La mecánica de la amargura.
Dicen que hablar de uno mismo dentro de una conversación causa placer. Dicen que si elogias mucho al alguien en tales circunstancias, puede surtir el mismo efecto. Dicen ene cosas sobre cómo conducirte con alguien que te interesa, pero nunca te dicen que te hables a ti mismo, no de ti contigo, sino hablarte como quien necesita hablar cuestiones importantes para variar.
Hay una mujer de varios años a la cual, de cierta manera, debo rendir cuentas. No sabía por qué me estaba molestando tanto, por qué cada vez surgía un roce o provocaba una molestia asociada a su persona, se armaba todo un quilombo del Padre y Sr. mío. Ahora se va transparentado la situación de fondo.
Esta mujer ya adulta contiene en su ser la dimensión precisa del tipo de ser humano al cual más detesto... calculadora, cínica, manipuladora, incapaz de ir al fondo de una situación de manera visceral sino siempre, por las ramas, por los contornos "sutiles" cosa que la mierda no salpique su impecable atuendo forzado para encajar en dentro del mundo artificial al que pretender pertenecer... No sabía por qué me provocaba tanta molestia sino hasta procesar que es muy fácil contaminarse, y caer en idénticos excesos como en los que suele caer esta cristiana.
Ella representa mis casi 15 años de distancia con un cartón firmado por viejos vetustos; aquel período de fugada, la intolerable situación de contingencias formales, la casi nula capacidad para encajar, mis zapatos amarillos, mi vestido verde a propósito solo para hacer rabiar a la gente... Por personas como esta abreviada mujer, llegué a internalizar que el Derecho no era más que una simple porquería enredada e ininteligible y que los temas garantistas podían acabar volviéndose una de tantas otras estupideces de letra muerta. Supuse tantas cosas que ahora no recuerdo bien. Para regresar a aquellos pensamientos, debería entonces oscurecer el espíritu, debería quedarme sentada y tullida mirando hacia quién sabe dónde, absorta en la miseria de esos otros tiempos que se viciaron en la decepción de entender que la realidad siempre supera a la ficción y que por lo tanto, muchas veces el Derecho no sirve de nada.
Escucharla promueve una inquietud dentro de mi ser, pero he detectado la bonanza de este fenómeno: Yo espero jamás parecérmele. Nunca. Nunca jamás. La observo espantada mientras depone una y otra vez las mismas leseras sobre cómo deben hacerse las cosas, desde lo variopinto hasta la manera en que deben evacuarse determinados procesos para evitar que todo un equipo se ponga creativo... Y apenas a terminado con el vaivén de quejas habituales que van día por medio, le sobreviene una suerte de culpa leonina que cubre con unos mendrugos o migajas, conforme sea el presupuesto que haya. Hay descreimiento, hay tanta falta de fe en su persona, hay incluso una mitológica manera de contemplarse a sí misma para colocarse de ejemplo digno de réplica como si el tiempo se hubiere detenido en ella y el mundo estuviese obligado a girar a su alrededor, con su ley, con el sol posado sobre su cerebro "genial" y superior al de el resto.
Entonces me pregunto:
¿Por qué, a sus años, no es Gerente?
¿Por qué está segregada a un habitáculo de dos por dos ingeniándoselas a diario para agriarle la vida a los demás?
¿Por qué alguien tan superior convive con una mediocre ventana a sus espaldas?
Hay días en que lo que siento es una paupérrima lástima respecto de su persona, pero la más de las veces siento una profunda impotencia.
He llegado a darme cuenta que la razón por la cual me perturba, se relaciona con las más delicadas sutilezas de su personalidad, mujer hiriente, mujer que nunca pudo trasuntar una pena feroz que la inunda de amargura y que ahora reparte con ventilador yéndose a todos lados cual fuesen microondas... Eso es exactamente lo que me perturba, mirarme en ese espejo y comprender que no quiero ese vida de mierda, ahogada en un dolor eterno que me nuble, que me impida ver el color da cada día, avanzar sobre las brazas sin temor a quemarme. Porque yo no quiero acobardarme más, no quiero ser un recipiente de calamidad al que todos rehuyen y que nadie desea comprender.
Ella puede decirte dos o tres cosas y hacerte perder la paciencia, pues sabe bien alzar la voz, deshacerse en argumentos técnicos que coloca en movimiento con la maquinaria de un loop y sin ningún tipo de congoja moral. Todo lo contrario.
Me di cuenta a tiempo que esta mujer es satánica, y que como tal, debo alejarme; temo que su energía me tiña de apatía.
La vida laboral muestra todos los días diferentes tipos de desafíos. La gran mayoría de los eventos nos van dejando aportes, pero lo demás, es un agote de energía innecesario y estos vampiros pululan por todas partes, anclado en el pasado, en la dinámica del joder la pita cegados en sus comandos de "piloto automático", incapacitados para la delegación de funciones y nulos en la dinámica de la formación de nuevas vocaciones... hay solo una pretensión en este tipo de personas: que te reproduzcas genéticamente en la teoría de la viabilidad.
Lo demás es prácticamente, desechable.
Hubo veces en que me quedé mirándola absorta, porque con independencia de lo que a la fecha me inspira profesionalmente hablando, por mi cabeza se atravesó la imagen de otra mujer como ella, en otros tiempos, en otras circunstancias más felices y agraciadas, en los albores de su juventud, repleta de vida, de piel losana, de sentido lúdico, de ser en libertad... Y sentí una profunda pena por ella, porque no me quedo duda que todo ese peso en su frente se debe a una tremenda amargura, amargura que la sustrajo de la realidad para relegarla a planos trabajólicos que acabaron, devorándola.
No hay otros misterios. Ella no los quiere.
Y entonces, con esta verdad en ciernes, tuve que hacerme la idea que hay un monito dentro de mi cabeza, uno que da clac, clac, clac, clac, cada vez que ella se me acerca (colocar mute mental, no sirvió); cada clac es una suerte de enter a un comando interno que va desechando cada cosa que ella intenta botar en mi ser, y que debo combatir como sea, a veces con astucia, a veces con rigor, la más de las veces con aplomo y hasta con la inteligencia de un zorro.
No es una mujer que te deje muchas alternativas...
Y las mujeres que hacen esto, no me producen miedo, ni agobio, lo que me pasa con estas minas es que simplemente quiero tenerlas lejos, lo más lejos que se pueda para no correr riesgos en contaminarme con su mala onda, con su escasa paz, con su vesanía enquistada.
Porque una mujer sin posibilidades como ella, es recordatorio fiel de lo que jamás una mujer debe hacer: resignarse a la mecánica de la amargura.
Soltar
Soltar
Soltar
Namaste



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