El Señor Halm...




Hace en promedio un mes, conocí a un hombre que responde al nombre de Javier Strahalm. Ahora que lo pienso bien, nunca llegué a conocerlo sino hasta varios días después (si es que…). Y comento (cuento) esto, porque la experiencia toda, me llevó a entender que en la vida, hay mucha gente que enseña (de diversas maneras y modos) y no siempre aquellas enseñanzas, nos gustan o son fáciles de asimilar.

Aprendí a través de este muchacho de 26 años, que por más que uno se esfuerce, los temas generacionales, pesan y quizás no tanto para ellos, que levantan una bandera de lucha legítima en varios aspectos, sino para nosotros, personas de otras generaciones hacia atrás, cargados de tormentos, castrados en el espíritu y desadaptados que muchas veces, nos somos capaces de reconocer cuan dañados nos encontramos y cuánto daño también podemos hacer… Lo sé, porque a pesar de su silencio protocolar y sus normas de guerrero que sólo él comprende, dedica tiempo y espacio para verter en su prosa, el impactó que le provocó que otro, lo lastime, lo agreda o tenga una opinión sobre cómo se piensa que él se está comportando.

¿En qué se refleja esto? ¿En qué puedo notarlo?

Para mí, el misterio se acabó. No representa ya la intriga que me atraía tanto y esto lo escribo en muy buena lid… A mí me pasaba con él que lo admiraba por ser libremente generoso, no egoístamente arrogante, cuestión que a la larga se desveló, porque hay muuucha distancia entre el abordar a una mujer mayor para acceder a ella y luego, desvanecerse trasladando una psuda decepción al una volverse errática y menos atractiva circunstancialmente. Me he dado cuenta que sí le importa el resto pero sólo cuando la opinión que se vierte de él, no se ajusta al seguir mirándolo hacia arriba, o tratándolo con la compasión acostumbrada. Entonces, la imagen que tenía de él, se ha ido.

No es la persona que vi, porque a la larga, no es mejor que otros, ni peor, sólo alguien que lucha sus batallas, que pelea sus guerras, como todo el resto de nosotros. Ha sido bendecido con dones y gracias peculiares y sin embargo, opta por ser majadero, dedicado a sumergirse en largas deposiciones sobre lo que considera correcto, diálogo sordo tan propio de la juventud y de la inmadurez que nos ciega. Y está bien, todos hemos pasado por ese lugar. Y está bien. Todo lo que decida hacer, es parte de su fuero interno y nadie puede atacarlo por decidir cómo se le antoje hacerlo todo.

Yo, bastante más fallada, más lenta en tantas cosas, tan dejada de la mano de Dios, espiritualmente hablando, sucumbí rápido y lo más cómico, es entender a la larga que no fue su belleza física, su personalidad, su fina forma de asestar visceralidad que casi, enloquece. Fue algo bastante más pedestre y a la larga, inútil: Me nubló la envidia, me cegó la rabia, me eclipsó el ego. Es fuerte, si. Lo sé. Pero es la verdad. Creo que lo más sensato es procesarlo. Me pasó que sentí envidia de toda su resolución, de ese paso rápido por la vida de los demás sin pedir permiso, dejando cagada y media en la cabeza de otro y no decir nada al respecto, cuestión que cualquiera, arrogantemente (como yo, por ejemplo) tildaría de personas que destruyen todo lo que tocan, porque lo que el ególatra hace, es jamás admitir que está equivocado, que ha errado, que es un sabelotodo al que no le entran balas.

Tuve que darme cuenta que lo que está herido en mi, es no poder lograr que me quiera, que se quede, que mire en mi dirección, que me vea por dentro y no la corrosión externa, todos deseos infantiles de bebe caprichosa que no soporta que la dejen de lado… Esa es la verdad.

Javier es un tipo brillante en un montón de aristas, estoy muy agradecida de haberme topado con él. Pero eso no quita que duela relacionarse con él y duele, porque al hacerlo, nunca fui libre de ir hacia él, fui con mi ego maltrecho, fui con mi mochila de prejuicios sobre cómo debe ser el amor, cuestión que estás muy alejada de la pureza de amor a la cual todos deberíamos aspirar. Puede que él, no se de las personas que lastiman gratuitamente, pero hay una forma tan sutil en su línea que tal vez produce interpretación accidental, tal vez pueda ser que en mi mundo de fantasías agravadas siempre crea que existe un mensaje subliminal por analizar, porque a la larga, soy una ególatra que siempre cree que el universo le está enviando mensajes subliminales.

Anoche, y habiendo recurrido a la única persona en la cual todavía confío, por medio de una larga conversación, vi más allá de lo posible, me conecté con emociones que me hacía falta entender, como por ejemplo, el afecto sin daño, el cariño no nublado, el deseo primario de ser una niña sin manchas otra vez y que reconoce a sus pares a kilómetros de distancia. Y entonces lo vi, vi las cosas que por debajo del agua son tan poco turbias y que versan sobre lo que, intuyo, él intenta hablar, aun con todas las recusaciones posibles al modo, a su forma que saca roncha.

Puede ser que todo sola haya estropeado todo, que él no haya movido ni un solo dedo para que yo convirtiera algo bonito, en algo verdaderamente, caótico. Y lo asumo. Lo veo tan claro como la luz del día después de una gran tormenta.

Al no haber retorno, esto es, al asumir desde su prosa la inminencia de su sentir ante el ataque injusto de los otros, asumo que el momento, se esfumó y que lo que queda, como dice él, es sacar lecciones, mirar hacia el fondo del asunto y crecer.

Yo siempre le dije que era un seco, sigo creyendo lo mismo, pero ahora sé que ese seco tal vez solo sea para librar grandes y notables performances, el gran simulador, el gran artista interpretando lo que él denomina su gran obra de arte, porque a la larga estimados todos, todo el mundo sufre, todos hieren y todos tienen algo que aprender, algunos lo harán a sabiendas, otros a palos, algunos tantos, a porrazo limpio y quizás, muchos, nunca entiendan de qué se trataba la vida.

Ahora encima de mí, hay otros pesos más nefastos que debo sortear y que confío pueda afrontar de una forma razonable, entender que verbalizarlo y no recibir un abrazo de vuelta, puede ser terrible para mi pensamiento doliente y mi faena torturadora de lo que debe ser… pero a la larga, comulga con la forma de ser del mundo actual, ensimismada, arrebatada en el mirar el dolor de adentro nuestro, carente de colectividad y de sentir transversal… porque somos así, nos anestesiamos y nos avocamos para tributarnos en la esfera que nos sea más cómoda y menos doliente. Pero si me concentro bien, si comprendo el trasfondo de todos esto, podré desprenderme de todo, incluso hasta de la pena que me sacude si veo la inhumanidad que causa el dolor punzante, el abandono, la muerte de seres queridos y sobre todo, que creas que no te han amado cómo crees merecerlo e incluso, alimentar la fantasía de la majestuosidad de un amor, porque de otra manera no se logra sobrellevar la oscuridad e un mundo tan aciago. Y todo está bien, cada cosa que decidamos para aliviar el dolor con que se carga, es legítimo y uno debe respetarlo, soltando los prejuicios o la tentación de querer decirle al otro que está mal.

Al final lo que es grandioso para otro, para mi solo puede ser un mecanismo de sobrevivencia completamente demencial, obtuso y ciego, incluso cínico. 

Pero quién soy yo??? 

Cómo podría mirar por el ojo ajeno???

No se sabe que nos estamos ahogando en un mar invisible, sino hasta que logras observarte desde la playa, con un sol empinado, con el rumor de las olas, con la gana intacta de seguir adelante, con la nada misma entre las manos y sin embargo, con una sensación nueva. Algunos le dicen esperanza…

Cuando miro hacia atrás, descubro que nada hubiese logrado que me retuviera, ni las veces que lo esquivé, ni ese presentimiento que me decía que no debía caminar al metro de la universidad católica, o aquella larga caminata al motel en donde casi todos los minutos quise desertar, no porque él tuviese algo malo en su aspecto, sino porque dentro de mi corazón siempre supe que tendría que escarbarme, que tendría que hacerme cargo del desastre que yo ocasionaría después de su pasada por mi vida, no por el sexo, no por su arrogancia tan calcada a la mía, sino porque en el fondo de mi ser, él posee vida, vida salvaje para equivocarse, para mandarse cagadas por montones y vive sin culpa, buscando sus grandes lecciones casi a ciegas, chocando, arremetiendo contra todas las paredes, bajando de un cerro a extrema velocidad, sorteando la cresta de la ola, buscando encontrarse con su gran momento, esperando que alguien le meta una bala. Yo creo que esa es mi gran envidia, su determinación, hacer de una buena vez lo que siempre he querido: dejarme, abandonar el saldo de persona que fui, y hacer de mi la mujer que siempre he anhelado, aquella mina alegre, arrojada, irreverente y fresca, aquella mujer con la que el mundo quería congraciarse solo por hecho de no temerle a nada ni a nadie.


Nunca estamos preparados para la verdad. Pero cuando llega, y la comprendemos, nos libera.

Gracias Javier.


Si puedes, destrózate el alma para hallarla.

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