Hacia atrás. No.

La vida avanza a pasos agigantados, sin ritmo uniforme, sin adagios intermedios...
Y avanza sin coartadas, si la paradoja del revés, o de un derecho establecido, incluso sigue presurosa sin un gris, sin sabores extraordinarios, sin la penitencia antes de la recompensa...

Y está bien, es la cuarentena de contricción sin el hastío de la culpa, de la rabia, o de mochilas cotidianas que arrebaten la paz, paz concienzuda, paz militante, paz trabajada... porque no hay retorno del aprendizaje real, sino el fastidio del mal hábito de querer irse a la negrura, al vértigo, a la procrastinación...

Nadie dijo que sería fácil, de hecho, es lo más jodidamente difícil que me ha tocado hacer, pues no sirve fingir, no vale hacer trampa, no puedes saltar los baches sonriendo mientras duela. Porque duele, y cuesta, y sangra y dan ganas de irse a la mierda.

Entonces, pienso en el microcosmos que siempre he venerado, que los motivos sobran y que las consecuencias son siempre solo nuestras y que, con el tiempo, retrato desfigurado del deseo se atempera, se define y aparece el contorno del que entiende, sin predicar que ha sobrevivido. No hay fórmula en las fugas, puede que solo conciencia de sobrevivencia, de preparación para la no—tregua, para acometer lo que venga, con la visión y la consigna, sin monstruos ni tiranos,   sin la madeja del cinismo y tolerante ante la desidia humana que desprecia la importancia de la cortesía, la ternura y la buena crianza, aunque implique removerse el bolsillo del hacer, y hacer aunque de la gana.

Por eso se que la vida avanza, con todos sus espejismos, también con sus pequeños oasis, con los temblores suavecitos del toque preciso en mano ajena, la civilización ninja pujando sin armas, con corazón valiente a pesar de todo, de los zurcidos a la carrera y de la gente satánica que nos metela mano...

Qué más da,
Acá estámos,
La vida avanz y ya está...
Unos nos quedamos, otros se han ido para no mirar hacia atrás.

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