COLUMNA: Por fin es viernes. HOY: Sincronización or another way... Viernes 6 de Marzo/2018




En el año 95’ y a propósito de una conversación al interior del Parque Fantasilandia, tuve un primer acercamiento a la Teoría de la Sincronización y otras hierbas... Ocurría por ese tiempo que hoy veo lejano, mezcla de probabilidades y atributos potenciales. Creo que hasta arbitrario a la mera voluntad personal, de suerte que una mente inquieta como a la mía, le era posible creer en lo que muchos llamamos: Destino. Pero en ese entonces logré ponerle argumento a una idea que venía creciendo desordenada dentro de mí, tan poco explorada a causa de la pobreza literal que sólo  orillaba hacia menesteres de sobrevivencia. Y lo que menos poseía Jota por ese tiempo, era pobreza de espíritu. ¡No falta quién nos haga el contrapeso!
Así con el bálsamo recibido, ciertos tejidos fueron regenerándose de a poco, tanto como para abrir la mollera y entender que existían experiencias su-reales importantes y que debía retenerlas en mi mente por más rato; “las meras casualidades no existen, me decía él, es imposible podamos descontar que tu madre y la mía, fueran compañeras de secundaria, o que la casa de tus abuelos haya quedado exactamente en diagonal a la mía, o que tu brazo izquierdo tenga el mismo claro de luna que el mío pero en el derecho, o lo que es más heavy: que tras saberse adoptado, tu abuelo descubriese apellidarse Pizarro, y no Mazuela...”      
Juan Pablo Pizarro tenía una forma tan peculiar de decir casi todo, que yo lo bauticé “El guionista”. ¡Ja! Su mente cinematográfica era capaz de hallar una entrelínea para casi todas las cuestiones ordinarias y sin brillo de la vida, lo que a veces me sacaba de quicio (por mi forma de ser); lo único que realmente me interesaba era evitar los excesos de locura o de pasión (talones de Aquiles), pero él siempre se empeñaba en reescribir cada suceso alrededor nuestro, como si se tratara de poesía. Por lo menos para que no me encegueciera del todo... No lo conseguí. ¡Obvio! Costaba conseguir cosas distintas a las propuestas con él. Desde ese entonces, empecé a creer en “definiciones apocalípticas” para las cuales nunca se está preparado, si es que llegan a acontecer; te pasas toda una vida exigiendo verdad, honestidad, franqueza, frases sin estructura dichas desde la guata y sin anestesia, pero cuando éstas aparecen dentro del lenguaje honesto, cuando la verdad se presenta, nadie es lo suficientemente valiente como para tolerarlo y lo que es peor, convivir con el nuevo escenario de franquezas...

No sabía que iba a ser el único hombre al cual amaría verdaderamente bien, porque crecí con eso de que no es suficiente amar no más, había que hacerlo funcionar, BIEN HECHO. Porque amar así a la rápida puede hacerlo casi todo el mundo. A veces he llegado a preguntarme qué desenlace nos habría tocado, de conocer el final de nuestra historia en forma anticipada.
Basándome en un antiguo proceder (que encuadra en las típicas conductas juveniles de la inmadurez, circunstancias dentro de las cuales siempre quise estar en otra parte, en otro lado; apenas llegaba a un sitio o a un punto... ya quería estar irme a otro lugar mucho más lejos, diferente, con un carácter más rebelde impedida de comunicarme con la virtud de un estado presente. Si llevaba el cabello rizado, entonces lo deseaba liso, e incluso estando así de liso, anhelaba un lacio extremo hasta la obsesión... Esta conducta podía replicarla en montones de otros hechos, eventos y/o circunstancias que parecían nunca acabar, revelando una agonía exaltada por la ansiedad acostumbrada. Un verdadero saco roto emocional). Como decía, si tuviera que basarme en esta manera de ser, seguramente no habría optado por atravesarlo, porque saber del tropiezo invalida el intento; eso en la conciencia del multirut, de la repetición estándar, de la nula capacidad para entender la definición de lo distinto o lo excepcional.  
Juan Pablo estaba convencido que él y yo estábamos predestinados, conectados vida tras vida, atrapados en una suerte de elipse del porfiado... mmm, tenía la conciencia de que alguna vez, algún buen día de no sé cuándo, nuestro amor iba a realizarse y que ocurrido ello, podríamos al fin encontrar paz. Y puede que haya (tenga) razón, pero tal vez falten muchas vidas para averiguarlo. Aquella vez se colocó a hablar de todas los hechos que tuvieron que ocurrir para que finalmente, en esta vida, nos encontráramos en la universidad. Me contó con cierta vehemencia que nunca le había pasado algo así: “... te noté apenas cruzaste el umbral de la biblioteca...” — Me dijo. ¿En qué otro lugar tan mágico y simbólico podríamos habernos enamorado a primera vista? — Me digo ahora que rebusco ese momento en mi memoria.

Aquella noche de acontecimientos esenciales, toda la vida negra anterior dejaba de existir en un suspiro y yo, sonreía, sonreía como una tonta sin sentido, abundante en carcajada y en estertores de guata, medio mareada sin haber ingerido una sola gota de alcohol pues no quería olvidarme de los detalles estelares. Y nada me perdí... Mientras me dirigía hacia la salida del recinto sabiendo que él caminaba a escasos metros de mi, mi espalda se erizaba con una sutileza que nunca más volvió a reproducirse en medio de mis guerras posteriores. Y está bien que haya pasado así, porque es evidencia científica que el verdadero amor existe, que acontece, que llega cuando menos lo esperas y que inunda de un modo que no puede razonarse…
Me subí a mi escarabjo té con leche de patente terminada en 9 y di mi última mirada a través del retrovisor, qué loco que tiempo después revieremirror se volviera mi canción favorita de pearl jam. Hay tantas cosas que exaltadas se salen de los bordes y que sólo hoy empiezo a comprender... vamos al remate, entonces.
Una de las experiencias más locas vividas por C. Jung pasó con oportunidad de una de sus pacientes… ella le contaba detalladamente haber soñado con el obsequio de un escarabajo de oro. Jung narraría más tarde que en ese momento se encontraba de espaldas hacia una ventana cuando en medio de la cita, un golpeteo lo distrajo a mirar fuera de la habitación. Grande fue su sorpresa al comprobar trataba de una cetonia aurata (escarabeido crisomélido). Dentro de las extrañas posibilidades, esto fue paradojalmente raro. Pero sucedió. Reflexiona posteriormente Jung, cito:
“… Interpretó que la aparición material de un escarabajo onírico tenía un contenido simbólico altamente significativo para el presente de su paciente. El escarabajo es un símbolo egipcio del renacimiento —algo que la psique dentro de un proceso de sanación o de alquimia necesita experimentar: morir para renacer en su sí mismo; los símbolos son el lenguaje de los sueños. Esta afirmación en la realidad "objetiva" de la imaginación subjetiva nos sugiere que la sincronicidad podría actuar como un vaso comunicante entre el mundo de la vigilia y el mundo de los sueños, erradicando, al menos parcialmente, la brecha supuestamente insalvable entre estos mundos. Según Braud y Anderson, la sincronicidad es  "una coincidencia significativa entre un estado interno, usualmente de necesidad, y un evento externo inexplicable que corresponde a/o responde la necesidad".
¿Qué posibilidades explicables cabían en el hecho? Creo que pocas. Decir muy pocas, es un contrasentido.
A veces he tenido la sensación de que una buena parte de lo que soñamos se filtra a la realidad y esa sensación rara que tenemos dentro de nosotros casi siempre, corresponde a la inquietud que provoca estar tan cerca de la verdad y no lograr exponerla porque te tildan de loco…
Juan Pablo me contaba seguido sobre determinadas percepciones que él tenía respecto de la vida en general, de esos de-javu que iban sucediéndonse y que el científico amigo tildaba de “cortocicuito”, achurando los márgenes como si en ello hubiera un empeño esencial.

Han aparecido muchos escarabajos en mi vida, mientras escribía esta columna, en tinder un tipo con una foto de la célebre película Dr, Strangelove me decía algo ininteligible sobre girasoles y en mi mente se venía el recuerdo de un viejo amor de juventud al que mucho le atraían, todo esto mientras en youtube se reproduce una lista aleatoria que recoge a simple game of genius de N. Gallagher, tomada de un canal cuyo nombre escogió: DOCTORTRANGE80………………
Si fuese sicóloga, ¿Debería ocuparme de mi salud mental?
Todos los días aparecen circunstancias como estas, día tras día van apareciendo este tipo de “coincidencias” que perfectamente podrían rebanar a nuestro cerebro en pequeñitas partes a desintegrarlo por completo… Juan Pablo y yo, como dupla, a veces nos enfrascábamos en estas charlas que ascendían hasta el techo como una ondulación que no conocía fin y podíamos describir con lujo de detalles todos los sucesos que integrarían el desarrollo de nuestra teleserie; las vigas a la vista de nuestra casa, los nombres de nuestros 4 hijos, los viajes a la costa, la transformación de nuestra vida juntos en un verdadero oasis… ¿Entienden a qué me refiero? Un verdadero Oasis… ¡Ja! Sólo un desquiciado podría entender sobre qué cosas estoy hablando y debe ser por eso que la sombra no se esfuerza demasiado por colarse, hay muchas rendijas descocidas en mi estructura.

El Problema (y es que antes o después, siempre lo hay) sobreviene cuando la fantasía empieza a comerse cualquier atisbo de realidad y el durmiente elige quedarse a vivir indefinidamente en la reconstrucción onírica, porque de otro modo no se sostiene a sí mismo; como la mina de Di Caprio en Inception… ¿Qué sucede cuando sabes que la sincronía no es mágica, no es fortuita sino un plan macabro para controlar casi todos los eventos de la vida? Supongamos que todo se trata de un Algoritmo, apenas un conjunto de instrucciones preconcebidas diseñadas para no fallar, y que apenas se detectan, el organismo se dispone a fallar, se enferma, colapsa  o como quiera que deseen llamarlo. Pero lo entiende, lo ve tan claro que identifica casi todo, nada se le escapa; es su fin: Deja de creer, entendió a la maquinaria que va por detrás…
Morí hace algún tiempo cuando desperté de un largo coma, porque me había sido fácil pasarla así, igual que Cordelia en El Mundo de las Cosas aparte, ensimismada intentando olvidarse de Santiago Heller, de la Emilia escapando de su Álvaro Cardone… Pero yo ya estaba muerta desde hace mucho antes, morí cuando entendí que la Teoría de la Sincronización y otras hierbas no había sido más que un pretexto de la juventud, cuando Juan Pablo y yo éramos apenas unos tontos y crédulos presentados como equivalentes ante la casualidad de sus vidas… El Otto y yo Ana, Ana y Otto predestinados… ¡Ja!
Por cierto que es atractivo seguir inmerso en ese torrente de ideas locas sobre la sincronicidad, seguir tejiendo tramas tan inevitables como la excusa del maniaco envalentonado a tomarse excursiones momentáneas en su afán de conectar diversos aspectos que en apariencia no son lineales y que confluyen simultáneamente enredando el paisaje, pues sólo de ese modo llega al peack de su curva.

¿Pero qué ocurre con el rayo que cae el día de la muerte de Jung? Según la anécdota sincromística, se da cuenta que la misma tarde en que falleció, una gran tormenta eléctrica cayó sobre su casa en la localidad de Künsnach; casi justo en el momento en que murió, un relámpago atronó su árbol favorito en el jardín. Muchos años después Lauren Van Der Post, mientras realizaba una película sobre la vida de aquel, y a propósito de la anécdota en comento, miraba fijo a la cámara precisamente para narrarla, cuando sorpresivamente un estruendoso rayó cayó nuevamente sobre la locación, causando enorme sobresalto y revuelo por la coincidencia, todo lo cual quedó registrado en la filmación… ¿Sería esto un festín de último análisis de Jung? Nunca lo sabremos a ciencia cierta.  
Todos los días debo lidiar con una buena dosis de inexplicables hechos que me atormentan, como la camisa de un muchacho caprichoso exactamente idéntica a la que usó un cretino mientras lo desnudaba, o las frases morbosas de tanto delincuente emocional encriptado en tinder, prácticamente calcadas las unas con las otras como si se tratase de un protocolo burlón; la fascinación tuya por mis palabras que usas descontextualizadas y la mía, por las de tu prosa porque destilan un eco seducido por la demencia que nos salva… Siempre creí que un rayo no podía caer dos veces en el mismo sitio y sin embargo, hoy me trago esa urgencia por explicarlo todo. Estoy demasiado cansada, tan cansada como para saber de sobra que estos son los últimos recorridos. No quedan muchas más palabras, es sólo que me ha tomado un tiempo más largo, prepararme.
Es muy irónico darse cuenta cómo una vieja idea que crecía en mi mutó tanto con los años, tanto que hoy es un recuerdo bizarro que huye de campanadas, de velos blancos en la cabeza de otra mujer cuyo vientre estaba inflamado con tu pecado. A veces me da por pensar que cuando uno se muere, pasa exactamente lo que mostraba una añeja película de la Meryl Strep y que te dejan en una pequeña sala cuya proyección de película versa sobre todas las cagadas que te mandaste cuando fuiste un vivo… Entonces, sólo en ese momento y con la visión real de lo que es, comprendes cómo se reían de ti mientras trastabillabas una y otra vez. Sólo en ese momento, tras haberte pasado a aplanadora celestial unas cuantas veces con aquellas imágenes patéticas, se aparece un fulano medio corpulento al que le cuelgan varios ojos de la cara, y quien con una voz que te es tan familiar, te susurra un número, una serie, una fecha, unas cuantas otras frases. Y sí, entonces ahí, eventualmente te dicen de algún modo también bizarro, que eres una de tantas otras fallas del algoritmo universal y que como metiste tantas veces la pata, ya no hay de otra. Has sido condenado a regresar. Regresar una y otra vez hasta que no te des cuenta de nada, hasta que no intuyas nada y tus actos sean la consecuencia de haber replicado tantas veces el defecto; algo tan sutil te ha puesto en una senda “correcta” y todo comienza a serte funcional, rito, predecible, correcto.

No hay códigos de ética en la vida real. Quizás por eso sea más fácil creerse tanta payasada por más surreal y dolorosa se convierta al  despertar la mañana siguiente.  

Debe ser por eso que siempre me haces falta por más despiadado y endemoniado que seas.

¿Te conté del escarabajo que a veces cuelgo en mi solapa?

Venga Valiente!!!   



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