Bailando en la oscuridad.

La rendición es un concepto que siempre merodea entre mis rutinas. Quiero rendirme cuando tengo hambre y soy humillada, cuando tengo frío y soy humillada, cuando advierto que se viene la noche sin techo y sigo siendo humillada. Pero, luego recuerdo quién se puso en posición de serlo, de ser blanco fácil para ese tipo de doblegamiento y entonces, no debo más que aceptarlo: es casi imposible zafar de las consecuencias; más temprano que tarde, siempre hay que costear los gastos, pagar una a una todas las facturas que implica haberse farreado casi todo em la vida. Y si, es siniestro pensar que exista gente que desee o sienta la necesidad de aprovecharse de nuestra mala gestión y hasta iresponsabilidad tontona, pero mucho más siniestro es que uno mismo no admita la importancia de hacerse cargo.

Creo que he visto pasar por delante todo tipo de circunstancias en las que cualquiera con menos coraje, podría enloquecer casi, automáticamente...y me pregunto sin rodeos qué me separa de éste desplome, de la entrada final al patio de un silencio total...

No me había dado cuenta sino hasta escuchar una de las grandes canciones que son parte del más entrañable soundtrack: el de la vida propia... Y sí. Oyendo a The Boss, con su mítica poesía y tributo al hombre reclamando la chispa fundamental entendí que pese a todos los recorridos, las avenidas, calles y pasajes, en ninguna intersección logré toparme con un hombre que prendiera la mecha, que disparará en mi cerebro esa suma elemental de todas las cosas (acaso... uno ayer, otro... hace muy poco tiempo atrás, fugazmente...). Y no creo que haya sido por falta de mérito; he de confesar que muy a su manera todos los desfigurados que yacen detrás a mi espalda, pudo que brillasen en medio de la oscuridad. El problema de la insuficiencia de esa ecuación, tal vez no fueron aquellos, sino solo yo, impedida de satisfacer mi curiosidad idiomática, mi sensación eterna de encuentro único y de engranaje perfecto, la casualidad de la vida o la sentencia de Marita que nunca causa ejecutoria...

Debe ser por eso que hoy, la patada en el cráneo duele más, porque comprendo casi todo, odiosamente el paisaje se ilumina alrededor de mi, cubriendo las zonas erosionadas con especiales énfasis, con un neón colorinche que no puede dejarse pasar. Ya no.

Y tengo la sensación que la orfandad llegó para quedarse, debe testimoniar, debe ser asesina al punto de exponer a todos los hipócritas, a todos los falsos valientes, a todos los falsos locos de patio, a todos los desteñidos caballeros e incluso, a todos los necios desbordantes de irregularidad. De pronto he visto una luz abrumadora de la mano de la humillación constante; no quiero más la autocomplacencia, no más de presupuestos a la chilena, no más miedo de mierda.

Bailo en la oscuridad, bacilo con el jefe en las pailas... me digo a mi misma que nadie es capaz de encender esta chispa, pero en el fondo de mi corazón se de sobra que nadie lo hará, porque este fuego mío necesita de una chispa que no está afuera. Está en un lugar que tal vez no vuelva a hallar jamás. Pero mientras tanto bailo en la oscuridad, y lo hago porque no estoy sola........ al final del día siempre estoy conmigo. Huérfana, hambrienta, vesánica pero nunca más sola en la oscuridad.

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