Nuestros Editores (Para Jaime).




Nuestros Editores...

En otro texto, deslicé esa idea sobre el hecho que algunas personas
advienen con el propósito de editarnos la historia. Y pienso que esto
es más cierto que la cresta. Tal vez no todos nuestros Editores sean
de la talla de Minghella o Casavetes, seguro que no pero, me he
preguntado varias veces qué tan necesario sea que la pega la hagan con
tanta perfección surrealista... O sea, convengamos que me habría
encantado un Almasey cargándome así de emocionado y enamorado hasta mi
última morada (La caverna de los nadadores... ¿Lo recuerdan en el
paciente inglés?). Pero también gusto de finales desastrosos en donde
la única posibilidad de entender algo supone influencia de alcohol o
drogas,  como en la mítica
easy reader...


Considero que hay personas entre nosotros con un talento natural para
hacernos jacke mate, no hay de otra, y ese touché nos impone la carga
arbitraria de parar, de detenernos a intentar captar qué ocurrió, como
si en su esencia, por otro lado, tuviesen la inevitable misión
biodecodificadora que deben sí o sí acometer aunque ellos mismos
tampoco lo entiendan al cien por ciento. Y supongo que el cuento va de
ese tono; una de las más sutiles imposibilidades que contradicen la
fuerza abrumadora del libre albedrío.


¿Whaaaaat?
¡Ja!
Tranquilos. Iré al punto.


Con el tiempo casi todas las cuestiones de base e «importantes» en las
que creía, han ido desvaneciéndose por una u otra razón, la máa de las
veces, alimentado el socavón justo porque la premisa que sostenía la
creencia pierde solidez... como si la causa basal que postuló el
argumento primario hubiera perdido consistencia.


Ejemplo: ¡No fumes marihuana, estás destruyéndote absurdamente las
neuronas! —Interlocutor censurante: Padre alcoholico.


Crecí oyendo cientos de payasadas de ese tenor, y cómo no si nací en
el 72', mucho juicio contradictor donde agarrar, no existía. Entonces,
lo que nos quedaba era más bien un tipo añejo de instinto libertario
en donde la premisa básica no se cuestionaba pero porque urgía apenas
sobrevivir. Como fuese el asunto, la vida nos avanzó y a la palestra
se apuntaron estos personajes acostumbrados a mirar por el rabillo del
ojo, sutiles, callados, hasta ensimismados sin entender todo lo que
les rondaba, pero conscientes a su modo de que cada trazado de pincel
acababa convirtiéndose en un recorte dentro de la historia de otro,
tal y como venía contándose hasta el cruce de generaciones. Por
cierto, solo son editores de nuestras vidas aquellos que viven en
diferentes dimensiones... ¿Lo había mencionado acaso? ¡Ja!


Pero resulta que un cirroso hepático no solo mató su hígado a causa de
una satánica vida de kosaco........ También destruyó el doble de
neuronas que hubiese aniquilado una que otra bocanada de marimba... Y
resulta que en 2018, el THC combate eficientemente dolores de la puta
madre respecto de enfermos con cáncer crónico. ¿Cómo la ve?

El curso de la historia va cambiando, de ésto no cabe duda y lo que
ayer fue blanco o negro hoy puede perfectamente mutar hacia el gris.
El tema es que todavía hay mucha secta inquisidora rearmándose en
varias partes alrededor del mundo. Y no es chiste. No se requiere
universidad para ser todo lo contrario —un no editor— es decir, solo
debes estar interesado en la involución, en el miedo parasitario, en
la cultura pop, ser víctima del
mainstream y: Te vuelves un
destemplado al que la vida le pasa por encima  conformándose solo  con
premisas de antaño que hoy sirven de bastante poco.

Se requiere para ser editado, no la queja sobre la miseria de vida
plana en la que supuestamente nos hallamos presos, sino algo harto más
básico pero sometido por el universo de la dinámica roboc: Deseo,
voluntad, determinación, perseverancia y sentido de futuro,
deslastrarse de la mochila del pasado, y abrirse (aunque sea despacio
—no: des pa ci to... en caso alguno—), y sintonizar con la esencia de
la intuición primaria (la que antaño se usó solo para sobrevivencia) y
preguntarse cómo es que deseas seguir hacia adelante: a medio vivir, a
medio morir, o LUCIDO. Y lúcido implica entender que la vida se
construye con todo en lo que ponemos atención, esto es: Si solo
reparamos en desastre, en gente mala, en sucesos trágicos e
irreparables, en toda una vida de rarezas y cuatiquez, entonces
seguramente esa es la vida que sostendrás. No otra mejor y mucho
menos, diferente. ¿Pero qué ocurre si, para variar, en lo que pones
atención proviene de la pega que hizo tu Editor? La cosa cambia, y
cambia en serio.


El buen editor es capaz de biodecodificarte y dejarte como nuevo, es
decir, puede lograr incluso lo que no logró ningún terapeuta, ninguna
dosis, ningún copete de bar de mala muerte.... porque estas personas
aparecen de la nada y te sueltan una bomba atómica y así como llegan,
se van. No hay que resistirse al hecho de que desaparezcan por
completo.

En mi vida he contado con algunos estelares: La Manuela Vittolo, por
ejemplo, con su frase para el bronce: ¿Qué harás entonces...... cuando
Dios te pregunte qué hiciste con los dones que te di? O con el Rafa
Urquieta, «Si vas a rumear, entonces que sea con un Jonhy Walker». O
la epistolar de la Amanda Contador: «Para que necesitas un hombre si
se inventaron las balas...». ¡JA!


O recuerdo a los próceres: «He caminado mucho tiempo con mi alma
torcida, pero también he logrado enderezarla un poco...». «Si he de
morir, que sea enamorado...». Y esta fundamental: «La primera risa, es
la que más cuesta...». En todos estos casos, mis editores cambiaron el
curso de las cosas, tal y como está volviendo a pasar estos últimos
días, con un Álvaro Durán, otro Álvaro inventado, un Rodrigo
aleatorio, Jaime que escucha lo que lee, y que transfigura lo que
piensa, y otros menores que insultan, que son desdeñosos, que se
abalanzan a cuestionar a nuestra nunca bien ponderada neurona
directora de arte!!!!!  De un cuánto hay. Claro está.


En todos los casos, quedarse igual sería una estupidez. No aprovechar lo
que nuestros editores le hacen a nuestro guión sería como no entender
que Batman no es un superhéroe, sino un humano colérico más pero que
hace algo útil con su rabia. Menos quedarse igual.

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