COLUMNA: Por fin es viernes. HOY: "Memorias de dolor". D.D.OLMEDO. Viernes, 1 de Agosto/2014.



COLUMNA: Por fin es viernes.
HOY: "Memorias de dolor".
D.D.OLMEDO.
Viernes, 1 de Agosto/2014.

No sé si de ocio, de perturbada o vaya a saber por qué otra razón, me introduje en un ejercicio práctico de averiguación empírica. Digamos que quise saber cosas a propósito de escarbar en el pasado. MORBO, le llaman algunos; yo le llamo alineación. 
O también, exorcizar (aunque es perfectamente posible que ésto, haya sido una consecuencia espontánea de la verificación) pues cuando ves más de lo mismo, sólo alterado por el paso del tiempo y una idéntica situación superpuesta, aunque fuerte y doloroso, sirve para tapiar cualquier reflexión blanda que del asunto pensabas, ameritaba. 

Sin querer, abrí una puerta que estaba cerrada, y la vista que obtuve del panorama, cambió en una sola cosa: Los años y por lo mismo, la grasa acumulada, las arrugas, las canas; las malas costumbres exacerbadas por acción de la corrosión natural siempre presente en el ser humano... En ustedes y en mi. A la larga, las cosas siempre son del mismo modo, por más adornos o distracciones curiosas que uno quiera colocarle...

Es raro que en el pasado algo nos haya resultado tan doloroso y que, revisitándolo en el presente, apenas signifique un suceso extinto, de esos que se confunden en la memoria y que están archivados en el lado B de nuestros recuerdos. Puede que esto sea lo más cercano a comprender el porqué algunas cuestiones nos fueron negadas antes, sin que en ese tiempo obtuviésemos consuelo a razón de un rechazo, un viraje, una interrupción o cualquier otro tipo de anomalía o alteración de nuestros perfectos y obstinados planes. Pero ahora, con la experiencia del presente y la vista panorámica puesta en lo que devino cuando depusimos de ir en contra de la corriente, muestra el sentido último de la privación anterior. Y ese es el eslabón perdido en la teoría de la comprensión. Al menos para mi. 

Atormentarnos con los por qué es parte de nuestro día a día. Casi nunca se para ante la necesidad de saber, de entender o procesar, aún cuando ello signifique hacernos de memorias de dolor y esta mochila implique un peso apenas soportable... Aún así, no sabemos o no queremos aprender a desprendernos, y por lo general, las cosas acumuladas en ese equipaje, por lo general, no son realmente necesarias o relevantes...

Son muy pocas personas las que se salen de su eje y cuentan con la posibilidad de mirarse desde afuera, regresar al centro y capitular hacia adelante: acometer la vida sin la culpa, sin miedo. Por lo general, las que lo logran, deben lidiar con el penoso efecto secundario de ser individuos tildados de excéntricos, individualistas, egoístas y muchas otras cosas negativas más; ser diferente y optar por despegarse (serlo y vivirlo) no es un ejercicio sencillo, mucho menos, práctica habitual que se desarrolle sin pérdidas o consecuencias adversas durante el recorrido. Personalmente, vivir aparte del resto fue una dura decisión, no solo por la renuncia implícita de afectos, relaciones, "vida normal", horarios, estructuras, derechos y beneficios, así como obligaciones y deberes... Sino porque vivir aparte la vida, hace que las cosas conformen un mundo y una percepción radicalmente distinta a la del resto y eso si que es aislante y lapidario... A veces, el café en solitario, con todo lo que puedo "ver", no siempre es tan agradable como quisiera...

Pasé treinta y cinco años peleando, intentando comprender el por qué de un centenar de payasadas (hechos, conductas, personalidades, escenarios, circunstancias, caracteres y características; otras vidas humanas, sus elecciones... sus mundos) y en algún tramo de ese momento vívido, entendí (creo que por fatiga) que había pasado una buena cantidad de tiempo enojada, encargándome de desperdiciar la vida, justificada en el hecho de que este no era un mundo viable para habitar, mucho menos, entender.

Pero... ¿Sirvió de algo?

No. No al menos en los términos imaginados.

En el pasado, alguien estuvo a punto de convencerme que yo tenía un grave problema (que había imaginado toda una historia en mi cabeza). Y a cierto extremo, casi logró hacerme creer que aquello había sido imaginado, inventado.

Pero hace poco, y como dije, en campaña empírica, tuve la buena fortuna de ver a través del tiempo, sentada en la butaca de la realidad; las cosas ocurrieron como las viví en esos años, en efecto sí fui burlada, engañada, utilizada, etc. Ese personaje efectivamente fue todo lo mal sujeto que pensaba había sido e incluso más... El tipo en cuestión no había sido conmigo de un modo tal que después simplemente desconociera ante las evidencias; él era de esa forma con todas, todos... Esa era su manera de enfrentar la vida: Mintiendo, engañando, alterando las cosas para confundir y usando la ambiguedad para borrar las huellas de su mal proceder.

Ahora, cuando el residuo importante aparece como una posibilidad de ayudar a alguien a darse cuenta de la realidad, me doy cuenta de que el mayor beneficio lo he recibido yo misma. Es difícil mirar en la nebulosa y no salir dañado, porque como personas, insistimos en decorar los escenarios para que se tornen sobrellevables; hay muchas técnicas al respecto... Hay gente que lo hace repitiéndose que no era el momento, otros, que era un asunto de timeing, algunos son más severos y se martirizan pensando que tienen en su cuerpo algo desperfecto y caen en la obsesión de erradicarlo con el objeto de que el otro, se arrepienta de habernos menospreciado... También están los que le asignan al miedo, una barrera potente en la indecisión del otro, en cuyo caso emprenden campaña para ayudar a que los dubitativos se decidan... Etc. 

Pero lo que ha sucedido en realidad es bastante más simple.

Hay en cada ser humano un potencial de volición y ella puede ser usada como a cada uno le plazca.

El problema surge cuando el tipo le dice a la chica que no se trata de ella, sino que el tema es con él, que no es el momento, que tiene planes, que es su asunto... Y blah, blah, blah... En consecuencia de que la verdad, básicamente es que él la encontraba gorda, fea, flaca, chascona, languida, desgarbada, o lo que sea que fuese la apreciación del sujeto que altera la verdad para decorarla por culpa. Culpa o miedo a ser descortés, grosero, cruel, canalla, maldito o lo que sea que la sociedad vaya a imponerle dado a que es la costumbre censurar la verdad o lo que es peor, decirla porque a nadie le atrae oirla. No al menos cuando nos afecta directamente a tener que enfrentarnos con el espejo.

Por cosas de la vida, sortee la oportunidad de reencontrarme con mi verdugo, en un escenario en donde pude verlo sin la capucha. Entonces, comprendí algo bastante más pedestre e inútil que nunca pude ver en el pasado: Él era un sujeto sin alma, incapaz de ver dentro de las personas o yo era una arrogante de mierda ajena a la realidad, en donde la opción y elección de los otroa, también puede versar sobre la vanidad, la futilidad, o las sutilezas de conceptos, pues a la larga lo que importa no es el contenido sino la elección.

Era muy cierto lo que me decía una estupenda sicóloga: No porque tú comas helado de frutilla, a todos va a gustarle...

Supongo que siendo niños, nos acostumbran a tenerlo todo a la mano: no hay madre que confiese encontrar feo a su pequeño bebé entre sus brazos. Por eso, conforme vamos creciendo, la frustración es la parte más dura de entender. ¿Cómo alguien va a decirme que no si mi madre siempre me dijo que si?

La intolerancia a la frustración es un catalizador que ayuda en buena medida a darnos cuenta de cuánto hemos madurado, y saber al dos mil catorce que en el dos mil siete fui rechazada por federica, torpe, intensa o voraz, me libera de un montón de consignas estúpidas, pero fundamentalmente, me enfrenta a la comprensión de que el ser humano sin máscaras es mejor que un lobo disfrazado en piel de cordero.

Por eso siempre he sabido que prefiero a Nicanor Parra antes que a Gabriela Mistral...

Mirar desde este presente al pasado negado y encerrado bajo siete llaves, me permite conprender otras cosas vetadas. Y aunque no siempre es grato escuchar, ver o comprobar aquellas cuestiones que nos dañan porque integran el saco de lo indeseable... lo interesante es darse cuenta de qué se puede hacer con todo eso: Enterrarlo y huir siempre, o desenterrarlo, expiarlo y usarlo a nuestro favor.

No creo que la solución sea castigar, y seguir la cadena del karma. No. Creo que tal vez ayude un poco, aprender a detenerse, hacer y decir sin tanto desborde, calmarse introduciendo la observación, y tal vez esto sirva para aprender a relacionarse mejor con las personas, incluso hasta cuando sus decisiones ante nuestros ojos, cuestionables, aunque el dolor que involuntaria o indirectamente nos causaron, haya quedado grabado en nuestra memoria.

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