La casualidad de la vida.




La casualidad de la vida.

Como puedes ver, heme aquí otra vez. Sí, también lo sé, y entiendo que hagas un esfuerzo enorme para no reírte en mi rostro. Esto también lo entiendo de sobra. Pero no voy a agradecértelo. Esta vez no vengo a deponerte amor ni escribir que continúo haciendo plegarias para verte aparecer. Créeme si anoto en estas líneas que ya estoy más preparada, que me siento no-fatal, o lo que es parecido: Me siento es paz.

No sé a ciencia cierta qué fue, qué palabra o frase que haya dicho (escrito) o cómo fue que se desenvolvieron las cosas, pero el asunto es que ya no te espero, no tengo más la visión de que un buen día aparecerás tal y como me pasé la vida esperando que lo hicieras. Puede que todo haya sido culpa de aquella vieja anécdota de juventud en que unas buenas señales mostraron a un casi-monja, que no debía vestir los hábitos y mucho menos, casarse con Jebus... De aquella historia a la hilación de que debíamos esperar por el verdadero amor, un paso...

Pero mira como son las cosas, ahora sé que nada de eso, es cierto.

Puede que lo único que sea cierto es que somos nosotros mismos, somos lo que convertimos en realidad, lo que decidimos aceptar e integrar, no hay mundo debajo de las olas, no hay vida paralela mejor que la vida escogida vivir, no hay retazos destinados a armar una versión mejorada de nosotros mismos sin admitir aquello que fuimos y en cuánto erramos. De otra forma, seríamos cualquier otra cosa, pero no nosotros. 

El de hoy es conjunto; ser como en el presente se debe a lo vivido, también.

Hoy, estaba cantando en la ducha, pacifica como hacía mucho no lo estaba, con varias horas de sueño seguidas, continuas e ininterrumpidas... Esta sensación no es nueva, pero sí está teñida con las circunstancias de antes, porque nadie se recompone solo, nadie dice: Ya, listo. Estoy mejor. Supongo que la pega que se hace es de largo aliento, con componentes varios, con sucesos, con reveses, con matices, con las contradicciones y con toda la plebe de demonios frustrados viéndote como regresas a la superficie después de tanto tiempo en el inframundo. 

Yo siento que he avanzado un buen tranco.

Estar acá, agarrada de los bordes es una verdadera victoria, es una sensación de bienestar que se desnuda de los peros y de las quejas. No está condicionada con géneros ni estaciones. Sólo es.

Entonces, quiero que sepas que te estoy muy agradecida, porque al igual que todas las otras veces en que te confundí y vine a despedirme de ti, debo decir que tenías licencia para reirte a tus anchas. Hoy es diferente, no vengo a despedirme de nada, ¿Cómo podría despedirme de lo que siempre estuvo en mi mente y nada más? 

Lo que hago es liberarte, que es harto más distinto,

Dejarte ahí, en ese espacio reducido de salvataje, sería hacerle reverencia al miedo, no haber comprendido nada, no haber heredado nada de mis Editores. Y yo quiero un amor de la vida real. ¿Puedes entenderlo?

Y bien, con ayuda de uno que otro fantasma arriesgado, debo decirte que nuestra alianza ha concluido. Sabes bien cuánto estuviste ahí, pulsando, haciendo tus gracias, sosteniendo la herida para que no me fuese al quinto infierno sin número, indefinidamente, y eso es mérito más que suficiente para agradecerte toda esa epifanía, toda esa parte de mi que se regocijé en la esperanza de una vida mejor retratada de la mano de un ser mítico que solo cobraba vida dentro de mis pensamientos.

Ya está, démonos prisa. Hagámosla corta. Yo te dejo libre, y tú me quitas la soga del cuello...

Quiero que sepas que hoy, estoy mejor, que no he conocido a nadie particular sino a toda la potencia del acuario, que no hay nadie variando el color del arco-iris sino que los colores se nutren a ellos mismos, que no hay ya pecualiaridad de sucesos sino todos los sucesos aconteciendo... Entonces, no depende de lo que está fuera de mi, sino la forma cómo recojo eso y lo integro en mi vida; eligiendo, escogiendo, siendo encontrada para variar...

Así que como verás, no es viable esperarte, no es justo escribirte misivas para que apures el tranco porque ya no temo, ya no tengo esa ansiedad siniestra de no verte aparecer, porque tal vez tengas muchos rostros y no solo uno, o si, puede que lo tengas, puede que seas uno definitivo, pero ya no quiero saberlo.    

Solo voy a esperar la casualidad de mi vida; sólo eso.

Nos desprendimos sin más.


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