COLUMNA:Por fin es viernes. HOY: Sumas y Ratas... Perdón: "Restas" DDOLMEDO.-



COLUMNA:Por fin es viernes.
HOY: Sumas y Ratas... Perdón: "Restas"
DDOLMEDO.-


Hubo unas cuantas veces que me imaginé escribiendo algo concretamente soberbio en el pasado. El problema surgía -y sigue sucediendo- al hundirme en algún descubrimiento que me orillaba a comprobar con estupor que no andaba ni meridianamente cerca. Concretamente, la peor pesadilla sobreviene al descorrer páginas y verme en la necesidad de acudir a un sono-virtual que me sople significados de una que otra palabra antes indescifrable para mi. Me pasa bastante seguido y aunque a algunas personas les parezca ridículo, no me separo de un pequeño diccionario de bolsillo, amable y conciliador en las instancias descritas... El caso es que ese peregrinaje jamás mengua. Pese a la lectura minuciosa de una no despreciable cantidad de libros, me sigue pasando exactamente lo mismo; ¡Best Seller quería la perla! En fin. La cosa es que la marea no baja, cada oleada durante los períodos de alta representa un interesante influjo de recitares antes inexplorados. Me pasa con frecuencia, también, que deposito la confianza en la versión estudiantil, decepcionándome rápido tras comprobar años de ignorancia y equivocación en el contenido de varias decenas de palabras. Así las cosas, de reconocimientos mejor ni hablar.

Con independencia al error de tipeo (pues no pocas veces voy de la f a la g, de la j a la k, de la o a la p, en tanto que me valgo de un qwerty dentro de un pequeño teclado de celular, la mas de las veces), mi ocupación agrupa el desvarío al confundir significados además de ese vasto campo traviesa en donde brotan como callampas silvestres, miles de palabras a las cuales pareciera ser, jamás tendré acceso. 

Llevo un tiempo ensimismada en una dura investigación, documentando una suerte de radiografía del pueblo Británico. A más de la debilidad, existe un presupuesto onírico un tanto extravagante que me lleva a especular que otra vida pudo recorrer aquellas tierras, otras veces. ¿Who Knows? Pero la cosa adquiere tonos abrillantados, tratándose de fragmentos que, apenas cruzan ante mi lectura, se me quedan clavados cual espina imposible de remover de buenas a primeras... Así me viene sucediendo con H.D.THOREAU (que por cierto, nada alude en su nombre a alta definición; chiste fome), no tanto por la semántica de su redacción como por el énfasis en la conjunción de sus palabras, que parece sacado de un cuento que escribí hace muchos años y que versaba sobre los caminos de redención del pensamiento, sólo realizable por medio del aislamiento, el ostracismo y la soledad. Nadie sabe para quién trabaja. Fue por el escritor inglés XXXXXXXXXXXXXX, que llegué al norteamericano Thoreau. Cosas de la vida.

Agregaré en este punto que, nunca leí a HDT mientras cursaba la media, jamás. Ni recuerdo haberlo escuchado al tiempo después, tratando de compensar la baja escolaridad antes de rendir la PAA. Todo esto podía hacerse extensivo a montones de otros autores, british o yankies... El asunto es que a cierto punto, ese desbalance era tan grosero que mi sueño norteamericano en su chilean way, cada vez parecía más lejano. De... Mejor ni hablar. Sin embargo, erradicada la vanidad pueril de quien se cree diferente por el sólo hecho de pisar una tecla diversa al resto, comprendí que los tiempos de cada uno se decantan de manera armoniosa, casi figurándose la sensible maquinaria de un reloj suizo. Empero, encontrar esta fuente de entendimiento no está exenta de inconvenientes. El más tóxico es la obsesión...

Quien ha padecido de este síndrome sabrá perfectamente bien que lo que antes fue un par de zapatos, un perfume o un disco, hoy puede ser un párrafo, una línea... una palabra. Es verdad. Quiéralo o no, habitar la obsesión te destierra hacia un lugar bastante poco amable, querible o deseable. Acá necesitas estar solo, a la deriva de todo, encarnando en sistema de turnos al ser humano que se prodiga el pan básico al tiempo que se construyen personajes capaces de exaltar una buena estrofa. Es duro, intenso y solitario. Es por elección... 

Encontré entre varios escritos de Thoreau, uno sobre el particular que me ha rajado los sesos. Más allá del barroco lenguaje, forma una coronilla de neón sobre pensamientos aconchados en mi cabeza quinceañera, tiempos en que juraba que la única solución era el más completo y absoluto apartamiento. "Una vida sin principios", perfectamente podría aplicarse a cualquier escenario contemporáneo, reemplazando las pepitas de oro por el petróleo y las trivialidades insulsas acaparadas por orejudas pailas serpentinas, por la incontable cantidad de absurdos que la gente consume, mutilando el pensamiento y disolviendo el arte del cultivo... Me ha tocado, de manera tal, que he subrayado las partes que me parecen inolvidables y he elaborado un listado con varias palabras que nunca antes escuché decir a nadie. 

Tranquilos. Nada de citas.

HDTHOREAU, un gallo cuya mirada es tan increíblemente certera que su argumento funciona para mediados del 1800 como para la democracia de nuestros tiempos, fuerza una sana combinación entre decencia moral y sentido común. De las cosas que marqué, ilustra perfectamente su pensamiento, el parecido hilo conductor de mis 14 escasos años allá por el 88'; reforzar la duda de la cabeza no rebana el habitaculo del mate, al contrario, sutilmente la ilustra palabras que la integran, decántandola hasta llegar a convertirse en verdad instalada, esto es, en principio...

Así como he logrado aprender a comer ante la manifiesta presencia del hambre, sé que mi crónica también ha mutado hacia la consigna de lo que en mi seno concierne la felicidad, la que seguramente será algo bastante diverso a lo que usted lleva en su carrito de supermercado... Sí, lo sé, sonó pedante y agresivo, pero no me mal entienda. Pocas personas en la vida van a atreverse a decirle en su cara que está metiendo la pata. Y hasta el fondo.
Mientras yo me sumerjo en la obsesión del reconocimiento de un lenguaje rico y puro, la gran mayoría de las personas siguen subyugadas por la sazón del
Poseer, querer, deber, desear, voces inexactas a la hora de componer un buen párrafo que aligere la carga de su mochila existencial, pues parafraseando a Thoreau, tengo una buena causa para sacarle pleito:
"Por lo que atañe a la auténtica cultura y a la hombría del bien, somos todavía especialmente provincianos porque no adoramos la verdad sino el reflejo de la verdad; porque estamos pervertidos y limitados por una devoción exclusiva al negocio y al comercio y a las fábricas y a la agricultura y a cosas parecidas, que son únicamente medios y no fines". 

¿Es entonces, prosaico querer decir las cosas que ya se han dicho desde hace años y hasta el hartazgo? Yo creo que no. Pensar en que este hombre, agrimensor de oficio, sólido en sus convicciones (pues vivió a la altura del contenido de sus palabras),  declamó estos discursos tan vigentes en nuestro tiempo hace una montonera de años, me deja frita, es como si constatara ipso facto que el vicio entronca en la raíz humana más allá de su escenario y condiciones de vida. 

Buscar el orígen de las palabras es tarea heredada de la labor anterior sugerida por la búsqueda de las cosas. Es una enorme empresa llena de satisfacciones y como dice Henry David, también de caminos oscuros y estrechos que deben aceptarse con hidalguía y resignación, por cuanto la elección de este tipo de camino libertario, impone la renuncia de la cáscara (el reflejo de la verdad) para hacer adyacente, lo palpable de la sustancia (la verdad en esencia), aun cuando este premio se goce en el abandono. Clásico de clásicos, sumas y restas. 

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