Descartados...





Mi abuela solía decir que los hombres prometían y prometían hasta qué,,, bueno, para qué completar aquella vieja oración, si la vieja de suyo que era muy sabia. Es cierto.

Pero, ya no me molesta tanto, sobre todo cuando comprendo lo surreal de ciertos estereotipos de hombres que van, con todo su tema, hacia sectores oscuros sin siquiera entenderse ellos mismos, malamente podría juzgárseles de mal intencionados si, ni siquiera ellos la tienen tan clara. 

Lo tragicómico, pienso ahora que un montón de razones, circunstancias y actos medio circenses, no significan absolutamente nada: es challa, es confeti, incluso alguien dispuesto a una mayor inversión hasta podría valerse de fuegos artificiales... quién sabe. Pero el tema es que nunca sabrás qué tiene en la mente mientras extiende por doquier toda su artillería de hombre y de lo que ello implica para su especie. Siempre cuando creo haberlo visto todo, ocurre que no, que siempre aparece un nuevo artista con su abanico de ases debajo de la manga.

No creo que se trate de caer, v/s ser un paco amargui que lo filtra todo y que depone ser víctima. Yo pienso que a la larga se trata simplemente de observación, de detenerse, de cuidarse un poco más y no obsesionarse tanto con el brillo latente de las cosas, darse el tiempo para conocer, no hacer evaluaciones precipitadas, no anticiparse con cualidades que después se desvanecen con la misma rapidez con la que las advertimos... en fin. Y un largo etc.

Supongo que esa es la pega que cuesta más.

Mi Nela querida me dice que me detenga y revisé qué hay en común entre los dos sujetos que me he fijado más el último tiempo y qué potencia más el uno en desmedro del otro. Me dice que por ahí seguro habrá una respuesta.

Después de un rato, creo que del uno, me tiró lo salvaje, lo indómito, y en el otro, la sobriedad, la elegancia en combinación con la inteligencia; en ambos casos, el envase tan definido, aunque fuesen de edades tan distintas. Pero a la larga, tuve que entender que en ambos hombres, la imposibilidad de futuro, de chance, la excusa ridícula de siempre de fijarse en hombres que sé perfectamente no fueron hechos para el avanzar, para el invertir, para quedarse. 

Entonces, no quedó más remedio que admitir que llevo mucho tiempo metida en un velódromo existencial, en donde sé que nunca puedo detenerme, nunca puedo quedarme a ver toda la panorámica y sólo soy la mujer acostumbrada a eventuales relevos, pero más que por la falta de oportunidad de ser titular, por el miedo que siempre ha representado para mi, fracasar en los afectos, el ser rechazada, abandonada y toda esa shit que nos cuesta tanto reconocer a la larga.

Ver cómo huía aquel y cómo se complicaba y deshacía hasta ruborizar, el otro, fue una cosa muy freak que hace rato no me tocaba ver. Es verdad, hay cuestiones que no alcanzo a ver, que en mi estado más anárquico sólo titulo de parámetros, de excusas, de formas de extender o cortar determinados elásticos que cumplen especificas funciones sólo para ciertas utilidades y ya está... No existe una dimensión de misterio mayor ni nada que se le parezca. 

Pero al mismo tiempo me digo que tendría que ser de piedra para no sentir nada, para fingir que no lo he visto en mi mente, rondando mi nuca con su respiración entrecortada, rozando con la punta de su nariz cada uno de los contornos con los que se hubiera topado, mientras avanza en recorrer de mi, lo que le apeteciese... pienso que el sabor de su boca es ácido, tan ácido como el sabor de los limones, y que esa fragancia tiendo a asociársela, a impregnársela como si trajera a mi conciencia el resabio de una noche en que fue fácil imaginar...

Qué corta la sensación de vértigo y que extenuante conformarse sólo con recrear...

Cómo no tentarse con la idea de humedad, de calor, de sensaciones entremezcladas, de la excitación que produce lo desconocido, el jadeo atemporal y el trance que significa, seducir... aunque el goce sea breve y la culpa, enorme. Lo imagino enredado en mi cabello, sosteniendo una frecuencia perfecta, el movimiento sensual y rítmico, la evolución de las formas hasta convertirnos en perversión sin tono, en el más absoluto silencio con la breve interrupción de nuestras respiraciones excitadas...

Pero como dije, larga la culpa, breve el orgasmo. Tan breve que me orilla a cuestionar la inutilidad del riesgo. 

El intento fallido, versa sobre tapar el sol con un dedo, ubicar al último, por sobre aquel. Nada más alejado de la realidad. Porque el otro, el inicial puede equivocarse todo lo que se le antoje, para eso tiene apenas 26. Pero el otro, el otro no. El otro es diferente. 

Hombres. 
¡Misterio chino!

A esta hora, tras un episodio circunstancial, el que me tiende la mano no es el uno ni el otro, ni siquiera es aquel que alguien conocido puso en mi banca de reservas... Es alguien nuevo, alguien tan diferente de mi, alguien cuyo sentido del humor podría remover cualquier tristeza y que raya en lo común y silvestre. 

Qué curioso que podamos ver justo en medio de la debacle, cuando nos sentimos mal, cuando nuestro cuerpo no nos acompaña, cuando nadie acude a tu llamado salvo quien menos lo esperabas. 

La cosas no han cambiado demasiado desde los tiempos aquellos en que mi abuela emitió un juicio así de perentorio respecto de los machos. Lo sé. Y sin embargo, creo haber aprendido más de mi en estos tres meses últimos, lo que a la vez, me enseña a cómo debo tratarlos, cuándo replegarse, recordar que jamás hay que ofrecerse si no te lo han pedido, ni menos escarbar donde no te han llamado. Pero más que cualquier otra cosa, he crecido en dignidad, en constatar emociones negativas que alumbran la frustración y me enseñan cómo canalizarla, sobre todo ante la evidencia de derroche, de recursos, de sobre actuación, de lanzar piedras y luego esconder la mano... y de un gran etc.

Creo que lo fundamental es estar aprendiendo a descartar; no tengo idea del por qué tanto voladero de luces (es cierto), pero supongo que ha de tener un peso moral intrínseco: Te muestran tanto lo QUE NO ES, para que cuando aparece lo que si, se más fácil reconocerlo, más allá de la recreación antojadiza que se funda en las carencias, en nuestras anomalías, y en los deseos crónicos que apilamos porque la vida es así:

Llena de inconsistencias, de incongruencias, incoherencias varias que parecen no acabar jamás, hasta que no depongamos nuestro afán de creer que sabemos algo, por mínimo que sea.



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