No te lo calles...

“Ha habido en mi vida un triunfo seguro: mi relación con Sartre. En más de treinta años, sólo una noche nos hemos dormido desunidos. Este largo gemelazo no ha atenuado el interés que prestamos a nuestras conversaciones… la desgracia es la única cosa nueva e importante que puede sucederme. O veré a Sartre muerto, o moriré antes que él. Es atroz no estar cerca de alguien para consolarlo de la pena que le causamos abandonándolo; es atroz que alguien nos abandone y calle”.

Llevo algún tiempo dedicando lectura a este complejo y profundo texto sobre las cartas escritas por Sartre a Bouvoir, y no dejo de sentirme poseída por el eco de cada frase tan bien descrita, si se piensa en las características tan poco usuales de ambos y del conjunto resultante... He soñado infinidad de veces con cartas epistolares y a mi haber, atesoro unas tres a cuatro escritas en diferentes épocas de la vida. La primera, es apenas un retazo de respuesta toda vez que, a mis cortos 6 o 7, dedicara una misiva apasionada a un tal Renato, vecinito de la misma cuadra al que seguramente, perseguía con vehemencia ya en ese tiempo. Ja! La cosa es que, le apunté que no tenía mucho tiempo pero que me era muy necesario despedirme, comunicarle que pasaría una estadía veraniega en LAS UROPAS, y que por lo tanto, sería privado de mi excitante compañía dominical... Y eso que apenas arrancaba la existencia!!!  La respuesta fue radical. «Oye niña vecina, vete a dónde quieras.... a mi me gusta la Mary, la Llilly, y hasta la Mabel. No tú. Tráeme un chocolate que sea y te querré...». Lo que no olvidaré jamás fue el ojo en tinta que le dejé, después de decirle, claro está, que no me gastaría ni un solo peso en comprarle algún chocolate y que me los comería todos por allá, porque podían derretirse en el camino...... ¡Ja ja ja!

Qué bueno es dejar atrás ciertos impulsos. Muchos años después vi a este Calerano, destrozado por la faena de camionero, y distante total de los arranques infantiles de nuestra niñez.

La segunda, me la escribio el Sascuach!!! Mi primer pololo y para leerla, debía colocarme frente a un espejo volteada. A decir verdad no recuerdo la literalidad de las líneas, pero todavía retengo la emoción que me produjo leerla, saber qué esfuerzos existían detrás de ella y del hombre que me había buscado por todos los liceos de San Miguel hasta encontrarme tal y como me lo había prometido.

La carta número tres, la escribió Juan Pablo justo un mes antes de nuestro primer beso... fue la carta en donde aparecía aquella frase de antología que se me quedó grabada en la memoria: «Mi amor, después de mucho tiempo de caminar con mi alma torcida, he logrado enderezarla un poco...». Y proseguía: «Ha sido tu luz, infinita conquista de ternura, la que me ha impulsado a cerrar el baúl de negruras y lanzar su llave hacia el fondo del mar...». Fue la primera vez que entendí cuan enamorada estaba de ese muchacho.

Y la última carta, la escribio Bruno Adones (sí, ahora puedo escribir su nombre). De la cual sólo decidí conservar aquello de que la primera risa, es la que más cuesta.

Lo que une estas misivas es la sensación de orfandad que me produjo el instante siguiente, de entender que no podría conservarlo. Es decir, que eran episodios formativos, pero que no avanzaría con ellos hacia el futuro. Me he puesto a pensar que gran parte de las consecuencias solo tienen un hechor y que la repercución de todo lo demás, es (o ha sido) tan solo la prueba de que jamás se olvida y que solo se pretende seguir vivo. Pero lo que hacemos es revisitar. Reproducir una y otra vez la escena intentando la re—edición de lo que alguna vez nos resultó sublime.

Creo que mi triunfo seguro ha sido AMAR, he amado a diestra y siniestra y hoy, más que nunca, amar escribir y amar cada palabra nueva que nace al alero de la pluma. Amar me ha matado, pero sin duda me ha devuelto a la vida, me ha redirigido, me ha lanzado por los aires. Nunca pensé o creí que amaría de nuevo, incondicionalmente, pero lo siento posible, aguardando a pesar del silencio, sin cuestionarme supuestas tragedias griegas, tan solo esperando que regreses, que me enseñes tus escritos que luego abandonaste, que me cantes todas esas otras canciones potentes, que me enseñes a no tener tanto miedo del silencio y que a veces, el mundo gira de una manera excéntrica solo para algunos de nosotros...

Estoy escribiéndote algunas cartas, cartas que no puedo despachar porque no tengo dirección, pero son cartas que te leeré cuando me acurruque en tu abrazo, en tu pecho descansado, en tu parte sin el agobio del foco, del riesgo, de la distancia... Recuerda siempre que sentenciaste que si cenaba contigo, tendría muchas historias para mis columnas. Y recuerda también que ya derramé lágrimas, pero no hay amago alguno de tener que ajustar cuentas. Muy al contrario, deseo con el corazón verte, estrecharte y darte lo que hago mejor.

Y si no, sácame pronto del letargo. Dame un puñetazo al centro. Déjame un ojo en tinta. Pero que sea pronto. Porque es muy atroz el abandono y que además el otro calle...

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