COLUMNA: Por fin es viernes. HOY: "Doscientas versiones de mi".- D.D.OLMEDO.-/ Columna No.200. 2014.-



COLUMNA: Por fin es viernes.
HOY: "Doscientas versiones de mi".-
D.D.OLMEDO.-/
Columna No.200. 2014.-

"El miedo a ser diferente impide que muchas personas busquen nuevas formas de resolver sus problemas". (Robert T. Kiyosaki)

Si tuviera que hacer un balance a la altura de este párrafo, no sabría mucho qué poner en estas líneas pues lo que generalmente hago, tiene que ver más con DESCRIBIR que con evaluar... Hace rato que intento no juzgar... Mmm, i guess so!!! Pero, a pesar del esfuerzo, algunas veces igual me ponía a dar consejos de acuerdo a lo que apreciaba y, en el mejor de los casos lograba que solo fuesen recomendaciones (fueran comprendidos o no). 

Pero, es un proceso cultivar el arte de la aceptación (solo oir y darse cuenta que nadie te pide que te pronuncies), y por ende, el desarrollo del talento de quedarse callado... Si no te lo piden, no verbalices lo que piensas... Escríbelo en tu archivo personal y luego, olvídalo... Con los años, muchos tal vez hemos aprendido a no decir mucho; quedarse callado en estos tiempos se convirtió en un verdadero aprendizaje -seguro entenderán a qué me refiero-. Sin embargo, eso no significa que no nos exasperemos... Con regularidad, me he visto enfrentada a situaciones de apellido Douglas... ¿Quién no ha sucumbido a un día de furia? Yo, he tenido unos cuántos episodios, versiones criollas de desastres peculiares... varios, a decir verdad. Y en tales circunstancias, el "arte" aquel en cuestión se nos va a las pailas y ganas no faltan para acabar interpretando no mucho más que una "Rosa Espinoza"... Juro que en esos momentos, olvido por completo que la violencia es solo una muy mala consecuencia de la pérdida de argumento, claro está, pero también es testimonio de lo animalescos que a la larga acabamos siendo y cómo reaccionamos ante la pérdida de control.

Quizá por lo mismo, supongo que puedo al menos contar que, en lo personal, escribir a cooperado a suavizar esa parte agresiva de mi ser, incitándome a buscar otros mecanismos más bebevolentes para dar con la tecla que ayuda a balancear los pensamientos. Escribir, es mucho más sutil que hablar y salvo que un internauta furioso te ataque en las redes, decir lo que piensas no trae consecuencias tan nefastas... 

Tras estas doscientas columnas, puedo describir con vehemencia que desde un comienzo fue (y sigue siendo) un modo plausible para amortizar mi propio karma... En alguna medida, detrás de cada columna, hay una ida al doc, una conversación con mi terapeuta personal, un mordisco a mi entraña revuelta... Y cuando lo hago, mi mochila mental también se aliviana... Quienes están desde un comienzo, saben de sobra que el estilo ha mutado y eso ha sido bueno; madurarse en los contenidos, en las formas e incluso, en cómo exponer las ideas es un acierto. Con lo años y la reflexión que en lo personal ha traido la resciliencia, pasé de víctima a hechora y ésto significa admitir que en montones de circunstancias, mi error de perspectiva y autocomplacencia me llevó a interpretar, inferir, deducir, arbitrariamente, con todo lo que ello significa: Antes, si alguien no me respondía inmediatamente (teléfono, correo o lo que fuera), SIEMPRE me decía a mi misma que era personal, pero NUNCA reflexionaba si la otra persona podía estar ocupada, o incluso, no quería responder sin dar explicaciones diplomáticas.

Hoy en día, no pienso tantas cosas negativas, no tengo la compulsión ni la obsesión de concentrarme en mi ombligo, pues la más de las veces me doy cuenta. Y en las que no, me quedo callada. O al menos trato de no salirme de madre.

Con el tiempo, aprendí que el silencio y la abstracción dan paso a la observación y sólo esta herramienta interior, moldea e instruye de manera equilibrada. Así fue como empecé a convivir con las personas, a pasar más tiempo entendiéndolas que juzgándolas, y también aprendí a disfrutar de estar conmigo misma y desde este nuevo comienzo, a escribir grueso y no rápido... Darse cuenta de uno mismo sin la influencia negativa de los demás, constituye ub vórtice de la vida en que descubrí cóno ver debajo, entremedio, por los costados pero no infiriendo sino trascribiendo lo que acontece (aunque esto signifique algunas veces apelar al concepto que está en la mente), sin abusar de cualquier tipo de inferencia.

Aprender a palos es bueno y malo al mismo tiempo. Por una parte, sabes bien qué cosas, circunstancias, personas, etc., son nocivas y con regular aplicación, no reincides... La percepción del dolor en este caso es acertada y te mantiene al margen de cuestiones desagradables. Sin embargo, desestimula el vínculo, pues uno ha internalizado la complejidad de relacionarse y surge la abstención como mecanismo de defensa. Es decir, se impone el miedo y esto causa repliegues... Quizá por eso vaya y regrese y pocas veces me incline por la tentación de quedarme...

Sólo escribir columnas me ha permitido convertir la voz interna, en una suerte de termómetro; comprender la temperatura de las circunstancias ajenas ayuda a querer colocarse en los zapatos ajenos y abrirse a la empatía... La animosidad, no surge sola, es una de tantas consecuencias de sentirnos mal por alguna razón... Otras veces, cuando se presenta intempestivamente, aparece como síntoma de alguna frustración personal, que se vuelve insoportable si nuestro interlocutor no pierde la calma ni su centro... 

Habemos de varios tipos, de aquellos y de éstos, sobre todo. En rigor, ese aleteo furioso que sale de nosotros a veces, sin causa aparente, indica que algo se está transformando en nuestro interior; es imposible permanecer igual... Lamentablemente, el manual de instrucciones no indica qué hacer bajo circunstancias jamás experimentadas, es decir, los mayores desbordes sobrevienen cuando lo que nos está envolviendo, no es reconocible por nuestros sentidos. La respuesta natural a este agobio es explotar, ya que nuestra mente está entrenada para responder a estímulos, no a ser invalidada...

Cuando escribo, me detengo: pensar antes de decir algo solo aparece en nuestra conducta tras el entrenamiento; somos mente desbordada, nos traicionan las imagenes que se suceden en nuestra cabeza y que muchas veces no sabemos como apaciguar. De ahí que sea normal hoy en día, insultarse, elevar el tono de voz, agitarse y agriarse por el absurdo; opera como distractor. La mente se empeña en encasillarnos en el razonamiento necesario; ¿Para qué más? 

Por ello, escribir columnas (crónica) me resulta bien, atacar lo que surge con ánimo de descubrir, me impuso la obligación de suponer menos y desafiar aquel entrenamiento, entrar y salir de la realidad objetiva a la que nos condenaron y visitar de cuando en cuando, un mundo paralelo menos asfixiante y catastrófico que el nuestro...

En el otro, un mundo en donde imponer las ideas y opiniones curte la piel, se vuelve importantísima la ternura, la compasión, la buena vibra, únicamente para contrarrestar el efecto negativo del ego encumbrado de todos nosotros juntos, intentando imponernos a toda costa... Pero cuando esta violencia arrecia, yo escribo, escribo y me conecto. Escribir me ayudó a dejar de preocuparme y ocuparme con papel y lápiz a la mano. Todo lo demás, cada vez importa menos. Nos empeñamos profundamente en saciar a la mente sin darnos cuenta de lo esclavizados que nos volvemos si ejecutamos todo lo que ella se figura, a veces, no nos damos tregua, vamos por ahí ventilando todo lo que se fragua en ella, sin morigerar, sin darse a la tarea de reflexionar... Por eso, después de todos estos años, escribir columnas me ayuda a contribuir en el equilibrio personal y desde esta sanidad, a emitir vibraciones armónicas.

Sin embargo, el único inconveniente de escribir es que la voz sonora se diluye, tanto que a veces, no recuerdo como se escucha. Con todo, y como cada vez cobra más sentido, el poder del silencio contribuye a la abstracción y en esto, a la inhibición de hábitos cortoplazistas como: juzgar sin saber, prejuzgar por deporte, maldecir, exaltarse, envidiar, responsabizar a los demás por desgracias personales, y un sin fin de necedades más que no vale la pena mencionar, traerlas a colación solo significa recordar días de furia y saber qué sentía el señor Douglas al desenfundar una escopeta...

En fin. Claramente, sólo se trató de circunstancias. En eso se sintetizan los malos momentos: rabias, furias, choques de corriente... Pero siempre volvemos a nosotros.

Estas doscientas columnas representan un camino gratificante de muchos descubrimientos, aprendizaje y libertad... Antes me importaba su difusión, hoy ya no, más me interesa ser fiel a describir lo que muestra la panoramica: la vida, por compleja, extraña y densa que pueda reflejarse y aún cuando me sienta cada día más diferente e incomprendida en mi ser...

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