viernes 15/Año 2014.-
COLUMNA: Por fin es viernes.
HOY: "Flor de no se cuántos colores"
D.D.OLMEDO.-
Viernes 15/Año 2014.-
Una pregunta que ronda a cualquier persona común y silvestre, tiene como sustantivo central el vocablo felicidad...
¿Cómo se logra la felicidad?
¿Soy feliz realmente?
¿Mediante qué camino se llega a la felicidad?
¿Mi idea de felicidad es correcta?
¿Qué es felicidad?
¿Cómo se que soy o estoy feliz?
¿Hacia dónde se orienta el sentido de la felicidad?
¿La felicidad es material o intangible?
¿Qué significancia incorpora la felicidad?
¿Existe la felicidad?
¿De qué forma se arriba al ser feliz?
¿Me importa la felicidad colectiva?
Ya hace algún tiempo compartí con ustedes que el camino que conduce a la felicidad fue denominado como EUDAUMONIA. Y antes de ello, también exploré los diferentes contenidos y significados del asunto, cayendo en la cuenta de que la felicidad más bien -aparentemente- constituiría un estado más que una condición, asociada a factores externos que la hacen surgir o aparecer pues, de retirar la motivación o impulso externo, entonces sería perfectamente posible concluir que aquella correría el riesgo de diluirse o hasta, desaparecer.
Siendo de aquel modo, desarrollar este estado mental (pues demanda depuración de conciencia), separa a las personas y las segmenta en diferentes grupos según comprendan o entiendan cómo se es feliz, qué se siente o bien, cómo esto se expresa... Están, entonces, los grupos de personas que creen o estiman que la felicidad se observa al determinar cuánto poseen y el alcance de esa facultad de aprender especies materiales. También concurren a este análisis aquellas personas que evalúan su felicidad al tenor de su realización personal con independencia de la productividad que deviene como fruto de ello (vocación). Están esas otras personas que consideran la felicidad como un asunto lejano o ajeno pues asocian su amargura a falta de oportunidades y esgrimen razones de orden social, político o religioso en la privación de las mismas. Y entremedio de todos esos lotes, están las personas que creen que la felicidad es una consigna inventada y dirigida a controlar la mente humana e inhibir de ese modo, su verdadera capacidad para buscar y encontrar equilibrio, más allá de condiciones externas fundadas en el acopio y la posesión. En este sentido, la felicidad (como concepto incuestionable de contenido irrefutable) sería una forma de autolimitación entendiendo esto, en el sentido restringido de fin, propósito, norte, causa, descartando todas las otras aristas de la vida que no encajasen en ese contexto...
"No seré feliz mientras el pasto frondoso y verde del vecino, brote a raudales bajo el alero de mi manzarda sombría"
Me encuentro en el punto más importante de mi vida: Decidir quedarme detrás de cuerdas que detentan poder, pues el saber del derecho otorga y/o confiere habilidades excepcionales que bien pueden asistir o tal vez, sirvan para el progreso y forraje personal, dando por descontado que el conocimiento e instrucción, inducen hacia un camino solitario de intelectualización (la justicia no tiene nada que ver con el ejercicio de la prefesión, apenas un atisbo o consigna de ser social); o regresar a un vanidoso arenal en cuyo seno, mi don o gusto personal se traduce en acierto, escapando así de la respinsabilidad de construir cambios o reformas más profundas, pero insinuando una movilización de cambios conductuales que, birn balanceados, pueden perfectamente cooperar en variaciones más sutiles pero cien por ciento más efectivad, ya que están destinadas a la entidad del individuo en particular por sobre el conjunto en que secencuentra inserto.
Difícil decisión...
Es fácil sucumbir ante la tentación de la vanidad. Sé que no fui precisamente una It' Girl (sería una patudez, aunque sí me hubiese gustado llegar a serlo sólo por el desafío de desarrollar bien un concepto de principio a fin, sin desertar a medio camino), pero sí logré convertirme en instrumento de intermediación. Ser productora (producir ideas y desarrollarlas) demanda ingenietría de diversas escalas o envergaduras... En mi caso particular, fuí capaz de plantar una semilla, regarla y abonarla para que creciese hasta ver aparecer sus primeros frutos. El problema en la cosecha es que en esos tiempos, nunca llegué a darme cuenta de que era in buen jardinero.
Eso lo comprendí posteriormente, después de que mi inexperiencia me llevó a no medir la cantidad de agua en el regadío, afemás de no haber supervisado el sistema artesanal por medio del cual el agua debía llegar a la plantación.
¿Echando a perder de aprende?
Probablemente...
El problema es que crecemos al interior de una sociedad altamente castigadora, dolorosamente insaciable y en demasía, insoportablemente agresiva. Muy pocas personas escapan al fenómeno del castigo, el apremio y el dardo acusador; si te equivocas, el costo no lo pagas con red conpra, lo pagas con sangre, sudor y lágrimas...
Bajo ese formato, el de un Boliche "ALTERNATIVO", me convertí en la tendedera de mi propio mundillo. Yo quería sintetizar en ese lugar en una suerte de burbuja capaz de contener las necesidades de personas diferentes, con necesidades ídem, aplicando la filosofía de barrio antiguo y con políticas asociadas a la fidelización.
Pero ¿Cuánto puedes contener dentro de una burbuja antes de que reviente?
No mucho.
De ahí que haya surgido un repliegue, un recular hacia arenas pasadas, creyendo otra vez en la potencialidad de la coerción o, en la sutileza del cartón. Yo llegué a pensar que el fuego se combatía con parafina. Nada más alejado de la realidad.
¿Que si era feliz allá? En cierta forma. En otras aristas, aún sigo sin saberlo.
Lo que si pude entender, es que aquella tiendita, tuvo su época de gloria (desde ese punto de vista, sé que las segundas partes nunca son buenas); el que nace con talento debe morir con estilo. Claro está. A través del COLECTIVO VINTAGE, descubrí que, más allá del pretexto (ropa y complementos), de alguna manera mágica aquel lugar hizo nacer puentes, redes... Presupuestos importantes que no se daban en cualquier otro lugar, tanto adí que el sitio acabó transformándose en una suerte de clínica de la autoestima.
Fue en ese período en que más veces escuché aquella palabra: FELICIDAD. Y también, la época en que más personas creían que a la felicidad, se llegaba por medio de la obtención de cosas.
Surgieron en ese tiempo en mi corazón muchas contradicciones; no entendía cómo una mujer formada en lo jurídico, gozara más con una vogue que con la gaceta jurídica... Fue duro. Amaba el derecho, Dios sabe que fue así. Pero la infinidad de deformas y vicios del sistema, lentamente fueron socavado mi espíritu. Yo misma sabía que la insoportable levedad humana me rondaba, me había acobardado y aquellos ideales justicieros de antaño, sucumbieron ante la idea de volverme una desefadada y jugada HADA MADRINA capaz de surtir los más increíbles deseos y caprichos de muchas féminas llenas de expectativas; aunque en esto se esconda un defecto estructural que no se soluciona tan sólo con decorar el exterior. Hace falta mucho más para solucionar la percepción de los defectos...
Pero las fisuras a veces se convierten en grietas y entonces el agua baja por ellas hacia el fondo, rebalsándo las napas subterráneas, volviendo esa tierra completamente inadecuada para un nuevo cultivo...
Entonces, surgió naturalmente aquella vieja interrogante, recurrente de cuando en cuando en mi cabeza: ¿Existe realmente la felicidad?
A veces, habían días en que una sola acción cambiaba mi pensamiento; ayudar a alguien a no temerle al espejo, se sentía mejor que tachar a un testigo... Sin embargo, cuando aparecía alguna mujer llena de resentimientos y trancas difícilmente tratables hasta por el mejor sicólogo, desenfundando su artillería pesada en ese pequeño espacio que, también era mi refugio, pues bueno, en esos casos, sentía ganas de enrilarla por medio del uso de la fuerza. Una ridiculez, teniendo en cuenta que hasta en el derecho, existe autonomía de voluntad (algo que perfectamente podría ser comparado con el libre albedrío).
No obstante, al final del día, me sentaba frente a una ruma de pilchas por planchar y enchular, con un turro de billetes en el bolsillo, pero sin un solo lugar abierto en donde comprar algo de comida, un silencio feroz apenas interrumpido por la estridencia de algún borracho merodeando la calle merced y a la cola de aquellas circunstancias, mi nula capacidad para discernir si era o no feliz. A pesar de todo lo bueno y también de lo malo, no lograba descubrir qué sentía verdaderamente.
Tanta mujer desencajada, agobiada por un pliegue maltrecho a la vista, una alforza desabrida sin lustre, peticiones incomprensibles para desviar el desequilibrio, sin que ninguna de estas anomalías fuesen al fondo de la cuestión: Es muy difícil reconocer las limitaciones, admitirlas e incoporarlas pues salir de la zona de comfort no produce ciertamente una grata sensación de felicidad, sino todo lo contrario.
Al parecer, mientras más grotesca era la reclamación de la visual en el envase, más drámatico se volvía el defecto interior. A esto yo decidí denominar desdicha; hubo mucha gente alrededor mío tratando de tapar el sol con un dedo, y mi gran culpa fue no habet hecho lo suficiente para ayudar a encararlo de un modo honesto y sincero.
Entonces. No tenía claro el contenido de la felicidad, pero bastante más sabía respecto de lo que no lo era... Tanto fue así que a pesar de haber asumido un tremendo costo personal, aún así seguía pretendiendo que el músculo central no me dolía tanto.
Todo eso era igual de punzante y desgraciado que el ego leguleyo, la desidia de las autoridades y la ferocidad de los egos maltrechos pugnando por acreditar su razón por sobre la del otro, con cualquier recurso, fuese éste ético o no...
¡Difícil decisión!
Tal vez, la felicidad no recaiga sobre ninguno de los escenarios descritos y descubrirla pase un poco, como escribía el maestro Francisco Mouat, por esa preciada pasividad en donde el hacer nada, abre la conciencia de par en par, fluyendo dentro de nosotros una muy rara sensación casi imposible de caracterizar, y que en ciertas oportunidades, se echa de menos. De esto, la suerte de creer que esa sensación deba, obligatoriamente, extenderse en el tiempo.
Personalmente, con el tiempo fui construyendo una habilidad diferente. Ya no me plantee la eternidad del goce sino todo lo contrario: es verdad que cuesta zafar del ego, cierto es, pero de que simplifica la vida abandonarlo, birn merece cualquier dolor, sacrificio, pena... Aunque ello implique, también, mirar hacia atrás proyectos desechos, ilusiones rotas, y un sueño particular vilipendiado para exorcizar dolencias personales por las cuales fui condenada al no haber sido capaz de erradicar.
Hoy, ad portas de tomar una gran decisión, siento que esas experiencias son como las historias de taxi de Arjona; algo chabacanas, algo desatadas, algo estremecedoras pero historias al fin y al cabo, es decir, van anexadas al archivo personal y por lo mismo nos hacen ser lo que somos a la larga.
Si todo eso nos hace o no felices dependerá de lo que hayamos asignado al concepto como su significado o contenido.
Tiendo a creer que con los años, y el envase ya no sea susceptible de parchar, puede que, finalmente se me alumbre más la mollera y así sin más, asista a la comprobación de lo buscado hasta el cansancio ( y de hecho, ocurra justo cuando las distracciones ya no sirvan de nada), dándome cuenta que estuvo siempre adentro, latiendo, pulsando con su código encriptado, desistiendo de la tentación de revelarse en un tiempo inapropiado, y decantándose justo en el momento indicado.
La gran mayoría de las veces, resulta acontecer como en la famosa chiquilla que buscó y buscó la flor de no sé cuántos colores para que, en el último episodio, la caprichosa flor apareciera estuviesr ahí, enfrente de sus narices...
Quién sabe y a alguno de ustedes le ocurra lo mismo y en cierto punto exacto esa noticia le sorprende con un eudaumónico camino, más "corto" de lo que usted imaginaba.
Nunca se sabe.
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