el matiz del dolor...



La Manuela Me dijo esa vez hace tantos años atrás: 

¡Ángela!
Cuándo él venga, ¿qué vas a responderle mujer?
¿Qué hiciste con los dones que te di? ¿Qué le dirás?
Sólo recuerdo que estuvimos en alguna esquina de alguna calle del gran Santiago, hace muchos inviernos atrás... Pero sigo recordando este episodio, sobre todo cuando el frío se cierne en la ciudad. Sobre todo estas noches en que todo se me viene a la cabeza de repente. 

Hace 20 años atrás, seguramente le habría dicho que, exprimirlos, hacer que valiera la pena, sujetarlos para mirarles al centro y entender qué era lo que él quería de mi, sin tanta jugarreta de señales y cuasi señales difusas. 

Pero no estamos capacitados para devolver el tiempo y hacer lo que se nos antoja, a veces nos irrogamos ese derecho pero a qué costo??? Si al final el saldo en la oscuridad siempre ha de perseguirnos.

Hoy en cambio, respondería que ni una mierda, que no entendí nada de nada porque ¿quién comprende su manual de instrucciones en realidad? No es fácil procesar una lengua que requiere de humildad, sosiego, de mucho no-hacer o restarse. Simplemente porque toda mi vida fui una bravucona competente en echar a perder casi todo lo que tocaba. Pero agregaría algo más: Le diría que en verdad lo siento, que lamento haber dudado tantas veces de su propósito, sobre todo en épocas en que parecía no bastarme en reír a destajo, también necesitaba desafiarlo una y otra vez pegándome contra todos lo muros que iban levantándose enfrente de mi. Y aún así, proseguía con las insolencias. 

Pero yo sé que él me miraba y sólo meneaba la cabeza, como un Padre fatigado y angustiado de contemplar a su hijo rebelde pegarse una y otra vez contra las mismas odiosidades; abusar del tesoro juventud sin entender que no es legado de por vida... Y quizás, lo hacía (lo continuamos haciendo) porque en el fondo de mi corazón (de ambos) yo sabía que él jamás dejaría de ser mi red y aunque hiciera lo que hiciera, aún por más terrible que resultara frente a todo el resto del mundo, nunca lo sería para el Padre. Puede que entonces, le hubiere dicho a la Manuela que sería honesta, que le diría que hice lo posible, que resistí todo lo que pude, que soporté todo lo que puede soportar y que con o sin reglas, que con o sin salvajismo, la ecuación no prosperó y que no fue en caso alguno, su responsabilidad, sino solo mía. De nadie más. 


¿Pero cómo amas y detestas al mismo tiempo?
¿Se puede?

Eso no es amor, es posesión. Es cualquier otra cosa.

Dios ha permitido la peor bestialidad sobre la faz de la tierra, y aún con todo el desastre que dejamos a nuestro paso, nos da una y otra oportunidad, nos salva de la muerte, nos envía señal tras señal aunque lo desafiemos en extremo creyéndonos el matón de la cuadra... Y él dice: Oye, está bien. Así debe ser. Sácate la cresta todas las veces que lo necesites. Algún día lo entenderás, aunque ese día sea el mismo día de tu muerte. Y pienso que esto es lo más cierto dentro de una triste gama de variantes de la mentira y el engaño, que capaz y sea así, enterarnos de lo que era justo en el último aliento de vida...

Este hombre arrancó mis cimientos; voy de un extremo a otro con un registro de marcas en donde todo se graba como si fuese la genuina primera vez, la primera para entender el amor real, la primera para admitir la vanidad, la primera para descifrar la raíz del miedo y hasta del egoísmo, la primera para desear amar de verdad aunque no quede un solo vestigio de frenesí para nosotros mismos... la primera para entender el matiz del dolor, la convivencia de los extremos sin lapidarse cuando se pone el sol... hay una naturaleza indómita que me acerca a su vertiginosa forma de ver la vida... una inexplicación que va venciéndose asimisma sin sentirse vencida... Porque seguramente, escudriñar el corazón de un derrotado por amor, no es lo mismo que un desnutrido por jamás haberlo conocido. 

Y puede que Dios me esté mostrando que tal vez, esa sea yo...



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