LEJOS DE MI.

En una sola construcción, el universo tubifex hace alusión a un cosmos con una lógica distinta. No había pensado hace un buen rato en aquella novela que me dejó tremendo desastre en la cabeza... pero por alguna razón (mar de sonoras incoherencias que extravían el placer de oir al mar) se ha vuelto recurrente entre mis pensamientos desordenados, aquel párrafo emblemático de la vaca y el colador (tendrán que averiguarlo ustedes mismos; detesto el spoiler), creo que en términos simples debido a que casi todo circula en la oscilación de lo no—probable.

Propone el escritor de A la caza del carnero salvaje, la similar aventura de Melville (Moby Dick) en la que todo lo no probable, puede sobrevenir en un momento dado y aun así, el humano sucumbir a la diarrea que provoca la actitud parasitaria. Es decir:
— La vaca no pasará por el colador,
— Tráeme una pala para desmalezar la cantera!!!
— Esta vaca está vieja, no da leche ni queso
— No me gusta el limón con sal; jamás comeré espinacas...
— Quizás no llueva en verano, la nieve no da calor.
— Esa vaca solo da problema, cómete el lomo pero antes quítale las ubres...

En el fondo, eternizar la estupidez, es gratis y puede ser que por ello la espiral se enrolla, se enrrolla y continúa haciéndolo a sus anchas, justamente porque hay mucha gente que la alimenta y que sin siquiera percibir la existencia de un fondo, puede quedarse a habitar la superficie solo por el placer de vegetar y exaltar todo aquello que no tiene remedio. Se les suele denominar, defectos.

Porque claro, las virtudes cada vez son más escasas, plagado de personas que pueden enfrascarse en la defensa de una sola palabra, sobre todo si es calificativo de lo que sea que intente adjetivar... Y así el asunto se incrementa transformándose en una masa amorfa que nadie tolera o soporta. Y han decidido plantarse en esta dimensión de las cosas, pululando sobre teorías vacías que llenan páginas, manuales y hasta segundos volúmenes de decires e instrucciones. No me quedan ya dudas con respecto al por qué del aprendizaje, pero no así de la formación amarga a veces, tan grosera que envuelve en un remolino disparatado e inverosimil sobre latitudes que enloquecerían a cualquiera por su extensión... no es la proeza del ir hasta allá sino tal vez, el hacerlo una y otra vez a sabiendas del terreno valdío... de la ausencia de sincero interés de tanto samaritano durante la travesía, como la incongruencia subterránea de conseguir la meta y entender que la gloria no posee eco más que sobre la góndola en donde se depositan los trofeos fríos.

El cosmos tubifex es un plano villano que absorbe toda superficie, desde una conversa insulsa en la que nadie se oye y se hace gala del deseo de escucharnos solo a nosotros mismos (nuestra pitosa voz que no trepida) hasta el remedo de conexión sublime en.la que hemos pretendido hacer contacto kinestésico... pero acaba solo siendo la fantasía que encierra el deseo morboso de autorealización, a través de toda clase de suplementos artificiosos con fecha de caducidad.

Yo, continúo anestesiándome. Presa de la ola violenta que siempre me arroja a la orilla, regreso a adentrarme a la mar, a la búsqueda de un universo alternativo sin disputas, con el cantar de las sirenas, sin la siniestra cantalenta del gentío campeón en empecinarse en vicios de forma, de los check list, de la retórica eternizadora que relega lo interesante a un submundo devorador de humanidad. ¿Cuántos cojerán valor para hacerse uno con la bravura de ese mar? ¿Quién en verdad es tan valiente como anidarse en cresta de la ola y vencer a la muerte ficticia, trascender?

Pienso en Murakami, ahora, recuerdo cuánto le gusta el jazz, su radiografía entretejida en bares, en nueva york, en fetiches no regulares pero todavía confesables, en mi amor por las palabras que fecundan y el silencio que lava, satntifica y erradica la mención de estupidez de cada ser humano profano, hacendado en su ceguera de placer, en su resguardo cobarde, en su negación que abraza los pasamanos de la trayectoría. Todo eso tan lejos de mi.

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